Monarkia eta noblezia

Felipe IV de Navarra y II de Castilla

La gran "presa" de brujas de 1575. Si los años del reinado del emperador Carlos se caracterizaron en materia religiosa, entre otras cosas, por el relanzamiento de la caza de brujas y la formulación de un cuerpo teórico referente al fenómeno hechiceril, el mandato de Felipe II va a franquear todos los umbrales de la intolerancia, al incidir sobre este fenómeno, general a toda Europa, el de la reestructuración de una cristiandad católica cuyos preceptos y aparato rector no habían podido asentarse aún firmemente en un país de fuerte tradición gentil como era el vasco. La Reforma y la Contrarreforma encarnada sobre todo en el Concilio de Trento (1545-1564) va a encontrar en inquisidores y tribunales civiles un aliado imprescindible a la hora de enderezar heterodoxias y doblegar viejas tradiciones. Y la represión no sólo se abatirá sobre las zonas rurales sino también sobre las ciudades, máxime si son portuarias, como Bilbao, en la que, según refiere Labayru, son pocos los boticarios, médicos o cirujanos que no estuvieran penitenciados por la Inquisición bajo acusación de delitos contra la fe, y en la que los extranjeros se libran con dificultad del infamante sambenito (Labayru: HGSB, t. IV, 786 y sig.). En 1570 la Inquisición se establece en Logroño, ciudad a la que se remitirán los casos de Rioja, País Vasco y parte de Burgos y Soria. Pero en la gran presa de 1575 son los tribunales civiles navarros los que se hacen cargo de las pesquisas y procesos en Amezcoa, Larraun, la Barranca, Burguete, Ulzama, Anué, Anocibar, etc. 94 presos experimentaron diversas condenas y penalidades incluida una quema en la hoguera en Anocibar. Pero esto no sólo ocurre en la Navarra de Felipe IV; en la de Enrique III (IV de Francia) y en Laburdi una serie ininterrumpida de casos culmina con el envío, en 1609, del consejero Pierre de Lancre y la condena a muerte en la hoguera de alrededor de 600 personas. El hecho de tratarse de procesos simultáneos, con características comunes e, incluso, protagonistas comunes -señor de Urtubia, personaje clave tanto en Laburdi como en Baztán-, hace pensar en una comunidad muy homogénea herida por la modernidad que se presenta bajo la forma de imposición religiosa y latinidad en el sentido lato, herida exacerbada, en el caso navarro, por las consecuencias de la reciente conquista, entre las que no es la menor la partición de la Sexta Merindad del resto de las merindades.