Udalak

Donostia / San Sebastián

La imagen actual del casco histórico corresponde a la reconstrucción emprendida tras el incendio sufrido en 1813, proceso constructivo al cual haremos mención más tarde, toda vez que se conservan en la zona algunos edificios anteriores a ese suceso. Así, la iglesia de San Vicente es una construcción iniciada en el siglo XV y finalizada en torno a 1574, asumiendo a principios de esta última centuria su ejecución los maestros canteros Miguel de Santa Celay y Juan de Urrutia, para encargarse del ábside en la última fecha señalada Martín de Aguirre y Martín de Mendiola, si bien es posible que se limitaran a una ampliación. La portada ante la puerta principal se erigió en 1619 según el proyecto de Domingo de Zaldúa, la sacristía se efectuó en 1666, reformándose entre 1973 y 1974, mientras que las torres se erigieron en 1856, en 1892 se reformaron fachadas y puertas y se construyó el baptisterio, abriéndose en torno a 1929 los cuatro rosetones.

Obra de planta aparentemente rectangular desde el exterior y ábside poligonal, sin embargo en su interior la gradación de volúmenes nos muestra que se trata en realidad de una cruz latina inscrita en un rectángulo, al tiempo que se aprecia un fuerte apego a las formas góticas, con soportes de núcleo circular y columnillas adosadas provistos de capiteles muy sencillos, además de bóvedas de crucería igualmente simples. Realización señalada es el retablo mayor. El diseño del mueble se debe a Juan de Villarreal y Altuna, veedor del Obispado de Pamplona, mientras que de su construcción se encargó Martín de Ostiza. Por lo que a la escultura se refiere, Ambrosio de Bengoechea y Juan de Iriarte son sus responsables. Ejecutado entre 1583 y 1596, hay una primera tasación de Juan de Anchieta, Lope de Larrea y fray Juan de Beauves en 1586, una segunda de Lope de Larrea, Pedro González de San Pedro y Pedro de Arbulo en 1592 y, finalmente, la de Pedro González de San Pedro y Jerónimo de Larrea y Goizueta en 1596.

La policromía se debe a Nicolás y Lorenzo de Brevilla, quienes efectúan su labor entre 1603 y 1608, actuando como tasadores Juan García de Riaño y Juan de Landa. Obra de grandes proporciones, tipológicamente es un retablo-fachada con entrecalles, constando de banco, tres cuerpos de tres calles y cuatro entrecalles y ático. Nos hallamos ante el conjunto romanista más señalado del País Vasco, algo que la presencia de los autores citados en las diferentes tasaciones viene a refrendar. En general, la labor de Iriarte se halla más cercana a los modelos de Anchieta, sin que ello suponga demérito alguno, ya que la labor de ambos escultores es de gran empaque. Pese a que el proceso polícromo corresponde a los años iniciales del siglo XVII, con la excepción de San Vicente, que muestra un recubrimiento rococó, la utilización de fuentes grabadas muestra su gran calidad, consecuencia de lo cual es un mueble de extraordinaria entidad en todos sus aspectos.

Ubicados en los laterales, el retablo del sagrario es un mueble neogótico que alberga en su banco dos paneles renacentistas de escaso interés, el retablo de las Animas es, por su parte, una realización del siglo XVIII debida a Felipe de Arizmendi, el retablo de San Eloy es una realización rococó que ha sufrido diferentes modificaciones, y el retablo de la Sagrada Familia es, por último, un mueble neoclásico. Posee, además, esta iglesia un Cristo en la Cruz atribuido a Ambrosio de Bengoechea y cuya ejecución correspondería a los años finales del siglo XVI, imagen de indudable calidad que, lógicamente, se adscribe a los presupuestos romanistas. Existen igualmente algunas imágenes de carácter procesional, caso de una Virgen de la Soledad, imagen de caballete de fines del siglo XVIII, un Ecce Homo datable en la primera mitad del siglo XIX y asignado a Arizmendi y un Cristo yacente de la segunda mitad de esa misma centuria, como exponentes más señalados.

Muy cerca de esa iglesia se sitúa el convento de San Telmo, Museo Municipal en la actualidad. El deseo de contar con una fundación dominica se remonta a la segunda década del siglo XVI, aunque su concreción se retrasaría, ante las dificultades planteadas por los clérigos de la población. De esta forma, y tras un primer apoyo de Martín Sánchez de Arayz, contador de Carlos V, quien conseguiría que la reina otorgara en 1530 una cédula real para la fundación, sería finalmente Alonso de Idiáquez y Yurramendi, secretario del Consejo de Estado del Emperador, el que lograría, tras garantizar que la capilla mayor del futuro templo fuera lugar de enterramiento del fundador, su esposa Gracia de Olazábal y sus descendientes, vencer todos los obstáculos.

Así, en 1541 se estipulan las cláusulas fundacionales, para un año más tarde presentar fray Martín de Santiago un primer proyecto -cuya planta se conserva- que no llegaría a fraguarse por sus excesivas pretensiones. La revisión de ese primer proyecto por el mismo arquitecto haría posible el inicio de las obras en 1547, asumiendo la realización material los maestros canteros Domingo de Aranzalde, Martín de Gorostiola, Domingo de Estala y Martín de Axobin. Es difícil conocer el alcance real de su participación, por cuanto su labor apenas abarca hasta 1550. De este modo, son Martín de Bulucua y Martín de Sagarzola, con la ayuda de Juan de Alzolarás, quienes entre 1551 y 1562 realmente finalizan el conjunto. Tras diferentes vicisitudes, caso de la desamortización, el ayuntamiento adquirió el edificio en 1928, decidiendo dedicarlo a Museo Municipal de Etnografía y Bellas Artes, razón por la cual el arquitecto Francisco Urcola emprendió su reacondicionamiento, proyectando una nueva fachada, con un espacio añadido que se antepone al claustro. La iglesia es de cruz latina inscrita en un rectángulo, haciendo uso el arquitecto de la proporción sesquiáltera en su disposición. En su interior podemos apreciar los murales ejecutados por José María Sert a partir de 1928, ya que los muebles litúrgicos originales habían desaparecido.

Sus desarrollos, prácticamente monócromos, hacen referencia a momentos señalados dentro de la historia de la zona. En la entrada a ese ámbito se disponen las estatuas yacentes de los fundadores, encargadas por su hijo Juan de Idiáquez, embajador en Génova, a Taddeo Carlone, quien los ejecutó entre 1577 y 1578. La zona más destacada del conjunto, arquitectónicamente hablando, la constituye el claustro, relacionado igualmente con el del convento de San Esteban de Salamanca y que actualmente cuenta con una obra de Eduardo Chillida. Provisto de seis ventanales en cada uno de sus lados en la planta baja, vanos de base rectangular y remate en medio punto con dos columnas dóricas y semicolumnas junto a las jambas -estas celosías se hallan emparentadas con la ventana trazada años atrás por Diego de Siloé para la torre de Santa María del Campo en Burgos-, las crucerías de las bóvedas son complicadas, disponiéndose en el piso superior una galería con doble número de arcos y artesonado de madera. Frente al edificio, en la plaza de Zuloaga, se halla la imagen de Ignacio Zuloaga realizada por Julio Beobide en 1938.

Del castillo de Santa Cruz de la Mota, situado sobre el Monte Urgull, quedan tan sólo algunos restos. En origen se trataba de una fortificación con forma de polígono irregular de nueve lados, situándose en su centro el "Macho", cuyo origen medieval se vería alterado por numerosas modificaciones en los siglos XVI y XVII esencialmente, zona que se conserva y en la que se aprecia la existencia de dependencias abovedadas correspondientes al siglo XIX, disponiéndose además en este ámbito la gran imagen del Sagrado Corazón de Jesús dispuesta en 1950 y debida a Federico Coullaut-Valera. Del resto de fortificaciones existentes tan sólo se conservan algunos elementos. En 1921 el ayuntamiento adquirió el monte y sus diferentes fortificaciones, derribándose en ese momento parte de las mismas y realizándose en 1963 labores de rehabilitación que tendrían continuidad a partir de la década de los noventa. En este mismo monte se halla el Homenaje a Pedro Arana, torso desnudo realizado en 1964 por Eduardo Chillida.

El convento de Santa Teresa se fundó en 1661, una vez redactadas las capitulaciones a fines del año anterior. La fundadora fue Simona de Lajust, aunque, por su expreso deseo, el patronato correspondía a la villa. En un principio ocuparían la denominada casa de Santa Ana, pero ante las condiciones inadecuadas que para la vida en clausura ofrecía, en 1666 se dio inicio a la construcción de una iglesia, claustro y otras dependencias. Con todo, las obras se realizarían en dos fases, erigiéndose la iglesia -de cruz latina- entre 1670 y 1691, mientras que entre 1703 y la tercera década del XVIII se edificarían los patios interiores, claustro y dependencias anejas.

La iglesia de Santa María se sitúa prácticamente junto al edificio anterior. Ubicada en idéntico lugar al que ocupaba un anterior templo, edificado a mediados del siglo XVI y ampliado en el último tercio del mismo, la empresa constructiva se divide en diferentes etapas. De este modo, es entre 1734 y 1740 cuando se discute la reconstrucción de la iglesia, aprovechando el edificio anterior, de modo que es José de Lizardi quien efectúa los proyectos pertinentes, acordando en 1739 la Junta de Vecinos llevar a cabo esa reedificación, para lo cual establece condiciones el mencionado arquitecto, acompañado de su hijo Pedro Ignacio. Entre 1741 y 1742 asistimos a una segunda fase, en la cual se abandona la idea de la reconstrucción y se decide acometer una nueva edificación. Tras la consultas efectuadas con José de Lizardi, su hijo Pedro Ignacio e Ignacio de Ibero, Miguel de Irazusta y Domingo de Yarza, se aceptó el diseño propuesto por Pedro Ignacio de Lizardi.

Es el mismo arquitecto el que modifica la traza en la siguiente etapa, que abarca de 1743 a 1745, una vez iniciadas las obras por su parte, junto con su padre, Martín de Sarobe y Juan Bautista de Inchaurandiaga. Sin embargo, entre 1746 y 1750 se producen algunas diferencias entre estos maestros, paralizándose la obra, razón por la cual debieron dictaminar al respecto Juan Bautista Arbaiza e Ignacio de Ibero. Finalmente, Francisco de Ibero asume la dirección de las obras, finalizadas prácticamente para 1764, aunque su inauguración oficial tendría que esperar hasta 1774. El templo posee una disposición rectangular, añadiéndosele un presbiterio semicircular y otras dependencias de carácter secundario.

Posee una planta de salón, ya que las tres naves poseen idéntica altura, con seis pilares octogonales como soportes, mientras que en los muros hallamos pilares adosados, destacando la existencia de un camarín sobre la sacristía pequeña tras el altar mayor. Al exterior, sobresale su portada principal, una fachada-retablo de planta absidial que remite a modelos retablísticos propios del periodo y que se halla decorada con elementos alusivos a la Virgen. Se corona esta fachada con dos torres gemelas de elegante porte con planta cuadrada y rematadas en cùpulas semiesféricas. En su interior, el retablo mayor y los colaterales de San Pío V y Santa Bárbara son realizaciones neoclásicas fechadas en torno a 1770-1775. Responsable de su diseño fue Diego de Villanueva, mientras que de su ejecución material se encargó Francisco de Azurmendi.

Autor de los lienzos del retablo mayor sería probablemente José de Torre, mientras que para el lienzo de San Sebastián se menciona a Luis de Boccia, aunque la pieza más señalada del mueble es la talla gótica de la Virgen del Coro. Robert Michel sería el artífice del relieve de San Pío V, siendo el de Santa Bárbara labor de su taller. El resto de imágenes insertas en los colaterales, con la excepción del relieve de San Nicolás de Bari, se ha asignado a Felipe de Arizmendi. Finalmente, el dorado de los colaterales, y probablemente también del retablo mayor, correspondió a Manuel de Alquizalete.

El conjunto es desigual, imponiéndose el desarrollo arquitectónico, especialmente destacable en el caso del retablo mayor. El retablo lateral del Consulado o de Santa Catalina lo realizó Tomás de Jauregui en torno a 1765, debiéndose la escultura del mueble a Juan Pascual de Mena, que nos ha legado un grupo de imágenes de excelente calidad. De la misma época son los retablos laterales de San Pedro y San Antonio, cuyo diseño se debería a Francisco de Azurmendi, quien plantea igualmente organismos rococó de indudable entidad complementados con un desarrollo escultórico muy apreciable. Los retablos laterales de la Soledad y Sagrado Corazón se hallan situados en el último tramo de la iglesia y fueron trazados por Ventura Rodríguez, ejecutándolos en 1766 Francisco de Azurmendi.

Además de todo lo señalado, conviene reseñar la existencia de un Cristo Crucificado -el llamado "Cristo de la paz y paciencia"- de la primera mitad del siglo XVI en la capilla existente en la nave de Santa Marta, la sillería de coro realizada por Francisco Bocente y Mendía y la labor pictórica de Eugenio de Azcue, quien entre 1850 y 1852 pintó para la sacristía mayor 14 cuadros de los Apóstoles y dos Evangelistas, para en 1861 realizar los frescos existentes en el mismo lugar. Cerca de este templo, en el puerto, destaca el Aquarium, erigido entre 1925 y 1928 según proyecto de Juan Carlos Guerra. Además, conviene citar el Monumento a Mari, realizado en 1901 por Jacinto Mateu, en el cual se incluye el busto en bronce del patrón de pesca José María Zubía fundido en los talleres Masriera de Barcelona. Recientemente, en el 2002, se ha situado en el Paseo Nuevo una escultura de Jorge Oteiza, la llamada Construcción vacía.

La destrucción de la ciudad, con la excepción de la actual calle 31 de Agosto, entonces de la Trinidad, en 1813 tendría importantes consecuencias urbanísticas y arquitectónicas para el núcleo de la población, la parte vieja tal y como popularmente se la conoce. Con la salvedad de los edificios anteriormente comentados, además de la plaza de la Trinidad, situada junto Santa María, el resto de la zona es fruto de una reconstrucción emprendida en pleno Neoclásico. Así, Pedro Manuel de Ugartemendía fue el arquitecto designado para llevar adelante el proceso.

Su proyecto de mayo de 1814 no fue desgraciadamente aceptado, pero su concepción lo hace extraordinariamente interesante -se conserva el plano-, con una plaza central octogonal a la que confluían ocho calles y provisto de otra plaza rectangular en el puerto y una semicircular frente a la iglesia de Santa María. Tras la presentación de un plan por el regidor Manuel de Gogorza, tampoco el proyecto dispuesto en 1815 por Alejo de Miranda y el propio Ugartemendía obtendría el visto bueno de los propietarios, de modo que finalmente, en 1816, se aprobaba la mera reconstrucción de lo destruido, tal y como propugnaba el regidor. A pesar de ello, conviene reseñar que Ugartemendía lograría la aprobación de una serie de ordenanzas encaminadas a homogeneizar las nuevas construcciones, otorgándoles una uniformidad que lógicamente subsiste hoy en día. La Plaza de la Constitución es, sin duda, el ámbito más señalado en esa zona reconstruida. Este espacio rectangular porticado con accesos en sus esquinas se empezó a construir en 1817, siendo Ugartemendia el responsable de la misma.

Sobre el zócalo que forman los arcos se disponen tres alturas con sus correspondientes balcones corridos, mientras que el remate se realiza por medio de un alero de madera sobre el cual se sitúan las cubiertas. Aspecto a destacar es la pervivencia de los números de los balcones, que nos recuerdan su utilización como palcos en diferentes festejos, especialmente los taurinos. Preside esta plaza, en el lado de poniente, la antigua casa consistorial, Biblioteca Municipal en la actualidad. Es un edificio neoclásico proyectado por Silvestre Pérez -se conserva el dibujo original de la fachada-, quien presentó sus planos en 1819. Con todo, y ante la falta de medios para su edificación, la Academia no los aprobaría hasta 1828, iniciándose las obras un año más tarde bajo la dirección de Ugartemendía. José de Aguirresarobe se responsabilizó de su concreción material, ocupando el Ayuntamiento el edificio en 1832, si bien es cierto que no se hallaba aún totalmente terminado.

El reconocimiento final del mismo se retrasó hasta 1837, año en el cual lo examinó Mariano José de Lascurain. Con posterioridad, sufriría diferentes reformas en su interior, encargándose de las de 1876, 1895 y 1897 el arquitecto municipal José de Goicoa. Aunque fue en 1927 cuando se decidió el traslado de la corporación a su actual ubicación, tal circunstancia no acontecería hasta 1947, fecha en la cual pasaría a desempeñar su función actual, tal y como anteriormente indicábamos. Su fachada principal se ajusta plenamente a los principios vigentes en la época, con una formulación sobria basada en un basamento con cinco arcos y dos alturas unificadas por columnas gigantes de orden dórico con un entablamento que sostiene el escudo de armas de la ciudad.

En buena lógica, tomando en consideración que la ciudad obtuvo la capitalidad de la provincia en 1854, el espacio anteriormente citado resultaba muy exiguo, razón por la cual pocos años más tarde, en 1862, se decidió derribar las murallas y convocar un concurso que regulara su expansión. Ganador del mismo sería Antonio Cortázar, con el plano denominado "porvenir", por delante de Martín Saracíbar, autor del proyecto "Valladolid". En consecuencia, y una vez aprobado el derribo de los muros en 1864, se procedería a iniciar el llamado ensanche Cortázar.

Dos son las fases de las cuales constaría, la primera entre el Boulevard y la Avenida, finalizada en 1876, modificando el proyecto original con la incorporación de una alameda, y la segunda, conocida como ensanche de Amara, que comprende la zona situada entre el puente de santa Catalina y la plaza del Centenario, alargándose esta fase hasta principios del siglo XX. En la primera de esas zonas, mejorada por el llamado "ensanche oriental" que en 1882 se inició por iniciativa privada, hallamos la actual casa consistorial, edificio destinado a casino en origen. Tras diferentes tentativas, el ayuntamiento decidió en 1877 modificar la zona, erigiendo un parque de recreo y un casino. Tres años más tarde se decidieron por el proyecto constructivo presentado por Adolfo Morales de los Ríos y Luis Aladrén, iniciándose las obras de construcción del casino en 1882.

Independientemente de reformas posteriores, se trata de una realización ecléctica, que aúna por tanto soluciones claramente diferenciadas en origen. Tras este edificio se sitúa el Club Náutico, construcción racionalista diseñada por José Manuel Aizpúrua y Joaquín Labayen en 1929, brillante realización que, basándose en la figura de un buque anclado, hacía frente a las necesidades planteadas en ese momento, al tiempo que se convertía en un símbolo de modernidad. En la plaza Cervantes, en Alderdi Eder, hallamos la obra Don Quijote y Sancho Panza, de Lorenzo Collaut-Valera, efectuada hacia 1929, mientras que frente a la calle Peñaflorida se sitúa el busto Jose María Salaverría, de José Díaz Bueno, realización de 1973. El Paseo de La Concha se efectuaría entre 1869 y 1879, según el trazado dispuesto por Antonio Cortázar y José Goicoa, mientras que de los jardines de Alderdi-Eder se responsabilizó Pierre Ducasse.

Se sitúa en ese paseo La Perla y la Caseta Real de Baños, construidos entre 1911 y 1912, siendo autor del proyecto Ramón Cortázar. El kiosko del Boulevard es una realización en estilo modernista efectuada por Ricardo Magdalena en 1907. Diseñado por Antonio de Cortázar, el mercado de la Bretxa se erigió entre 1870 y 1871, aunque cabe consignar una segunda fase dirigida por José de Goicoa en 1898. Al otro lado del ayuntamiento, al final del Boulevard por tanto, se sitúan otros dos edificios señalados.

El Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina fueron inaugurados en 1912. Autor del proyecto para el primero de ellos fue Francisco Urcola, quien lo presentó tres años antes, mientras que los planos del hotel corresponden al arquitecto francés Charles Mewes, conservándose ambos proyectos. Para el teatro se eligió el denominado neoplateresco, basado por tanto en las formas renacentistas, adoptando el edificio planta rectangular. En su fachada principal, orientada hacia el río, se sitúan, además del escudo de la ciudad y medallones con bustos del conde de Peñaflorida, Arriaga, Eslava, Gayarre, Gaztambide y Santesteban, grupos escultóricos que representan la Tragedia, la Música, la Danza y la Comedia, debidas a la labor de José Iñiguez.

En cuanto al hotel, su planta tenía forma de L en principio, pero en 1949 Manuel Urcola añadió un nuevo ala al conjunto, otorgándole su aspecto actual. Nuevamente es el eclecticismo el que domina en su concepción, si bien en esta ocasión es de carácter internacional, relacionado con hoteles italianos y franceses de la misma época. Entre ambos edificios hallamos el Monumento a Oquendo, realizado entre 1887 y 1895 por el escultor bergarés Marcial Aguirre Lazcano. A Iñigo Etxeberria se debe el busto Tomás Garbizu, de 1992. Muy cerca, en los jardines de la calle Reina Regente se encuentra La Esclava, imagen de mármol efectuada en 1862 por el escultor romano Scipiones Tadolini.

La Plaza de Gipuzkoa es un espacio urbanístico de sentido francés, un rectángulo con viviendas porticadas debidas a José Eleuterio de Escoriaza, que las proyecta en 1865, en torno a los jardines diseñados por Pierre Ducasse en 1877. El Palacio Foral es el edificio más señalado del conjunto, debiéndose el proyecto del edificio anterior al arquitecto José de Goicoa. Su aprobación por parte del ayuntamiento se produjo en 1878, aunque el inicio de las obras se demoraría un año más, finalizando su edificación en 1885.

En cualquier caso, un incendio lo destruiría ese mismo año, de modo que un año más tarde se convocó un nuevo concurso, resultando ganadores Luis Aladrén y Adolfo Morales de Los Ríos, quienes, a grandes rasgos, mantendrían las pautas marcadas anteriormente por Goicoa. Por lo que a su fachada principal se refiere, sobre una arcada hallamos columnas gigantes de orden corintio que unifican los dos pisos superiores, mientras que en el entablamento superior se disponen cinco bustos de otros tantos hombres ilustres de la provincia, Urdaneta, Elcano, Oquendo, Lezo y Legazpi. Remata este frente fundamentalmente clasicista, aunque con algunos elementos de carácter ecléctico, un frontón con un gran escudo de la provincia flanqueado por sendos tenantes. En 1914 se acometieron unas obras para la ampliación del edificio, labores que se desarrollaron bajo la dirección de Ramón Cortázar.

En su interior hallamos obras de arte de indudable interés, caso de "Los esponsales" de Francisco de Mendieta, del siglo XVI, o lienzos de Zuloaga, Uranga, Salaberria y Arteta, entre otros. Frente a este edificio se halla el Monumento a Usandizaga, sugerente composición efectuada por el escultor catalán José Llimona Bruguera en 1916. Además, en los jardines se sitúa una imagen de Ceres, realización de mármol del siglo XIX. Relativamente cerca se sitúa el puente de Santa Catalina, proyectado por Antonio Cortázar y erigido entre 1870 y 1872, para ser ensanchado en 1924 y 1978, si bien manteniendo sus características originales, basadas en unas líneas clásicas.

La Catedral del Buen Pastor se sitúa en la plaza de idéntico nombre. El autor del diseño fue Manuel Echave, iniciándose las obras en 1888 y consagrándose el templo en 1897. Erigida la nueva diócesis de San Sebastián en 1949, pasaría a tener el rango de catedral, aprovechando la ocasión para trasformar el presbiterio y suprimir el primitivo altar mayor, además de la antigua capilla de la Inmaculada, convertida en Sala Capitular, y la del Cristo, nueva sacristía, pues la anterior pasó al servicio del cabildo. Es un edificio de carácter neogótico, ligado a modelos germanos, con una torre-campanario como entrada. Tras esta construcción se sitúa el Edificio de Correos y Telégrafos, Escuela de Artes y Oficios en origen y Escuela de Comercio y Trabajo después, hasta que finalmente se le otorgó la función ya señalada. Tras un concurso, en 1906 se eligió el proyecto presentado por Domingo Agirrebengoa, si bien se le solicitaron algunas reformas que el arquitecto presentó poco después.

De planta rectangular, poseía dos patios posteriormente transformados y cuenta con una fachada con decoración neorrenacentista de signo italiano y francés. Es, por tanto, un nuevo exponente del eclecticismo vigente en la época, habiéndose señalado que se trata, en este caso, de una obra de influencia madrileña. Junto a este edificio hallamos el Centro Cultural Koldo Mitxelena, Instituto Provincial en un primer momento y Escuela de Ingenieros después, hasta que en 1993 pasó a contar con su actual función. Fue proyectado en 1898 por los arquitectos Ramón Cortázar y Luis Elizalde e inaugurado en 1900. En su fachada principal es patente que en este caso se aceptó el sentido más clasicista del eclecticismo, mientras que su interior ha sufrido, tal y como hemos indicado, importantes reformas, debiéndose sus tres puertas exteriores a Angel de la Hoz, realizaciones carentes de título pertenecientes a 1993.

Próxima se encuentra la Plaza Juan de Bilbao, construida entre 1900 y 1906, interesante por su tipología, mientras que los edificios que alberga son debidos a Pedro Arístegui. Intimamente relacionado con este último espacio está el puente de María Cristina, realizado entre 1904 y 1905 según el proyecto del arquitecto Julio Zapata y el ingeniero José Eugenio Ribera, si bien se introdujeron algunas variaciones sobre el mismo. Relacionado con el de Alejandro III de París, cuenta con cuatro obeliscos rematados en grupos escultóricos, elementos que, con el emblema de "paz y progreso" fueron diseñados por Goicoa. Autores de la escultura fueron Angel García Díez, Amadeo Iñurria y Mariano Benlliure, mientras que las cerámicas serían realizadas por Daniel Zuloaga. Al otro lado, en la calle San Martín, se sitúa el Palacio de Justicia, construido entre 1912 y 1915 según lo dispuesto por Juan José Gurruchaga. Posee planta rectangular y cuatro fachadas monumentales, con un alto basamento, un orden gigante que unifica los dos pisos y una balaustrada como remate. En su acceso principal hallamos un pórtico dispuesto en origen para la llegada de carruajes, coronándose este frente con un frontón decorado por relieves. La elección de un lenguaje clásico al exterior viene motivada por el deseo de conferirle la grandeza y dignidad propia de su función por parte del arquitecto.

Siguiendo con el primer ensanche de Amara o Amara Viejo, en donde se incluye igualmente la zona de la Plaza del Buen Pastor, perteneciente al plan de Cortázar y completada en 1890 por Goicoa, debemos destacar el Teatro Bellas Artes. Erigido en 1914 según el proyecto de Ramón Cortázar, posee planta prácticamente triangular. Se trata de un nuevo exponente del eclecticismo, sobresaliendo la gran cúpula del vértice. Muy próximo está el edificio de La Unión y el Fénix, realización de 1924 cuyo diseño se debe al arquitecto Roberto García Ochoa. En esa misma Plaza del Centenario los números 3-4 se deben a Faustino Gaiztarro Arana, quien presentó los planos en 1924, obra de carácter rústico relacionada con el estilo montañés, aunque en su alzado demuestra aspectos que se relacionan con el Renacimiento. En una segunda fase, el ensanche se extendería desde el Parque del Centenario hasta la Plaza de Pío XII, mientras que la última ampliación, relativamente reciente, llegaría hasta Anoeta.

En la plaza del Centenario encontramos una Estela de 1969 debida a Ricardo Ugarte de Zubiarrain, en el pasadizo Carlos I hay una realización de Remigio Mendiburu, de 1973, en la plaza Aita Donostia se halla la Paloma de la Paz, realizada por Néstor Basterretxea en 1993, en la plaza de los Etxeberri la colorista realización de 1991 titulada Trikitilaris debida a Tomás Hernández Mendizábal y en la plaza de Irún Puertas del pasado y del futuro, de Aitor Mendizábal, dos bloques efectuados en 1995.

El barrio de Gros enlaza con el Boulevard mediante el puente del Kursaal, también denominado de la Zurriola. Proyectado por el ingeniero J. Eugenio Ribera en 1915, las obras se iniciaron en 1917, pero su destrucción por parte del mar provocó una reforma del mismo autor. Estando ya las labores constructivas muy avanzadas, el ingeniero Víctor Arana diseñó la decoración, planteando el barandado y su elemento más característico, los obeliscos coronados por farolas esféricas que en la actualidad podemos apreciar. La inauguración del nuevo puente tuvo lugar en agosto de 1921. En la Avenida de Zurriola se ha erigido en fecha relativamente reciente el Kursaal, proyectado por Rafael Moneo, referente arquitectónico de nuestros días que viene a sustituir a un casino de principios del siglo XX derribado hace algunas décadas y que gozaba también de evidente interés. Realización destacada en este barrio es igualmente la casa de Oquendo, edificio cuadrangular de mediados del siglo XVI. Además, sobresale la iglesia de San Ignacio, diseñada por el arquitecto municipal José de Goicoa y erigida entre 1892 y 1897. Se trata de una construcción neogótica, cuya torre no se realizaría hasta 1928, destacando en su interior diferentes vidrieras y mosaicos de la casa Maumejean y esculturas de Mariano Benlliure e Isidoro Uribesalgo. En la plaza de Iztueta se sitúa el Homenaje al coreógrafo Iztueta, estructura de 1971 debida a Néstor Basterretxea.

La zona de Ulia, algo más alejada, reviste menor interés. El caserío Moneda es un edificio cuadrado en el que destaca el arco carpanel central de su fachada principal. Conviene citar, además, el Fuerte del Almirante, reducto militar del siglo XIX, y el Faro de la Plata. Poco antes de Herrera se sitúa el barrio de Intxaurrondo, en donde se desarrollaría la ciudad jardín, manteniéndose además una serie de construcciones tradicionales. Aquí encontramos Las Siluetas y Juego de Niños de Agustín Ibarrola, paneles efectuados en 1989 en el primer caso y traviesas de 1988-1989 en el segundo, el Monolito realizado por el Equipo 57 en 1990, la obra Cruceiro de Guillermo Feal Otero, quien la realizó en 1993, y Formas en crecimiento, gran columna de Koldobika Jauregi datada en 1994. Alza, por su parte, no se incluiría en el municipio hasta principios del siglo XIX.

La casa Casares es una realización del siglo XVIII, de planta cuadrada y provisto de planta baja y dos alturas, destacando la principal por su su escudo y balcón. Igualmente resaltables son la casa de Mirabelles y los caseríos Tomasenea y Berra. La iglesia de San Marcial es un templo de cruz latina diseñado en 1915 por José Gurruchaga y que sustituye al destruído en 1876. Por lo que al barrio de Egia se refiere, conviene destacar la Estación de Renfe junto a él situado, construido en 1863 por Letourneur, mientras que la marquesina planeada por Eiffel sería de 1881 y la ampliación posterior se debería a Biarez. La fábrica de la Tabacalera es un sobrio y grandioso edificio de planta rectangular erigido entre 1886 y 1913, según proyecto del ingeniero Mauro Serret. En el parque de Cristina Enea se sitúa el Homenaje a Gladys efectuado en 1979 por Xabier Laka.

Al otro lado de la ciudad, en Aiete hallamos el Palacio de Aiete, palacio de carácter francés, estilo Segundo Imperio, erigido en 1878, con dos alturas y una última amansardada. Edificado por los Duques de Bailén y utilizado en aquel periodo por la familia real para pasar el verano, es una realización provista de gran encanto, algo a lo cual contribuye el entorno diseñado por Pierre Ducasse. El caserío Katxola se fundó en el segundo cuarto del siglo XVIII. En El Antiguo sobresale el Palacio Miramar, que fue residencia de verano de la familia real española desde el año 1893 hasta 1930. Proyectado en 1888 por el arquitecto inglés Selden Wornum, fue construido entre 1889 y 1893 bajo la dirección de José de Goicoa, mientras que de los jardines se responsabilizaría nuevamente Pierre Ducasse. Relacionado con las casas de campo de estilo inglés, su privilegiada posición acrecienta el interés del conjunto. Antes de llegar a esta zona, en la avenida Tolosa destaca una obra de Andrés Nagel, que, carente de título, representa en bronce patinado un caballo de tres patas y su jinete, trabajo de 1993 que, sin embargo, no ocuparía su lugar actual hasta algo después.

El Monumento a Fleming, en el paseo de Miraconcha, es obra de Eduardo Chillida, quien lo realizó en 1991. En la plaza del frontón hallamos el Homenaje al pelotari vasco, figura con formas abstractas debida a José Alberdi Elorza y Niky, en el paseo de Pío Baroja se dispone el Monumento a Pío Baroja, realización de 1972 debida a Néstor Basterretxea, mientras que en los jardines de Ondarreta se dispone una estatua de la reina María Cristina realizada en 1942 por José Díaz Bueno y la pieza Zeharki de José Ramón Anda, que la realizó en 1983. Enorme interés posee el Peine del Viento, situado en el paseo del Tenis, obra de Eduardo Chillida y en lo arquitectónico de Luis Peña Ganchegi. Al propio escultor se debe Besarkada. Estela para Rafael Ruíz Balerdi, de 1991, ubicada en el Pico de Loro. En Igara se mantienen algunos caseríos, siendo los más señalados los de Ansotegi, Iribar, Muñozabal, realización neoclásica, y, sobre todo, Aristegieta, un palacete rococó de planta rectangular y amplio soportal en arco carpanel.

Ya en Añorga, la importancia de la Fábrica de Cementos Rezola viene avalada por la existencia de un museo sobre ese material en el mismo lugar. Además, conviene resaltar el caserío Amasorrain, cuya existencia se remonta al siglo XVI, habiendo sufrido desgraciadamente enormes desperfectos, en fecha reciente, como consecuencia de un incendio el caserío Unanue Zahar, que databa de principios del siglo XVI. Igualmente, cabe destacar el Homenaje a Antton Ayestarán, bloque rectangular realizado en 1990 por Mikel Cristti.

En Igueldo sobresale la iglesia de San Pedro, sencilla construcción de una sola nave que mantiene algunos elementos de la construcción primitiva, concretamente unas ventanas góticas. El caserío Aristegieta es una construcción del siglo XVIII en la que destaca su fachada, con un arco carpanel de acceso al zaguán y balcón volado sobre él. También se destacan los caseríos Mendizorrotz, Irigoien y Etxaluze. Dadas las características del lugar, hay dos faros, uno de ellos de fines del XVIII y el que se halla en uso de la siguiente centuria.

Perviven, además, los restos de un fuerte construido en la época de las Guerras Carlistas. Por último, en Zubieta encontramos la iglesia de Santiago, obra iniciada en el siglo XVI y que presenta una planta de cruz latina. La casa de Irigoien es un edificio de planta rectangular perteneciente al siglo XVIII, mientras que la casa solar de Aliri se reformaría a mediados del XVII, pues la construcción data de la primera mitad del siglo XVI, destacando su fachada de estructura entramada. Anterior en el tiempo es la casa de Aizpurua, de principios del XVI, edificio de planta rectangular con tejado a dos aguas y entramado de madera cubierto de ladrillo. Reseñados han sido también los caseríos Barrenetxe, Araundi, Berridi, reedificado a mediados del XVIII, y Artxabaleta.

  • Aisenson, Laura: "Plaza de la Constitución de San Sebastián, una plaza mayor", Ondare nº 14 (1995), pp. 9-38.
  • Aizpurua Sánchez, María Angeles; Roda Lamsfús, Paloma de: Guipúzcoa Monumental 1850-1950. 50 monumentos de Guipúzcoa construidos entre 1850 y 1950, El Diario Vasco, s.d.
  • Aldabaldetrecu, Roque: Casas solares de Guipúzcoa, Donostia, Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1979, pp. 233-241.
  • Arrázola Echeverría, María Asunción: Renacimiento en Guipúzcoa. I, Arquitectura, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1988 (1ª ed., 1968), pp. 87-88 y 106-114.
  • Arrázola Echeverría, María Asunción: Renacimiento en Guipúzcoa. II, Escultura, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1988 (1ª ed., 1968), pp. 188-198 y 295-296.
  • Arrázola Echeverría, María Asunción: Parroquia de San Vicente de San Sebastián, Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1975.
  • Astiazarain Achabal, María Isabel: La iglesia de Santa María de San Sebastián, Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1989.
  • Astiazarain Achabal, María Isabel: Gipuzkoako erretablistika I. Tomas de Jauregui, Donostia, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1994, pp. 115-121.
  • Astiazarain Achabal, María Isabel: "El retablo del convento de San Bartolomé", Boletín de Estudios Históricos de San Sebastián nº 28 (1994), pp. 101-131.
  • Astiazarain Achabal, María Isabel: "Proyectos utópicos y reales para la construcción de un cuartel en la ciudad de San Sebastián en el siglo XVIII", Boletín de Estudios Históricos de San Sebastián, nº 30 (1996), pp. 709-734.
  • Astiazarain Achabal, María Isabel: Gipuzkoako erretablistika II. Miguel de Irazusta, Donostia, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1997, p. 151.
  • Ayerza Elizarain, Ramón: "Los modelos del Renacimiento en la costa guipuzcoana: el caso del convento dominico de San Telmo en San Sebastián", en Revisión del arte del Renacimiento, Ondare nº 17, pp. 211-220.
  • Azcona, Tarsicio de, OFMCap.: Fundación y construcción de San Telmo de San Sebastián. Estudio y documentos, Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1972.
  • Barañano, Kosme de (director): 50 años de escultura pública en el País Vasco, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2000, pp. 57, 60, 64-65, 73-74, 76-79, 85, 87-89, 91, 105, 110-111, 113, 117-118, 125, 127, 130-132, 143, 145, 161, 163, 170, 174-175, 178, 180, 184, 188, 193, 204, 206, 211, 215, 218, 224 y 228.
  • Barrio Loza, José Angel: "Paisaje aproximado de la arquitectura renacentista en el País Vasco", en Revisión del arte del Renacimiento, Ondare nº 17, p. 49.
  • Cendoya Echániz, Ignacio: La Semana Santa en Gipuzkoa. Estudio histórico-artístico, Cuadernos de Sección, Artes plásticas y monumentales nº 13, Donostia, Eusko Ikaskuntza, 1995, pp. 65, 101, 123, 139, 181 y 191.
  • Cendoya Echániz, Ignacio: "La obra de Felipe de Arizmendi en la Basílica de Santa María de San Sebastián y los inicios de la escultura neoclásica en Gipuzkoa", en Revisión del arte neoclásico y romántico, Ondare nº 21, pp. 225-232.
  • Cendoya Echániz, Ignacio; Montero Estebas, Pedro María: "Donostia-San Sebastián. Conjunto de Santa María = Andre Mariaren multzoa", en Echeverría Goñi, Pedro Luis (coord.): Erretaulak = Retablos, Bilbao, Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, 2001, vol. II, pp. 925-931.
  • Echeverría Goñi, Pedro Luis: Contribución del País Vasco a las artes pictóricas del Renacimiento. La pinceladura norteña, Donostia, 1999, pp. 89-91.
  • Fernández Antuña, César M.: "Restos medievales en la parte vieja de Donostia-San Sebastián", en Revisión del arte medieval en Euskal Herria, Ondare nº 15, pp. 219-227.
  • Fernández Antuña, César M.: "Sobre algunos palacios renacentistas donostiarras", en Revisión del arte del Renacimiento, Ondare nº 17, pp. 249-254.
  • Fernández Antuña, César M.; Echevarría, Ana: "Arquitectura pública en San Sebastián: las antiguas carnicería y pescadería", en Revisión del arte del Renacimiento, Ondare nº 17, pp. 255-262.
  • Grandio, Yazmina: Urbanismo y arquitectura ecléctica en San Sebastián 1890-1910, Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1987.
  • Herreras Moratinos, Beatriz: Altza. Historia y Patrimonio, Donostia, Altzako Historia Mintegia eta Donostiako Kultur Udal Patronatoa, 2001.
  • Kortadi, Edorta; Lasarte, Rosi: Gipuzkoako Foru Aldundiaren jauregia 1883-1983, Donostia, s.d.Lasa, J. Ignacio, OFM: Los Franciscanos en San Sebastián (1512-1606), Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1982.
  • Lekuona, Manuel de: "El arte medieval en el País Vasco", en Cultura vasca II, Donostia, Erein, 1978, pp. 245-246.
  • Linazasoro, Iñaki; Arrondo, Ernesto: La actualidad de la casa blasonada en el País Vasco. Partidos judiciales de Azpeitia y San Sebastián, Bilbao, Laiz, 1982, pp. 395-431.
  • Linazasoro, José Ignacio: "Arkitektura ilustratua Gipuzkoan = La arquitectura ilustrada en Guipúzcoa", en Arkitektura neoklasikoa Euskal Herrian = Arquitectura neoclásica en el País Vasco, Bilbo, Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno Vasco, 1990, pp. 124-132.
  • López Torrijos, Rosa: "Obras de los Carlone en España", Goya (1980), nº 158, pp. 80-85.
  • Martín Ramos, Angel: "Labor de arquitectos y maestros de obras en los inicios del ensanche donostiarra", en Revisión del Arte Neoclásico y Romántico, Ondare nº 21, pp. 345-360.
  • Montero Estebas, Pedro María; Cendoya Echániz, Ignacio: "Donostia-San Sebastián. Retablo mayor de San Vicente = San Bizenteren erretaula nagusia", en Echeverría Goñi, Pedro Luis (coord.): Erretaulak = Retablos, Bilbao, Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, 2001, vol. II, pp. 695-703.
  • Murugarren, Luis: Catedral de El Buen Pastor. San Sebastián, Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1975.
  • Ordóñez Vicente, María: "Una aproximación al estudio de la arquitectura regionalista en Guipúzcoa", Ondare nº 18 (1999), pp. 183-242.
  • Ordóñez Vicente, María: "Obras de Ramón Cortázar. Tres teatros para San Sebastián", Ondare nº 20 (2001), pp. 111-159. Ordóñez Vicente, María: "El romanticismo funerario en Polloe (San Sebastián)", en Revisión del Arte Neoclásico y Romántico, Ondare nº 21, pp. 399-413.
  • Peñalba Otaduy, Mauro: "Monumentos y esculturas en vía pública. Donostia-San Sebastián", en Revisión del Arte Neoclásico y Romántico, Ondare nº 21, pp. 427-434.
  • Rodríguez-San Pedro Bezares, Luis Enrique: Sensibilidades religiosas del Barroco: Carmelitas Descalzas en San Sebastián, Donostia, Kutxa, 1990.
  • Rodríguez Sorondo, María del Carmen: Arquitectura pública en la ciudad de San Sebastián (1813-1922), Donostia, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1985.Sáez, Juan Antonio: Gotorlekuak Gipuzkoan XVI-XIX. mendeak, Donostia, Diputación Foral de Gipuzkoa, 2002, pp. 16-21 y 28-33.
  • Santana, Alberto; Larrañaga, Juan Angel; Loinaz, José Luis; Zulueta, Alberto: Euskal Herriko baserriaren arkitektura = La arquitectura del caserío de Euskal Herria, Vitoria-Gasteiz, Departamento de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente, 2001, vol. II, pp. 30-35, 68-73, 112-115, 296-301 y 370-375.
  • Ugalde Gorostiza, Ana Isabel: "Santiagores ikonografia Gipuzkoan", Artes Plásticas y Monumentales 12 (1994), pp. 50-51.
  • Urteaga Artigas, María Mercedes: Guía histórico monumental de Gipuzkoa, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1992, pp. 114-125.
  • VVAA: Monumentos Nacionales de Euskadi. Guipúzcoa, Bilbao, Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, 1985, pp. 91-180.VVAA: Arte y artistas vascos en los años 30 = 30 urtearen hamarkadako euskal artea eta artistak, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1986, pp. 14-19 y 32-33.