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Se le ha identificado con la Tarraga citada por Ptolomeo. Se hace ya mención de ella en un documento del 18 de abril de 1052 en que el rey García el de Nájera donó a Santa María de esa ciudad un monasterio llamado de Berbinzana en el territorio de Larraga, luego municipio separado. También aparece citada en el testamento de la reina Estefanía, mujer de D. García, efectuado en 1060.

Poseyó un castillo que se conservó hasta 1876 habiéndose hallado asimismo monedas. Entre los alcaides de este castillo recogidos por Altadill figura en el siglo XII Martín Iñíguez, el cual más adelante ejerció de Alférez Mayor del Reino (año 1198), hallándosele luego regentando, también con el mismo cometido, la fortaleza de Laguardia. También en dicho siglo ejerció el mando en este castillo (año 1191) Martín de Aibar, por designación real, coincidiendo con una numerosa remoción que tuvo lugar en la última década de esa centuria. En los comienzos del siglo XIII figuraba (año 1208) ejerciendo esta alcaldía el caballero Gil Garcés, y al final de la misma centuria consta al frente de esta fortaleza murada Pierres Balán, pero precedido en 1279 por García Martínez de Uriz.

En 1193 el rey Sancho el Sabio de Navarra confirmó sus fueros y redujo las pechas de Larraga a mil moravetinos buenos y de peso al año, expresando, entre otras cosas, que cada habitante pagase según su posibilidad en mueble y raíz, que no pagasen otra pecha a señor alguno, ni novena, ni carnal, cena ni otra cosa, excepto los mil moravetinos y las calonias (multas), que no tuviesen prestamero sino la potestad que tuviere la villa por mano del rey, ni clavero, ni fuesen a facendera, que al ejército fuese uno de cada casa, y al apellido todos cuantos pudiesen tomar armas, y que los que tuviesen caballo, escudo y capillo de hierro, no admitiesen huéspedes (alojamiento) en sus casas si no quisiesen:

En 1208 Sancho el Fuerte redujo la pecha de Larraga a siete mil sueldos, los seis mil para el ricohombre que tuviese el honor por mano del rey a razón de 20 caberías, y los mil restantes para el rey; le concedió que no pagase a ricohombre, ni a ningún otro, novena, carnal ni cena, excepto las calonias; que los reyes no pusiesen clavero; y que los vecinos no hiciesen facendera o labor. Catalina I confirmó este privilegio en 1500.

El concejo de Larraga recibió en guarda en 1298 el castillo y se obligó a tenerlo a voluntad del rey y de su gobernador, haciendo las labores necesarias, pero las invasiones castellanas de una parte y luego las guerras de beaumonteses y agramonteses por otra parte, originaron en esa comarca intensas convulsiones, una de las cuales propició que su segundo alcaide, Roger Bernart de Fox, vizconde de Castelbón, fuese removido para ejercer igual cometido en Cascante y más tarde en San Martín de Unx. En el tantas veces mencionado inventario fechado en 2 de abril de 1329, se halla la partida 172, relacionada con el castillo de Larraga que dice así:

Fue alcaide Sancho de Lizarazu, durante los años 1331 hasta el 1341 ambos inclusive y sin interrupción. También fué largo el mando en ese castillo, (con el mismo sueldo que el anterior de X libras anuales), otra personalidad nobiliaria, el Miguel de Garro, Barón de Luxá, sargento de armas del rey (desde 1365 al 1383), el cual fué agraciado por el monarca con el obsequio de una casa señorial en el barrio de la Navarrería de Pamplona, al cesar en la alcaidia, el año 1383.

En 1378 tenía el señorío de Larraga, por el rey, Roger Bernart de Fox, vizconde de Castelbon; pero habiéndola tomado los castellanos -la tuvieron varias veces en rehén- en la guerra de aquel tiempo, Don Carlos II dio a Roger en recompensa los pueblos y castillos de Cascante y San Martín de Unx. El castillo pertenecía en 1408 a Diego Sánchiz de Azcona.

En 1479 la princesa Magdalena confirmó una donación que Leonor I había hecho al conde de Lerín, para él y sus hijos a perpetuo, del castillo y villa de Larraga, con la jurisdicción baja y mediana, penas foreras, homicidios y medios homicidios, excepto la alta justicia. Carlos V confirmó la donación en 1520. Pero los reyes Juan de Labrit y Catalina I hicieron buena villa a Larraga, en 1508, con asiento en Cortes y feria, y la libertaron de la pecha de los labradores.

El 12 de febrero de 1495 (Madrid), los reyes Fernando e Isabel de Castilla se dirigieron, mediante Cédula real, al capitán general de la frontera de Navarra, Juan de Ribera, ordenándole que les enviase relación sobre el número de soldados con los que contribuyó la ciudad de Vitoria y las hermandades de Alava en el sitio de Larraga, con el fin de pagar a los soldados (Ref. Cartulario Real a la provincia de Alava, SEV, 1983). A principios de 1516 la fortaleza de Larraga fue destruida por los castellanos, dentro de su política de eliminar peligros en el caso de un nuevo intento por parte de los navarros de reconquistar el reino. El condestable Luis de Beaumont, dueño de la fortaleza, opuso cierta resistencia pero le fueron confiscados sus dominios. El 16 de mayo de 1521 un ejército francés al mando de André de Foix, señor de Asparros, penetra en la Alta Navarra con el fin de reconquistar el reino de Navarra para Don Enrique de Albret. La fortaleza de Larraga, donde se encastillaron algunos soldados castellanos, trató de resistir, pero a la vista de los cañones enfilados capitularon.

El rey Felipe II pasó por Larraga en el año 1592, ocurriendo un curioso incidente, según refiere Idoate en Rincones... [t. I, págs. 224-225]. La villa pertencía al condestable y había un "rollo" o "picota" como símbolo de supeditación. Hubo que derribarlo, junto con una casa inmediata, para que pudieran pasar las carrozas reales. Y una vez que hubo pasado el monarca, los vecinos hicieron desaparecer las piedras, para que no se pudiera levantarlo de nuevo. Vinieron unos comisarios de la Corte para investigar. Esto fue motivo para que los vecinos armaran un motín bastante fuerte. Finalmente se construyó otro "rollo" y hubo penas de galeras y fuertes multas para los promovedores. Según refiere también Idoate [t. III, págs. 116 y 117] en una ejecutoria del año 1634 consta que la villa de Larraga pagaba al condestable una pecha anual de 125.400 maravedises por alcabala, así como una pecha anual en dinero de 24.000 maravedises, pagaderos el día de San Miguel.

A mediados de agosto del año 1810, los guerrilleros de la partida de don Francisco Espoz y Mina llegaron a Larraga, procedentes de Estella y Puente la Reina, huyendo de fuertes contingentes de tropas francesas, que les perseguían. De Larraga se dirigieron hacia Olcoz. En marzo del año 1811, el segundo batallón de la partida de guerrilleros de don Francisco Espoz y Mina, al mando de Barrena, llegó a Larraga. Aquí se unieron al batallón don Gregorio Cruchaga y Espoz y Mina, que anteriormente se habían separado para distraer a los franceses. Tras pernoctar en Larraga, los guerrilleros salieron con dirección a Dicastillo.

A principios de junio del año 1811, la partida de guerrilleros de don Francisco Espoz y Mina pasó por Larraga, procedente de Andosilla y con dirección a Mendigorría. El 10 de abril del año 1813, el general francés Clausel, al frente de una fuerte columna, vino a Larraga, con la intención de buscar a la división de guerrilleros de don Francisco Espoz y Mina y de recoger víveres y contribuciones en la comarca de Estella. De Larraga, Clausel envió una avanzada de caballería a la villa de Artajona, siendo atacada por dos escuadrones de guerrilleros, por lo que tuvo que retirarse a Larraga con 46 bajas. Al final de la guerra napoleónica, en el año 1813, había en Larraga un hospital para el cuidado de los numerosos heridos de los ejércitos aliados y de los guerrilleros de la división de don Francisco Espoz y Mina.

A principios del año 1822 había una fuerte oposición al sistema constitucional en la comarca de Estella, según refiere Idoate en Rincones... [t. II, págs. 140-144]. El cabecilla realista Balda estuvo en Larraga el 12 de junio del mismo año. Dos días después vino un destacamento de soldados.

Durante la primera carlistada, en marzo de 1837, Zaratiegui se dirigió hacia Larraga y una noche lóbrega eligió en Andión, un pueblo cercano, 40 soldados del mismo Larraga y les comunicó la idea de escalar el fuerte. En muy pocos minutos los carlistas se apoderaron del fuerte de este pueblo. La posesión del castillo también fue considerada durante la segunda guerra siendo éste destruido.

Durante el siglo XIX tiene lugar la enajenación de las corralizas y comunales de la localidad. En cumplimiento de la ley de desamortización del 1 de mayo de 1855 se vendieron en esta localidad, en 1862, el corral de San Gil y el corral y la corraliza del Ente, una tejería, cañales para pescar anguilas en el Erga, y la alameda de la Fuente; en 1863, dos sotos; en 1866, tres corralizas; en 1871, un terreno [Ref. Rafael Gómez Chaparro. La Desamortización civil en Navarra]. El problema social suscitado por estas ventas se agravará con el crecimiento demográfico y la gran carestía de comienzos del siglo siguiente.

Villa de la merindad de Olite, Navarra. Al final de la época foral se gobernaba por medio de la duquesa de Alba, quien nombraba alcalde de lo civil y criminal, pero no ejercía jurisdicción privativa, ni era reconocida por señora de la villa, y con esta protesta recibían los alcaldes las varas.

Si durante el fin de siglo el problema de la tierra se hizo acuciante, fue durante la carestía acaecida con la I Guerra Mundial cuando va a provocar un abierto enfrentamiento entre propietarios y desposeídos. En 1929, la Sociedad de Comuneros consigue que el ayuntamiento efectúe un deslinde del término municipal a fin de poner al descubierto las tierras usurpadas al común por algunos de los propietarios. La medida apenas dio resultado práctico por lo que la llegada de la República suscitó una gran expectación creándose una Comisión Gestora de Corralizas compuesta por dos miembros de cada una de las asociaciones: UGT, Círculo Jaimista, La Unión y Sindicato de Trabajadores del Campo. En diciembre de 1931 se intentó hacer otro deslinde que volvió a resultar frustrante para los que lo suscitaron.

El día 19 de junio de 1932 este ayuntamiento votó en contra del Estatuto Vasco Navarro, por medio de su representante, D. Máximo García García.

Como consecuencia de los trastornos experimentados por el país en 1934, el ayuntamiento electo fue sustituido por uno de derechas presidido por Andrés Corera.

Como consecuencia de la represión fueron asesinadas 46 personas de esta localidad: Manuel Andía Zufía, Miguel Ardanaz Pita, Francisco Elduayen Villaras, Juan Elduayen Arcos, Telesforo Elduayen Arcos, Victorino Elrio Tabar, Daniel Fernández Nieto, Babil Folio Barbarín, Isidoro Gabari Fabrique, Félix García García, Jesús García García, Perpetuo García García, Santos García García, Regalado García Legorburu, Luis García Llona, Martín García Mañeru, Victorino Hernández Macaya, Vicente Lamberto Martínez, Maravillas Lamberto Yoldi, Mateo Leuza Corera, Félix Leuza Legorburu, Perfecto Leuza Legorburu, Vicente Los Arcos Sánchez, Lorenzo Luquin Juaniz, Rufino Macaya Andía, Victorio Macaya Rodríguez, Gregorio Morales Alba, Sebastián Morales Alba, Félix Morales Acebeo, José Munárriz Suescun, Jesús Nieto Suescun, Amado Ochoa Hierro, Félix Ochoa Hierro, Francisco Rodríguez Rodríguez, Babil Rodríguez Suescun, Andrés Rodríguez Reyta, Félix Sotes Sada, Sebastián Suescun Corera, Fabriciano Suescun Vidarte, José Velasco Muniain, Domingo Vidarte Femández, Lorenzo Vidarte Urriza, Julián Vidondo Oscáriz, Fernando Zufía Mauleón, Tobías Zufía Zufía y Pedro Zufía Zufía. (Ref. NG). Diferentes detalles sobre algunos de estos asesinatos han sido recogidos por Jimeno Jurio en los "P. y H." n.° 112 y 114.

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