Sailkatu gabe

DISCURSO DE LARRAZABAL

Discurso II.
Fui yo carlista hasta los diecisiete años, porque carlista había sido mi padre, aunque un carlista que solo trabajó por el lema Religión y Fueros y a quien el dolor de la ruina de nuestras libertades lo llevó al sepulcro. Pero ya desde que había, a los quince de mi edad, estudiado Filosofía, distinguía mis ideas y decía que era carlista per accidents en cuanto que el triunfo de D. Carlos de Borbón me parecía el único medio de alcanzar los Fueros: deseaba que D. Carlos se sentara en el trono español, no como fin, sino como medio de restablecer los Fueros, que Fueros llamaba yo en aquella época a nuestras instituciones y decía de mí que era fuerista, palabra que desde entonces acá nunca me la he aplicado porque su empleo por los bizkainos es en mi concepto un manifiesto atraso. Pero el año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocí a mi Patria,y extrema gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista: yo defendía mi carlismo, per accidens. Finalmente, después de un largo debate, en el que uno y otro nos atacábamos y nos defendíamos sólo con el objeto de hallar la verdad, tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya no era España, y tanto se esforzó en demostrame que el carlismo, aun como medio para obtener no ya un aislamiento absoluto y toda ruptura de relaciones con España, sino simplemente la tradición señorial, era no sólo innecesario sino inconveniente y perjudicial, que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía más que yo la historia y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad. Aquellos de vosotros que posean la lengua patria, han podido enterarse de esta mi resurrección en la dedicatoria del libro: pero los demás ;cuán lejos estabais de saber que a vuestro lado y no en mi silla se sienta el primer factor de ese libro que tanto os ha simpatizado y de cuanto con la mente o el corazón, con la pluma o el brazo, este bizkaino que os habla, oscuro pero entusiasta, pueda producir! Pronto comencé a conocer a mi Patria en su historia y en sus leyes: pero no debe el hombre tomar una resolución grave sin antes esclarecer el asunto y convencerse de la justicia de la causa y la conveniencia de sus electos. Mas al cabo de un año de transición, disipáronse en mi inteligencia todas las sombras con que la oscurecía el desconocimiento de mi Patria, y levantando el corazón hacia Dios, de Bizkaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria, y juré (y hoy ratifico mi juramento) trabajar en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se me pusieran de frente y disponiéndome, en caso necesario, al sacrificio de todos mis afectos, desde el de familia y de la misma vida. Y el lema Jaungoikua eta Lagizarra iluminó mi mente y absorbió toda mi atención, y Jaungoikua eta Lagizarra se grabó en mi corazón para nunca más borrarse: y por guía de todos los actos de mi vida me tracé un lema particular, cuyas iniciales van al final del opúsculo que conocéis y de todos mis escritos. Tres trabajos se presentaron desde el primer día ante mis ojos: estudiar la lengua de mi Patria, que desgraciadamente me era en absoluto desconocida, su historia y sus leyes: y en segundo lugar, proporcionar a los compatriotas que no poseyeran el Euskera, por medio de la publicación de una Gramática, el medio de aprenderlo, e instruirlos, mediante algunos libros, y un periódico, en la historia y la política patrias: y como síntesis de todos estos trabajos, la extirpación del extranjerismo e implantación del patriotismo, uniendo a los hijos de Bizkaya bajo una sola bandera, la inmaculada bandera de la tradición, a fin de alcanzar la fuerza necesaria para sacudir el yugo de la esclavitud y digna y vigorosamente restaurar la Patria. La obra era magna; no sé si me sentí con fuerzas para emprenderla y llevarla a término feliz, pero no me faltó el ánimo: ni jamás me faltará, si el pueblo bizkaino aún conserva su dignidad y no ha renunciado a su perfecta regeneración. Y si repetidas veces el negro espectro de la imposibilidad del fin se ha presentado a mi imaginación y tratado de disuadirme, siempre le he recibido con estas palabras: "teóricamente no has de vencerme, lucharé contra ti mismo, y sólo te cederé el campo cuando en la práctica te vea dominado: si en este terreno me viese vencido, abandonaré mi Patria". Pero (tenedlo entendido, hijos de Bizkaya) si tan triste caso llegara, juro, al dejar el suelo patrio, dejaros también un recuerdo que jamás se borre de la memoria de los hombres. Y no atribuyáis a soberbia lo que sólo sería efecto del intenso dolor que me causaría el envilecimiento de los bizkainos y la muerte de mi Patria: yo no quiero nada para mí, todo lo quiero para Bizkaya; ahora mismo, y no una sino cien veces, daría mi cuello a la cuchilla sin pretender ni la memoria de mi nombre, si supiese que con mi muerte había de revivir mi Patria. Por ella desde hace diez años estoy trabajando: por ella dejé la carrera, pues me parecía indigno el ocupar mi poca actividad en acopiar bienes de fortuna para la familia que andando el tiempo pudiera constituir, y si hasta ahora tan poco he producido, ha sido por la negativa pasión de la pereza, que por desdicha largas temporadas me ha tenido dominado. Efecto de esa pasión es el que la impresión de la Gramática, cuyo original en su esqueleto o borrador ha muchos años estaba terminado, se suspendiera apenas comenzó, y el que la proyectada sociedad bizkaina, cuyos estatutos hace tres años fueron redactados, no se haya todavía constituído. Unos cuantos folletos y el opúsculo Bizkaya por su Independencia es cuanto mi pluma hasta el presente ha dado a la publicidad. Si han movido algún tanto los corazones bizkainos, o si, por el contrario, han sido simiente recibida por terreno estéril, vosotros debéis de saberlo, generosos compatriotas; pues que por lo dicho quedáis enterados de que la causa final de su publicación y particularmente del opúsculo es la de instruir a los bizkainos en aquella parte de la historia patria cuyo conocimiento les es necesario y despertar de esta manera en sus almas el sentimiento patrio. Aquí debiera terminar, pues queda satisfecho el propósito que al principio me formé de exponeros las causas ocasional y final de la publicación de mi libro; pero no lo haré sin antes dirigiros una advertencia y pediros dos excusas. La advertencia (y permitidme os la haga con toda llaneza) se refiere al carácter de esta reunión. La cual, iniciada por vosotros para darme una muestra de simpatía, no tiene, no puede tener un carácter nacionalista. Yo debo declarar que en manera alguna acepto vuestro obsequio en este concepto, sino como merced que me hacéis por lo que en mi libro hayáis podido hallar de vuestro agrado. La sociedad nacionalista no está aún constituida, ni podrá estarlo hasta principios del próximo año; sus estatutos están redactados, su programa político perfectamente definido, y otro día, si me lo permitís, os daré una idea de unos y otro; pero nadie es aún miembro de esa sociedad ni puede alistarse en ella hasta el día que aparezca la proclama. De consiguiente, los que, habiéndome brindado con esta cena, se encontraren aquel día con que el programa nacionalista no responde a sus deseos, no serán tachados de inconsecuentes, ni porque hayan asistido a esta reunión podrán ser inculpados por sus partidos respectivos. Y debo pediros dos cosas: es la primera, que me perdonéis el que en este desaliñado discurso haya hablado tanto de mi persona y mis cosas. Si es censurable y odioso el ocuparse en sí mismo en una simple conversación, lo es mucho más el hacerlo en público y por escrito. Pero en este caso la necesidad de hablaros de mí mismo al exponeros la causa final de mi libro, disculpa tal vez mi indiscreción y espero indulgencia de vosotros. Lo segundo que habéis de perdonarme es el que os haya dirigido la palabra en idioma extranjero, pues que el contarse entre vosotros bizkainos que desconocen el patrio, me ha obligado a ello. Y ahora, gritad conmigo: ¡Viva la independencia de Bizkaya!

Arana denuncia, entre otras cosas, la defección de las clases rectoras de Vizcaya, el enfeudamiento de sus partidos políticos y la falacia del carlismo, anunciando la creación de la "sociedad nacionalista". La reacción de los asistentes fue, según el mismo Arana, la siguiente:

"Terminado el discurso, aprobación en unos, silencio sepulcral en otros. Continuó unos minutos sin novedad la cena. De pronto, uno de los de X empieza a defender a la Euskalerria, diciendo que ésta había siempre proclamado las mismas ideas. Yo no contesté: era el convidado y limitéme a exponer el lema: no me propuse discutirlo. Pero por mí contestaron casi todos, incluso X, poniendo de vuelta y media a la tal Sociedad. Los vapores iban subiendo: los ánimos calentándose: iban a hablar las lenguas lo que sentían los corazones. Comenzó a embarullarse la cosa; en esto entran varios, a la sazón individuos significados de la Euskalerria. Uno de ellos venía beodo. Tomaron parte en la discusión. Por fin las miradas se dirigieron a nosotros: y mi hermano por su lado, y yo por el mío, tratamos de demostrarles que la Euskalerria seguía una bandera, completamente opuesta a la que yo había definido: es decir, liberal y españolista. Se explanaron ambos conceptos, y en esta discusión recuerdo que oí estas dos frases: "no hace falta proclamar el catolicismo para el pueblo vascongado, puesto que es católico", y esta otra de X(Sota): "dejémosle a Dios: que está muy alto para que se ocupe de nosotros". Ya en esto la cosa estaba que ardía. Koldobika y yo solos nos defendíamos contra todos, que eran unos doce, menos tres o cuatro amigos particulares nuestros que ni nos atacaban, ni nos defendían, pero metían el remo, no pocas veces, porque eran también liberales, menos uno que luego ingresó en el nacionalismo y fue vicepresidente del Batzoki: Llodio. Doce o catorce serían los de la mesa, más los que habían entrado, unos dieciocho. Yo le dije en resumen: proclamo el catolicismo para mi Patria, porque su tradición, su carácter político y civil, es esencialmente católico: si no lo fuera lo proclamaría también, pero si mi pueblo se resistiera, renegaría de mi raza; sin Dios no queremos nada. La discusión con X y los más gordos de sus amigos aquí terminó. Un euskalerriaco, el beodo, llegó a insultarnos, y faltó poco para que Koldobika y yo nos pegáramos con todos. Por último, nos levantamos y bajamos a Bilbao: bien convencidos X y los suyos de que intentar lo que intentaban era majar en hierro frío. Sin embargo G. su íntimo amigo, nos propuso se repitiera la cena algunas veces de ocho en ocho días y yo le contesté que era inútil, porque no nos entenderíamos, y que estas cuestiones eran muy graves para discutirlas en un chacolí: que nosotros creíamos que puesto, que ellos me habían convidado por el libro, oirían tranquilos la exposición de las ideas que en él se emiten".

Los principios de Arana habían producido, pues, una calurosa controversia que, a la larga, se saldaría por la adhesión de muchos euskalerriacos a los mismos. No hay que perder de vista que nos hallamos en 1893, año en el que se desarrolló una intensa agitación a propósito de la segunda revisión del Concierto Económico, y en Navarra miles de personas se movilizaron contra los proyectos tributarios de Gamazo conculcadores de lo establecido en 1841 , llegando a alzarse en armas, la víspera del discurso que reseñamos, el militar navarro López Zabalegui.