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GARDE

Garde es un pueblo-calle orientado de Noroeste a Sudeste, con un pequeño puente del que da razón a su escudo. Desciende desde la iglesia, en pendiente, hacia la carretera. En su centro se sitúa la plaza del Ayuntamiento, cruzada por la calle mayor, que atraviesa el caserío de este a oeste y que toma los nombres de Iriburia y de Iriondoa. La primera. Iriburia, va desde la plaza consistorial, donde abundan casas típicas de estilo popular, hacia oriente y la segunda; Iriondoa, hacia occidente. Es esta calle mayor el eje urbanístico de la villa, partiendo de ella varias calles transversales, algunas orientadas hacia la parte alta del pueblo donde se encuentra la iglesia y otras hacia la carretera de Roncal. Son estas calles de trazado muy irregular y en zig-zag con pavimento en piedra.

En sus casas se acusa más el carácter pirenaico de construcciones con tejados más agudos, de dos o cuatro aguas. Tampoco faltan las casas señoriales con blasones muy singulares. Por lo general son construcciones de dos o tres niveles edificadas en sillarejo reforzado con sillar en los ángulos y vanos. En las puertas de entrada predominan las formas adinteladas con viga de madera sobre ménsulas de piedra pero también se emplean otros sistemas como arcos de medio punto, apuntados o rebajados. En algunos casos, en el nivel superior se coloca un balcón corrido colgado del alero que rompe la monotonía general. Se dejan ver en algunos tejados las típicas chimeneas cilíndricas de la zona. Varias son las casas que destacan en el recorrido por las calles de Garde y que siguen generalmente las características mencionadas. Ejemplos de inmuebles dignos de mención son, entre otros, una casa situada frente a frente del ayuntamiento, construida en el siglo XVIII de dos niveles. En ella destacan elementos como un alero de madera muy saliente. La puerta de entrada es de arcada de medio punto con dovelas adornadas por casetones mixtilíneos y rematadas por intradós en tarjetas, impostas molduradas y pilastras cajeadas mixtilíneas en las jambas. La fecha de la inscripción fija el año 1769. El escudo, en el lado derecho de la fachada, que es el de la villa figura la inscripción ABDERRAMEN.REI.DE.CORDOVA.

En la placeta de la calle Iriburia se sitúa la casa Gayarre del siglo XVII, blasonada, al igual que las casas Beltrán, Maisterra y Martín Txipi.

También en la calle Iriandoa se encuentran varias construcciones que siguen las características generales y ofrecen, además, como rasgos más peculiares las puertas de arco apuntado y la presencia de balcones colgados en el nivel superior. En el tramo en transversal entre la calle Iriondoa y la iglesia se encuentran también varios ejemplos de casas típicas, una de ellas con dintel, fechada en 1754.

Queda mencionar también la antigua existencia de una antigua casa palacio llamada Atocha, con adornos heráldicos y obras defensivas propiedad de los Atocha residentes en 1802 en Logroño que hoy en día no han llegado hasta nosotros.

Se conoce la existencia de tres ermitas, la de Santa Lucía, la de San Juan y la de San Cristóbal, desaparecidas.

Subsiste la de Nuestra Señora de Zuberoa, que se alza sobre la sierra de Navarrete, en una campa, a tres kilómetros de Garde. Su fachada forma con la fachada de la hospedería un ángulo recto discontinuo en L, situándose una fuente entre medio de las dos. El primitivo templo puede remontarse al siglo XIII, como indica la talla de la titular, pero es en 1672 cuando, bajo la dirección de obra del maestro José Fernández, vecino de Uncastillo, se construye una nueva fábrica que para 1702 había finalizado la realización de la cantería, el retablo principal y la reja. Entre 1724 y 1727 el arquitecto francés Pedro Domecus construye la bóveda, siendo la pintura y el dorado de las claves obra de Matías Moler.

La ermita presenta planta de cruz latina con nave de dos tramos, con el crucero destacado en planta y presbiterio rectangular. Las naves son de sillarejo y las cubiertas están encaladas y pintadas. El exterior se presenta como una suma de volúmenes que son nave, brazos del crucero y cabecera plana, bastante macizos y de líneas simples rematada por un alero saliente de madera y una espadaña. Todo ello en sillarejo reforzado por cadenas de sillería en los esquinales. Un sillar irregular es también el elemento empleado en la fachada principal para destacar su importancia. La puerta de entrada, adintelada, se sostiene por dos ménsulas, en el mismo eje que una pequeña ventana rectangular bajo el alero. Tanto en el lado de la Epístola como en el del Evangelio se repite el esquema de muro interrumpido por dos salientes, uno un contrafuerte y otro el brazo del crucero, a lo que en el lado de la Epístola se añade el cuerpo de la sacristía.

La actual casa del ermitaño, en ángulo con la ermita, se edifica entre 1701, año en el que se obtiene permiso para destruir la anterior y hacer una nueva, y 1704. Intervinieron, como carpinteros, Pedro Carricart, Pedro Lorea, Cipriano Marco, Joseph Beretens y Bartolomé Gayarre y como canteros, Juan Garralde y Juan Potot. Es un edificio de gran desarrollo horizontal, con mampostería y cadenas de sillar en ángulos y vanos, con dos niveles, situándose en el inferior una puerta de medio punto centrada entre dos ventanas y en el superior seis ventanas distribuidas simétricamente.

En el interior se conservan varias piezas de gran interés. Para empezar, en el lado del Evangelio se encuentra un Púlpito barroco realizado por Pedro Lorea, vecino de la villa, realizado antes de 1717, dorado por Matías Moler, al que se le añade un tornavoz realizado por Fermín López. No conserva su policromía original y está recubierto por una pintura moderna.

La capilla del lado del Evangelio está presidida por el retablo de San Juan Bautista. Su armazón es de estilo barroco de primera mitad del siglo XVII pero dadas las similitudes que guarda con el retablo colateral de Santiago, pudo ser realizado por las mismas manos, hacia 1685. El posterior dorado de ambos retablos es obra de Matías Moler. Presenta estructura de banco, cuerpo y ático. Del retablo destaca la iconografía integrada por dos lienzos, uno que representa al titular San Juan Bautista con el cordero, en pie sobre un fondo de paisaje de formas deshechas y luces contrastadas, el otro lienzo se sitúa en el ático y representa a San Miguel con el diablo. Ambos lienzos, como algún otro de la ermita y otra pintura de la parroquia, por los rasgos y los rostros de las figuras, se atribuyen al pintor tudelano Vicente Berdusán.

El retablo de Santiago, sigue la misma estructura y artistas que el anterior. Destacan en su iconografía dos lienzos, uno el que representa a Santiago Matamoros, a caballo, situado en el cuerpo del retablo. Esta obra se asemeja tanto por composición como por iconografía al lienzo de Santiago en la batalla de Clavijo de la parroquia de Funes (1665) que se parece a su vez a los de las parroquias de la Magdalena en Tudela y Mendigorría, estos dos últimos de técnica más deshecha. Todas estas obras salen de la mano del pintor Vicente Berdusán. En el lienzo de Santa Ana y la Virgen situado en el ático, las dos figuras aparecen sentadas con una cesta de fruta y con el gesto de la Santa ofreciendo una simbólica manzana a su Hija, con efectos de luces y colorismo propios de Berdusán.

El retablo mayor es barroco, realizado por el arquitecto vecino de Uncastillo José Fernández, al que se le debe también la arquitectura de la ermita. El dorado del retablo se le paga a Joaquín de Elizondo en 1717. El retablo presenta una estructura de banco, cuerpo dividido en tres calles con la calle central de doble anchura y ático. Entre toda la ornamentación barroca destacan varios lienzos. El banco lo ocupan los relativos a la Vida de la Virgen e Infancia de Cristo, Anunciación, Epifanía, Adoración de los pastores y Visitación. Los cuerpos están ocupados por lienzos dedicados a la Pasión de Cristo, Flagelación y Coronación de Espinas, en la calle de la derecha y la Oración del Huerto y Cruz a cuestas en la calle de la izquierda. En el ático se encuentra una muy bella pintura de la Asunción, muy semejante en cuanto a composición a la del retablo de San Francisco Javier de Caparroso, obra de Vicente Berdusán, al que se le atribuyen, a él o a su taller, variantes de este tema en las iglesias de San Pedro de Olite, la parroquia del Rosario de Corella y la iglesia de Magallón, provincia de Zaragoza.

Por último, en la sacristía se conserva una única pieza en plata, un cáliz liso con base y copa purista y astil con nudo de pera reformado en el siglo XVIII, con una inscripción en la que figura el capellán Pascual de Atocha y otras piezas de limosna como "salvilla, vinajeras, campanilla, casulla, alba y mas recos" que indican un conjunto que fue el ajuar de la ermita y que debió ser rico al juzgar por un inventario de 1781 que menciona hasta cuatro cálices de plata y tres pares de vinajeras también de plata.

La parroquia de Santiago se presenta como un edificio de gran monumentalidad y carácter macizo, como es propio de casi todas las parroquias roncalesas y que se acentúa aquí por la escasez y pequeño tamaño de sus vanos. De origen medieval, tan sólo queda como recuerdo de esta época una robusta y elevada torre a los pies con su escalera de caracol. Del siglo XVI data su estructura actual con contrafuertes en diagonal en la cabecera y las molduras en sus ventanas, pero es a comienzos del siglo XVII cuando, quizás a partir de un incendio, se inicia su reedificación que corre a cargo primero de Juan de Sarasti para proseguir más tarde Juan de Gorria. Estas obras duran prácticamente todo el siglo y a este periodo pertenece la cubierta con su compleja bóveda de crucería de nervios rectos apeados en pilastras. En el siglo XVIII se añade una sacristía cuadrada en el ángulo formado por el crucero y la cabecera en el lado del Evangelio. La iglesia presenta amplia nave única con tres tramos iguales incluido el del crucero, con capillas laterales que le dan una forma de cruz latina y cabecera poligonal de cinco paños siendo los de los extremos rectos. Un coro de madera se sitúa en el tramo de los pies sobre un arco carpanel apoyado en pilastras. Los muros enlucidos llevan adosados pilastras de sección rectangular, coronadas por capiteles moldurados.

En el exterior, a la gran monumentalidad hay que añadir la imagen de gran volumen horizontal de considerable altura acentuado por numerosos contrafuertes que refuerzan la sensación de verticalidad. Los muros son de sillar pequeño, entremezclado en alguna parte con sillarejo con pocos y pequeños vanos. El pórtico de entrada se sitúa en el espacio comprendido entre la torre y la capilla del crucero, formado por un arco de medio punto y una rosca adornada por una pareja de molduras propias del siglo XVI que se prolongan a las jambas. La puerta propiamente dicha, conserva sus bellos herrajes antiguos. Se adosa al pórtico, formando un todo con él, la capilla del crucero, cuyo muro presenta en la parte superior un óculo moderno.

Por encima de ambas construcciones se encuentra una típica galería de madera que da al edificio un aire pintoresco a tiempo que actúa como balcón hacia el pueblo. Sobre esta galería se eleva el muro de la nave con contrafuertes prismáticos prolongados hasta el tejado y que marcan la división de los tramos. La cabecera se articula por contrafuertes similares a los anteriores dispuestos en diagonal que le da una forma pentagonal. Por el lado del Evangelio resaltan los cuerpos salientes de la sacristía y la capilla del crucero.

Ya en el interior de la parroquia, se conservan varios retablos con reconocido valor histórico-artístico y una colección de piezas de orfebrería guardada en la sacristía donde se conservan también una talla de un Crucificado de estilo barroco popular. Entre las piezas de orfebrería destacan dos cálices, uno de plata dorada de primera mitad del siglo XVII purista con base plana y nudo ovoide y copa abierta con subcopa marcada. Resulta interesante su decoración que se concentra en base, nudo y copa. El segundo de los cálices es de plata, de la misma época y estructura similar al anterior pero sin decoración. Otra de las piezas del ajuar es un copón de plata algo más tardío que las piezas anteriores ya barroco dieciochesco. De menor importancia es la última pieza, un ostensorio de metal dorado ya de estilo neoclásico. Su decoración de guirnaldas vegetales se localiza en la base y el nudo. Lleva la inscripción en pestaña JOSE MIGUEL URZAINQUI 1857 ERMITA DE ZUBEROA.

Varios retablos adornan los muros de la parroquia, que son, además del retablo mayor dedicado a Santiago matamoros, el retablo de la Virgen del Rosario, en el lado del Evangelio, el retablo-relicario de San Félix y San Amadeo, en el presbiterio y su opuesto el retablo de San Francisco Javier y, por último, en el lado de la Epístola, el retablo de San José.

El retablo mayor, de estilo churrigueresco se encarga en 1697 al escultor natural de Isaba y vecino de Zaragoza Juan Baynes. Sustituye a otro anterior que se perdió en un incendio. El dorado, posterior, lo realizan Joaquín Suescun de Elizondo y Matías de Moler. Su estructura ochavada se adapta a la forma del ábside y consta de banco, cuerpo dividido en tres calles y cascarón todo ello lleno de una exuberante decoración. La imaginería, coetánea de la estructura arquitectónica, se compone de las tallas de San Pedro, San Pablo y Santiago matamoros, ocupando esta última la hornacina central. En la hornacina del ático se sitúa el bulto de Santa Ana con la Virgen niña. Todas ellas con policromía de la época y dotadas de una gran monumentalidad. Este retablo, sobre el sagrario, acoge la pequeña imagen de buena factura de Nuestra Señora de Zuberoa, procedente de la ermita del mismo nombre. Tanto por tratamiento de ropajes, muy ceñidos al cuerpo y un plegado muy poco natural, la rigidez de las figuras y la inexpresividad de los rostros la fechan en el románico, aunque el gesto protector de la mano de la Virgen parece un paso hacia la humanización gótica.

Delante de este retablo se encuentra un Crucificado del segundo tercio del siglo XVI con una línea muy expresivista, cabeza pequeña con cabello y barba de apurada técnica, paño de pureza estofado en oro ceñido al cuerpo. Además a cada lado del retablo mayor se sitúan tres sitiales de coro rococó, adosados al muro que pertenecen a la misma sillería que los once sitiales conservados en el coro. En su crestería aparece el escudo de Roncal entre motivos decorativos.

El retablo de San Félix y San Amadeo, churrigueresco, se realiza gracias al hijo de la villa Domingo Pérez de Atocha y Maisterra y presenta estructura de banco y cuerpo. Con una amplia decoración acoge tallas que corresponden al estilo de la época con rostros de rasgos menudos y vestiduras marcadas por multitud de pequeños pliegues. La policromía lisa con dorado en las orlas de los ropajes es también de la época.

Opuesto a éste se encuentra el retablo de San Francisco Javier, barroco aunque algo anterior al de San Félix y San Amadeo. Presenta estructura de banco, cuerpo y ático. El banco lo preside un lienzo sobre tabla con la imagen de Santa Bárbara. El lienzo de San Francisco Javier se enmarca entre típicas vides, ménsulas y otros elementos decorativos barrocos que dan paso también al lienzo con la imagen de San Ignacio de Loyola que aparece centrado en el ático, también entre hojarasca, columnas salomónicas y pilastras, culminando todo en un frontón curvo. Ambos lienzos son de la misma época que el retablo y presentan el estilo propio de Vicente Berdusán.

El retablo de la Virgen del Rosario, de estilo rococó, es obra del escultor Nicolás Pejón, autor también del retablo colateral de San José, ambos realizados hacia 1756. Es un retablo-baldaquino compuesto por banco, cuerpo y ático. El banco, formado por dos puertas decoradas con placas de rocalla y los Sagrados Corazones, que guardan, tras ellas, una urna con el cuerpo de San Bonifacio Mártir. Las tallas son de la misma época que el retablo y presentan a Santo Domingo Guzmán, la titular, San Francisco de Asís y en el ático San Miguel con el dragón, obra de menor tamaño y con un dinamismo propio del siglo XVIII. En esta misma capilla, se conserva una bella peana cuadrangular, de madera dorada y policromada, con los laterales lisos y el frente decorado con follaje y cabezas de ángeles que la enmarcan dentro del estilo barroco.

El retablo de San José, del mismo autor y estructura que su colateral retablo de la Virgen del Rosario, del que solo difiere en pequeños detalles como la supresión de la urna del banco y diferente forma del remate. Las tallas de este retablo corresponden a San José que lleva de la mano al niño, entre un santo jesuita y un obispo en el cuerpo y en el ático San Pedro Nolasco. En esta capilla se encuentra también otra peana de igual forma y estilo a la anteriormente descrita.

Al fondo de la nave, junto a la puerta, se sitúa la pila aguabenditera de estilo renacentista pero que puede fecharse ya en el siglo XVII. Por último, queda mencionar once sitiales que se conservan en el coro y que pertenecen a la misma sillería rococó colocada en el presbiterio. Un facistol del mismo estilo completa el conjunto. Un órgano neoclásico obra de los hermanos Roques se conserva también aquí en sustitución del realizado por José de Ripa en 1729, maestro organero de Lerín.

Carmina RIUS SALETA