Kontzeptua

Karlismoa eta Karlista Gudak

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La guerra y las dramáticas circunstancias por las que atraviesa el país como consecuencia de la misma son una prueba demasiado fuerte para el viejo partido legitimista; en el entretiempo han nacido nuevas razones, nuevas motivaciones económicas, nuevos conflictos, o han surgido los que yacían soterrados en el fondo del alma de los combatientes, dados ahora de alta en la vida civil. Tres son las tendencias que se dibujan procedentes del carlismo: integrismo político-religioso, nacionalismo basado en la etnia, carlismo moderno como partido político semivaciado de contenido, fuerza pasiva a la espera de una ocasión (revolucionaria) que vuelva a nutrir sus filas y darles el vigor de una causa. Veamos cómo describe Unamuno el proceso en Paz en la Guerra:

"Del viejo fondo de la comunión carlista, nutrido de mera lealtad -de lealtad por la lealtad misma-, de terco apego a una tradición indefinible e indefinida, iniciábase ya el desprendimiento, por diferenciación, de algunos de sus elementos componentes. De un lado, la aspiración a una política íntegra y exclusivamente católica, la escuela libresca del racionalismo católico, con olor a tinta de imprenta, engendro de la razón racionante y meramente discursiva, escuela jacobina que no pasa de ser un momento del liberalismo por ella execrado, uno de aquellos momentos en que se niega a si mismo, afirmándose al negar; de otro lado, el natural acomodo a las circunstancias, y de otro, el regionalismo exclusivista y ciego a toda visión amplia, a todo lo que del horizonte natural traspase."

Juan José y el tío Pascual encarnan en la pluma de Unamuno el nacionalismo incipiente de las postguerra, uno -nacionalismo distinto del procedente del campo liberal-fuerista-, y el integrismo político-religioso, marcadamente intolerante, el otro:

"Juan José, fuera de si desde la abolición de los fueros, echa chispas, pide la unión de los vasconavarros todos, tal vez para una nueva guerra, guerra fuerista. Desahógase contra los pozanos; ha dado en desear saber vascuence, si lo pudiese recibir de ciencia infusa, como don al entusiasmo, sin labor lenta". "Empiézase, en el ambiente en que él vive, a cobrar conciencia del viejo lema "Dios y Fueros", al que sirvió de tapujo en gran parte el de "Dios, Patria y Rey". Siéntense las generales corrientes étnicas que sacuden a toda Europa. Por debajo de las nacionalidades políticas, simbolizadas en banderas y glorificadas en triunfos militares, obra el impulso al disloque de ellas en razas y pueblos más de antiguo fundidos, ante-históricos, encarnados en lenguajes diversos y vivificados en la intima comunión privativa de costumbres cotidianas peculiares a cada uno; impulso que la presión de aquéllas encauza y endereza. Es el inconsciente anhelo a la patria espiritual, la desligada del terruño; es la atracción que, sintiendo los pueblos hacía la vida silenciosa de debajo del tumulto pasajero de la Historia, los empuja a su redistribución natural, según originarias diferencias y analogías, a la redistribución que permita el futuro libre agrupamiento de todos ellos en la gran familia humana; es, a la vez, la vieja lucha de razas, fuente de la civilización". [Op. cit., p. 240-241].

El tío Pascual representa a una vieja corriente consustancial al carlismo desde sus mismos inicios:

"El tío Pascual, murmurando ya de don Carlos, a quien a veces tilda de cesarista y de regalista otras, empieza a preconizar el reinado social de Jesucristo, fácil fórmula en que, por lo vaga, caben todos los logomáquicos abortos y larvas de ideas. Vásele haciendo más imposible cada vez salirse de sí, para comprender ajenos conceptos como el que los abriga los comprende. Abomina a cada paso del liberalismo, mote bajo el que engloba todo aquello que se escapa a su comprensión formularia y osificada."

Esta corriente, la integrista, se desgaja del partido en 1888 por un motivo -mejor diríamos, ocasión meramente personal: a la muerte de Cándido Nocedal, don Carlos designa como sucesor suyo en la jefatura del partido al novelista Navarro Villoslada. Ramón Nocedal, hijo del ex-jefe, despechado por no haber recibido él el nombramiento, saca del olvido el manifiesto pronunciando por don Carlos en Morentin (Jul. de 1874) acusando al pretendiente de haber sucumbido al liberalismo. Importantes personalidades carlistas rompen entonces con el partido pasando a constituir el grupo llamado integrista. Todos los periódicos abandonan al pretendiente. "El carlismo se quedó con las masas, aunque amenguadas -dice Oyarzun- que no se dejan arrastrar por personalismos, por lo mismo que no tienen ambiciones: en cambio, buena parte de las personalidades se fueron con el integrismo, cuyo lema fue el de Dios y Patria, siéndoles indiferente la forma de gobierno". Se forma, pues, así, una élite dura y disciplinada que rechaza cualquier forma de independencia del orden civil respecto al religioso; su actitud religiosa le hará acreedora de aquel conocido remoquete de más papista que el Papa, y la política -repulsa a priori de la ideología liberal será adoptada con tal disciplina que en muchos casos la violenta intransigencia de sus sostenedores suplirá a la escasez numérica de los mismos. Despojado de estos valiosos elementos -muy importantes en el País Vasco-, desertado por los primeros nacionalistas, la vida del carlismo pierde pulso, languidece, conforme se va agotando el siglo que le vio nacer.

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1909-1931. Una nueva escisión tiene lugar en las filas del pretendiente -esta vez don Jaime- con ocasión de la Gran Guerra. Durante ésta, Vázquez Mella y la inmensa mayoría del partido toman postura por los Imperios Centrales. Al acabar la contienda don Jaime pide cuentas a los responsables de esta toma de posición produciéndose la ruptura. Separándose de los jaimistas, los mellistas adoptan el nombre de tradicionalistas. El país se dividió esta vez: "El Pensamiento Navarro" y Joaquín e Ignacio Baleztena optaron por don Jaime e hicieron bascular al 75 por 100 de Nav. al campo jaimista; el resto del país optó por Mella.

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Los carlistas en la Minoría Vasco-Navarra. Dos fueron los puntos en común que impulsaron al entendimiento y posterior coalición de jaimistas foralítas y nacionalistas vascos durante los primeros meses de la II República: sentimiento religioso y neoforalidad. Mayoritarios en el país -junto a los partidos de izquierda- era natural que aunaran sus fuerzas en el parlamento. Iniciáronse las conversaciones -secretas- en Mayo de 1931 llegándose a un acuerdo para presentar un proyecto de Estatuto de Autonomía y para constituir una base electoral común ante las elecciones para las Cortes Constituyentes del nuevo régimen. Tres conspicuos carlistas -Julián Elorza, Joaquín Beunza y Julio de Urquijo- habían tomado parte activa en la elaboración del proyecto por la Sociedad de Estudios Vascos. En el posterior Estatuto de Estella se recababa la facultad del país a establecer directamente un concordato con el Vaticano, cuestión cara a los carlistas aunque secundaria para los nacionalistas. El 10 de Jun. de 1931 las autoridades de la Comunión Tradicionalista de las cuatro provincias vascas declaraban que, aun ratificando su programa de reintegración foral plena, aprobaban el proyecto de Estatuto, siendo esta actitud duramente atacada por los integristas locales (en especial por "La Constancia", periódico de esta tendencia en San Sebastián). El 14 de Jun. la mayor parte de los ayuntamientos vascos aprobaban por mayoría el proyecto en la Asamblea de Estella. Días después (28 Jun.) jaimistas, integristas, tradicionalistas y nacionalistas constituyen en las Cortes la minoría vasconavarra que encabezada por Joaquín Beunza se responsabilizó de llevar a buen puerto al Estatuto; en el acto de despedida a los diputados (Gernika, 12 de Jul.) los carlistas prodigaron encendidos elogios a José Antonio de Aguirre, promotor del movimiento estatutista. Pero el Gobierno provisional y las Cortes Constituyentes acogieron con malos ojos las intenciones de la "minoría" llegando al extremo de suspender el 20 de Agosto la publicación de todos los periódicos vascos que siendo católicos fueran partidarios del Estatuto. Además, en la sesión de las Cortes del 25 de setiembre en la que se debatieron los artículos de la nueva Constitución referentes a las relaciones Iglesia-Estado, quedó eliminada la posibilidad de concordato estatutario prevista en Estella: el nuevo Estado quiere ser laico y no está dispuesto a admitir un "Gibraltar vaticanista" (Prieto). A partir de este momento las posturas se endurecen en torno a la cuestión religiosa y la "minoría" abandona las Cortes (15 Oct.).

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Ruptura de la minoría vasco-navarra (octubre 1931 -junio 1932). El 2 de Oct. de 1931 muere don Jaime de Borbón Parma y asume el mando del carlismo Alfonso Carlos de Borbón, anciano de 82 años hermano del ya legendario Carlos VII. Tanto nocedalistas (integristas) como mellistas (tradicionalistas) agrupan sus fuerzas a las del nuevo pretendiente llevados por una clara hostilidad a la República; se constituye así la Comunión Tradicionalista cuyos puestos superiores fueron pronto ocupados por el integrismo. Con la incorporación de estos viejos disidentes el partido recobra su fisonomía habitual; la nave carlista endereza el timón alejándose de las aguas filonacionalistas en las que navegaba últimamente. Este cambio de postura comienza a hacersevisible en las reticencias con que es acogida la elaboración de un nuevo proyecto de Estatuto por las Comisiones Gestoras de las cuatro provincias, proyecto que había de ser votado primero por municipios y luego por referendum popular antes de ser presentado en Cortes. José M.ª de Urquijo -católico independiente- desencadena en la Gaceta del Norte (8 de Dic.) una campaña feroz contra el Estatuto a la que pronto se suma El Diario de Navarra que propugna un Estatuto distinto para Nav. El 20 de Dic. las "Juntas de la Comisión Tradicionalista en las Vascongadas y Nav." insisten en su deseo de reintegración foral otorgando, sin embargo, un apoyo circunstancial a "la idea abstracta de un Estatuto Autonómico". Pero los órganos de prensa del tradicionalismo son implacables -La Constancia llegó a ofrecer 5.000 pesetas (de entonces) al que encontrara la palabra Dios en todo el texto estatutario..:-. Mientras socialistas y republicanos aprueban el nuevo proyecto, las derechas de todos los colores y latitudes políticas claman contra el que ose otorgar su sufragio a un "proyecto sacrílego"... El 19 de Jun. de 1932 se celebra en Pamplona la asamblea municipal en la que se vota el proyecto elaborado por las Comisiones Gestoras de las cuatro provincias. La libertad de voto otorgada por la Comunión Tradicionalista a sus afiliados era una inequívoca muestra de desafección y muchos de sus miembros no vacilaron en boicotear activamente la reunión. Como era de esperar tras la furiosa campaña, en Navarra acabó imponiéndose el no, desbaratando la paciente labor de meses. "(El carlismo) no se atrevió jamás con el integrismo -comenta Aguirre-. Era conocida en aquel entonces la lucha feroz que dentro de las Juntas Tradicionalistas sostenían los partidarios y los enemigos del Estatuto. Había quienes sentían al País y quienes no... La audacia del integrismo carlo-monárquico, ayudado por el calculismo de los mercaderes de la política, redujo al silencio, en el que se cobijaron desesperados, a los Elorza, Oleaga, Beunza, Oreja, Pérez Arregui y otros tantos... (Aguirre: Entre la..., p. 253, 255)". La minoría vasco-navarra estaba rota para siempre.

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Formación del requeté (1932-1933). El nuevo viraje impreso al partido por los dirigentes tradicionalistas sacó inmediatamente a relucir la vieja vena conspiradora consustancial al carlismo; elementos hostiles a la República desde su nacimiento pasaron a dominar la política del mismo imprimiéndole un sello activista y violento propicio a la revuelta. Al anticlericalismo decimonónico de las primeras Cortes republicanas respondió el carlismo con la constitución de las decurias (finales de 1931), organizaciones paramilitares que prefiguraron al moderno requeté. Muchos fueron los carlistas que, en esta tesitura, se negaron a aceptar a la República ab initio, criticando la postura de sus correligionarios de la minoría vasco-navarra, rechazando toda forma de legalidad republicana. Estos elementos, reforzados por los readmitidos integristas, son los que echaron abajo el proyecto de Estatuto ya que "como todas sus esperanzas las tenían puestas en la guerra que estaban preparando, tenían que rechazar todo aquello que significase afianzamiento de la república y, sobre todo, el uso de nuevas facultades autonómicas, que hubiera significado serias trabas para la guerra (Iturralde, t. I, p. 240-241)". No se atrevieron, sin embargo, a colaborar oficialmente en la "sanjurjada" de agosto de 1932; ahora bien, al enviar desde su destierro su adhesión al pretendiente carlista, Sanjurjo, general de estirpe carlista, "vendría a constituirse en Cabeza del Ejército Carlista que comenzaba a organizarse" (Lizarza: Memorias de la Conspiración, p. 30-31) y en vínculo de unión entre carlistas y militares antirrepublicanos, cumpliéndose así el deseo de don Alfonso Carlos de efectuar un levantamiento en estrecho contacto con el ejército: "si tuviese lugar un movimiento militar en sentido monárquico tradicionalista, tengo dispuesto que el pueblo en masa lo secundase. Pero no puedo admitir que el pueblo se levante esperando le siga el ejército, por la experiencia que tengo de nuestro levantamiento de 1872 (carta a R. Olazabal del 21 de Set. de 1932, en Iturralde, p. 118)". Para finales de 1932 el partido carlista ha recobrado su fisonomía golpista y elabora un plan subversivo concreto en colaboración con Sanjurjo (Iribarren: El general Mola, p. 75). Se reorganiza el Requeté de Nav. y Vascongadas (1933) colocándose a su cabeza a Ignacio Baleztena y se extiende la organización a diversos puntos de la geografía española bajo la dirección de Varela, jefe de los requetés de España.

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El carlismo durante el bienio negro (noviembre 1933 - febrero 1936). Contra lo que podría creerse, el triunfo de los partidos de derecha en las elecciones del 19 de Nov. de 1933 -en las que los tradicionalistas obtuvieron un número apreciable de escaños- no supuso, ni mucho menos, el fin de la conspiración antirrepublicana de los seguidores de Alfonso Carlos. Se llegó, por intermedio del Conde de Rodezno, a una estrecha relación con los grupos monárquicos alfonsinos, relación que en alguna ocasión bordeó la clara tendencia fusionista. Así fue cómo el 31 de Marzo de 1934 una comisión de fuerzas antiparlamentarias monárquicas compuesta por Antonio Goicoechea de Renovación Española -partido monárquico ultraconservador-, general Barrera por el sector monárquico del ejército, y, Rafael Olazabal y Antonio Lizarza por la Comunión Tradicionalista, se entrevistó con el mismo Mussolini en Roma. El Duce prometió a la comisión la ayuda italiana en armas y efectivo a cambio del cumplimiento de cuatro condiciones:a) Derrocamiento de la República;b) Instauración de una Monarquía Orgánica;c) Pacto de amistad con Italia;d) Denuncia del pacto franco-español existente.Las armas se introducirían por Portugal, costa levantina y sierra de Urbasa, previéndose asimismo el entrenamiento militar de oficialidad requeté en Libia y Cerdeña mediante ocultamiento de la verdadera personalidad. A comienzos del siguiente mes tiene lugar un acontecimiento de importancia en el seno del partido tradicionalista: tras la dimisión del Conde de Rodezno de la jefatura del mismo, Alfonso Carlos nombra secretario general al abogado andaluz M. Fal Conde, activo propagandista implicado en la "sanjurjada" de 1932. Con este nombramiento vetaba el pretendiente los intentos fusionistas del Conde de Rodezno, daba luz verde a la militarización del requeté abandonando la lucha electoral y abría indefinidamente el acceso a los altos cargos de la Comunión al sector integrista. Así, pues, en pleno bienio negro, de supremacía derechista, de preponderancia católica y rehabilitación del estamento militar, el partido carlista se apresta a la lucha armada mediante concentración de requetés, reparto de uniformes, instrucción militar, etc.; la revolución de Asturias (Oct. 1934), por otra parte, aumenta los efectivos de la Comunión con gentes asustadas procedentes de la derecha católica y tradicional. Es a finales de 1934 cuando comienzan las expediciones de jóvenes boinas rojas a Italia donde adquieren entrenamiento militar moderno en pleno secreto. En muchos pueblos de Navarra, preponderantemente en la zona media, se constituyen grupos de jóvenes campesinos que, entrenados por oficiales retirados y curas, reciben instrucción en lugares no siempre discretos. "No se dio publicidad a lo que se hacía -comenta Iturralde-, pero tampoco eran un secreto los ejercicios militares en pueblos como Lezaun, ni las maniobras llevadas a cabo alguna vez en las sierras de Urbasa, de Andía y de Aralar". En las demás provincias vascas, especial mente en Álava -donde funciona una Junta Carlista presidida por José Luis Oriol dependiente de Pamplona y donde los requetés alaveses suman en 1935, cerca de 1.600 voluntarios-, se imparte también activa preparación militar al voluntariado. En Febrero de 1935 se afianzan los contactos con la UME -organización de oficiales conspiradores, dos de cuyos principales personajes son los carlistas Rada y Tarduchy-. Este año se estructura definitivamente el partido carlista: se instituye (20 Dic.) un Consejo de la Comunión Tradicionalista con Esteban Bilbao, Lorenzo María Oller, Manuel Senante, Luis Hernando de Larramendi,José M.ª Lamamié de Clairac y Fal Conde y se establece una Junta Militar Suprema en San Juan de Luz constituida por el general Muslera, teniente coronel Baselga, capitán Sanjurjo, Rada, etc. a las órdenes del príncipe Javier de Parma y de Fal Conde encargándose de los enlaces con el interior el cura de Noain, Pascasio Osacar, y el de Esquiroz, Fermín Erice. A comienzos de 1936 la preparación militar se intensifica, como si se barruntaran los resultados de las elecciones de febrero.

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Mola y los carlistas (marzo - julio 1936). El Frente Popular español, desconfiando de las actividades del general Mola, lo envió a Pamplona, corazón mismo de la sedición antirrepublicana donde, como es natural, no tardó en ser contactado por los oficiales conspiradores de la plaza: Moscoso, La Lastra, Vicario, etc. Mola no se hallaba exento, al decir de su biógrafo oficial Iribarren, de una cierta desconfianza hacia los carlistas: "Hijo y nieto de quienes pelearon contra los carlistas en las guerras civiles, al cabo de cinco años se alzaría con éstos en Pamplona para salvar a España". En contacto con Sanjurjo, Goded, etc., Mola no se entrevista con Ignacio Baleztena, miembro de la Junta Navarra del requeté, hasta mayo de 1936. En esta histórica ocasión Baleztena le ofrece el concurso de 8.400 boinas rojas para el proyectado alzamiento. Esta vez la sublevación carlista ha dejado completamente de lado la cuestión dinástica, clave de los anteriores alzamientos. Se trata, en exclusiva, de un movimiento contrarrevolucionario, como bien lo corrobora, entre otros muchos documentos, el Diario del general Sanjurjo: "Consistió el acuerdo,como lo ha contado recientemente el propio Fal, en que si el Alzamiento era del Ejército, al que concurríamos con todos nuestros medios, él acudiría a donde se le llamara... Si, contra lo que vívamente se deseaba y procuraba, los mandos claves se echaban atrás, o llegado el momento fallaban, y todo en el supuesto básico de la inminencia del peligro de revolución soviética que sabíamos tan preparada, la sublevación sería sólo carlista". El 11 de Jun. se entrevistan Mola y Zamanillo, Delegado Nacional de Requetés. Las condiciones carlistas para participar en el levantamiento sorprendieron desagradablemente a Mola:1) Disolución de todos los partidos políticos incluido el carlista;2) Disolución de todos los Sindicatos;3) Proclamación de una dictadura temporal y constitución de unas Cortes orgánicas o corporativas;4) Dirección política a cargo de un Directorio compuesto de un militar y dos civiles designados previamente por Comunión Tradicionalista;5) Preparación del régimen foral;6) Bandera monárquica, o sea, bicolor.El día 15 es el propio Fal Conde el que conferencia con "El Director" en la celda del superior del monasterio de Iratxe. Las contraproposiciones de Mola -futuro parlamento elegido por sufragio universal, dictadura de carácter republicano, separación de la Iglesia y el Estado y libertad religiosa, etc-, son rechazadas por el líder carlista. A partir de este momento y hasta vísperas del levantamiento se desarrollan una serie de entrevistas entre los dirigentes carlistas y Mola que tropezando en las condiciones sine qua non de los primeros -confesionalidad, antiparlamentarismo, bandera bicolor- acaban en la ruptura de negociaciones del 9 de Julio entre Fal y Mola. Este, que no quiere hipotecar el futuro del levantamiento, escribe unas amargas palabras en las que resume su opinión sobre los carlistas: "El tradicionalismo -dice- va a contribuir con su intransigencia de modo tan eficaz como el Frente Popular al desastre español". Pero este mismo día un personaje importante surge de la sombra en la que se mantenía últimamente: Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno. Por mediación suya Mola tratará directamente con la Junta Navarra (Baleztena) llegando a un acuerdo el 12 de Julio mediante la aceptación de dos condiciones: bandera bicolor al triunfar el alzamiento y ayuntamientos carlistas para Nav. El 13 don Alfonso Carlos ordena la no colaboración con Mola. Pero, pese a ello, resultó que la base carlista estaba dispuesta a ir a la guerra con Mola, con o sin el consentimiento de los altos mandos tradicionalistas: el apoyo masivo carlista no era por (la monarquía) sino contra (la república). Una vez más el papel del clero fue fundamental. El 14, Mola acepta las directrices de Sanjurjo y las que dicte en su día como jefe espiritual del levantamiento. La máquina estaba preparada: las fuerzas del requeté reciben las últimas disposiciones.

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El 18, el Tercio de Pamplona inicia el movimiento ordenando: Mañana, día 19, a las 6 en punto de la mañana, formarán todas las unidades de este Requeté (Primero de Navarra), con uniforme completo y armamento, en la Plaza del Castillo, en frente del Cuartel. El 19 se declara, pues, el estado de guerra en Navarra acudiendo a Pamplona todos los conjurados de la provincia. El mismo día el Tercio de Vitoria se adueña de la capital de Alava. Mientras, los Tercios de la Rioja y Valdegobía toman las comunicaciones Vitoria-Logroño y Miranda de Ebro y los de Ayala y Llodio tropiezan con la resistencia del paisanaje, guardia civil y de asalto viéndose obligados a huir. Entre los días 19 y 20 los Tercios de Pamplona, Santiago y Abárzuza salen rumbo a Madrid, los de Lacar, Montejurra, Navarra, San Miguel, Nuestra Señora del Camino, Lesaca, Elizondo, Roncesvalles y partida de la Barranca son destinados a Gipuzkoa y Bizkaia que esperan dominar con facilidad y el de María de las Nieves sale rumbo a Zaragoza donde el pueblo y las fuerzas leales a la República mantienen a raya a los sublevados. En Gipuzkoa y Bizkaia el fracaso del alzamiento colocó a los carlistas locales en una difícil situación. Los vizcaínos no pudieron constituir unidades hasta lograr franquear las líneas pro y contra-republicanas (Tercio Ortiz de Zárate y de Begoña). El requeté guipuzcoano tampoco pudo tomar parte en el alzamiento ante la unánime actitud republicana de los dos bloques mayoritarios de la provincia, PNV y Frente Popular. Un grupo de comprometidos se encerró en los cuarteles de Loyola de donde logro escapar posteriormente, rompiendo el cerco, y congregándose en Leiza. En esta localidad se juntan a 93 boinas rojas procedentes de Olite, Beire y San Martín de Unx constituyendo el núcleo del Tercio de San Miguel que se dirigiría hacia Berástegui; el primero en caer es el nieto del general Sagastibeltza, héroe de la primera guerra. Otros voluntarios guipuzcoanos participan en la zona de fuego inicial, sobre todo en Oyarzun y Tolosa. En Alava siguen constituyéndose tercios: el de la Virgen Blanca y el de Nuestra Señora de Estíbaliz, mantenido el primero de guarnición en la capital y enviado a Somosierra el segundo, Tercio de Arlabán, agregado a las Brigadas Navarras, y el de Santa Gadea formado por alaveses y mirandeses. Tras la ocupación de Gipuzkoa por las fuerzas de Mola, con unos 15.000 guipuzcoanos que se inscriben en el requeté -muchos de ellos de filiación política no carlista- se organizan los Tercios de Oriamendi, Zumalacárregui, San Miguel, San Ignacio y San Marcial. El carlismo había cumplido su cometido. Un decreto del 18 de Abril de 1937 -no aceptado por Fal Conde-, ordenó la unificación de Falange y Comunión Tradicionalista.

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Datos de los Requetés

Organización militar del Requeté el año 1934 según las Ordenanzas del Coronel Varela (de mayor a menor):

  • Tercio: Equivale a un batallón y está compuesto por tres Requetés.
  • Requeté: Equivale a una Compañía. Compuesto por 3 Piquetes, 246 hombres.
  • Piquete: Equivale a una Sección. Compuesto por 70 hombres en 3 pelotones.
  • Grupo: Compuesto por 20 hombres en 3 patrullas.
  • Patrulla: Equivale a una Escuadra. Compuesta de 5 soldados llamados Boinas Rojas.

Ref. Lizarza: Memorias de la Conspiración, Pamplona, 1969, pp. 49-51.

Número de unidades (patrullas) y de Boinas Rojas existentes en Navarra en 1935 según Lizarza, Delegado de Requetés de Navarra:

Población 1930: 47.652 habitantes
Merindad de Sangüesa
Aibar7
Aoiz5
Aranguren8
Arce10
Arriasgoiti8
Cáseda2
Egüés18
Elorz11
Erro2
Eslava5
Esteribar3
Ezprogui4
Gallués8
Huarte-Pamplona10
Ibargoiti5
Izagaondoa2
Javier1
Leache3
Lerga3
Liédena6
Lizoain2
Lónguida6
Lumbier58
Monreal7
Nardués2
Navascués10
Ochagavía22
Romanzado8
Oronoz1
Sangüesa23
Rocaforte1
Unciti6
Total247 patrullas
equivalentes a 1.482 Boinas Rojas
Población 1930: 71.588 habitantes
Merindad de Estella
Abaigar8
Allín12
Amescoa Baja4
Aras3
Ayegui1
Azuelo1
Bargota4
Cirauqui3
Desojo5
Dicastillo4
Estella14
Genevilla1
Goñi18
Guesalaz10
Guirguillano3
Galbarra1
Gastiain2
Narcués2
Ulibarri2
Viloria3
Lapoblación1
Lerín11
Los Arcos6
Mañeru13
Mendaza3
Metauten1
Morentin2
Bearin1
Lezaun1
Grocin1
Murugarren2
Ugar1
Total186 patrullas
equivalentes a 1.116 Boinas Rojas
Población 1930: 120.656 habitantes
Merindad de Pamplona
Ansoain4
Anué2
Añorbe2
Araquil3
Satrústegui1
Arbizu2
Arruazu2
Ciganda2
Obanos4
Gascue2
Olave1
Olcoz1
Ilzarbe11
Olza8
Ostiz1
Pamplona18
Bacaicoa3
Garzarón2
Belascoain2
Ciriza1
Zizur7
Echauri10
Lizarraga Erg.2
Lanz2
Oricain8
Ezcurra2
Galar4
Larumbe2
Latasa2
Iza3
Juslapena4
Puente la Reina8
Saldías1
Santesteban1
Sumbillla1
Tirapu3
Ucar1
Ulzama2
Uterga2
Vidaurreta3
Villava13
Zabalza1
Zubieta1
Total215 patrullas con 1.290 Boinas Rojas
aparte 300 no encuadrados de Pamplona
Población 1930: 46.307 habitantes
Merindad de Olite
Artajona10
Barasoain10
Beire3
Berbinzana2
Caparroso2
Falces3
Funes3
Leoz11
Marcilla1
Mendigorria10
Milagro2
Miranda de Arga1
Traibuenas1
Murillo el Fruto1
Olite12
Oloriz1
Mendivil3
Orisoain2
Peralta13
Pitillas2
Pueyo1
San Martín de Unx16
Sansoain2
Santacara1
Tafalla8
Ujué3
Unzue1
Total125 patrullas con 750 Boinas Rojas
Población 1930: 59.680 habitantes
Merindad de Tudela
Ablitas2
Arguedas7
Buñuel1
Cabanillas2
Cadreita1
Carcastillo6
Fustiñana7
Mélida2
Monteagudo4
Murchante10
Ribaforada2
Tudela13
Cascante20
Cintruénigo6
Corella21
Fitero3
Fontellas3
Tulebras13
Valtierra1
Villafranca2
Total126 patrullas con 756 Boinas Rojas
Ref. Lizarza, Op. Cit., pp. 56-59.
Total en Navarra899 patrullas con 5.394 Boinas Rojas
más los 300 no encuadrados de Pamplona

Unidades de requetés vascos en la Guerra de 1936-1939.

Ref.: Redondo y Zavala: El Requeté, Barcelona, 1957, pp. 400-402.
Navarra
1.Tercio de Lacar.
2.Tercio de Navarra o de Guías de Navarra.
3.Tercio de Montejurra.
4.Tercio de San Miguel.
5.Tercio de San Fermín (ex-Elizondo).
6.Tercio de Lesaca (agregado al de San Fermín).
7.Tercio del Rey (ex-Pamplona), encuadrado en un batallón de América y luego en el Tercio de Valvanera.
8.Tercio de Santiago.
9.Tercio de Abárzuza.
10.Tercio de María de las Nieves.
11.Tercio de la Virgen del Camino.
12.Tercio de Roncesvalles (luego Mola).
13.Partida de la Barranca o de Barandalla.
14.Compañía de Navarros del Tercio de Cristo Rey.
15.Tercio Móvil.
16.Tercio de San Francisco Javier.
17.Tercio de Nuestra Señora del Puy.
18.Tercio Auxiliar (Servicios Auxiliares).
19.Columna de Orden y Policía.
20.Escoltas de Franco y generales Varela, Rada, García Valiño, Tella, Sánchez, Mola, Dávila, Millán Astray, Orgaz y Cuarteles generales de las Brigadas Navarras.
21.Unidad de Ingenieros Zapadores.
22.Radio Requeté de Campaña.
Gipuzkoa
23.Tercio de San Ignacio.
24.Tercio de Zumalacárregui.
25.Tercio de Oríamendi.
26.Tercio de San Marcial.
Alava
27.Tercio de Ntra. Sra. de Estíbaliz.
28.Tercio de la Virgen Blanca.
29.Tercio de Arlabán.
30.Tercio de Ntra. Sra. de Begoña (distinto del vizcaino).
31.Compañías de requetés de Alava.
Bizkaia
32.Tercio de Ntra. Sra. de Begoña (Vizc.).
33.Tercio de Ortíz de Zárate.
34.Tercio de Ntra. Sra. de la Antigua.

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