Monarkia eta noblezia

Carlos IV de Navarra

Cómo fue el Príncipe de Viana: retrato y producción. El P. Mariana ve en él a un hombre de "buena, sencilla y mansa condición"... "mozo dignísimo de mejor fortuna y padre más manso..." El cronista-capellán de D. Alfonso V "El Magnánimo" alaba sin reservas la figura del desgraciado Príncipe:

"Venint al infant primogenit... dos Carles, lo qual fonch criat e nodrit ab molta perfecció de virtut; fonch molt bel, molt sabi, mol sobtil, molt agut e molt clar enteniment; gran trobador, gran e bel sonador, dançador, cavalgador complit de tota amor e gracia, hac encara molta siencia; tots los temps de la sua vida amá estudi; fonch molt verdader e devot cristiá; hac gracia e amor de totes gents del mon...". "El Príncipe de Viana -cumplimenta también el poeta Quintana-, tan interesante por su carácter, su instrucción y sus talentos, tan digno de compañía por sus desgracias, reúne en su destino a la majestad y esperanzas de un nacimiento real, el ejemplo y la lástima de un particular injustamente perseguido y bárbaramente sacrificado". "Era de estatura media o un poco mayor, de cara delgada y aspecto sereno y grave, con una expresión melancólica; tan magnífico y espléndido, según le había educado su madre, que cada día daba a quien quería cinco áureos; se deleitaba mucho con la música, gozaba con la compañía de los literatos y cultivaba toda clase de disciplinas, especialmente la filosofía moral y la teología; con un ingenio muy dispuesto para las artes mecánicas, lo tuvo para la pintura mucho más de lo que puede creerse",

dice Gonzalo de Santa María. Pero no todos los autores caen en esta imagen de Epinal. Federico de Zabala recoge la impresión de Vicens Vives al comentar la trayectoria política del Príncipe. Dice Vicens:

"Don Carlos, a pesar de la abulia e indecisión que suele atribuírsele, y que nosotros no tenemos por bien establecida, era en muchos aspectos el vivo retrato de su padre. Le gustaba la intriga, el garabato diplomático, la subterránea carrera de obstáculos. Gustos heredados de Juan II, y también el autoritarismo y el deseo de mandar, de lo que dio buenas pruebas en Navarra, Sicilia y Cataluña".

De ello infiere Zabala que si Carlos no consiguió sus objetivos fue más que nada "porque su poder fue inferior al de su padre"; y no le falta razón, ya que no perdió ocasión de sublevarse cuando contó con la ayuda de Castilla.

"Sin ser un santo -comenta Lacarra- era Carlos un hombre deseoso de paz, tímido y sentimental, impresionable, fácil de convencer por los que le rodeaban, pero con una fe absoluta en la justicia de su causa y en la razón que le asistía al defender sus derechos. Con gran preocupación ética y un elevado concepto del deber, la defensa de estos derechos había de chocar en su conciencia con los deberes de respeto y obediencia que como hijo tenía para con su padre".

Elías de Tejada ("Príncipe de Viana", 1956, LXIII, p. 210) ve en él una

"figura memorable en el terreno cultural y sobre todo en la rama que cultivó, por lo que hizo y por lo que quiso hacer, Carlos de Viana, erudito y letrado sobre todo, representa en la historia del pensamiento político español la línea clara de la recepción aristotélica, abriendo las puertas de un estilo clave de todo el siglo XV".

Entre sus obras pueden contarse una Lamentación por la muerte del rey Don Alfonso V; Milagros de San Miguel Celso; Cartas y Requestas poéticas -poemas en castellano y en catalán que solía cantar acompañándose de una vihuela-una magnífica traducción de la Etica de Aristóteles, y otra de La Condición de la Nobleza de Angelo Milán. Su obra principal no es sin embargo ni poética ni filosófica, sino histórica. La Crónica de los Reyes de Nav. fue publicada, corregida y anotada por Yanguas y Miranda en 1843. Consta de un prólogo del mismo Príncipe (pp. 4) y de 3 libros de 15, 18 y 23 capítulos cada uno, totalizando 210 pp. Abarca la relación desde la antigüedad (fantástica) hasta el reinado de Carlos III "El Noble". Fechada en 1454 Parece utilizar la de Garci López de Roncesvalles. Su interés se acrecienta a partir del capítulo VII y sobre todo en los últimos capítulos que son los más cercanos a la época del Príncipe y en los que contó con mayor caudal de documentación. En el capítulo VI reproduce el Fuero de Sobrarbe, de gran interés. La edición va precedida de una noticia biográfica y de un prólogo, ambos del editor. Un proyecto vasto y ambicioso del Príncipe fue el de redactar un tratado de moral universal. A este efecto dirigió una Epístola a todos los letrados de la península para que colaboraran con él en la empresa. Debido a lo azaroso de su existencia Carlos no pudo difundir la Epístola, pero lo hizo en 1480 Fernando Bolea y Galloz, mayordomo y consejero de Carlos I de Castilla, dirigiéndola a los reyes de Castilla, Portugal y Aragón, así como a diversos eruditos peninsulares. Interesa la carta no sólo como exponente de su cuidado estilo literario, sino como reflejo del ideario de este príncipe infortunado:

Cierto es que las cosas delectables al entendimiento, é cuanto á la sensualidat humana, en cada uno dellos causan é inducen placer, é como aquel placer sea grato, é apetible a todos, é por todos los humanos deseos forma un insaciable, é non farto contentamiento, quoanto se esguarda álo que en el presente siglo nuestros actos pueden alcanzar. Por lo quoal non fuera maravilla si Nos con la ofrescida voluntat, á las obras desciencia, diéramos obra en el facer del tractado que en la presente nuestra epístola exortadora facemos mencion: é por qvoanto en la traduccion de las ethicas en aquellas conprehendimos algunos herrores, é non tan solamente errores del filósofo, mas olvidanza de lo más necesario A la felicidat humana, por ser privado de aquella lumbre de fé que á nosotros, mediante la sacra religion cristiana, claramente muestra é ensenia. Por ende deliberábamos fundar el principio del tractado en la virtud de fé, tractando de aquella é de todas las circunstancias que á ella se esguerdan, é de la heregía é hipocresia á aquella fé por exceso y defecto contrarias, é de la división de los articulos della, acatantes, los suyos á la divinal é una esencia, é otros al ternal número de las personas é por consiguiente, los medios artículos pertenescientes A la divinidat é otros a la humanidat, por cuya virtut é eficacia, é doctrina, nuestra terrenal, é pesada carne, espera en los cielos ser colocada. Lo quoal non tan solamente mas en esta vida por contemplación, é en la otra de perpetua durada, las cosas divinas, é muy apartadas de nuestra natura, manifiestamente pueden á nosotros facerse notorias é, por consiguiente, participables en las quoales el bien soberano, é la humana beatitut, verdaderamente consisten. Despues de la quoal fe, y de las partes que á aquella otorgue é confiésase en los católicos, forma é imprime aquella otra teologal virtut que esperanza se llama, la quoal espera el alcanzamiento, é fin de aquellas coses que la fé le ensenia y demuestra; e habíamos de decir, desta virtud, todas las circunstancias que le pertenescen é el vicio, ó error, á ella que por desperación es contraria; pasando del proceso, desta virtut desperanza, vinieramos á caer en el tractado de la caridat, donde todas las buenas obras, é costumbres, toman fundamento é raiz. Las quoales obras, é costumbres, tienden é acatan al fin que la esperanza les dicta, é conduce; é dijiéramos les partes desta caridat é amor que, para Dios, para Nos, e para el prógimo, acatan; para Dios por li render el debido conocimiento, é causar para Nos algun mérito: para Nos por la conservacion é ameioramiento de nuestro ser, é paral prógimo por servar el órden é condicion de nuestra sociable é humana vida, la quoal con el uso é plática desta caridat, amor é amiticia, entre los racionales se acostumbra. E por consiguiente tractáramos de sus vicios contrarios, los quoales todas estas cosas, dichas, destruyen o destorban; é por distinguir las otras virtudes, é costumbres buenas, procediéramos á la virtud de prudencia é otras virtudes que á la parte intelectual pertenescen, como son la solercia, lagudez, lastucia, el arre, la esciencia, la sabiduría, la perquisicion, la opinion, el conseyo y sentencia; las quoales virtudes guian é rigen todos los actos humanos é informan é dan noticia de la verdat daquellos: é dende pasaramos á la virtut de iusticia, la quoal en muchas maneras, é partes, se puede considerar é facer; é por consiguiente sus contrarios, que son la iniuria e iniusticia, ca la una parte desta iusticia consiste en la ordenanza de las leyes civiles, otra en la iconómica, é otra en el propio vivir é conversar con los otros hombres es otra humana que requiere las cosas que á nuestra natura razonablemente pertenescen. Hai otra iusticia sobre la legal, la quoal con algunos medios ó espedientes, sinon á le entera iusticia á lo menos á alguna parte daquella refiere sus sentencias: otra en el comodar los propios con los agenos bienes: otra en la correccion de los humanos errores; é aquí entrepusieramos la clemencia por moderar el rigor, que á las veces, por los reyes é poderosos hombres, se suele usar: ha otra yusticia en la distribución de los beneficios ó mercedes á la quoal ayuntáramos la virtut de franqueza, cuyo verdadero orden, del de la distributiva yusticia, non lejos se aparta; é luego, por órden, vinieramos á tractar de las virtudes que acatan, é toman fundamento, en la parte irascible del hombre, la quoal del Animo procede, como son el esfuerzo, la grandeza de ánimo, la mansedumbre, el afabilidat, la grandiosidat, la verdad, la vergüenza é bondat é de sus vicios contrarios. Despues tractáramos daquellas virtudes que a la parte concupiscible pertenescen, es á saber á nuestro querer y deseo, é son la temperancia, la magnificencia, el comedimiento, la constancia, la continencia e castidat; é por que la mayor parte destas virtudes é todas ellas se vizgan, é proceden de la voluntat, discorrieramos las diferencias é partes daquella; eso mesmo del placer é dolor, delectacion é tristeza; por que estos son los que afirman o niegan toda la fuerza ó estimacion de los actos humanos. E tambien tractaramos de la eleccion, consentimiento é perseverancia, los quoales han grande eficacia é valor para bien ser iuzgadas é conoscidas las dichas humanas operaciones. E daqui pasáramos á declarar como no son en Nos las virtudes por natura, é la necesidat que es daquellas ser, é como á los ombres enseniadas; é como la divinal gracia es, para el ombre ser bien instruido, necesaria. E repartieramos los dones del Spiritu Santo, segun que á cada una de las siete principales virtudes pertenescen. E dende vinieramos A nos determinar en el fin de la bienaventuranza que es propio é necesario fin del ombre. E dijiéramos en que consiste la humana felicidat; é tractaremos de la fruicción de aquella, é también del mérito, é divinal gracia, é de la gloria, é paraiso, é de la visión de Dios donde todos los bienes terminan é fuelgan. E asi, la ethica concluida, á la iconómica, ó familiar regimiento, pasáramos é tractáramos del matrimonio, é lei conyugal, é de todas las partes necesarias é ellos é complideras par entrel marido é la muger. Así bien de la lei paterna, é de sus partes, é de todo lo que á la crianza, doctrina é vida de los fijos pertenesce. Otro si de la lei imperativa que es entrel senior é el siervo; et tractáramos de lo que á cada uno dellos sesguarda facer, é concluyeramos, la iconómica, en la fabricación de la casa, é en el regimiento daquella é de todos los otros particulares bienes, posesiones é facienda. E dando fin á la iconómica principiáramos la política, donde mostrada la necesidat de las buenas costumbres, é del particular regimiento de la propia facienda, vinieramos, por orden, al universal regimiento de la cosa pública, en el quoal estas tres partes de la ethica iconómica, é política consisten. Dende pasáramos á decir las tres partes de toda ciudat, que son la casa de vecindat, é ciudat é regno é ques lo pertenesce, é como es la ciudat o regno de tres condiciones de gentes poblada, es á saber de sacerdotes que el divino servicio ministren, caballeros que la república defiendan é otros artesanos é labradores que tracten las cosas al sostenimiento de la cosa pública necesaria. E declaráramos, que cosa es regno, é como es en tres regimientos partido, uno real, otro preminencial é otro popular. Despues específicadamente declaráramos el eclesiástico estado é todo lo que á aquel pertenesce. Dende tractáramos del estado militar de las insignias é pertinaces costumbres é obras, así en tiempos de paz como de guerra. E finalmente declaráramos el estado artesano é las particularidades de aquel, é como deben estas tres condiciones de gentes entre si convenir: así bien, especificadamente, declaráramos el regimiento real quoanto á lo que á la persona real sesguarda, é las insignias é cirimonias é al regimiento; é por consiguiente, declaráramos el preminencial regimiento, é lo que á las personas sesguarda, é las insignias é al regimiento suyo, segund la diversidat de los oficios. E en conclusion dijieramos del regimiento popular, e de lo que á las personas sesguarda, á las insignias é regimiento dallas. E concluyeramos la política, faciendo repilogación de todo el proceso pasado, todo lo fontenido en el quoal es necesario, así para la buena disposición de los ombres como paral bien universal de aquellas cosas que por los ombres son regidas é gobernadas. Mas considerado el cansancio de nuestro espíritu, é persona, en la traducción de las Ethicas, deliberamos quedar de tomar un tan escesivo nuevo trabajo. Por ende é por que nuestra imaginación, que buena nos paresció, non se del todo perdiese, deliberamos facer la presente epístola con la quoal, á todos los valientes letrados de nuestra Spania, exortamos é requerimos que á la obra del presente tractado, con sus claras inteligencias é sabidurías, den obra en la exsecucion daquel. Lo quoal por nuestro relievo Nos, é todos los otros por su doctrina, mui mucho agradesceremos.

También fue este príncipe aficionado a la música, que él mismo sabía interpretar. Su madre, D.ª Blanca I, le asignó al casarse una capilla musical propia que vino a sumarse a la borgoñona que ya poseía su mujer D.ª Ana. En Italia gustó de la nueva música polifónica castellana. En Cataluña tuvo una capilla musical constituida en su mayoría por excelentes músicos franceses. Heredero de los gustos de su abuelo, los superó con creces. Coleccionó con pasión animales raros, tales como jirafas, papagayos, ciervos, osos, monos, camellos, leones y búfalos. Hablaba y leía corrientemente el francés y el castellano; se desenvolvía en catalán y en italiano y leía habitualmente el latín, como es patente por su biblioteca privada. Amaba el dibujo, la equitación y la caza, las joyas y las prendas lujosas, la danza, las damas y los banquetes. Hubiera podido ser otro Carlos III de contar con coyuntura semejante.