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ARRASATE/MONDRAGÓN

Batalla de Mondragón. Según Lope García de Salazar refiere en sus Bienandanzas, Gómez González de Butrón y los suyos habían sido llamados por los Guaraya, del valle de Aramayona, para recobrar lo que los Abendaño y gamboínos les habían quitado. Según Garibay, en su Memorial, Pero Fernández de Velasco, conde de Haro, y Pedro Vélez de Guevara, señor de Oñate, de Léniz y de Salinas, habían establecido treguas por mediación del rey. El señor de Oñate, con mil quinientos hombres de armas y contando con la protección gamboína, entró en Mondragón en 1448 con ánimo de apoderarse de ella. El jefe de los oñacinos de Vizcaya, Gómez González de Butrón, acudió a socorrer a los suyos con más de seiscientos hombres. Entró en Mondragón el día 11 de julio tras una reñida contienda. Ante este hecho, llegaron en ayuda del señor de Oñate, Pedro de Abendaño, cabeza de los gamboínos de Vizcaya; Martín Ruiz de Olaso, señor de esta casa guipuzcoana; Martín Ruiz de Arteaga, señor de la de Arteaga, en Gauteguiz, Vizcaya; Ladrón de Balda, Juan Ortíz de Zarauz; el primogénito de la casa de Achaga; Rodrigo de San Millán y Rodrigo de Balza, señores de las casas de su apellido; Rodrigo de Albiz y Gonzalo de Arancibia, de las suyas de Vizcaya. Estos señores capitaneaban más de dos mil hombres. La audacia de Gómez González de Butrón suplió su inferioridad numérica logrando apoderarse de la villa. Los gamboínos, superiores en número, deseaban una batalla en campo abierto. Para obligar al de Butrón a salir de Mondragón, le pegaron fuego por los cuatro costados. Los ejecutores fueron Martín Ochoa de Araoz, Ochote de Achaga, Juan de Vergara y Juan Ortiz de Elejalde. Ante la magnitud del incendio, Gómez González de Butrón se vio obligado a salir de Mondragón para dirigirse a Vergara ya que los gamboínos habían ocupado los pasos que llevaban a Aramayona. Butrón habían mandado por delante a Lope de Unzueta, señor de esta casa, con cuatrocientos hombres. Los gamboínos emboscados le dejaron pasar. Al llegar el jefe oñacino Gómez González de Butrón con el resto de sus fuerzas, le atacaron por todas partes, sucumbiendo él, su hijo Juan González; Persebal de Mújica, hijo de Juan Alonso de Mújica, señor de Mújica y Aramayona; Sancho López de Ugarte, hijo de Gonzalo de Ugarte, señor de la casa en Ugarte de Mújica, Vizcaya. Gran número de oñacinos perdieron la vida. Cayeron prisioneros personas de importancia como Lope de Gabicia, Juan Sánchez de Lariz, Martín Ruiz de Olaso, yerno de Butrón, y Martín Urquiza. El incendio de Mondragón fue total y se quemó también la iglesia «con sus órganos, campanas, relox y retablos y ornamentos» según dice Garibay en sus Memorias. Los vecinos trataron de salvar parte de sus bienes, Pero el conde de Oñate con su gente entró a saco. La hacienda que había escapado al fuego fue saqueada por los vencedores. Según Garibay, la muerte de Gómez González de Butrón ocurrió el 13 de julio, otros aseveran que el día siguiente, día 14. El rey Juan II, al enterarse de lo sucedido, encomendó al caballero Diego López Portocarrero y al bachiller Pero González de Carabeo al examen y proceder de estos hechos. Después, a su merino en Guipúzcoa, Pero López de Ayala, y al licenciado Rodríguez de Vera, oidor de la Audiencia Real y su juez ejecutor en Vizcaya, para que ultimasen la causa y aplicaran los castigos que resultaran. Se dictó sentencia en Tolosa, ejerciendo el cargo de promotor fiscal don Juan de Arrieta, vecino de Arciniega. Fue el día 18 de diciembre de 1448. Se señalaron las siguientes penas: Pena de muerte: Pero Vélez de Guevara, señor de Oñate, y todos los señores de las casas de linaje que se han citado como concurrentes a este movimiento, «empozados en agua con sendos pesos a los cuellos». Todos los demás hidalgos que los acompañaron a la pena de horca. El resto de los inculpados, que no eran de esta cualidad, a la pérdida de la mitad de sus bienes y de sus oficios. Se declaró también que quedaban por enemigos de Gómez González de Butrón y de los otros parientes que con él murieron. Los hijos de éstos y los de su familia, hasta el cuarto grado, los podían matar sin pena alguna. A los vecinos de Mondragón Lope Fernández de Osinaga, Martín López de Olabarrieta, Rodrigo de Avendaño, Juan Martínez de Artazubiaga y Martín Ochoa de Cilaurren, que fueron los que acordaron con Pero Vélez de Guevara, señor de Oñate, el prender fuego a la villa, fueron condenados a ser quemados vivos. Una larga relación de vecinos de Mondragón a ser empozados. Un numeroso grupo de vecinos de Oñate fue también condenado a muerte por empozamiento. Entre ellos Martín Ochoa de Araoz, Sancho García de Garibay, señor de la casa de Garibay. Según Garibay, pasaron de trescientas personas las condenadas en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya a esta pena. Las sentencias no se ejecutaron por diversos motivos y por la intervención de personas ante el rey Enrique IV. Pero Vélez de Guevara dio a la villa de Mondragón, en compensación, ciertos montes en propiedad perpetua. No fue sólo el conde de Oñate -dice Gorosábel- quien tuvo que pagar los daños de la quema de Mondragón, sino también algunos caballeros que tomaron parte en este suceso. Consta, en efecto, que sobre el particular el ayuntamiento, vecinos y moradores de Mondragón otorgaron en 28 de noviembre de 1451 con Juan Pérez de Loyola la competente escritura de concordia. Por ella los primeros libraron al segundo, y a los de Azpeitia y Régil que con currieron con él a la quema, de la responsabilidad de las muertes, robos y daños ocurridos en tal ocasión, mediante treinta y cinco mil maravedís de cada dos blancas viejas, que entregaron en el acto. En esta escritura se reservó su derecho a salvo a la iglesia de San Juan Bautista de Mondragón, para que usase del que le conviniese, mediante no ser parte en el otorgamiento de ella, seguramente por algunos daños que tuvo en aquella ocasión. Pedro Vélez de Guevara, principal causante de la quema de esta villa, tuvo que andar preso en la corte por tiempo hasta que con licencia del rey celebró una concordia con la misma. Este arreglo se hizo por medio de una escritura otorgada en Arechavaleta a 1.° de mayo de 1461 entre Iñigo de Guevara, conde de Oñate, por sí y en nombre del valle de Léniz, villa de Salinas y hermandades de Eguilaz y Gamboa, de la una parte, el ayuntamiento y vecinos de Mondragón, de la otra. Por su virtud se perdonaron recíprocamente por las muertes, heridas, quemas, talas de campos y árboles, y demás males, injurias y daños causados unos a otros en la ocasión de la quema de esta villa; para cuya indemnización ofreció el conde pagar trescientos mil maravedís de la moneda corriente en Castilla. Presentada después esta escritura al rey Enrique IV, la confirmó en Segovia a 22 de noviembre de 1470.