Literatoak

Jovellanos, Gaspar Melchor de

Ilustre personalidad asturiana de las letras nacida en Gijón en 1744. Fallecido en Puerto de Vega el 27 de noviembre de 1811.

Ocupó diversos cargos en la magistratura, ingresó en la Sociedad Económica que presidió desde 1784, y participó en la vida de las varias Academias Españolas. En 1790, debido a su intervención a favor de Cabarrus, fue enviado semiconfinado a Asturias. Desde estas fechas comenzó a escribir su interesante Diario que no fue publicado hasta 1915, 1953-1954 y por la Biblioteca de Autores Españoles en 1956. En 1791 y 1797 visitó el País Vasco sobre el cual redactó muy enjundiosos datos y enjuiciamientos. También en su Memoria sobre espectáculos nos da cuenta de la primera visita:

"Cuando escribimos esta memoria no conocíamos el país vascongado ni sus bailes dominicales; pero un viaje hecho por él en 1791, y repetido en 1797, nos proporcionó el gusto de observarlos, y nos confirmó más y más en lo que habíamos escrito acerca de las diversiones populares. Es ciertamente de admirar cuán bien se concilian en estos sencillos pasatiempos el orden y la decencia con la libertad, el contento, la alegría y la gresca que los anima. Allí es de ver un pueblo entero, sin distinción de sexos ni edades, correr y saltar alegremente en pos del tamboril, asidos todos de las manos, y tan enteramente abandonados al esparcimiento y al placer, que fuera muy insensible quien los observase sin participar de su inocente alegría. Tanto basta para recomendar estas fiestas públicas a los ojos de todo hombre sensible; pero el filósofo verá además en ellas el origen de aquel candor, franqueza y genial alegría que caracteriza al pueblo que las disfruta, y aun también de la unión, de la fraternidad y del ardiente patriotismo que reina entre sus individuos. ¡Cuán fácil no fuera, con sólo extender tan sencillas instituciones, lograr los mismos inestimables bienes en otras provincias!"

(Memoria sobre espectáculos, Ed. Rivad. T. I., pág. 502, nota 20).

Juan Luis Villota ha extractado y comentado las citas de nuestro asturiano, tan poco proclive a la alabanza de las costumbres de sus compatriotas y, sin embargo, tan elogioso, por lo general, para con lo que ve en tierra vasca. Este itinerario lo recoge Villota así:

"El primer viaje al País Vasco del que consta documentalmente en sus Diarios (Itinerario VI) es el realizado en el mes de agosto de 1791. Es la época en que habiendo caído un tanto en desgracia del prepotente Godoy, éste lo destina, como un buen pretexto para alejarlo de la Corte, a informar sobre la minería. Este viaje lo inicia don Gaspar saliendo de Gijón el 6 de agosto, acompañado del prebendado de Ávila, don Felipe Posada, Acebedo, Eugenio y Pachín de Peón. Entra en Vizcaya, procedente de Santander, y llega a Bilbao el día l6. Permanece en la Villa hasta el 20, pernocta en Durango; el 21, ya en Guipúzcoa, visita Eibar; por Elgóibar y el Azcárate, llega a Azcoitia, se detiene en Loyola, pasa a Azpeitia y llega a Tolosa; la noche del 22 en Hernani. Los días 23, 24 y 25 reside en San Sebastián. El viernes, 26, duerme en Tolosa, y el 27 llega a Vergara, donde permanece también el 28. El día 29, por Mondragón y subida de Salinas, entra en Alava y llega a Vitoria, donde queda el día 30. El 31 de agosto, camino de Burgos, sale del País Vasco. El segundo viaje consignado en los Diarios es del año 1797 y contenido en el diario séptimo, Itinerario XIV. Entra en el País Vasco por Alava, llegando a Vitoria el domingo, día 10 de setiembre. El 11 llega a Vergara y permanece allí el 12. El miércoles 13 llega y, duerme en Cestona, quedándose el 14. El viernes, día 15, camino de Vizcaya, duerme en Zornoza, saliendo el l6 para Bilbao. Entre Bilbao y Portugalete permanece hasta el viernes 22, fecha en la que sale, pasando por Somorrostro, hacia la provincia de Santander".

De su visita a Bilbao, en el primer viaje recogemos la descripción de las casas consistoriales:

"Casas Consistoriales: feísimo adorno de la parte superior de la fachada, que sería buena sin él: hay una especie de retablillos de color de leche y oro, donde están las armas de la provincia o Señorío, ciudad y consulado; el patio de la casa, cubierto en lo alto, puede servir y ha servido para comedias. Sala del Consulado, con frisos de buen jaspe, colgada de damasco encarnado, con adornos de madera dorada y dos retratos de los actuales soberanos. Archivo bien ordenado y cuidado, con índice analítico, en tres tomos de marquilla, otro general de materias en un volumen, y al principio otro remisivo y de pura nomenclatura (...). Al lado de éste se halla el archivo de la ciudad, igualmente ordenado, aunque de menos adorno y lujo. La renta del Consulado será de cincuenta mil ducados; la de la ciudad y la del Señorío están como entre cuarenta y cincuenta mil cada una. ¿Qué no se puede hacer con este fondo? A la entrada del Consulado hay un pequeño armamento de fusiles".

Después de la visita a Begoña, dice que van a beber a casa de don Ventura Gómez de la Torre y Jaraveitia y entre los parientes y amigos en aquella casa destaca a dos: doña Francisca Mazarredo, "sobrina del general, blanca y bastante bien parecida". Es también muy graciosa la Pepita Landecho, morena, ojos negros y vivos, boca muy graciosa y trato amable. Concluye la jornada diciendo "a dormir a casa de Urdaivay; conversación hasta media noche". También cita a don José Gacitúa "sujeto muy amable y de bellísimo genio, trato y talento". Es convidado a tomar café en casa de doña Josefa Barrenechea, y allí es invitado a una excursión a "Portugalete por la ría", que acepta formando grupo o partida, que llama "agradable", con las señoras de Gacitúa (don Francisco), Sesma, alcalde Pamplona, don Pedro Rodríguez, conde Campomanes (fiscal del Consejo de Castilla con Carlos I y ministro de Carlos IV), dos hijas del marqués de Hervías, dos hijos suyos seminaristas y otro, que es el primogénito del duque de Granada de Ega. A Sesma y a Campomanes los encontró Jovellanos a su llegada a Bilbao el día 16, ya que ambos viajaban "en sus vacaciones estivas". Este grupo embarca en una falúa de la Inquisición y emprende la excursión aguas abajo del Nervión, contemplando, por espacio de dos leguas, sus orillas que dice ser "deliciosísimas". De su trayecto Bilbao-Amorebieta comenta lo siguiente:

"Todo el camino es por montes excelentemente cuidados y por lo común jóvenes: prueba de que se ha plantado y replantado mucho, de que se ha gastado mucho carbón y de que éste vale mucho. El arbolado es roble por lo común; hay algunas encinas, alisos y pocos castaños; (...). Hasta aquí se ve muy poco cultivo de tierras, y casi todo en los llanos. Por lo común se prefiere el viñedo, y éste se halla alguna vez en sitios costaneros, rara en las alturas. El maíz es casi el único grano, y menos trigo aún que en la montaña; el arbolado lleva la primera atención. Sin embargo, no se ven montes altos como en Asturias. A continuación comenta la repercusión que el régimen de Fueros tiene en Vizcaya: Sin las franquicias, estas provincias serían muy inferiores a nosotros; con ellas no prospera la industria. La del hierro es casi única, y aun esta ventaja la deben a la vena. El precio del quintal macho fue poco ha. a 122 112 reales; el último, a 109. Los montañeses están mejor: por lo menos, en cuanto a comercio e industria. Francos sus puertos para recibir géneros extranjeros, y no gravada su industria o los productos de ella a la entrada de Castilla, ¿cuánto no pueden aventajar? Es verdad que pagan las rentas provinciales; pero, habiendo logrado encabezarse, esta contribución monta poco. Puede asegurarse que son muy superiores los impuestos municipales de Vizcaya. ¿No asciende a 150.000 ducados las rentas del señorío, consulado y villa de Bilbao? Pues harto menos pagará la montaña. Es verdad que la amenaza el cinco por ciento de los frutos civiles; pero si encabeza por él no quedará oprimida. ¡Pobre Asturias, vecina a estas provincias tan favorecidas con las franquicias, y a La Coruña con los correos, y oprimida con todo el peso de las exacciones fiscales y con la falta de comunicaciones, que desalientan su industria y ahogan sus esfuerzos patrióticos! Caminos y la franquicia del puerto de Gijón debe ser el objeto de sus deseos".

Se adentra luego por Guipúzcoa y se dirige a Eibar cuya industria armera despierta su curiosidad. Va presentado por una carta de (Aranguren, médico de Bilbao), al cuñado de éste, don Juan Esteban Bustinduy, al que describe así: "es mozo de buena figura, aseado y atento, casado con hija del país, y con tres hijos, los dos varones". Por las explicaciones que luego da, "don Juan Esteban Bustinduy (es un armero de Eibar cuya especialidad son los cañones, aunque hace todas las piezas), y es tal su fama que (trabaja para varios Grandes y Señores de la Corte, para América, para Inglaterra, Francia, Rusia y otras partes, de donde le vienen encargos frecuentemente". Su informe sobre la armería guipuzcoana se hará célebre:

"Lo que llaman fábrica de armas no significa lo que se cree de ordinario. Varios artistas establecidos en Ermua, Eibar, Plasencia, Elgoibar y Mondragón trabajan las varias piezas de que se compone el fusil. Este arte se ha subdividido en tres principales, que se ejercen separadamente: cañoneros, llaveros, cajeros, y aún hay otra de arreeros, que son los que fabrican guardamontes, baquetas, abrazaderas. Varios hay que saben hacer y hacen de todo esto, aunque prohibido por la antigua ordenanza; mas, por lo común, cada artista trabaja en su ramo. Los cañoneros saben incrustar perfectamente las miras y puntos de plata y las piezas de adorno de oro en el hierro, y empavonarle con la mayor perfección; los llaveros labran y esculpen el hierro en las formas que quieren, y le pulen con gran limpieza, y lo mismo los arrieros; otro tanto hacen los cajeros en la labor de las cajas... En cada pueblo están reunidos en gremio los artistas de cada ramo y eligen anualmente sus prohombres, a que llaman diputados, para el gobierno de los negocios comunes y contratas de que diremos; por lo demás, cada uno trabaja para sí con sus oficiales; ninguno, y nada, de cuenta del Rey, quien contrata con la Compañía de Filipinas, y ésta, por medio de su prepuesto (que es D... Lardizábal), contrata con los diputados de cada pueblo y gremio el número de piezas correspondientes a su contento. El Rey tiene en Plasencia un director (que es el coronel D...), quien preside a la entrega. De este modo la Compañía usurpa unas ganancias intermedias que pudieran recaer sobre los artistas, en fomento de este arte importantísimo. Así se evitaría la tiranía de la Compañía, que, hecha el mayor y casi único dueño de la obra, da la ley en los precios y deja al artista la menor, llevándose la mayor ganancia posible".

Al advertir la mucha gente que se dirigía al mercado de Tolosa (con comestibles), aprovecha para dejarnos una descripción de la vestimenta de los hombres y mujeres:

"Los hombres visten camisa bien limpia, calzón de lienzo o paño, justillo atacado sin mangas, de bayeta o estameña; una chamarreta con ellas, al hombro o en el carro, y nunca puesta; albarcas o alpargatas, con pedales de márraga negra, con listas blancas, o al contrario, que, vueltas en espiral y atadas con correas hasta cerca de las rodillas, hacen buena vista. En la cabeza, sombrero o montera achatada en lo alto (más atrás vimos algunos con gorra flamenca, tejida, resto de los antiguos bonetes."

Las mujeres, con justillo; en mangas de camisa; medio pañuelo al pecho (que es por 10 común, escaso); saya de bayeta o lienzo pintado, mandil de esto o de telilla de Bearne negra y encarnada, a cuadros, de graciosa vista; en la cabeza, pañuelo blanco extrañamente atado. Son de regular estatura; algunas muy altas, ágiles y limpias, aunque no me parecen serlo tanto como las vizcaínas".

Es muy interesante la descripción que nos deja de los caseríos vascos: "Las casas de los labradores son harto grandes: el piso inferior sirve para los ganados; el principal para las personas; el alto o desván, para guardar los frutos; alguna vez tienen otro más para aves, pichones o gallinas, según creo". Con las peculiaridades de un observador muy atento, Jovellanos hace unas anotaciones de la situación de las afueras de Vitoria. Dice así:

"Saliendo de allí (se refiere a la fábrica de chapería) y corriendo el ruedo de la ciudad, se ve correr por una gran zanja un riachuelo, al cual con poca pendiente salen los vertederos de la ciudad. Está descubierta, y es de mal olor y aspecto aquel paso, por otra parte apretado con las tapias de las huertas. En cambio hace la fertilidad de éstas. Los hortelanos, cada uno con su cigüeñal de corta guía armado sobre la orilla de la zanja, saca toda el agua necesaria para el riego y la echa en un conducto que pasa a las huertas; creo que pudiera cubrirse esta zanja, abatir las tapias de las huertas, ponerlas verjas de madera sobre petriles y acaso tomar algo de su terreno. Entonces, abriendo conductos a cada una y formando estanques, pudieran tomar dentro el agua con un sifón o con los mismos cigüeñales. Quedaría el más bello paseo, porque las casas, feas ahora por aquella parte, mejorarían su aspecto, rasgarían allí ventanas y ganaría la más agradable vista y exposición de la ciudad".

Cerciorado de haber asiento en la diligencia para ir a Burgos, determina tomarla al día siguiente. Entre las despedidas de las personas que menciona, señalaremos la de "don Felipe Uriondo, cura y beneficiado de San Vicente, mozo hábil, quien me ofreció un Diccionario vascongado, que será para mí del mayor aprecio". Vuelve a Vitoria en 1797. "Deseando ver y conocer a Narros -se refiere, naturalmente, al marqués de este título-, lo encuentra jugando al rocambor (con el conde Echaúz y un clérigo". Allí están también Salazar, el marqués de la Alameda y Vicuña. En esta reunión vitoriana se habla de muchas cosas y "aseguran la boda del Príncipe de la Paz con la señorita Borbón Vilabriga". Luego salen todos de paseo.

Más tarde vuelven a juntarse "a beber en casa de Salazar", en reunión de "hombres solos". Jovellanos hace, como final de las anotaciones de este día, un retrato de cada uno de los contertulios: "Narros, delgado, estatura regular, encarnado, ojos pequeños y vivos, algo de iracundo en ellos, desmentido por su trato amable, ardiente; algo precipitado en su habla, de fogosa imaginación; entusiasta por los franceses". Sigue "Salazar, estatura regular, flaco, descolorido, de apariencia enfermiza, aire reposado, bastante afable, modesto, algo detenido en el hablar, franco al parecer, pues que murmuró sin reserva...". Brevemente dice de "Alameda, lo que en 1768: nada; más afectación, pero sociable y de fina educación". Jovellanos reconoce que "no puede calar a Echaúz: parece vivo; por lo menos, esto indican sus ojos; jugaba; habló poco". Por último, dice de "Vicuña, aire basto, trato harto fino, aficionado a las cosas públicas; parece hombre de constancia y celo". Vuelve a Vergara y estando escribiendo su correspondencia, recibe una inesperada visita: "Ruido: que vienen a verme unos forasteros. ¡Qué sorpresa! Los Lardizábales, don Manuel y don Miguel, hermanos, con su primo don Miguel y Gaitán, conde del Sacro Imperio; abrazos y efusión de gozo y amistad". En las anotaciones del martes día 12, Jovellanos cuenta la visita que le hace don Miguel Lardizábal, el político, y en la que le cuenta "la historia de su caída" que don Gaspar no conocía, mostrándole la documentación original y la carta que don Miguel dirigió al duque de Alcudia, esto es, a Godoy, y que Jovellanos la juzga de "muy bien puesta, con rigor y decoro", pero, como añade a continuación, "no hizo algún efecto". El comentario que don Gaspar hace seguidamente afecta a los dos hermanos: "parece más sereno que su hermano; tiene menos perendengues"... Invitado a comer a casa de don Manuel Gaitán de Ayala, juntamente con los tres Lardizábal, aprovecha para describir a su anfitrión y familia: "amable familia y venturosa; tiene doce hijos vivos, y la condesa parece hermana de sus hijos; es amable, pequeña, regordeta, de dulce y honesto trato. El conde, basto de figura, pero de buen talento e ideas y de carácter firme; gran mantenedor del proyecto del Seminario, y oyéndole creo que lograrán restablecerle; esto no quiere más que tesón". Visita Urrestilla para poder ver sus ferrerías. La primera que visita es la del marqués de Narros, que no la ve funcionando por estar ausente su mayordomo. No obstante, la describe así:

"su forma, cuadrada; bóveda de ladrillos, prolongada, con varios respiraderos; una caja interior, donde se encaman las barras de hierro, hasta más de quinientos cincuenta quintales a la vez; la última hornada, de quinientos setenta y ocho; ésta, la primera preparación de acero; después, en la forja, de cada cuatro barras, se hace una de más de pulgada en cuadro; y (para el fino) en otra operación, vuelve a la forja; y allí se reduce a barretas como de dos varas de largo, pulgada escasa de ancho y media de grueso".

Han llegado a esta ferrería a las 12 y, después de visitarla, comen. La siguiente ferrería también, según cree, del marqués de Narros, es la de Arizuriaga, llevada por su mayordomo Zabala.

"Allí vimos refinar barguines de tabla; no se conoce su forma porque están contenidos en una caja; una máquina mueve dos partes a un tiempo; los últimos, para un forja de cobre, donde se hacen toberas. En ninguna parte se tiran estas planchas, y las de fierro, con cilindros, sino a golpe; vi también de paso un martinete".

Anota que, hasta Azpeitia, "hay siete ferrerías". Saliendo de Azpeitia, hacia el norte, se detiene en Lasao, en la ferrería del marqués de San Millán: "tiene de singular el fogón o fogata de planchas y barras gruesas de hierro; no deja salir al aire; es, por consiguiente, muy económico; también porque el calar que recibe y guarda ayuda a la fusión". Desde el puente de Cestona contempla "los célebres baños", va a ellos y los describe así: "primero, casita con una fuente, estrecha y sucia; un viejo tomaba chocolate, y pedía sudores; luego, otra casita con su cocina y cuarto; y en un corralillo, otra fuente con dos caños, que caen en dos alberquitas hondas, formadas de pizarras, que son los baños, al raso; todo ruin; el agua no llega al grado de tibia, sino como caldeada al sol; son de don Manuel Lili". Jovellanos se hospeda en casa de don Manuel Lili, y allí cena y duerme. El jueves, día 14, después de aludir al "buen sueño y descanso", consigna que en este término hay seis ferrerías sobre el río Urola, cuya etimología del euskera la da: "agua de ferrer", para añadir seguidamente este comentario: "¡Qué lástima que no se cultive esta lengua, para averiguar sus orígenes!". A las nueve de la mañana, monta a caballo repara ir a Iraeta". Encontrándose con el duque de Granada de Ega, éste le acompaña a ver "sus tres ferrerías y los nuevos barguines de piedra". Constatando que el duque consume "carbón de piedra inglés" no pierde ocasión de advertir que el carbón de Asturias resultaría más barato, y que el duque "pudiera tener un barco, traer carbón, llevar hierro y un almacén". En este punto, anota Jovellanos que el duque de Granada de Ega tiene aquí montes propios: "dos leguas de extensión; le dan de mil quinientas a mil ochocientas cargas de carbón al año; consume quince mil". Otro dato importantísimo, tanto económico como social, es que las ferrerías del duque, como las de Lili "tienen derecho exclusivo a los carbones de Cestona, al precio tasado". Por fin, nos proporciona cifras de producción y sistema de administración: "el duque labra tres mil quintales; las venas vienen de Somorrostro a Zumaya; se depositan en la Lonja de Bedaya; allí también los hierros; el administrador cuida de uno y otro y tira su comisión; todos hacen lo mismo". Con la posesión de estos datos y aprovechando la conversación mantenida con el duque y su primogénito, don Gaspar de Jovellanos les hace unas típicas reflexiones:

"le aconsejo que se venga aquí los veranos; que vea y sea visto de sus colonos; que los socorra; que inspire a su hijo los mismos sentimientos; que aquí será verdaderamente un señor. Indico el mal de las provincias, de la ausencia de los propietarios; la consecuencia del lujo; la esclavitud de la Corte".

Cogiendo las orillas del Deva, llega a Eibar y seguidamente a Ermua. De ambas villas dice haber "muchas casas incendiadas por los franceses", entre ellas, en Eibar, la del armero Bustinduy. Hemos de recordar que en 1793 los convencionales invadieron Guipúzcoa y Vizcaya, y que estos incendios responden a dicha invasión. Cita a Juan Pedro Urdaibay de Bilbao que le invita a comer. A dicha comida asisten, entre otros, don Lope Mazarredo y "los diputados del valle de Mena": Tejada y Angulo, este último pariente del dueño de la casa. Dice que "los meneses hablaron mucho de Samaniego y sus extravagancias y distracciones, pero hicieron justicia a su talento y desinterés, así como a las locuras de su mujer, que pintan sin límites". Estos señores le ofrecieron "el fuero de Balmaseda, que se dice muy antiguo". Las últimas anotaciones de este día son de despedida de los amigos bilbaínos: Piles y la familia de don Manuel María Urdaibay:

"su mujer, doña María Gertrudis de Mendoza, parece una matrona de Rubens; su hija, María Pepa, mujer de Lope de Mazarredo, poseedor de esta casa y heredero de la de don Ventura Gómez, por hijo de su única hija. Tiene don Manuel María otra niña graciosa y pronta a sazón. Despedida de esta amable familia, y a casa".

A las seis de la mañana del viernes día 22 de setiembre inició el viaje de vuelta hacia la provincia de Santander. Navarra fue objeto de otra de sus visitas pero ésta ya en abril de 1801 entrando por Milagro. Su descripción de tal entrada va teñida de didactismo:

"Aquí empieza el reino de Navarra... Todo el camino va por un enorme despoblado, cubierto de romero, tomillo y una especie de retama o genista, llamada aliaga. Esto nos ha hecho echar de menos algunos colmenares, así como en el resto de la Rioja, cosa que hemos extrañado mucho, porque, abundando tanto en los despoblados e incultos de este país las citadas plantas, y además la ajedrea, el espliego y el cantueso, que con sus matas se calientan los hornos y alfarerías, nos parece que podría producir una muy abundante cantidad de riquísima miel y, por lo que hemos visto, debemos creer que esta preciosa cosecha está del todo abandonada. Dura este enorme despoblado por más de tres leguas y, a lo que notamos en su suelo, no juzgamos que sería ingrato al cultivo, pues bajo la primera superficie, que es algo guijos, aparece la tierra buena y natural del país. También nos pareció por aquí descubrir indicios de la antigua vía militar romana... Al fin hay grandes barrancas formadas por las aguas, que hacen tomar varias vueltas al camino, hasta que aparece Tudela, dominada de un cerro y en él una torrezuela que probablemente es hija de la antigua Tudela que le dio su nombre. A la falda, su hermosa y opulenta vega, toda bien regada... y perfectamente cultivada, dominando particularmente los olivos".

A continuación nos describe la plaza de Tudela y la salida hacia el Bocal. Se fija principalmente en los cultivos del campo ya que le encantan, en la fonda, junto al Bocal, las verduras tudelanas.

Ref. Villota, Juan Luis: "El país vasco visto por Jovellanos a finales del siglo XVIII", Estudios Vizcaínos, Bilbao, 1973, n.° 7-8, pp. 11-54.