Udalak

ANTZUOLA

El desarrollo constructivo de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Piedad, una vez más uno de los edificios más señalados del casco histórico, es largo y un tanto conflictivo. Con inicio en 1525, sabemos de la participación, entre otros, de Juan Martínez de Aguirre, responsable del proyecto de ampliación en el siglo XVII, o de Juan de Aranceta a principios de la centuria siguiente, época en la cual se efectuarían las bóvedas. Con posterioridad, en 1755, Martín de Carrera otorgaba un informe sobre el estado de la iglesia, señalando la necesidad de erigir un nuevo retablo mayor, además de proponer la cubrición del pavimento con losas de piedra labrada y señalar la necesidad de finalizar la fachada del coro, escalera y su bóveda y reacondicionar en altura la sacristía, al tiempo que otorgaba un proyecto para la torre. En cualquier caso, las propuestas del célebre arquitecto no tendrían efecto inmediato, sin que sus proyectos llegaran a utilizarse. Así, el pórtico se realizaría a finales de ese siglo y la torre en fecha mucho más avanzada, en 1866. Con planta de cruz latina y torre a sus pies, es un claro exponente del prototipo religioso más extendido en el siglo XVII. En su interior conviene destacar el retablo mayor, realización neoclásica de calidad que se efectuaría en 1791.

La casa consistorial, situada enfrente de la parroquial, se erigió siguiendo un proyecto iniciado el año 1743 por Miguel de Salezan. El hecho de que en 1745 Martín de Artola se comprometiera a efectuar el escudo de armas para su fachada indica que las obras debían hallarse muy adelantadas para esa fecha, pudiendo leerse en un medallón situado bajo el escudo la fecha 1747, que vendría a coincidir con el final de las mismas.

Se trata de una construcción de planta rectangular y tres alturas, con su fachada de piedra de sillería provista de cinco vanos por planta, abriéndose tres arcos de medio punto rebajados en su acceso, por cuanto los laterales se hallan prácticamente cegados, apreciándose en ellos sendos vanos que iluminan las pequeñas dependencias dispuestas tras ellos. Adusto en su visión exterior, con la salvedad del eje central, es realización de empaque, destacando el hecho de haber sido realizado a partir de la transformación de un hospital para pobres y de haberse concebido en principio para albergar ambas instituciones, tal y como demuestran los planos originales conservados.

Por último, y por lo que al casco histórico se refiere, conviene citar algunas casas situadas en la calle Kalegoien y, sobre todo, la ermita de la Antigua, con una portada y una Andra Mari en su interior de estilo góticos.

En el barrio de Uzarraga, núcleo originario de la población, se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, cuya labor de cantería había tasado en 1741 José de Lizardi y para la cual en 1755 Martín de Carrera otorgaba igualmente su informe, tal y como había hecho con la parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. Sin embargo, el actual edificio sería el fruto de una reedificación de hacia 1903, no obstante lo cual mantiene su importancia histórica en el seno de la villa. Además, en su interior albergaba un retablo, cuya escultura -sendos relieves de los evangelistas, la imagen de San Juan Bautista y los relieves del Bautismo del Señor y la Degollación del Bautista cuando menos- se debería a Jerónimo de Larrea. También puede citarse el caserío Azkarate, que conserva en una de sus fachadas un arco apuntado.

Por último, en el barrio de Lizarraga debemos recordar la ermita de San Marcial, construcción muy modesta, y Ugarte Torre, casa torre bajomedieval que ha sufrido enormes variaciones, pero que aún mantiene su escudo, mientras que en Basalde hallamos el caserío Amilleta, reconstruido en el siglo XVIII, si bien en el XX se le añadiría su cuerpo trasero, destacando su fachada principal, de disposición simétrica y con acceso a través de un doble arco de medio punto que, sin embargo, no genera en este caso un soportal.

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Ignacio CENDOYA ECHANIZ