Sailkatu gabe

Gipuzkoa. Historia

No es fácil dar con el origen de las luchas entre los llamados Parientes Mayores o Aundikis. Su duración documentada, por más de dos siglos, induce a creer que las causas fueron muy hondas y habria que buscarlas primero en la rivalidad de jefes de linaje con motivo de la desmembración tribal del Reino y en el choque posterior de linajes íntegros y villas recién fundadas. Lope García de Salazar lleva los origenes a más allá del 1200. Efectivamente; aunque los nombres de oñacinos y gamboínos no suenen hasta mucho más tarde, parece ser que las rivalidades públicas de los señores de la tierra no trascienden hasta que el Reino es repartido en 1076 entre castellanos y aragoneses, con motivo del fratricidio de Peñalén. Es fácil de prever lo que ocurrió en el pais al ser desposeídos de su autoridad unos y suplantados por otros. Un ejemplo, que puede ser válido para Guipúzcoa, se ve claro en el valle de Ayala, donde, los desposeídos de 1076 vuelven al poder más tarde al dominar el Batallador. Quedan entonces, como en 1200, los señores principales separados en pro-Navarra y en pro-Castilla, o mejor dicho, en desposeidos y suplantadores. Tal fue, al parecer, el caso de las casas de Oñaz y de Gamboa. Más tarde, la fundación de nuevas poblaciones bajo forma de villas, crea una nueva sociedad frente a la anterior castiza. La guerra que se hacen los bandos es tan feroz, tan larga, y sin arreglo posible, que, a no dudarlo, entran en juego intereses y derechos vitales. Vieja y nueva sociedad, nuevas capas y sociedad gentilicia entran en colisión. Ver Bandos, Aristocracia.

Sobre castigo a los banderizos. Las villas y lugares de Gipuzkoa nombraron sus procuradores a Juntas para tomar medidas contra los Parientes Mayores y sus parcialidades. Se reunió la Junta en San Sebastián en 1379 con el ánimo de castigar y reprimir las muertes y "desmanes". Se comenzó por acordar dos preceptos terminantes:

"Que ningún vecino ni morador de las villas e logares de la dicha tierra de Guipúzcoa, nin de alguna de ellas, non entre en treguas algunas de los bandos de Oñaz et de Gamboa, nin de otros cualesquier escuderos de la dicha tierra; e si lo ficiere, que peche en pena al nuestro merino seiscientos maravedis".

En la segunda disposición se ordenaba que, en caso de revuelta, ningún guipuzcoano saliese de sus casas para tomar parte en ella. Esto fue sólo un comienzo. En las Juntas de Tolosa de 1387 se juntaron ya para juramentarse de restablecer la paz y sosiego, y castigar a quienes se alzasen en guerra, acuerdos reiterados en la Junta de 1391. Se toma, durante estos años, la transcendental decisión de allanar y demoler los castillos y torres fortificadas de los banderizos.

Alcalde de hermandad y Ordenanzas. Ambas fueron acontecimiento porque de ellas datan dos instituciones muy importantes en la historia guipuzcoana, los alcaldes de Hermandad, creados en las Juntas de Tolosa de 1375, y las Ordenanzas de la Hermandad, de forma muy definida, acordadas en 1397 en la Junta celebrada en el coro de la iglesia de San Salvador de Guetaria bajo la presidencia del famoso corregidor Gonzalo Moro que lo fue también de Bizkaia y de Las Encartaciones. (Vide supra: Instit. Públicas). En ellas se especificaban los delitos y sus severísimas penas, casi todas de muerte, lo mismo para el autor que para el encubridor. Se acordó incluso premiar a los guipuzcoanos que prendiesen o matasen a todos los "acotados", es decir los condenados por los alcaldes de Hermandad. Pero la disposición transcendental de la Junta fue el ordenar allanar y destruir las casas-torres de los Parientes Mayores, disposición que suele atribuirse erróneamente a Enrique IV. Los alcaldes de Hermandad iban asestando duros golpes al poderío banderizo, siendo el definitivo el de allanar y quemar sus casas-torres donde se creían omnipotentes.

(1393). Una flota tripulada por andaluces, vizcaínos y guipuzcoanos zarpó de Sevilla en 1393 con autorización de Enrique III para explorar las costas de Africa. Al pasar frente a Canarias las llamas del volcán de Tenerife asustaron hasta tal punto a los expedicionarios que desde entonces la llamaron Isla del Infierno. Pasaron por alto sin atreverse a abordarla, pero descendieron en Lanzarote, que saquearon, volviendo a España con 160 indigenas, entre ellos, un rey y una reina, cera, pieles y otras producciones. Informaron al rey Enrique III que aquellas islas eran "ligeras de conquistar", pero el monarca no autorizó más expediciones.

1448. El señor de Butrón, caudillo de los oñacinos, se vio encerrado en la villa; los gamboínos le pusieron sitio y ante la desesperada resistencia recurrieron al incendio como único medio de hacerles salir de la villa. El señor de Butrón, víctima de la traición de su partidario Lope de Unzueta, queriendo huir por el camino de Bergara, cayó en una emboscada donde murió al igual que su hijo Juanicote y su sobrino Presebal. El conde de Oñati Beltrán de Guevara saqueó la villa. El episodio dio origen a célebres cantos épicos en euskara.