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Navarra. Historia

(1483-1512): entre Francia y Castilla. Navarra tiene ya nueva Reina, doña Catalina I (1479-1516), alzada cuando tenía solamente 13 años de edad. Tiene los títulos de duquesa de Lemoux, de Gandía, de MontBlanc, de Peñafiel, condesa de Foix, de Bigorra y de Ribagorza, y señora de Bearn y de la ciudad de Balaguer. Suponen intereses y ligazones con Francia y ambiciosos objetivos para Castilla. Ya desde el primer momento le disputa el trono el vizconde de Narbona Juan de Foix, hijo de la reina Leonor. Comienzan de inmediato las intrigas matrimoniales de parte de Fernando e Isabel con el rey de Francia Luis XI. Una enrevesada diplomacia se disputa Navarra a través de propuestas matrimoniales. Los reyes de Castilla-Aragón propician el casamiento de Catalina con el príncipe heredero con vistas a una asimilación del reino a no muy largo plazo. Esta propuesta cuenta con la conformidad de agramonteses y beaumonteses. En Francia se propone el casamiento con Juan de Albret, vizconde de Tartax. De este modo se evitaba que los castellanos se entrometieran en los dominios franceses a través de los estados ducales, condales y señoriales de doña Catalina.

El rey de Francia murió en agosto de 1483 sucediéndole Carlos VIII. Por fin prevaleció la candidatura francesa. Los estados de Bearn, Foix, Bigorra, Marsan, Gabardán, Couserans, Toursain, Castellbon y Andorra se mostraron conformes. Los esponsales de Catalina I y Juan de Albret se celebraron en Orthez y la boda en la catedral de Lescar en 1484. Madama Magdalena trató de atraerse al Conde de Lerín mediante un tratado de amistad firmado en Pau el 8 de febrero de 1485. De poco sirvió. Al año siguiente, 1486, se reanuda la guerra civil, iniciada por los beaumonteses. Gobernaba de hecho Navarra Alain de Albret, padre del monarca, hombre ambicioso y veleidoso, pero enfrente tenía a Fernando el Católico obedecido por los beaumonteses, cada vez más insolentes y levantiscos. Se llegó incluso a la firma de una capitulación de los reyes y el Condestable en 1493 con cláusulas muy ventajosas para éste y los suyos. Al amparo de ellas don Juan y doña Catalina viajaron a Pamplona para jurar los fueros y ser proclamados reyes después de diez años de espera. El Condestable, provocador y prepotente, al amparo del rey de Castilla, les cerró las puertas de la ciudad no siéndoles permitida la entrada hasta enero de 1494. El día 12 se celebró la jura y coronación. El ambiente de la calle se refleja en el canto de los beaumonteses:

Labrit eta Errege
Aita, seme dirade;
Kondestable jauna
Arbitzate anaye.

"Labrit y el Rey
Padre e hijo son;
Señor Condestable
tomadlo por hermano".

Asistían los embajadores de Aragón, Castilla y Francia. Don Juan de Albret aportaba al matrimonio las Landas, el condado de Gaure, el país de Albret, y muchos señoríos en Perigord, Limousin y Bordelesado. Fernando el Católico concertó dos tratados que contribuían a apaciguar el reino pero altamente favorables a su influencia en él. Son los de Navarra y de Medina del Campo de 19 de enero y 30 de abril de 1494. De ahí a poco los beaumonteses rompían la paz asaltando castillos e iglesias almenadas en las merindades de Tudela, Sangüesa y Pamplona. La reina, rebasada ya su paciencia, decretó el 12 de septiembre el embargo de los bienes y castillos del Condestable que acabó perdiendo tras haber tomado Olite y Viana. Le fueron confiscados los bienes y fue desterrado del reino, no sin ciertas condiciones a favor de Castilla (1495), que se traducían en el control de algunas plazas navarras. Don Luis de Beaumont, el Condestable, hospedado en el reino de Castilla obtuvo mercedes de don Fernando e incluso el nombramiento de marqués de Huescar, en Andalucía. A cambio le entregaba la villa de Lerín y otros lugares y fortalezas sitos en Navarra. Cinco años duró el destierro. Catalina cometió la debilidad de perdonarle a cambio de la devolución de Viana y Sangüesa. Luis XII de Francia y Fernando el Católico de Castilla tramaban cómo desmembrar a Navarra y los estados de su posesión en la Corona francesa.

El año 1503 don Juan y doña Catalina confesaban a las Cortes a las que consultaban con gran frecuencia: "estamos puestos entremedios de tan grandes fuegos que no sabemos lo que de ello se podrá seguir". Este mismo año se rompía la paz entre España y Francia sobre la posesión de Nápoles. Los ejércitos franceses se acercaron al Rosellón y a Guipúzcoa. La diplomacia se enmaraña. Muere el papa Clemente VI, afecto a los navarros y le suceden Pío III y Julio II. Navarra permanece neutral enojando con eso al rey de Francia. En 1504 muere Isabel la Católica. En el tratado de Blois de 1505 se conviene el matrimonio de Fernando el Católico con Germana de Foix, hermana del pretendiente al trono de Navarra Gastón. El revoltoso Condestable, don Luis, juega a tratados con el rey de Francia. Le ofrece el rey francés no solamente Narbona, sino también el castillo de Mauleón y el país de Soule o Zuberoa, intermedio entre los estados de Navarra y Bearn. La proposición es diabólica. El Católico retenía siempre en su poder Los Arcos, San Vicente, Laguardia, Bernedo, Toro y Herrera. A fines de 1506 el Conde de Lerín se subleva con sus gentes a quienes hace frente Cesar Borgia, jefe de los ejércitos del rey, asalta Viana, pero muere a manos de los beaumonteses cerca de Mendabia. Viena y Larraga se rindieron. Los beaumonteses fueron derrotados. Era ya 1507. Al año siguiente murió don Luis el 16 de noviembre en Aranda de Xarque. Poco cambiaron las cosas. Su sucesor, otro Luis de Beaumont, heredó de su padre todas sus iniquidades y traidorías.

"En el momento en que las grandes potencias europeas iban a venir a las manos, estaban los reyes de Navarra muy lejos de sospechar las terribles sorpresas y las desastrosas derivaciones que les reservaba un conflicto internacional en el que no parecían tener arte ni parte ni estar interesados. Y, sin embargo, en menos de un año habían de llegar a convertirse de enemigos de Francia en sus más íntimos aliados; y en el mismo lapso de tiempo verían atraerse y abatirse sobre ellos la implacable hostilidad del Rey Católico, de cuyo apoyo en un principio creían estar seguros; en el relampagueante espacio de dos meses habían de perder su corona y ver su reino usurpado, en virtud de una excomunión pontificia jamás merecida; recobrado nuevamente, aunque por poco tiempo, y definitivamente perdido para siempre

(Campión: Prólogo de Amayur...., 1923).

Conquista de Navarra por Fernando el Católico. El 5 de octubre de 1511 formaron la Santa Liga el papa Julio II, Fernando el Católico, los venecianos y el rey de Inglaterra, Enrique VIII (reivindicando Aquitania), con el fin de arrojar a los franceses de Italia. Los reyes navarros deseaban ardientemente mantener la neutralidad en ese mundo de intrigas, manteniendo su obediencia al Papa. Fernando declaró, en nombre del Papa, la guerra a Francia en marzo de 1512. Como dice Campión, la conservación de Navarra aconsejaba la alianza con Castilla; la de los estados de Foix y de Bearne, la amistad con Francia. En vista de ello emprendieron el juego de entablar negociaciones con ambas partes. Los castellanos pensaban invadir Francia por Guipúzcoa. Los ingleses llegaron a Pasajes el 8 de junio de 1512 con la intención de recuperar Aquitania. En vista del peligro, las Cortes navarras reunidas, acordaron alistar 300 caballos y 4.000 peones.

Los castellanos exigían libre paso por Navarra y Béarn. En vista de ello, las Cortes acuerdan publicar el apellido general. Fernando entonces explotó el argumento religioso alegando que el rey de Francia había dividido la unidad de la Iglesia, que los reyes de Navarra habían entrado en la alianza para dejar entrar a los franceses por el reino, uniéndose a ellos. Aludía al tratado de Blois acordado por los Reyes de Navarra con el de Francia, el 17 de julio y firmado al día siguiente. En él se cerraba el paso tanto a los enemigos del rey de Francia como a los enemigos del rey de Castilla. La más rigurosa neutralidad era lo que suponía el tratado pero la suerte estaba ya decidida de antemano. Las embajadas fueron inútiles. El 21 de julio de 1512 los ejércitos del Duque de Alba, compuestos de 1.000 hombres de armas, 2.500 caballos, 6.000 peones y 20 cañones, invadieron Navarra por el valle de Burunda, acompañados por el Conde de Lerín y sus beaumonteses además de alaveses y guipuzcoanos, como súbditos de Castilla. El avance por Etxarri-Aranaz y Huarte-Arakil fue rápido. Destrozado el reino por las banderías de una nobleza ensoberbecida, arruinada su gestión política por una serie ininterrumpida de embarazos, casada con un hombre, Juan de Albret, educado, galante y poco dado a emplear la fuerza, Catalina I, última Reina de Navarra, huyó por Roncal con un corto séquito de agramonteses a Ultrapuertos refugiándose en el Béarn, donde moriría cinco años más tarde.

En el camino murió de cansancio el infante don Francisco. El enemigo pasó el Arga y entró en zona beamontesa. Los pamploneses no pensaron en defenderse sino en una capitulación temporal en las mejores condiciones posibles. Algunos pueblos imitaron a la capital. El 24 de julio los jurados se entregaron en nombre de la ciudad. En evitación de saqueos y muertes, los embajadores de la Reina Catalina llegaron a un acuerdo con el Duque de Alba. Así fue cómo fueron rindiéndose Maya y San Juan Pie de Puerto y el 10 de agosto, Lumbier. El día 15, tras dos semanas de resistencia, lo harían Viana y Estella, para seguir Roncal (3 set.); y Tudela (9 set.). Monjardín, Miranda, Cáseda, Aezcoa y Salazar. El valle de Garro, en la sexta merindad fue saqueado. "El rey Fernando conquista un reino empobrecido por la guerra civil, cuyas fortalezas y pueblos estaban "desguarnecidos y fuera de todo estado de defensa"" (Alesón).

El 22 de agosto de 1512 Tudela responde a Fernando el Católico que había exigido la entrega de la ciudad so pena de "proveer y mandar que se hiciese allí lo que nos pesaría mucho y sería contra nuestra voluntad". " ... Ni Dios nuestro Señor quiere ni es su voluntad que nosotros creamos que V. Exc.ª, siendo tan justo y católico rey... quiera ni mande enturbiar tan lucida y clara fidelidad de tan querida y amada Ciudad, ni desde aquella con tan malo, feo y abominable renombre... Con toda la humildad que podemos a V. Mag. suplicamos no nos haya de poner en tan grande afrenta ni poner por obra tanto cargo a nuestras conciencias y honras, para que hayamos de cobrar ni dejar a nuestros hijos renombre de infidelidad, que es peor que muerte".

En el proceso de ocupar militarmente, una por una, las plazas del Reino, Fernando pide a su aliado el Papa Julio II el auxilio ideológico necesario. Tres son las bulas expedidas con esta finalidad. "Las bulas, con tanto apremio solicitadas (por el rey Católico), fueron expedidas en Roma el día 21 de julio de 1512, y llegaron a España un mes después. Eran el monitorio Etsi hii qui christiani y la bula "Pastor ille caelestis". El primero contenía una advertencia general, para que nadie ayudara a herejes y cismáticos. La bula, más explícita, hace historia del movimiento promovido por el rey de Francia, y conmina a que nadie se deje arrastrar por las falsas sugestiones de los cismáticos, especialmente los Vascos y Cántabros y gentes circunvecinas, que siempre fueron devotísimas de la Santa Sede, amenazando con excomunión latae sententiae a los que obraran en contrario, pudiendo ser confiscados todos sus bienes, que pasarían a ser propiedad de quien se apoderara de ellos.

La bula fue publicada en la iglesia de Calahorra el día 22 de agosto, y al día siguiente la invoca por primera vez el Rey Católico en carta dirigida a los de Tudela; pero la verdad es que ni los de Tudela ni los reyes se creyeron especialmente afectados por el contenido de las bulas. El Rey Católico, sin embargo, a la vista de la bula "Pastor ille caelestis", publicó un manifiesto en que, haciendo expresa invocación de la misma, tomaba el título de Rey de Navarra. No obstante, el 16 de octubre volvió a apremiar a su embajador en Roma para que le enviara otra bula más explícita referente a la concesión del reino de Navarra. La nueva bula "Exigit contumacium" fue otorgada por Julio II el día 18 de febrero de 1513, y el día 21 fallecía el papa". (Lacarra, 1976, 549-550). Esta bula, tenida por falsificada (Campión), califica de "hijos de perdición" a D. Juan y D.ª Catalina, y los excomulga, anatematiza, maldice y priva de sus reinos, honores, títulos y dignidades y añade:

"Para mayor cautela, privamos por sentencia a los mismos Juan y Catalina de sus honores y dignidad, así como del reino de Navarra, de sus ducados, condados y demás señoríos temporales y de todos los bienes que en cualquier lugar poseen y sobre los cuales les compete algún derecho, y damos su legítima posesión a los que los hayan ocupado u ocuparen en adelante (eripuerint arque eripient in posterum) y a los sucesores de los primeros ocupantes en lugar de los antiguos que perpetuamente quedan apartados, ellos y sus herederos".

Releva a los súbditos del juramento de fidelidad y homenaje.

(1512). La presencia de los españoles en San Juan Pie de Puerto amenazaba directamente al reducto bearnés, refugio de los reyes navarros. Catalina y Juan de Albret, entretanto, instaban al rey de Francia el apoyo con parte de su ejército. Finalmente llegaron refuerzos franceses (con alemanes y albaneses), que, junto con los navarros, alcanzaban la cifra de 25.000 hombres bajo el mando del duque de Angulema y los generales La Palice, Lautrec y Longueville. El 24 de septiembre de 1512, fecha en que se había amotinado la guarnición española de San Juan Pie de Puerto debido a estar mal avituallada y peor alojada, en medio de lluvias torrenciales, las tres columnas franco-navarras se ponían en marcha. Era el primer intento de reconquista. En octubre la armada aliada recuperó la Baja Navarra. Estella, Tafalla y otras plazas se alzaron en armas.

El ejército del duque de Alba se retiró el 26 a Pamplona que fue sitiada por los aliados, pero por breve tiempo. Una armada llegada de Castilla reforzó al ejército que ocupaba el país obligando a los navarros a retirarse por los puertos de Belate y de Amaiur. En Belate se hallaban emboscados los guipuzcoanos al servicio de Castilla. Las tropas en retirada estaban formadas principalmente por lansquenetes alemanes. Los guipuzcoanos se hallaban a las órdenes de los señores de Lizaur o Lizarazu y del señor de Berástegui. Los alemanes, hambrientos y muertos de frío, querían a todo trance ganar la frontera. Huyeron abandonando algunos cañones. El desastre ocurrió en los días 3 y 4 de diciembre de 1512 (ver Belate, Batalla de). Luis XII de Francia en vista del fracaso de la intentona de reconquista se inclinó a las negociaciones concertando una tregua de un año el uno de enero de 1513 que fue firmada en Urtubia. Los navarros perdieron de nuevo la sexta merindad en espera de mejores tiempos.

(1515). La política inicial de Fernando, rey de hecho de Navarra, fue dubitativa. Convocó a unas Cortes nutridas de beamonteses del 13 al 24 de marzo de 1513. Estas juraron recibir y tomar "por Rey nuestro e natural Señor de todo este dicho Reyno de Navarra al dicho Rey D. Fernando, nuestro Rey, e Señor natural, ausente". Y Fernando correspondió desde Valladolid, el 12 de junio, intitulándose Rey de Navarra y confirmando el juramento efectuado por el Virrey de guardar los Fueros de Navarra "mejorando e no apeorando" los mismos pero manteniendo los castillos y tropas de Navarra en manos de castellanos hasta que "la necesidad de la guerra del presente Reino cesare" (Los Arcos, 1893, ed. 1966: 417-421). Su promesa de mantener los cargos del Reino en manos de naturales no se cumplió como puede comprobarse por los incidentes ocasionados en las Cortes de 1536, 1561 y 1565 (Los Arcos: 421) y por las quejas y reivindicaciones de la Diputación y Cortes a lo largo de los siglos XVI y XVII. En éstas y en las siguientes Cortes beamontesas del 29 de enero de 1514 y el 15 de marzo de 1515 sigue titulándose Rey de Aragón y de Navarra. Pero ese año, desistiendo ya de tener un hijo con Germana de Foix -hijo al que legar Aragón y Navarray consciente del disgusto castellano por haberse quedado con un Reino cuya conquista se había efectuado con armas y dinero de Castilla, decidió incorporar éste a la Corona castellana. La decisión fue aprobada en las Cortes de Castilla celebradas en Burgos el 11 de junio con asistencia de tres representantes oficiosos navarros -el abad de Iranzu, el señor de Cadreita y el alcalde de Aoiz- que no pudieron intervenir en la negociación. El párrafo más importante del documento de incorporación (AGN, Guerra, I, LXII) dice:

"el dicho rey D. Fernando nuestro señor, para despues de su vida, daba el dicho reino de Navarra á la dicha reina Doña Juana nuestra señora su hija, y desde agora lo incorporaba, e incorporó, en la corona real de estos dichos reinos de Castilla. de Leon, de Granada, etc. para que fuese de la dicha reina nuestra señora, é, despues de sus largos dias. del príncipe nuestro señor y de sus herederos, y sucesores, en estos dichos reinos de Castilla, de Leon y Granada, etc. para siempre jamás".

El 7 de julio Fernando ratificó la cesión añadiendo un significativo párrafo extendiendo la acción del Consejo de Castilla a Navarra:

"é que su Alteza mandaba que de las cosas que tocasen é las ciudades é villas é lugares del dicho reino de Navarra, é los vecinos dellas conociesen desde agora los del consejo de la dicha reina Doña Juana nuestra señora, é administrasen justicia á las dichas ciudades, villas é lugares del dicho reino é á los vecinos dellas que ante ellos la vinieren á pedir, de aqui adelante, guardando los fueros é costumbres del dicho reino". "La conquista-dice Idoate (Príncipe de Viana, 1960, 81 ) trae consigo una nueva organización político-administrativa, iniciada por Fernando el Católico y continuada por los Austrias. Navarra es un Reino aforado, que conserva en principio sus leyes, fueros y libertades, y que, teóricamente, admite tan sólo la sustitución de una dinastía por otra. Prácticamente se inicia un proceso de evolución que afecta a las instituciones fundamentales en el fondo y en la forma".

La naturaleza exacta de la unión a Castilla quedó en la penumbra hasta su definición en el siglo XVII.

(1516). Se efectuó con Fernando el Católico en las puertas de la muerte y un ambiente generalizado de conspiración en Navarra. El mariscal agramontés Pedro de Navarra penetró por el fidelísimo Ronkal con 1.200 soldados bearneses y navarros. Algunos, temerosos por hallarse en tan escaso número, se volvieron. En cambio se les sumaron 120 roncaleses. Las deposiciones de los testigos nos revelan la alegría con que se recibió la noticia de la expedición del rey don Juan:

"¡Oh, quién viese el campo de la Sierpe lleno de ombres de armas franceses!" -decía el cascantino Pero Alcalde-. "Daría por ello mis ovejas, toda mi casa, todo cuanto tengo!... Todo se volvían idas y venidas de los partidarios del monarca destronado haciendo sus preparativos, adquiriendo armas y comprando caballos para reforzar el ejercicio libertador. Tudela, la gran ciudad agramontesa, era la que más ardorosamente anhelaba el retomo de los reyes legítimos: clérigos, burgueses y campesinos aguardaban con ansiedad estas pascuas de 1516. en las que su monarca debía reaparecer victorioso...

(Boisonnada. 1961, 96).

Los castellanos, emboscados, los atacaron por sorpresa en Isaba, el 23 de marzo de 1516, comandados por el coronel Villalba. Mientras, Juan de Albret sitiaba San Juan Pie de Puerto sin conseguir rendirla. El mariscal Pedro cayó, junto con varios caballeros agramonteses, prisionero y moriría en condiciones penosas en la prisión de Simancas. Poco después, el 17 de junio del mismo año, moría el Rey Juan sucediéndole su hijo Enrique II de Navarra (1517-1555). Los tres Estados del Reino pidieron al nieto de Fernando, Carlos I de Castilla, viniera a Pamplona a "ser ungido como el Fuero lo dispone", a lo que contestó desde Bruselas "somos contentos y nos place". El Duque de Nájera, hizo el juramento que fue ratificado en Bruselas el 10 de julio conteniendo la cláusula de que el Rey tendría a Navarra "como reino de por sí y separado, no obstante su incorporación con el de Castilla".

La agitación navarra irritó sobremanera al regente de Castilla, Navarra y Nápoles, Cardenal Cisneros. Según cuenta Garibay (Compendio, III, 589-590) quiso asolar Navarra:

"Por las novedades y alteraciones que en esta sazon se movieron en Navarra, dizen por tradición, que el Cardenal fue de parecer, que no solo se devian derribar, y echar por el suelo las fortalezas y murallas d'el reyno, mas assolar a todo, dexando la tierra para pastos de ganados para los Veranos, pero que ya que despues se hizo lo d'el derribar, era lo d'el assolamiento, cosa de gravissima inhumanidad y de intolerable daño, porque destruyr a reyno tan antiguo y catholico, y deshazer tantas y tan principales poblaciones, siendo no solo deservicio del Rey, mas aun de Dios nuestro Señor y de sus criaturas, cessó este parecer tan terrible, como era razón".

Cesó el parecer pero ordenó al coronel Villalva la demolición de las fortalezas navarras salvo las de Pamplona, Estella, San Juan, Maya y el Peñón,

"porque era cosa muy dificultosa haver de poner en cada lugar gente de guarda, ansi de pie como de caballo, y no bastara gente alguna para lo proveer, habiéndose de guardar ansí de los mismos naturales como de los que viniesen de fuera; y de esta manera el reino puede estar sojuzgado y sujeto y ninguno en aquel reino tendra atrevimiento ni osadía para se rebelar".

Pocos días después -relata Campión (1929)- escribía el Cardenal que era necesario, para defensa del reino de Navarra,

"tomar las fortalezas al marques de Falces y otras personas, y darlas a quien las toviese de mano de su alteza y a ellos ocuparlos acá en algunas cosas por que estén absentes de aquel Reyno, que, segund ha parecido, quasi no habia persona en aquel Reyno de quien nos pudiesemos fiar, y de esta manera todo estará muy seguro y muy subiecto a Castilla y ninguno osará hacer cosa en deservicio de sus Altezas ni tendrá fuerzas para ello, especialmente allanados todos los muros, como agora se hace". "Y lo executó tan puntualmente -escribe Moret en los Anales- que todo lo mandó arrasar menos las murallas de la ciudad y castillo de Pamplona, y las de la ciudad de Estella, que venían exceptuadas. Sólo hizo una gracia a su cuñado el Condestable... y fue a ruegos suyos se dispensase por algún tiempo a las villas de Lumbier y de Puente la Reyna. También se libró (y con más honra) el castillo de Marcilla, por el valor y resolución gallarda de Doña Ana de Velasco, marquesa de Falces, que vivía en él".

Parece que las de Burgui y Sangüesa fueron derribadas el año siguiente.

(1520). La caza de los agromonteses, aún sin estudiar debidamente (Orta Rubio, 1978), tuvo un importante episodio en la toma por medio de las armas del monasterio de Urdax al negarse la comunidad de monjes a rechazar al abad "sospechoso" Juan de Orbara.

"La ocupación violenta del monasterio de Urdax -dice Idoate (Rincones, III)- es una prueba más de la resistencia de una parte de la opinión navarra a los nuevos ocupantes del territorio, y del respeto que exigían los regnícolas a las leyes y libertades del reino, que el Rey Católico y su sucesor Carlos V habían jurado guardar solemnemente".

Fue en 1521 aprovechando la guerra de las Comunidades de Castilla. Ahora se une a las tropas bearnesas y navarras un ejército del rey de Francia, Francisco I, al mando de André de Foix, señor de Esparros.

Carta (4 de abril de 1521) del Virrey de Navarra al Emperador Carlos

"D. Enrique tiene reunidos sus Estados El Bearn le ha ofrecido 100 lanzas y 4.000 hombres, y en otros condados, 6.000. Las gentes de la tierra oyen como yo estas noticias. y los servidores de vuestra Alteza se descorazonan viendo que no tenemos tropas porque el Condestable se las llevó todas contra las Comunidades... Además los partidarios de D. Enrique levantan cabeza y declaran su rebeldía. La sazón es muy favorable a los franceses. y la mayor parte de las voluntades los mira aquí con buenos ojos".

El 15 de mayo es recuperada San Juan Pie de Puerto y luego en medio del mayor entusiasmo, el resto del reino incluida Pamplona donde lucha junto con los castellanos el soldado Iñigo de Loyola, luego fundador de los Jesuitas, que herido, se retira a Azpeitia, su pueblo natal. El ejército navarro de Enrique el Sangüesino alcanza los 12.000 hombres. Es el momento en que rivalizan y luchan entre sí los reyes francés y castellano. Casi todo el Reino se ha levantado contra los castellanos. Todo hubiera ido bien a no ser por un descalabro de Esparrós, ya en tierra castellana, cuando marchaba a ayudar a los Comuneros. El 30 de junio de 1521 tienen lugar las derrotas de Noain, Barbatáin y Ezkiroz. La retirada se impone y la desesperanza se apodera del Reino, en especial de los cristianos nuevos tudelanos presa anunciada de la Inquisición castellana. Un ejército francés del que forman parte 3.000 navarros y bearneses toma la vieja plaza navarra de Fuenterrabia el 18 de octubre. Después de doce días de asedio entrega la plaza su gobernador militar, Diego de Vera, al rey de Navarra Enrique.

(1521-1522). Meses después de la tercera intentona Maya fue recuperada por los navarros de Enrique el Sangüesino estableciéndose una guarnición de caballeros agramonteses al mando de Jaime Belaz de Medrano de forma que la resistencia se centró en este castillo y en el de Fuenterrabía. Diez meses duró el asedio de Amayur (veáse Maya) hasta su honrosa rendición el 19 de julio de 1522 siendo luego, al decir de Alesón, sin dilación arrasada la fortaleza. Los prisioneros fueron llevados a Pamplona; Juan de Jaso consiguió huir pero los Belaz de Medrano, padre e hijo perecieron posiblemente envenenados (Alesón, VII, 429). En 1922 sería inaugurado, cuatro siglos después y en el lugar del castillo, el Monumento a los últimos defensores de la Independencia de Navarra. Los castellanos premiaron a los navarros que les habían apoyado y castigaron a los que ayudaron a los resistentes o a los que no quisieron tomar las armas contra ellos (Idoate, Catálogo, t. 49, 286). Castigo de los agramonteses no sometidos (1523). Con motivo de su visita a Pamplona, el rey Carlos I de España y IV de Navarra expidió el 15 de diciembre de 1523 una Real Cédula perdonando a los agramonteses que se sometieran a su obediencia. Excluyó del indulto a unos ciento cincuenta navarros, porque "ofendieron gravemente a Dios nuestro Señor e a Nos en rebelarse contra su propia patria y venir contra ella e contra nuestra Corona y estado real, y en grave daño e ofensa de todos nuestros reynos de España".

Muchos de los catigados -dice Jimeno Jurio (1982, 108)- debieron participar en la defensa de Amayur, pues el emperador alega expresamente como causa de la excepción que, "quando los franceses vinieron sobre Maya, e después sobre la nuestra villa de Fuente Rabia, se pasaron al exercito de los dichos franceses". La norma fue aplicada igualmente a los navarros de ambas vertientes. "Y en cuanto a las personas de la tierra de Vascos es nuestra merced e voluntad de perdonar todas las personas de cualquier estado y condición que en el día de la data deste nuestro perdón general estuvieren en nuestra obediencia y servicio, eceptando por el contrario todas las otras personas que estuviesen en servicio e obediencia del rey de Francia o sus secazes e aliados" (B. C. M. N., 1921, 94-100). Del rol sacado de la relación nominal que aparece en la R. Cédula de 15 de diciembre de 1523, publicado en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra (1921), que puede contener algún error, por lo que los datos tienen solamente valor indicativo, deduce Jimeno Jurio (op. cit.) que las merindades más "rebeldes" o "fieles", según se mire, fueron las montañesas de Pamplona y Sangüesa, siguiendo la de Estella, sobre todo la capital y su comarca.

En esta "lista de honor" de la lealtad navarra, "están representados todos los estamentos y clases sociales: Alta nobleza en Pedro de Navarra, hijo del condestable del mismo nombre, y el hijo del marqués de Falces; altos cargos de la administración real, como el protonotario Jauregizar; palacianos de Bakedano y Etxarren de Guirguillano en tierra Estella, Jauregizar y Etxarren de Baztán, los Jaso de Javier y Urrutia de Otxagabia en la de Sangüesa; eclesiásticos (tres canónigos de Pamplona y clérigos de Cáseda y Sangüesa), escuderos, el justicia de Tafalla, labradores, profesionales y artesanos de todo tipo (calceteros, cirujanos, criados, estudiantes, guanteros, herreros, libreros, mercaderes, panaderos, pellejeros, plateros, porteros reales, sastres y "cristianos nuevos").

Muchos de ellos obtuvieron el perdón del emperador (Burgos 27 de abril de 1524) tras la capitulación de Fuenterrabía, recuperando sus bienes confiscados y regresando del exilio. Otros prefirieron continuar sirviendo a don Enrique y murieron desterrados". En el perdón que el emperador Carlos V concedió, exceptuó a ocho miembros de la familia de los Jaso, a saber: Miguel de Javier, Juan de Azpilcueta, hermanos de San Francisco; Martín de Jaso, Juan de Jaso y Esteban de Jaso; Juan de Azpilcueta y Juan de Olloqui y Valentín de Jaso, todos ellos primos del santo. El castigo dividió aún más a la sociedad navarra. Los beamonteses hicieron alarde de su adhesión colocando las armas de los Austrias (águilas imperiales) en la fachadas de sus casas, en las rejas, hierros del hogar, etc. Todos los cargos públicos les pertenecieron hasta 1628 y también diversas prebendas.

La acusación de "francés" persistió referida a los agramonteses durante muchos años recogiéndosela en boca de Lope de Aguirre o del anónimo autor del "Buho gallego" (siglo XVII), por ejemplo. Los bienes de los emigrados fueron repartidos entre los beamonteses aunque Carlos V procuró en 1524 atraerse a algunos de ellos (Boissonade) entre los cuales el hijo de D. Pedro de Navarra que medró en Castilla. Algunas casas quedaron en manos de hijas mientras los varones se exiliaban en el Béarn. Así las hijas del copero de Catalina I, Beltrán de Suescun, en cuya casa de Barasoain campean los lises y en cuya puerta puede leerse la inscripción siguiente:

"Después que los Labrides se ausentaron
Y en paz y en guerra les rendí lealtades,
Me quedó que decir a las edades,
Que Reyes me habitaron"

La familia del conde de Lerín emparentó en 1565 con la del duque de Alba (Diego de Toledo y Brianda de Beaumont), conquistador de Navarra, y sigue portando aún el apellido Beaumont.

Pérdida de Fuenterrabía y recuperación de Baja Navarra.El joven y animoso Enrique II proseguía mientras en su guerra con los castellanos. Ese 1523 recupera la Baja Navarra y reúne Cortes en Saint-Palais. Ese mismo año vuelven los castellanos y ocupan temporalmente diversas villas bajonavarras, suletinas y bearnesas, incendiando, además, los castillos de Bidache y Guiche. Acuciados por sus problemas internos, desalojan, más tarde la Sexta Merindad. Garibay recoge este verso alusivo:

"Cavalleros de Castilla:
bien os podeys alabar.
Que perdistes a Navarra
por ganar a Villalar".

En febrero de 1524 el condestable de Castilla Fernández de Velasco llega a Guipúzcoa con importantes fuerzas dando comienzo al cerco de Fuenterrabía, territorio histórico vascón ocupado por navarros y franceses. Duró el sitio mes y medio capitulando la plaza el 25 de marzo del mismo año. Con la recuperación de la Sexta Merindad y el fracaso de Fuenterrabía, Enrique II cesa, bien a su pesar, los intentos armados pasando desde ese momento la Monarquía navarra en el exilio a dedicar todos sus esfuerzos a la diplomacia ver Baja Navarra. Las tropas de ocupación, luego guarnición permanente, cometieron diversas tropelías aprovechando la situación política hasta que una Ordenanza de 1535 las sometió al Virrey y al Consejo de Navarra como lo estuvieron en adelante. No en vano Navarra pasaba a ser "una pieza de gran importancia en el mapa militar de España... para detener cualquier intento de invasión francesa" (Idoate, 1981, 17).

Temor de los virreyes a un levantamiento popular. Los años que suceden a los hechos de armas mencionados constituyen un largo período de expectativa. Los agramonteses esperan cualquier ocasión para alzarse mientras los beamonteses viven en continua irritación y suspicacia. Como muestra de esa efervescencia de fondo reproducimos los párrafos de la documentación aportada por Idoate (1981, 84-129) en los que queda de manifiesto el temor del virrey -que labora por atraerse a los agramonteses- a un levantamiento popular apoyado con las armas de Enrique II. Informe del Virrey, Conde de Alcaudete, al Emperador en 1529:

"Aquí se ha dicho, como Vuestra Mag., con toda brevedad parte para Barcelona, por do estan ya tan alterados los de este Reino, como si viesen al exército de don Enrique en la raya del Pirineo; do no solo se ha de proveer para lo de los enemigos, más para los que se tienen por amigos".

En 12 de junio da cuenta el Virrey una vez más, de sus impresiones un tanto pesimistas; temía que los de Vascos y Bearne se vieran secundados por los de la Soule y Labourd, aunque no fuesen súbditos del que aquí es llamado Príncipe de Bearne. Era de temer además que, en caso de invasión, se rendirían enseguida los pueblos de la Montaña, aún en caso de tratarse de un príncipe enemigo;

"cuanto mas -agrega- deseándole ellos por señor". (...) "Y con saber los de Pamplona, que Asparrós traía 150 lanzas y de 5 a 6.000 infantes, antes que llegase a Roncesvalles, se pusieron en armas contra la gente de guerra y los echaron de la ciudad, y saquearon la Casa del Duque (de Alba) y sitiaron la fortaleza... Yo no se ninguna razon por donde se pueda fiar de los de la Ciudad, ni creer que dexarian perder sus haciendas en el campo, y esperar ser cercados, no habiendo en el Reino mil hombres de Castilla".

Estando en guerra Francia y España, corrió el rumor en julio de 1536, de la venida de Enrique II de Labrit. Escribiendo el Virrey Hurtado de Mendoza a la Emperatriz, se explicaba así sobre los navarros:

"Lo segundo es, trabajar de tener contentos a los de este reino, lo qual, aunque no hay que fiar, porque el conde de Miranda sabe quantos contrarios y no de buenas intenciones ay en el... Yo trabajo de sostenellos lo mas que puedo".

A los pocos días partía de visita hacia la frontera. La declaración de guerra de 1541, produce repercusiones en Navarra. El Emperador temía un ataque por esta parte y envía al duque de Alba, para tomar las disposiciones necesarias sobre el terreno. En cartas a Tudela y Tafalla, manifestaba que, el de Labrit (Enrique II), ayudado por el rey francés, trataba de entrar en Navarra, rogándoles que atendiesen las instrucciones del duque. Según una memoria de 1540, en la zona media y Ribera de Navarra, estaban estacionadas las siguientes fuerzas: Cascante y Ablitas. Capitanía del Conde de Altamira; Corella, Cintruénigo y Fitero. Las fuerzas del Duque de Alburquerque y Francés de Beaumont; Villafranca. La compañía del Marqués de Aguilar; Falces. La de Diego de Rojas; Peralta. La de Pedro de Mendoza; Valdorba. La del Condestable de Navarra. En una carta de 1539 escribe el Virrey:

"Y los que no, con ver que de la noche a la mañana se pueden meter en Pamplona, quitarlos cualquier mal pensamiento. Y no basta pasar tiempo, para que mucha gente de todo el reino y aún de la ciudad, no deseen cualquier novedad".

El 12 de agosto del año 1542, comunicaba el Virrey que se estaba abriendo el camino de ronda por la parte de la Catedral, dejándose "abierta y clara, para que ningun aposento de los canonigos toque la muralla por baxo ni por alto". Se cierran las puertas a cal y canto, porque

"de algunos destos ha habido sospechas que han sido aficionados a Francia". (...) "Los contrarios, que son pocos, tienen experiencia de la poca fe de los franceses y sienten el beneficio de sus haciendas, después de servir al rey". (...) "Si tuvieran mala intención los de Pamplona el dia del alarde, que iban armados, pudieran executar cualquier mal pensamiento que oviera en ellos, lo qual verdaderamente no creo, sino que los franceses, por indignar a V. Mg., con ellos, publican estas nuevas, mas no es bastante todo esto".

Por junio de 1543, el ejército imperial se acerca a París, y la Paz de Crespy pone fin a las hostilidades por entonces. Una de las condiciones asentadas, era que no se ayudase al llamado Rey de Navarra. Según Idoate, en 1548 la situación y necesidades del momento, podían resumirse así, según un memorial del duque de Maqueda al rey: a) La Fortaleza estaba mal proveída de arcabuces, picas, artillería y municiones. b) Era necesaria la construcción de la Casa de la Munición, problema sobre el que tanto se insiste por los técnicos. c) Convenía tomar en consideración el parecer del marqués de Mondéjar, sobre el recinto amurallado. d) También debía evitarse el inconveniente del excesivo número de puertas o portales. e) Para una defensa eficaz, Pamplona precisaba 1.500 soldados, más 400 hombres de armas y 200 caballos. Dice el virrey que, "todos los que han estado aquí, han visto que, para mandar y gobernar la tierra es menester fuerza, y con ésta se tiene parte en el Reino, y sin ella, no la hay ni se puede resistir a lo que viniese".

Consecuencias inmediatas de la incorporación a Castilla. Para subsanar este estado de latente insurrección los virreyes utilizaron el halago y el premio no sólo con los beamonteses sino también con sus rivales, los agramonteses. Pero las instituciones navarras fueron modificadas sustancialmente introduciéndose funcionarios castellanos de nacimiento en el Consejo Real de Navarra, Corte Mayor, Chancillería y gobierno de fortalezas y plazas. "La persona del virrey, como sustitutivo del Rey -dice Orella- (Cultura Vasca, 1977, 185-190) tuvo una actuación nunca permitida ni tolerada a la antigua monarquía navarra". Por ello constata Huici Goñi en las Cortes una actitud defensiva, característica que hace aparecer como fin principal de su existencia el de velar por la integridad de la Constitución del reino. Pero, como veremos más adelante, las Cortes serán convocadas cada vez menos.

En lo tocante a la estructura de la sociedad, señala Caro que "si no los señoríos y los linajes, los bandos sí, quedaron virtualmente destruidos al fin y también gran parte de la organización social sobre la que se fundó la existencia de los mismos. La anexión contribuyó a cambiar muchos elementos. Porque a los sistemas de largos linajes poderosos y a la división en clases sociales rígidas, empezaron a sustituirlos otros, que, en sectores enteros del territorio navarro, borraron o procuraron borrar las viejas diferencias. No en balde para recompensar ya a unos u otros, agramonteses o beamonteses, se concedieron varias "hidalguías colectivas", que fragmentan, separan y diferencian, en fin, sensiblemente la Navarra nórdica de la central, mientras que otros hechos, económicos, contribuyen a diferenciar en este orden también, la central de la meridional" Además de las consecuencias políticas y sociales, la conquista e incorporación significa la separación de Navarra de Europa (Universidades, ambiente cultural):

"El triunfo de los beamonteses sobre los agramonteses, la expulsión de los reyes anti guos, el cierre de las fronteras peninsulares por los reyes de la casa de Austria, con el Pirineo, no como barrera infranqueable pero sí "normal", son otros tantos hechos de gran alcance social, económico, incluso lingüístico. Porque, ya desde estos momentos, las hablas originarias del suroeste de Francia, dejaron de oirse y escribirse en la proporción como se escribían antes. Por otro lado, los navarros participarán de modo intenso en las empresas de la Monarquía hispánica y llegará un momento en que, dentro de ella, tendrán papeles decisivos".

También el ascenso social de algunas familias:

"Pronto, muy pronto, veremos, así, a magistrados y militares navarros actuando en América. Pertenecen los más conocidos de ellos, entre los más antiguos, a familias beamontesas de las que medraron con Carlos el emperador, que, como se sabe, se rodeó de secretarios de origen vasco-navarro"

(Caro, 1971, 101).

La batalla de Noain, dice el Padre Aleson, por su parte, "vino a ser, por lo que toca a Navarra, la sentencia decisiva de tan reñido pleyto entre las dos naciones, española y francesa" (Anales, V, 369). "Navarra, incorporada a España, iba ser -al decir de M. Fernández Alvárez (1969)- lo que por imperativos de la propia geografía le correspondía; el antemural de Castilla y aún el de España".

Juramento del futuro Felipe IV de Navarra y II de Castilla en Tudela. El príncipe Felipe, futuro Rey, acudió a Tudela el 19 de agosto de 1551. Al día siguiente, juró ante las Cortes reunidas en la Catedral todos los "Fueros, Leyes y Ordenanzas, usos y costumbres, y franquezas, exenciones, libertades, privilegios y oficios" del Reino, "no obstante la incorporación hecha deste Reino a la Corona de Castilla, para que el dicho Reino quede por sí, y le sean observados los dichos Fueros... amejorándolos y no apeorándolos en todo ni en parte". También "que todas las fuerzas, agravios, desafueros, que a vosotros y a vuestros predecesores hasta aquí se haya hecho por los Reyes antepasados deste dicho Reino o por sus oficiales desfaré y las enmendaré..." y que devolvería la tenencia de los castillos y fortalezas del Reino a los navarros "quando la necesidad de la guerra del dicho Reino cesare". Finalmente exhortó a los tres Estados a no obedecer aquello que pudiera contravenir los Fueros por él jurados. A continuación, Felipe fue jurado por los procuradores. Tres años después, el testamento del Emperador Carlos emplazando a su hijo a examinar "si de justicia y razón seré obligado a restituir el dicho reino" añadía un nuevo elemento de ilegitimidad a estos juramentos.

(1560). Durante todo el siglo XVI se vive en Navarra lo que Idoate (1981) ha denominado como una especie de "guerra fría" durante la cual menudean los rumores y las conspiraciones, sin olvidar la psicosis brujeril que arrecia durante los años finales del siglo. Ver Brujeria. En 1560 fueron procesados, por conspirar contra Castilla, y juzgados Juan de Acedo, alcaide del castillo de Tiebas, el canónigo Remón de Monreal, el vicario de San Nicolás, Antón de Iraizoz, Nicolás de Eguía, Antonio Cruzat, Amaut de Ozta y el licenciado Azcona. De mano en mano circuló una carta del Papa Pío VI en la que éste exhortaba a Felipe II a restituir Navarra a su legítima Reina, Juana de Albret. Habría que averiguar si la conversión al calvinismo de Juana de Albret pudo enfriar, como se ha reiterado, la fidelidad de los navarros.

Desde su incorporación a Castilla las Cortes navarras adoptaron medidas drásticas de contención ante el poder asimilatorio de ésta. En 1514 acordaron la fórmula de obedecer pero no cumplir las Reales cédulas y mandamientos no acordes con los Fueros. La Ley 59 de las Cortes de Tafalla de 1531 obtiene "que de aqui adelante, los vecinos, y habitantes deste dicho nuestro Reino de Navarra, por causas Criminales ni Civiles algunas sobre diferencias de términos, ni otra mente, no sean llamados, ni llevados, ni compelidos por Nos, ni por Jueces algunos de los nuestros Reinos de Castilla, á fundar juicio fuera deste Reinon. En un agravio de 1549, desempolvando el pactismo medieval implícito en el Prefacio de su Fuero Viejo, aluden a los Fueros como "contrato de entre el Rey y el Reino, guardado y cumplido por todos los reyes" añadiendo que "con las dichas condiciones y contrato fue levantado el Rey y con ellas aceptó el Rey católico" (ANG, Leg., leg. 2,62). En 1561 establecieron el derecho de sobrecarta y tuvieron que poner coto a los capítulos de visita, especie de pesquisidores enviados por la Corona pata efectuar inspecciones. El "agravio" correspondiente, refrendado aprobatoriamente por el Rey, expone explícitamente los motivos:

"La intención, y fin, para que se hacen las visitas; es, porque se reforme los Jueces, y Curiales de las Audiencias, y no para que por lo que resultáre de ellas, se hagan Leyes Generales para decission de causas. Y no es justo que á relacion de los que ván á hacer las visitas, por lo que dellas resultáre, se hagan Leyes ningunas decissivas sin guardarse la orden del Fuero, la qual se há guardado despues que en Navarra hai Reyes hasta los tiempos felicissimos de su Cesarea Magestad. Y por esso todo lo que há venido proveído por visitas para que sea Ley General decissiva, fuera de lo que toca al estilo de las Audiencias, es contra Fuero, por haverse hecho sin guardarse la orden del Fuero: y por experiencia se vé, que algunas cosas destas, que han venido proveídas por las dichas visitas, sin guardarse la dicha orden, han causado inconvenientes, y los pueden causar de aqui adelante, como fué señaladamente un capitulo de la visita del Doctor Añaya, que contiene (que por reparos de agravios no se pueda proveer cosa alguna contra lo proveído por visita, sino estuviere confirmado el tal reparo por vuestra Magestad, y hiciere expressa mencion dél). Y otro capitulo de visita del Doctor Luis Gonzalez, donde se acrecienta el agravio, en lo que contiene (que se guarde, cumpla, y execute, lo que se proveyere por visita, sin embargo de cualesquiera reparos de agravios, hechos en contrario, y los que aldelante se hicieren) y si se diesse lugar, á que los dichos capitulos de visita se guardassen, se quitaria por indirecto al dicho Reino, el recurso que há tenido, y debe tener, de pedir el remedio de los agravios, y desafueros por Cortes Generales: y los Visso-Reyes se escusarian siempre de desagraviar al dicho Reino, aunque pida cosas justas, con ocasion de las dichas Leyes de visitas, y también se quitaria al dicho Reino la libertad que siempre há tenido de que vuestra Magestad, y los Reyes sus predecessores, ordenassen, y pusiessen por Ley, lo que el dicho Reino por Cortes Generales suplicasse para buen govierno dél". (...) "Porque no es justo que lo que estuviere proveido por reparos de agravios otorgados en Cortes Generales á suplicacion de los tres Estados, se revoque por lo que se proveyere por visitas, y por informaciones de particulares estrangeros, que no saben los Fueros, Leyes, y costumbres del dicho Reino".

(Ley VII, Lib. I, tít. III, Nov. Rec.)

Ese mismo año las Cortes y el Rey acordaban revocar todas aquellas "leyes decisivas hechas por el Virrey, Regente y Real Consejo... que fueren contrarias a las de el Reino". Y ocho años después que sólo se de validez a "las leyes y ordenanzas de este Reino otorgadas a pedimiento de los tres Estados y que no se impriman otras provissiones sino pidiéndolo el Reino".

Juramento del futuro Felipe V de Navarra y III de Castilla en Pamplona. Este príncipe juró primero los Fueros en 1586 por medio del Virrey y, el 22 de noviembre de 1592 acudió a Pamplona en compañía de su padre, el Rey Felipe y de su hermana, la infanta Isabel, y los juró en la catedral otra vez solemnemente. Durante estos años se erigió la Ciudadela de Pamplona.

(1598). Durante las negociaciones llevadas a cabo para establecer la paz entre Francia y España, Enrique III de Navarra, ahora IV de Francia, trató de conseguir que le fuera devuelta Navarra. La paz de Vervins se firmó por fin el 2 de mayo de 1598 sustituyéndose ésta por otras devoluciones territoriales.

En el caso de la economía navarra en los siglos XVI y XVII diversas circunstancias impiden el establecimiento de conclusiones definitivas y válidas para todo el conjunto. En primer lugar, los límites del estado actual de la investigación que, centrada hasta ahora de modo preferente en ámbitos subzonales o comarcales, sólo ha convergido en lo que hace a la expresión demográfica -cuantitativa- de la crisis del seiscientos. Aún cuando los rasgos esenciales de la economía del reino son conocidos (carácter con mucho mayoritario de las actividades agrícolas a las que se unían en relación estrecha las ganaderas; posición muy subsidiaria de la industria, excepción hecha del foco siderúrgico de los valles cantábricos del noroeste en cuyas ferrerías el campesinado hallaba importantes ingresos complementarios; escasa producción artesanal que no parece haber dado lugar a industrias de consideración a consecuencia probablemente de la situación aduanera que configuraba una estructura del comercio exterior que, a cambio de exportar materias primas, importaba manufacturas...), hay muchos otros aspectos (tales como la evolución detallada de las variables agrícolas, el grado de comercialización y de articulación de la economía navarra o la distribución del excedente agrario, por citar unos pocos) absolutamente desconocidos de los que, esperémoslo, el paso del tiempo dará cuenta.

Por otra parte, a pesar de que el mismo análisis evolutivo del número de hombres sea fundamental a causa de la inmensa importancia del "potencial humano" en el conjunto de fuerzas productivas de una economía tradicional, la identificación entre evolución demográfica y marcha de la economía obvia demasiadas cosas. Por último, el reconocimiento de la diversidad geográfica y de los contrastes y ritmos evolutivos diferenciales de las zonas que integraban el reino, supone un factor añadido a tener en cuenta.

  • Recuperación de la crisis

La evolución demográfica del período que estamos tratando parte de la recuperación de la crisis bajomedieval. Aunque las cifras de que disponemos contemplan únicamente tres merindades, todo hace pensar que aquélla fue intensa. Entre 1427 y 1553 -son cifras tomadas de Floristán Imízcoz- la merindad de Pamplona pasó de 4.403 fuegos -o familias en el sentido de unidad económica de producción y de consumo, compuesta por los que compartían una misma habitación, así como sus ingresos y gastos- a 8.877, la de Sangüesa de 3.550 a 6.065 y la de Estella de 2.920 a 7.096. No obstante, el crecimiento fue menor en 1427-1500 que en la primera mitad del siglo XVI, tal y como lo demuestran las merindades de Sangüesa -0,14 % de tasa de crecimiento acumulativo anual en el primer subperíodo y 0,67 % en el segundo- y de Estella -0,74 % y 1,04 % respectivamente-. En la Montaña, según anota Jiménez de Aberásturi, Lesaka pasó de "ochenta o cient vezinos" hacia 1482 a 264 fuegos en 1553. Para el conjunto navarro el s. XVI fue un siglo de crecimiento de mográfico.

Tras efectuar diversas extrapolaciones, Floristán Imízcoz ha calculado una tasa del 0,57 % de crecimiento acumulativo anual. El desarrollo se localizó en una magnitud mucho mayor en los campos que en las ciudades. Las zonas que más crecieron fueron las más sensibles al aumento de la demanda -consecuencia de la expansión generalizada de la centuria-, tanto de cereal como de manufacturas. Es decir, aquellas zonas de mayores posibilidades agrícolas -traducidas en un aumento de la producción por medio, en la mayoría de las ocasiones, de la extensión de los cultivos y aquéllas vinculadas a la industria siderúrgica tradicional. Con todo, también éstas últimas se beneficiaron de un proceso de "agricolización" puesto que la villa de Lesaka prohibía en la segunda mitad del siglo roturar más tierras comunales a causa de los perjuicios que se ocasionaban a las ferrerías. El fin de la expansión del quinientos fue anterior a la finalización del siglo.

Es posible que en la Montaña atlántica el descenso poblacional fuera más temprano, datando de hacia 1580. Al menos eso es lo que muestran los registros de Elizondo y de Lesaka, explotados por Arizkun y por Mikelarena respectivamente. En el resto de Navarra, Floristán Imízcoz describe cómo a la interrupción del crecimiento en los años setenta, siguió un balance muy positivo en la década siguiente, para entrar ya a partir de 1590 en una fase de estancamiento que se extenderá hasta la crisis de 1630, experimentando algunas alteraciones por efecto de crisis de mortalidad producidas por la acción de malas cosechas y por epidemias como la de 1597-1601.

  • Estancamiento y hundimiento en el siglo XVII

El siglo XVII plantea el problema de su carácter crítico. A nivel general, Floristán Imízcoz más que de crisis, habla del estancamiento. Tras efectuar algunas correcciones y extrapolaciones, las cifras que proporciona para el conjunto navarro son las siguientes: 36.269 fuegos en 1600, 32. 170 en 1646, 33.773 en 1678 y 36.186 en 1726. Así, el descenso de población tuvo lugar en 1600-1646, con una pérdida aproximada del 12 %, siendo respecto de 1553 la Zona media y la Ribera las zonas de mayor disminución. El hundimiento coincidió con la grave mortandad de 1631 motivada por la confluencia de malas cosechas y de peste. La recesión duraría hasta 1645, influyendo la guerra con Francia. A partir de ahí habría habido un crecimiento paulatino, con oscilaciones momentáneas a la baja como la de la década 1660-1670.

Sólo de 1715, en adelante, la población navarra salió del estancamiento. Sin embargo, desviando la mirada fuera de lo puramente demográfico, en el contexto agrario, Orta Rubio para Tudela y el propio Floristán Imízcoz para Estella han comprobado un descenso del precio del grano a partir de aproximadamente 1650 que dura cerca de medio s., signo como mínimo de retrocesos en la demanda. Por otra parte, en cuanto a la manufactura, Mikelarena advierte dificultades crecientes para la siderurgia tradicional del noroeste en la segunda mitad de la centuria. En todo caso una buena muestra de la complejidad que rodea el concepto mismo de "crisis del siglo XVII" lo constituyen las conclusiones de las investigaciones centradas en zonas de la Montaña holohúmeda que, a causa de los efectos de la introducción y desarrollo del cultivo del maíz -planta cuya presencia en suelo navarro detecta Mikelarena en fechas tan tempranas como 1615-1620- incrementaron sus efectivos poblacionales de forma notable.

Así, en un artículo sobre la evolución demográfica en el valle de Baztán -que pasó de un índice 100 de bautizados en 1620-29 a uno de 143 en 1670-79 y a uno de 146 en 1710-19 Arizkun ha recordado, en una invitación a no perder de vista la marcha de las demás variables de la economía ni tampoco las transformaciones que puedan registrarse en el conjunto social en que se insertan, que aquel concepto "no es incompatible con crecimientos globales de la población". Por su parte, Mikelarena corrobora en Cinco Villas la existencia de una reestructuración de la economía comarcal en la que lo propiamente agrícola accede a una mayor importancia a causa de la crisis siderúrgica y de las posibilidades expansivas que brindaba el maíz. Sin embargo, a pesar del crecimiento demográfico -tasas de crecimiento acumulativo anual de 0,25, 0,68 y 0,25 para 1553 -1646, 1646-1678 y 1678-1726 respectivamente-, los índices de bautizados -tomando 1620-29 como base 100 la cota más alta es el índice 124 de 1680-89- hablan en contra de un desarrollo íntegro de la llamada "revolución del maíz" en Bortziriak, probablemente porque los ayuntamientos dificultaron la extensión de la superficie cultivada a costa del comunal. Aún cuando es posible que la demografía acusara ya la influencia de los "controles preventivos" presentes en el s. XVIII, la presencia de crisis de mortalidad refleja en Bortziriak el desequilibrio existente entre producción y consumo. Por último, el mismo autor plantea el interrogante de si el coste del proceso de "agricolización" fomentó el endeudamiento del campesinado propietario.

FMP

Levantamiento de la condena a los Agramonteses (1628). Durante más de un siglo los Agramonteses estuvieron proscriptos de los cargos públicos y eclesiásticos. Felipe III levantó esta sanción por petición de las Cortes de Navarra el 24 de mayo de 1628 en la que puede leerse:

"Y para que tenga efecto desde luego en virtud desta mi carta, que quiero que tenga fuerza de Ley hecha, y publicada en Cortes, doy por extinguidas, y acabadas las dichas opiniones de Veamonteses, y Agramonteses. Y quiero, y es mi intencion, y deliberada voluntad, que agora, y de aqui adelante perpetuamente para siempre jamás, no haya distincion, ni diferencia de una á otra opinion en lo Eclesiastico, y Secular, y que las Prebendas de la Iglesia Cathedral de la Ciudad de Pamplona, y de las de más del dicho Reino, plazas de los Tribunales, y las de Diputados del Brazo Militar, y las de Sindicos dél se provean sin diferencia alguna, en la forma, y con las calidades con que el Reino me lo suplica. Y encargo al muy Reverendo in Christo Padre mi fiel Consejero Obispo de la dicha Ciudad. Y mando á los Venerables Prior, y Capítulo de la Iglesia della, y al mi Virrey, y Capitan General del dicho Reino, y demás personas Eclesiasticas, y Seglares, Diputados, y Sindicos, á quien en qualquier manera toca, ó tocar puede lo contenido en esta mi carta, que Ilegado el caso de la qualquiera de qualquiera de las dichas plazas, oficios, Calongias, y Diputaciones, en las que yo huviere de proveer, me propongan personas de qualquiera de las dichas opiniones, sin atender que sean de un vando, ú otro, y lo mismo se guarde en las provissiones que tocáre á qualesquier Cabildos juntos, y Diputaciones, por quedar como queda extinguida, confundidas, y acabadas las dichas opiniones, y reducidas las dichas provissiones á las personas mas benemeritas que se halláren en qualquiera dellas, sin atender á que toque, o no al un vando, ó al otro, no embargante el assiento, que se tomó por los Señores Reyes mis predecessores en estas diferencias, y los privilegios, y cedulas que cada una de las dichas opiniones pueda tener en su favor, todo lo qual abrogo, y derogo, y lo doy por ninguno, y de ningun valor, ni efecto"

(Ley XXV).

Sólo hacía tres años que Oihenart, nuestro primer escritor "nacional", había publicado bajo el patrocinio del Duque de Gramont, una Declaration historique de l'injuste usurpation et rétention de la Navarre par les espagnoles.

Comenta Idoate (1981, 20) que si el siglo XVI resulta relativamente tranquilo, no ocurre lo mismo con el XVII, en que la monarquía castellana tiene que enfrentarse con la francesa repetidamente, con las inevitables repercusiones en Navarra, obligada a un esfuerzo mayor que durante los reinados de los dos primeros Austrias.

"Durante la Guerra de los Treinta Años se realizan nuevas jornadas ofensivas contra nuestros vecinos, bajo los virreinatos del Marqués de Valparaíso y del de Los Vélez (1636 y 1638, respectivamente). No podían faltar las consabidas protestas por parte de las Cortes, invocando los mismos argumentos que en 1558 contra el Duque de Alburquerque. Se producen algunas alar mas y hasta algún conato de invasión (como el de 1684), que obliga a movilizaciones parciales, e incluso intervenciones de los valles fronterizos, directamente afectados".

Esta continuada presión militar fue el tema obsesivo de las Cortes que debían responsabilizarse de las levas. Interesaría averiguar (Floristán Imízcoz (1987, 175) la explicación de la adhesión de Navarra a la Monarquía castellana durante el levantamiento independentista de Cataluña y Portugal "como castellanos a la hora de disfrutar de ciertas ventajas y como navarros a la hora de evitar ciertas cargas". Sin olvidar hechos significativos como la detención y ejecución en Madrid del capitán Miguel de Iturbide, caballero de Santiago, acusado de organizar en Navarra un movimiento secesionista semejante (Goñi Gaztambide, 1987, VI: 126). Este autor, (p. 292), comentando la reiterada negativa de los Austrias a nombrar obispos navarros para la sede de Pamplona apostilla que "tendrá que pasar la Guerra de Sucesión Española con el cambio de dinastía para que se desvanezca la secular desconfianza hacia Navarra".

Carlos V de Navarra y II de Castilla: juramento por poder. El 10 de octubre de 1665, con motivo de la muerte de Felipe IV y una carta de la reina viuda para que se levantasen pendones en Navarra por Carlos II su hijo, se ofreció a la Diputación del reino la duda de si se estaba en el caso de verificarlo con un príncipe que no había jurado los fueros, y para resolverla dijo al Virrey que juzgaba conveniente la reunión de Cortes. Este contestó que no tenía orden para ello, que respecto a las circunstancias de los tiempos juzgaba que no debía omitirse el levantamiento de pendón, y que así lo suplicaba a la Diputación. Informada ésta de nuevo acerca del caso, halló que por la reina Catalina I se levantaron pendones en el año 1483 sin estar jurada. Los síndicos informaron también con diplomacia que no había inconveniente pues no era lo mismo levantar pendones que alzar rey. En vista de ello la Diputación ordenó que se levantasen, y así se verificó. El 10 de abril de 1677 tuvo efecto el juramento de Carlos V, prestado en su nombre por el Virrey, conde de Fuensalida, en las Cortes de Pamplona.

La gran Navarra euskaldun de la Edad Moderna. Durante el siglo XVII y gran parte del XVIII crece la demografía navarra en general y las merindades más euskaldunes en especial. De mayor a menor Yanguas las coloca en 1637 en este orden:

  1. Pamplona, con 7.944;
  2. Estella, con 6.456;
  3. Sangüesa, con 5.960;
  4. Tudela, con 4.002;
  5. Olite, con 5.580.

El peso de este crecimiento, observa Caro Baroja (Etnografía, 1971) va a adquirir un carácter determinante ya que ahora en cabeza va Pamplona, que en el siglo XIV iba en segundo lugar. Después va el Sur. Estella pasa a tercer término y Sangüesa sigue igual. La población ha aumentado mucho, no tanto la de la zona media como la del norte y la del sur. Pero el aumento es más sensible aun para el norte sobre todo de 1637 a 1725, porque un censo de este año da:

  1. Pamplona, con 11.509 fuegos;
  2. Estella, con 7.416;
  3. Sangüesa, con 5.755;
  4. Tudela, con 4.946
  5. Olite, con 4.206.

Total 33.832 fuegos, que multiplicados por 5 arrojan 169.160 habitantes frente a los 139.710, de 1637. Después, en cien años, la diferencia es pequeña. El norte aumenta y esto se debe a las causas económicas ya citadas. Es su época de apogeo y así se puede decir que es también aquélla en que "hubo una masa de población de habla vasca mayor que nunca, dado que el límite de la lengua bajaba hacia el S. bastante por debajo de Pamplona, alcanzaba a Estella y se metía aun en las cercanías de Sangüesa y Tafalla", de suerte que el euskara estaba más en relación con tipos de vida mediterráneo que lo que ha estado después. No sólo hay más vascoparlantes y además situados en torno y en la capital; el euskara, al que se llama reiteradamente "lengua materna" o "matríz" del Reino (Obispo Venegas, Moret, etc.) comienza a ser exigido en determinadas funciones eclesiásticas (Goñi Gaztambide, 1987; Idoate, 1981). La doctrina cantabrista surgida en el siglo XVI (Mz. de Zaldibia, 1560) es asumida también en Navarra. Tubal -dice Juan de Beriain en 1626- "habló y enseñó en este Reino la lengua del bascuence y después acá hasta el día de hoy, se ha conservado en la muy noble ciudad de Pamplona y en toda la tierra bascongada".

Reafirmación de la nacionalidad navarra en el siglo XVII. Durante dos siglos la fidelidad de Navarra a la Corona castellana es mantenida, como hemos visto, en cuarentena. Tanto en las Cortes, como las Diputaciones, asumen la defensa de una identidad en continua erosión desde los cambios institucionales acaecidos. Los altos cargos eclesiásticos, especialmente la mitra de Pamplona, son otorgados de forma ineludible a no navarros. También muchos de carácter político. Cortado el flujo de estudiantes navarros a las Universidades europeas debido a las medidas contrarreformistas, éstos deben de acudir por la fuerza a las españolas en las que encuentran cortapisas y dificultades. La Dirección de las órdenes religiosas es entregada a aragoneses y castellanos. No hay una Universidad navarra donde formar a las élites. Además, durante la segunda mitad del siglo, como observa Floristán Imízcoz (1987: 176) las Cortes son convocadas cada vez con menos frecuencia y los agravios tardan más en ser reparados o no lo son. Durante estos años los esfuerzos de las Cortes y la Diputación del Reino se dirigen a atajar esta desnacionalización adoptando medidas y efectuando gestiones no siempre exitosas pero que dan testimonio de una evidente intencionalidad autoafirmatoria. Como escribe Goñi Gaztambide (1987: 18)

"proliferan las escuelas de gramática latina, aumenta el número de maestros de primeras letras y crece la alfabetización. Se legitima la universidad de Irache y surge la universidad de Pamplona, pero el escaso prestigio de ambas sólo sirve para incentivar en las cortes y en la Diputación el deseo de poseer una gran universidad. Sus gestiones fracasan por falta de medios económicos, consumidos en la Guerra de los Treinta Años. Los navarros siguen afluyendo a las universidades castellanas y, en menor escala, a las aragonesas. Ellos se las arreglan para conseguir becas en alguno de los colegios universitarios de Alcalá, Salamanca y Valladolid, que les conducen a las prebendas catedralicias o a la docencia universitaria, para recalar por fin en la alta administración del Estado o de la Iglesia. Un antiguo canónigo de Pamplona, Gabriel de Esparza, formado en Salamanca, siendo obispo de Calahorra, trató de remediar parcialmente esta situación destinando una buena parte de sus ahorros para que con sus réditos estudiasen en Salamanca hijos de las cuatro parroquias de Pamplona".

No sólo preocupa la formación universitaria a las Cortes y Diputación; su interés se manifiesta también en

"la erección de una sede episcopal en Tudela; la exigencia de un vicario general para los pueblos navarros sometidos al obispo de Tarazona (Aragón); la pretensión de que los oficios y dignidades vacantes, comenzando por el obispado de Pamplona, el priorado de Roncesvalles y las abadías cistercienses, se confiriesen a navarros; el encargo de componer una Crónica de este Reino; la orden al prior de Roncesvalles de poner "un letrero muy famoso" en el sepulcro de Sancho el Fuerte; la vigilante atención a que los navarros no fuesen postergados en los colegios y universidades de Castilla y el apoyo prestado al cabildo catedral para que sus dignidades recayeran en canónigos profesos de su iglesia. Algunos de estos problemas venían de atrás. Otros se plantean ahora. Todos darán mucho quehacer a las cortes y a la Diputación, y a fuerza de tenacidad se conseguirán algunos éxitos a lo largo de los s. XVII y XVIII"

(Goñi, Gaztambide, 1987, 50-51).

Al lado de este batallar diario por afianzar la personalidad navarra, vemos también una preocupación de tipo doctrinal por asentar de una vez y de forma definitiva, con todas las necesarias garantías, la situación de Navarra dentro de la Monarquía española. La naturaleza jurídica de la incorporación había quedado soslayada en el siglo XVI. La fórmula reino de por sí y separado, el reconocimiento de los Fueros, los nuevos mecanismos (derecho de sobrecarta, pedimientos, reparación de agravios) habían sido alzados sucesivamente a modo de dique pero era necesaria una teoría general que avalara la voluntad de mantener la identidad propia. Esta teoría va a ser el pactismo y va a discurrir por cauces semejantes al cantabrismo: toda huella de conquista debe de ser borrada mediante la introducción de la idea de contrato entre la Corona y las Provincias, entre el Rey y el Reino. Una vez levantada la condena contra los agramonteses, la tarea se verá facilitada por un mayor consenso social. En las Cortes de Olite de 1645 se debate el derecho de los navarros a ocupar cargos en Castilla (concretamente en los Colegios mayores). La Ley 33 (Lib. I, tít. VIII) consagra este derecho pero introduce de paso una nueva definición. No sólo no figura la palabra "conquista" sino que, al lado del concepto "incorporación", aparece un sintagma nuevo llamado a tener una gran difusión: unión principal.

"porque el año de 1513, fué unido, é incorporado por el Señor Rey Don Fernando de gloriosa memoria á los dichos Reinos de Castilla, y Leon, y aunque quedó el Reino distinto, y separado en territorio, Fuero, y Leyes, no lo quedó en la comunicación, y promiscua aptitud para los oficios Reales, y Beneficios Eclesiásticos, por haverse hecho la dicha incorporacion con esta calidad, como consta del auto della inserto en las Cortes Generales que se celebráron en la Ciudad de Burgos el año de 1515, donde expressamente se dice, que la incorporacion de este Reino á los de Leon, y Castilla fuesse. quedando salvos, e ilesos todos sus Fueros, Leyes, y costumbres para governarse por ellos: de manera, que el haverla incorporado no fué por modo de supression, sino por el de union principal, y assi, cada Reino retuvo su naturaleza antigua en Leyes, territorio, y govierno, aunque los Naturales con derecho igual, y reciproco para obtener promiscuamente los de Castilla en Navarra, y los de Navarra en Castilla, Dignidades, Oficios, y Beneficios, lo qual assi se há observado, y usado despues que la dicha incorporacion se hizo: de manera, que de ordinario, muchas de las Dignidades de este Reino han estado en Personas Castellanas, no haviendose admitido en él de otra Provincia, ni Nacion alguna, y también sus Naturales, por ser reciproca esta aptitud, han sido admitidos á los Oficios, y Beneficios de Castilla, por haverse reconocido ser este derecho llano, y corriente y muy ajustado al animo de vuestra Magestad. á mas de ser igual á ambos Reinos, y que sin él, la dicha incorporacion no obrára efecto alguno..."

Este es el célebre párrafo I, VIII, 33, adulterado, con posterioridad, con intenciones diversas. La adulteración no sólo fue interpretativa: alguien introdujo el adverbio latino aeque ("igualmente", "de igual a igual") en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX acuñando la fórmula "unión aeque principal", que nunca ha existido en el texto como puede comprobarse en la edición de 1735 de la N. Recopilación y en el Cuaderno de las Cortes de 1645 del Archivo del Reino. La fórmula se utilizaría a fin de arropar el concepto de soberanía y de contrato de igual a igual, entre los fueristas de fines del siglo XIX. Con una intencionalidad política nacionalista, según la cual los navarros libremente decidieron participar en la nacionalidad española en 1512, por otros (Aizpún, J. I. del Burgo, etc.). Los jesuitas profundizaron también en la segunda mitad del siglo XVII en esta tarea doctrinal aunque con motivaciones más concretas (por no pagar el diezmo, Orella, 1987; 18-39). Siguiendo la senda de los cronistas del Renacimiento navarro -Príncipe de Viana, Juan de Jaso, Avalos de la Piscina- en su nacionalización de la historia (Orcástegui, 1986), dos de ellos, los cronistas Moret y Alesón escriben una historia privativa, "apologética" pero documentada, que se complementa con la primera edición del Fuero General y la de otros textos jurídicos de carácter básico. También jesuita y de familia agramontesa, Francisco de Javier es nombrado patrón de Navarra, a la par (1657), que el viejo Fermín medieval. El hecho constituye un símbolo de la nacionalización a la que aludimos.

Demografía: vecinos y palacianos a comienzos del siglo XVIII. Al no haber estudios demográficos fiables, es difícil conocer con exactitud la población de Navarra a principios del siglo XVIII; según los datos que proporciona la Diputación, el Reino tendría en 1708 unos 30.000 vecinos (AGN, actas Dip., Lib. 7). A esta cifra aproximada también hemos llegado nosotros analizando los repartimientos que hacía la Diputación del Reino sobre el servicio concedido en las Cortes de Pamplona en 1701/02 de 60.000 ducados. En estos repartimientos se encuentran los núcleos de población de cada merindad, villas valles, y cendeas. Se pagaba una tasa fija de 5 reales y medio por vecino y habitante, estando exentos los dueños de palacio y el cabo de armería de la ciudad. Según los documentos consultados (AGN, Cuarteles, leg 3) en 1703, tenemos:

  • Merindad de Pamplona

Hay 25 villas, 20 valles, 4 lugares y 5 cendeas con un total de unos 10.067 habitantes, destacando Pamplona con 1.664 h., y el valle de Baztán con 865 habitantes. Había más de 80 palacios en total, de los cuales 25 estaban concentrados en el valle de Baztán. La villa de Lizarragabengoa y el lugar de Guerendalaín no pagaban por tener pleito pendiente.

  • Merindad de Estella

Contaba con 15 villas y 13 valles, con una población de 6.425 habitantes. Los puntos más importantes eran Estella 1.011 h., y Viana 704 habitantes. Se contabilizaban 20 palacios.

  • Merindad de Tudela

Había 25 villas y una población de 4.326 habitantes destacando Tudela, 1.374 h., y Corella, 689 habitantes. Tenían pleito pendiente Urzante, Tulebras y Pedriz mientras que Mora y Azequia estaban deshabitados. Sólo había 2 palacios, lo que demuestra el contraste montaña-llano.

  • Merindad de Sangüesa

Tenía 13 villas y 17 valles con 4.763 habitantes, sobresaliendo el valle del Ronkal 760 h., valle de Salazar 604 h., y la villa de Sangüesa con 367 habitantes. De sus 44 palacios, 7 estaban en el valle de Salazar, y 5 en el valle de Egüés.

  • Merindad de Olite

Estaba formada por 22 villas y 1 valle con 3.861 vecinos. Los principales núcleos de población eran Tafalla 633 h., valle de Orba 523 h., y Olite 208 habitantes. De los 13 palacios, en el valle de Orba se concentraban 10.

Conformación de la propiedad comunal en los siglos XVII y XVIII. A lo largo de los siglos ha ido conformándose en torno a las comunidades municipales un tipo de tierras no particulares consideradas comunales. El avance de la apropiación privada, dice Ezquiroz (1977), "había mermado su superficie, por lo que se acrecienta la vigilancia y el respeto responsable de los vecinos". En los s. XVII y XVIII este carácter comunal va adquiriendo mayor fijeza. Había tierras comunales a escala del Reino -Andía, Urbasa, Enzia, las Bárdenas- y simples comunales de cada localidad. El usufructo de los grandes y pequeños comunes se reglamentó entre los siglos XVII y XVIII, siendo el gran recurso de las gentes desheredadas la plantación de viñedos en las piezas desocupadas. Tal es así que en el preámbulo de la declaración formulada acerca de la desheredación de los hijos en la Ley 16 (Pamplona, 1688), dice así:

"Por uso, estilo y costumbre inconcusa e inviolablemente observada de tiempo inmemorial a esta parte, los padres legítimos de este Reino han tenido facultad de disponer de todos sus bienes, que no fueran de condición de labradores (esto -aclaramos- afectaba a unos pocos lugares) sin que los hijos legítimos y naturales hayan tenido ni tengan más ni otro derecho preciso a la herencia de sus padres que el de la legítima foral, reducida por dicha costumbre a sólo cinco sueldos, y una robada de tierra en los montes comunes, la cual se ha observado, y juzgándose por justa y conveniente".

Con los años, la tenencia de tierras comunales suscitó problemas ya que tendió a confundirse con la propiedad privada y originó el peligro de la paulatina pérdida de propiedad de las comunas, conflictos y pleitos diversos, ante el Consejo Real de Navarra y el Fiscal del Reino. Entre este tipo de apropiaciones estuvieron las corralizas o partes del común usufructuadas por los ganaderos para hacer apacentar sus animales que pasaron a una situación privada de facto mediante el establecimiento de un canon.

Navarra recibió el testamento de Carlos II a favor del Duque de Anjou con cierta expectación, dado que suponía un cambio de dinastía. Ahora serán los Borbones quienes llevarán las riendas del Imperio español, pero tal como estaba gobernando Luis XIV en Francia todo hacía suponer que su nieto, Felipe V, seguiría sus mismos pasos: centralismo, uniformidad, absolutismo. Los navarros podían tener el peligro de perder sus derechos forales, aunque confiaban en que la antigua relación Navarra-Francia inclinaría al nuevo rey español a mantenerlos. Cuando al cabo de unos meses estalló la Guerra de Sucesión entre Felipe V y el pretendiente austríaco, Navarra se vio inmersa en el conflicto bélico y optó por la tesis filipista. Desde el inicio de la contienda, Navarra se puso al lado de los Borbones -Felipe fue jurado y juró los Fueros el 15 de nov. de 1701 por medio del Virrey-, contrariamente a lo que hizo la Corona de Aragón que, con una situación privilegiada parecida, tomó, en cambio, parte a favor del Archiduque Carlos de Austria. Las razones de la elección y del por qué el pueblo acogió con agrado un monarca presumiblemente absolutista son complejas y difíciles de analizar. Algunos historiadores como el Conde de Rodezno y Carlos Clavería consideran que con los Borbones Navarra veía reintegrada su antigua y legítima dinastía, como descendientes de Enrique IV el Bearnés.

Rafael Olaechea, por su lado, insiste en las razones de vecindad y los motivos económicos-comerciales como argumentos principales. Jaime del Burgo, en cambio, califica la tesis de legitimidad dinástica como inconsistente, puesto que el primer Borbón español era desconocido para los navarros; según él, el hecho de encontrarse el territorio navarro amenazado por el enemigo e indefenso, sin armamento ni municiones, y con las fronteras desguarnecidas, les haría aproximarse al vecino francés. Cronológicamente podemos dividir la Guerra de Sucesión a nivel europeo en dos períodos: 1701-1706, desfavorable para los Borbones, y 1707 1713, cuando el triunfo de los Borbones se afirma; con un epílogo, que llega hasta 1715, al no haberse resuelto en las negociaciones de Paz de Utrecht el llamado "caso de los Catalanes".

Podemos decir que el Reino de Navarra entró en la Guerra de Sucesión desde el primer momento en que tomó partido por el pretendiente francés en la lucha por el trono, pero el territorio no participó activamente, bien con hombres o económicamente, hasta 1704, en que entraron en Navarra los primeros contingentes de tropas auxiliares francesas, de paso hacia Portugal. En 1706 Navarra atraviesa un momento especialmente crítico, con sus fronteras desamparadas y un imminente peligro de invasión enemiga. Ante tal situación, la Diputación decide el 3 de julio de 1706 enviar un escrito a los pueblos para que recluten gente con la que defender las fronteras del Reino. Tres meses más tarde la Diputación vuelve a escribirles para comunicarles que ha llegado el momento de hacer la "leva del fuero". Otro momento crítico será en 1710, cuando muchas ciudades fronterizas con Aragón cayeron en manos del Archiduque tras una ofensiva general de éste. Plazas importantes como Tudela, castillo de Berdún, Corella, Sangüesa, Cáseda, Aibar, Gallipienzo, fueron ocupadas y sometidas por los austríacos. A partir de 1711 la situación general mejora para Navarra con la expulsión del enemigo de su territorio. Sin embargo, no terminaron todavía las desgracias de la guerra para el pueblo navarro puesto que grupos incontrolados siguieron dedicándose al pillaje y saqueo hasta más o menos 1713.

  • Itinerarios y tránsito de tropas

La situación geoestratégica del Reino de Navarra hizo que transitara por su territorio un contingente muy elevado de tropas francesas; primero vinieron para ayudar a Felipe V en su lucha por el trono español; en 1709 volvieron a pisar nuestra región al retirarse hacia Francia y posteriormente volvieron a hacerlo al regresar a España. Estos movimientos de hombres produjeron en el territorio unas situaciones anómalas y desconocidas hasta el momento, y los naturales tuvieron que sufrir las consecuencias que generaban estos traslados de las tropas francesas hacia Castilla, Aragón, Extremadura, Logroño, etc. El 8 de enero de 1704 la Diputación recibe una carta de sus representantes en Madrid comunicando la orden de S. Magestad para que se permitiera transitar tropas por este Reino. La ley ordenaba que no pasara un contingente superior a 150 hombres, pero la Diputación, observando que las necesidades de la guerra exigían un paso más numeroso de soldados, el 30 de junio de 1706 decide elevar el número a 500 ó 600 hombres. Hasta 1706 el número de tropas en tránsito era el "legal", pero a partir de junio de este año el grueso de ejército que ha de pasar de Francia a Castilla por el Reino de Navarra aumenta considerablemente.

La Diputación recibe una carta del Rey al Virrey comunicándole que muy pronto llegarán al Reino de Navarra 30 batallones y 20 escuadrones franceses, ordenando que se envíen cartas a las villas de Tafalla, Olite, Tudela, Almansa, Berlanga y Agreda para que reciban bien a los soldados. En algunos papeles que la Diputación hace llegar al monarca, se le recuerda que

"Desde el de 704; todo es transito de tropas por este Reyno pues passo por el mucha parte de Infanteria y toda la Cavalleria del exercito Auxiliar que vino contra Portugal, en el 706; el exercito que se salvo en la espedición en Barcelona; el de 707 el que vino a servir devajo del mando S A R y las tropas de VM, que de Italia vinieron aestos Reynos y continuamente, numerosísimos reclutas, desde junio de 706; (...) pasaron de trecemil hombres a su socorro y el delos tres Regimientos del Reyno..."

El tránsito de todas estas tropas tuvo unas consecuencias negativas para los naturales. La Diputación de Navarra recibió numerosos memoriales de villas comunicándole los excesos y abusos de los soldados franceses a su paso por el Reino. Los itinerarios que seguían estos ejércitos eran diferentes según entraran o salieran del territorio navarro. La principal vía de entrada al Reino por Francia era Donibane Garazi (Saint Jean Pied de Port)-Pamplona pasando por Orreaga y Auriz. Desde Pamplona se efectuaba la redistribución según las órdenes y las necesidades de la guerra, y la Diputación se encargaba de programar los itinerarios procurando variar las vías para no per judicar siempre a las mismas poblaciones en el alojamiento y abastecimiento de las tropas. Además, había algunas poblaciones que estaban exentas de dicho servicio. La mayor parte de los soldados que entraron en el Reino iban destinados a Aragón, saliendo por dos caminos: Pamplona-Tudela-Aragón y Pamplona-Sangüesa-Aragón. Aunque también se utilizaron otros itinerarios alternativos en alguna ocasión, los pueblos que sufrieron más perjuicios por el tránsito de hombres en el Reino, al ser los más frecuentados, fueron:

Vía Tudela
Pamplona-Artajona-Falces-Milagro-Tudela-Aragón
Pamplona-Barasoain-Olite-Caparroso-Arguedas-Tudela-Aragón

Vía Sangüesa
Pamplona-Urroz-Lumbier-Aragón
Pamplona-Monreal-Aibar-Aragón.

A lo largo de estos años de guerra pasaron por tierras navarras más de 33.000 soldados franceses, -cifra superior al total de población de todo el Reino de Navarra-, a los que deberemos añadir los naturales del país reclutados para la guerra, que en marzo de 1707 eran más de 13.000, con el consiguiente perjuicio que conllevaba dejar abandonados los campos. Como podemos ver, el Reino de Navarra ayudó a la causa borbónica con unas prestaciones extraordinarias en hombres y dinero, renunciando momentáneamente a sus antiguos derechos forales, que no sabían si después de la guerra los seguirían disfrutando.

  • Cortes

Durante la Guerra de Sucesión se celebraron en el Reino de Navarra tres reuniones de Cortes. La primera tuvo lugar en Pamplona del 15 de noviembre de 1701 al 13 de febrero de 1702 y en ella se concedió un donativo de 60.000 ducados pagaderos en cuatro plazos (1702/04/07/08) más 1 año de cuarteles y alcabalas. El 2 de junio de 1705 las Cortes se volvieron a reunir ahora en Sangüesa, finalizando tres meses más tarde con la concesión al monarca de 6.000 ducados de plata distribuidos en tres años, más 1 año de cuarteles y alcabalas; también se le concedieron, durante todo el tiempo que durara la guerra 3 Regimientos de 600 hombres cada uno. Las últimas Cortes del período se celebraron en Olite el 20 de julio de 1709, concediendo al Rey un año de cuarteles y alcabalas. Las primeras Cortes después de la guerra se iniciaron el 1716.

  • Relaciones Navarra-Gobierno Central durante la guerra

Según María del Puy Huici Goñi (1963), "el cesarismo de los Austrias toleró mucho mejor a las Cortes que el absolutista". La política seguida por los respresentantes del gobierno central, y la de las Cortes y de la Diputación, se movía exclusivamente por intereses. Unos defendían unos intereses políticos y militares -mantener el orden dentro del territorio y asegurar el abastecimiento para las tropas del monarca-, mientras los navarros buscaban intereses preferentemente económicos y de defensa de unas libertades, privilegios y leyes del Reino. Durante el tiempo que duró la guerra, la Diputación fue un fiel guardián de estas libertades y fueros de los naturales, frente a los decretos reales que podían significar un perjuicio para los mismos. Existen muchos memoriales de contrafueros sobre órdenes del Virrey al Reino, que la Diputación defendió arduamente llegando a recordarle al monarca las condiciones del pacto de la unión Navarra-Castilla y cuáles eran sus derechos y obligaciones para con los naturales del Reino.

"(...) Aunque se unió este Reyno ala Corona Catolica no asus Reynos, pues por sí tiene sus leyes municipales sin que las deaquellas y las Pragmaticas que las comprenden se executen en este aunque se dirijan ael por tener la peculiar de que sí se oponen a sus fueros y leyes y livertades se obedezcan y no se cumplan (...) y con esta independencia, Y como Reyno separado entro en el, el D. Fernando el Catolico siendo su Unión no Acesoria sino independiente y manteniendo sus fueros livertades y franquezas como sino se hubiese unido aotra Corona, y sea observado así siempre por la Real Clemencia de los Sres. Reyes".

AGN Sección Actas de la Diputación. Libro 7. folio 20/R.

Durante estos años los principales asuntos que defendió la Diputación frente al Virrey o al Rey fueron económicos o militares: levantamiento de tercios en el reino, excesos y abusos derivados del tránsito de las tropas, los valimientos y oficios enajenados de la corona, y la extracción de trigo y cebada de este Reino, especialmente durante los años 1708 (en que hubo mala cosecha) y 1709 (donde las catástrofes meteorológicas fueron muy importantes) (AGN, actas Dip. lib. 7). Felipe V, al igual que la Diputación, era conocedor de la importancia del Reino de Navarra en la guerra y de su ayuda para poder mantenerse en el trono, por lo que tuvo que acceder en algunos temas que eran contrarios a su idea de estado absolutista y centralista. La correspondencia real con la Diputación era muy correcta y respetuosa, mostrando en todo momento su agradecimiento por la fidelidad de sus vasallos del Reino de Navarra. Una vez terminada la guerra, siguió con sus deferencias como cuando decretó un impuesto a los Reinos de Castilla y León, Aragón y Valencia para hacer frente a los gastos de la guerra de Cataluña, mientras que de Navarra sólo esperaba un donativo gracioso y voluntario (AGN, Sec. Cuart., leg. 3).

Las relaciones monarca-instituciones forales, a pesar de lo delicado del momento, eran buenas, pero ésto no presupone necesariamente el sentimiento unánime de todos los estamentos sociales. Dentro del Reino también encontramos partidarios del Archiduque de Austria (carlistas), al igual que tenemos gente antifrancesa (filipistas). De los primeros tenemos las noticias que nos ha dejado Florencio Idoate (1954-1966), y por unos papeles anónimos podemos ver que tampoco la dinastía francesa era del agrado de todo el pueblo navarrés (AGN, Sec. guerra, ley, 5). A partir de esta guerra y hasta finales de siglo, merced a los Pactos de Familia, Navarra disfrutó de una época de paz no exenta de dificultades políticas debido al cambio que impulsa la clase rectora española desde 1766 a la concepción tradicional del Estado.

PGB

Este es el título del conocido trabajo que dedica Caro Baroja (1969) al lobby navarro enclavado en las tierras de la Corona de Castilla, principalmente en Madrid, desde finales del siglo XVII. Dice Caro que

"el Madrid del tiempo de Felipe V estaba dominado ya por navarros y, concretamente, por baztaneses. A estos baztaneses habremos de añadir algunos montañeses de otros valles de la zona: atlántica (...), que se distinguen en tareas poco comunes entonces en España y que en lo económico dan una especie de avance o de prefiguración de lo que había de ser el movimiento de la Ilustración más conocido: el tiempo de Carlos III" (...). "Cádiz, Sevilla también, son centros comerciales que atraen a los jóvenes navarros, tanto o más que Madrid, y que les dan oportunidad de ser marinos y soldados, mercaderes y negociantes, o las cuatro cosas a la vez".

Esta emigración navarra, euskaldun en gran parte, se incrusta en la Administración central, practica el comercio a gran escala y se familiariza con la Banca:

"Observemos, pues, que así como en tiempos de Felipe IV los asientos y administradores de rentas se reparten, sobre todo, entre los hombres de negocios genoveses de un lado y los de origen judeo-portugués de otros, en la época de Felipe V hay un curioso predominio de navarros y dentro de Navarra de los de determinada zona".

Don Juan de Goyeneche será el patriarca del grupo: vienen luego los nacidos entre 1670 y 1690. Llegan casi todos a Madrid sin grandes medios de fortuna y entre 1710 y 1740 se colocan a la cabeza del capitalismo peninsular. Nombres como Olavide, Goya, Múzquiz, Labayru, Indart, Alba, Azanza, Goyeneche, Uztáriz, Muniain, Garro, Munárriz figuran en la avanzadilla de esta nueva aristocracia ilustrada:

"Nos encontramos, en fin, con un grupo de hombres de la misma tierra, de origen parecido, con educación similar, dados a actividades económicas iguales entre sí, que llegan a adquirir posiciones muy fuertes para ellos y su familia y que influidos por su trato y contrato sin desdeñar las viejas ambiciones nobiliarias, viven guiados por una mentalidad económica aunque no un sistema: la admiración por Feijoó y el respeto que Feijoó siente hacia alguno de ellos, nos indica también cuáles eran sus tendencias culturales. Un anticipo de la Ilustración: un anticipo templado, claro y dentro de la más estricta ortodoxia" (...). "Que unos valles fronterizos de la Navarra atlántica dé los colbertianos más significativos de un momento dado, no puede considerarse como pura casualidad, como tampoco lo es que quien vive en su niñez cerca de Francia sienta más interés por Francia que el nacido lejos de aquella nación. Que la familia que educa a sus hijos con destino al comercio, dándoles instrucción adecuada (francés, contabilidad, etc.), produzca cierta clase de hombres, generación tras generación, tampoco es cosa que haya de sorprendernos" (...). "En tiempos de Fernando VI, Carlos III y aún Carlos IV sus descendientes y allegados, siguieron ocupando lugar destacado como altos funcionarios, en materias de Hacienda, como comerciantes en gran escala y como banqueros".

Esta comunidad de navarros extraterritoriales crea en 1684 la Real Congregación de San Fermín de los navarros y se halla estrechamente vinculada a la compañía de Filipinas y a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País desde su fundación misma:

"Así, por ejemplo, el Marqués de Uztáriz o Ustáriz, intendente de Extremadura fue socio desde 1766. Juan Felipe de Uztáriz en 1771 y José Joaquín en 1774, afincados los dos en Cádiz. También son socios los Vértiz y algunos baztaneses distinguidos en la carrera de las armas, como don Agustín de Jáuregui, que era, al inscribirse, gobernador y Capitán general del reino de Chile y que llegó a virrey... y comerciantes, como aquel corresponsal del Conde de Repáraz en Londres, don Fermín Juaniz de Echalar (1775); o don Nicolás de Echenique, en Amsterdam (1775), autor de grandes operaciones de crédito, o don José Martínez de Elizalde en Sevilla (1772)... Mucho navarro en Indias también se siente solidario con las actividades culturales de la Real Sociedad".

Parte de esta casta ilustrada apoyará la labor centralizadora del Gobierno sobre Navarra y las Vascongadas. ¿Subsistió el régimen foral vasco merced a algún tipo de apoyo subterráneo del resto? Ello es más que probable (Rodríguez Garraza, 1974, 146; Barahona, 1983, 280) ya que, como apunta Castillo (1986), existe además una élite político-intelectual navarra no sólo vinculada a la del resto del País sino también liderada por ésta:

"En la segunda mitad del siglo el liderazgo pasa a las Vascongadas que conocen una Ilustración más amplia y más eficaz. Navarra, aun pareciendo incorporarse con un cierto retraso al progreso logrado por las Vascongadas, se nos aparece realmente encarnada en las mismas coordenadas históricas: economía, cultura, política, lengua, etc. Por un lado nos encontramos con una literatura dentro de Navarra que vincula el Reino al Pueblo Vasco (Vasconia, Cantabria, Vizcaya, Euskal Herria, etc., son más sinónimos usados entonces para designarlo). La situación universitaria, lingüística y religiosa también favorece esa conexión. Por otro lado la Ilustración navarra, ayudada por los Vascongados, se abre a la lectura de los ilustrados franceses a partir de 1776-1777 (Archivo Histórico Nacional, Madrid, Inquisición, Legajo 3729 n.° 131). Si no ¿por qué refutar en 1777 a Voltaire (y Montesquieu)? "Todos" sabemos que la ideología es una consecuencia de la praxis. Pues bien, R. Rodríguez Garraza me parece haber demostrado al nivel económico (dentro del nivel historio gráfico que actualmente poseemos) que Navarra entroncaba con "las Provincias", las Vascongadas, y secundariamente con Francia en su desarrollo económico. Que esos lazos económicos se enlazaban con los políticos lo vemos en los años 1778-1781: los navarros prefieren seguir dentro del área del "Bascuence" a pesar de las trabas que con el Comercio Libre (con América) y los diversos Aranceles se les ponían desde Madrid".

Nos hallaríamos así ante la confederación tácita de vascos a la que aludió Baretti al relatar su viaje de 1768-1769. La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, nutrida de un importante núcleo de navarros (Barrenechea, Astigarraga, Lluch, 1986), sería el mayor y más visible exponente de esta confederación ilustrada destinada a desaparecer durante la ocupación francesa y restauración fernandina.

Juramento del futuro Fernando II de Navarra y VI de Castilla (1725 y 1756). Juró los Fueros de Navarra por intermedio del Virrey Cristóbal de Moscoso en Estella el 11 de mayo de 1725. Era aún Príncipe y reinaba su padre. Ratificó el juramento por medio del Virrey Sada y Antillón, en las Cortes de Pamplona de 1756, siendo ya él mismo Rey. Su proclamación, el 21 de agosto de 1746, es el objeto del "Día Grande de Navarra" del P. José F. de Isla, escrito por encargo de la Diputación e interpretado por algunos como una sátira del amor propio de los navarros.

Carlos VI de Navarra y III de Castilla (1766). Fue proclamado por la Diputación tras la muerte de Fernando II en 1759. Juró la observancia de los Fueros, junto con el príncipe Carlos, en las Cortes de 1766, representándole el Virrey Conde de Ricla.

La actividad comercial en la segunda mitad del siglo XVIII. En el año 1786 se llevó a cabo una estadística comercial que serviría de base a los académicos para la elaboración del célebre Diccionario G. H. de 1802. La evaluación utiliza como punto de referencia diversos núcleos urbanos de cada Merindad. En la de Pamplona: Elizondo, Errazu, Maia, Urdax, Bera, Alsasua, Leiza, Gorriti, Arruazu, Arbizu, Urdiain, Bakaikoa, Etxarri-Aranaz, Lesaka, Olazagutia, Ziordia, Arriba, Azkarate, Huarte Arakil, Etxalar, Goizueta, Iturmendi, Lakuntza, Aranaz y Zugarramurdi, se consignan las cargas de vino, los cántaros de aguardiente, las cargas de sal, los robos de linosa, las cargas de hortalizas y fruta, las arrobas de queso, los robos de trigo, las arrobas de lana burda sucia y pelletas, las cargas de carbón, las cabezas de ganado de cerda, las cargas de aros y las sacas de lana fina que habían pagado su impuesto en aquellas plazas.

El vino es el que arroja consumo mayor con 33.518 cargas y media. Menor es el movimiento en la Merindad de Sangüesa, donde se dan cifras de la capital, de Auriz, Otxagabia, Isaba, Ustatroz, Lumbier, Garde, Orbaizeta, Cáseda, Yesa, Eugi, Burgi, Bigüezal e Izalzu y donde aparece algún otro capítulo. El vino no suma más de 1031 cargas. En la Merindad de Tudela, se dan cifras correspondientes a la capital, Corella, Cascante, Villafranca, Peralta, Milagro, Carcastillo, Ablitas, Cintruénigo, Fitero, Valtierra, Cortes, Marcilla, Falces, Caparroso, Fustiñana, Monteagudo y Mélida. La tabla es general. En la merindad de Estella, tenemos datos de la capital, Viana, la Población, la Aldea, Lodosa, Marañón, Zúñiga, Cabredo, Azagra, San Adrián, Mendabia, Genevilla, Gastiain, Larraona y Aguilar, y la especial de Pamplona y Tafalla. Hay resúmenes generales de producción de 1756, 1776, 1777, 1780, 1781 y 1786.

Comparando el valor de los efectos salidos de Navarra en 1786, en que destacan el vino y la lana, y los efectos extranjeros que entraron en el mismo año, se advierte que había en Navarra un déficit comercial de 2.324-263,8 reales. Los fardos importados son paquetes y cajas de pimienta, de platillas, de monfort, de cera, los barriles de hoja de lata, los fardos de estaño, de cacao, de azúcar, de arroz, de sargetas, frisos, carzos, hilos, bayetas (de Miniquin y Alconcher), de calamandras, sargas, valchetes, baquetas, marragas, paños, barbas de ballena, camelotes, bufíes o peñascos, broguetes, creas, pañuelos, terlices, samuesas, bocadillos, ruanes, anascotes, estameñas, angeo, trues, tripe o monfort de pelo, serafinas, perdurables, tabaretes, sempiternos, churros de canela, mantas, papel, ante, cobre, quincallería, brabante, palote, Talavera (platos sobre todo), estameña, cuero y coracha, presillas, lienzos de Flandes, duroy, lamparillas, chalones o sargas, sombreros, escarlatines, arpilleras, bonvasis de hilo, becerriles, franelas, cajones de varas, hilo de alambre, barraganes, licores, polvos de peluca, botellas, perdigón, vidrios, castores, drogas, lanillas, lila, calamancos, gante, ratina, clavos, sedería, azufre, cordellates de Oloron y aun otros sin especificar. Navarra saca por valor de 7.284.241 ,09 reales e introduce 12.782.944, 17

"El comercio es deficitario desde antiguo: pero esto no quiere decir que su desarrollo no sea muy fuerte en el reino, paso obligado para muchos que querían entrar en Aragón, Valencia e incluso en ciertas partes de Castilla. ¡Cuanto no influiría en las técnicas del país!" comenta Caro Baroja (1971, II). El mercado más importante es Vascongadas

(Rz. Garraza, 1968; Barrenechea, Astigarraga, Lluch, 1986).

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