Merkatariak

ISUNZA, Pedro de

Mercader y hombre de negocios, natural de Vitoria-Gasteiz, nació en 1530, uno de los representantes más destacados de la dinastía vitoriana de los Isunza, que se hallaba establecida en las principales villas comerciales de Europa (Burgos, Madrid, Rouen, Besançon, Brujas, Amberes, Florencia...). Era hijo de Juan de Izunza, y desde muy joven, a partir de 1553 por lo menos, opera en Amberes. En 1572 ó 1573 contrajo matrimonio con su sobrina María, la hija de su hermano Martín, establecido como él, en calidad de mercader, en la ciudad belga. Facilitó, de acuerdo con los otros miembros del clan, importantísimas sumas al duque de Alba. A raíz del embargo de 1575, Pedro pasó a España y, en calidad de representante de los mercaderes de Flandes, intervino en la liquidación de cuentas que condujo al Medio general de 1579. A partir de esta fecha no abandonará ya España. Instalado en Madrid desde 1579, se consagró a la dirección de una importante banca que él mismo fundó allí, amasando una copiosa fortuna. Esteban de Garibay, que debió de asesorarlo hacia 1593 para la fundación de un monasterio de recoletos franciscanos extramuros de Vitoria-Gasteiz, dice de él que «augmentó de tal modo su hazienda que vino a ser tenido por hombre de trezientos mil ducados y desde arriba, y uno de los mayores créditos de toda la corte entre los tratantes». A este Pedro de Isunza lo vemos hacia 1582 mezclado en un misterioso asunto. Cuando su padre Juan de Isunza trató de organizar desde Lisboa, por instigación del cardenal Granvela, el asesinato del príncipe de Orange y se correspondió al efecto con Gaspar de Añastro, tal correspondencia tuvo lugar por el intermediario de Pedro de Isunza, que utilizaba con este motivo el seudónimo de Apodaca. Julián de Apraiz sostiene que Pedro de Isunza fue nombrado, en 1587, controlador y contador del principado de Cataluña y de los condados del Rosellón y de Cerdaña, con residencia en Barcelona; que dos años más tarde obtuvo el puesto de proveedor general de las galeras, en el Puerto de Santa María, donde murió el 24 de junio de 1593 (cfr. su obra Los Isunza de Vitoria, t. X de la «Biblioteca Bascongada» de Fermín Herrán, Bilbao 1897). De ser esto cierto, datarían de esos años sus relaciones con el príncipe de las letras castellanas, Miguel de Cervantes Saavedra. Sabido es que por este tiempo el creador del Quijote anduvo de recaudador por los pueblos, y, por algún tiempo, a nombre de un tal Pedro de Isunza que, a partir de 1591 , reemplazó en efecto a Antonio de Guevara en el aprovisionamiento de las galeras. Basándose en estas relaciones de empleado a superior, que mantuvo Cervantes con el referido Pedro de Isunza, quiso don Julián de Apraiz sacar argumentos para calificarle como «grande amigo de Cervantes» (cfr. su obra Cervantes vascófilo, 5.ª edic., Vitoria 1899, p. 134). A la verdad, si las cosas le fueron mal al genial escritor con Antonio de Guevara, no puede decirse que su suerte mejorara como subordinado del mercader vasco, puesto que su salario bajó de doce reales a diez. «No cabe imaginar -escribe a este respecto J. Caro Baroja- ni amistad ni trato familiar entre el rico aprovisionador y el pobre recaudador, muy poco conocido aún como literato» (cfr. Los vascos y la historia a través de Garibay. Ensayo de biografía antropológica, San Sebastián 1972, p. 137). Los cervantistas, por su parte, han comentado diversas veces en tono de burla lo de la «gran amistad». Lo que resulta totalmente inexacto de las afirmaciones de Julián de Apraiz es de que muriera en 1593; y, si hubiéramos de seguir a V. Vázquez de Prada, habría sido un homónimo el que ocupara, en 1587, el cargo de contador del principado de Cataluña y de los condados de Rosellón y de Cerdeña y dos años más tarde el de proveedor general de las galeras (cfr. Lettres marchandes d'Anvers, 4 tomos, París s.a., t. I, p. 233). Lo que sea de esto, parece probado que Pedro de Isunza vino a caer enfermo en 1593, coyuntura en que arregló los papeles para que fuera realidad la fundación del convento franciscano en Vitoria-Gasteiz; pero convaleció, y en las postrimerías del siglo, hacia 1596, formaba parte de un gran consorcio que dirigían en Amberes Cosimo Decio y Paulo Francesco. Se pierde a continuación su pista (cfr. V. Vázquez de Prada, o.c., ibid.). J. Caro Baroja ve a Pedro de Isunza como «una más en la serie de pálidas, ascéticas y a la par duras figuras de hombres de negocios del siglo XVI, que coronan su vida con la fundación de un convento; que nos hablan de la existencia de un tipo de burguesía, español, reñido con el cliché del hidalgo ensimismado o atento sólo a puntos de honra, que corre como arquetípico -según la tesis célebre de Max Weber-, frente al arquetipo del protestante con aptitudes únicas para desarrollar el Capitalismo» (O.c., Ibid.).

Koldo LARRAÑAGA ELORZA