Udalak

Bilbao 1900-1931

El esfuerzo de unos pocos -que recurren para obtener resultados al mecenazgo de los "nuevos ricos" crecidos en el último cuarto del siglo XIX -por que la riqueza cultural y artística de Bilbao no quedase muy a la zaga de la económica rinde sus primeros frutos en torno al cambio del siglo: son significativas, en este sentido, la creación de la segunda y definitiva Sociedad Filarmónica de Bilbao (1896) y de los Museos de Bellas Artes y Arqueológico y Etnográfico (1908): en la medida en que son los primeros pasos importantes en la creación de asociaciones privadas -como es el primer caso- o de instituciones públicas -caso segundo- de vida estable que comienzan a conformar una estructura que permita una vida artística de altura en la Villa. Pero no son sino primeros pasos y, a comienzos de siglo, puede decirse que, en este terreno, estaba casi todo por hacer.

En 1900 la importancia de la Iglesia Católica seguía siendo grande en la Villa, pero su posición no era ya hegemónica. El sistema de la Restauración garantizaba la confesionalidad del Estado, pero también la tolerancia religiosa. La diócesis de Vitoria era una de las más potentes del país -y hacía de la capital alavesa una ciudad "levítica"-, pero Bilbao no era sino la cabeza de uno de los arciprestazgos de la diócesis y a comienzos de siglo la Villa sólo contaba con cinco parroquias. Ciertamente, estaban muy presentes en ella las más diversas congregaciones religiosas, que dirigían o servían en establecimientos de enseñanza y formación profesional, hospitalarios y asistenciales; y de la imagen de la Villa también formaba parte el dominio de esas órdenes religiosas sobre la sociedad. Pero nadie discutía el derecho a practicar su religión de la influyente minoría inglesa, la predicación del protestantismo, y la instalación de logias masónicas, aunque su influencia fuera mínima. Estaba, por otra parte, la -para los católicos- lacerante realidad de que la mayor parte de las masas obreras inmigrantes habían roto todo contacto con la Iglesia y participaban del anticlericalismo y del ateísmo práctico de sus líderes políticos, sindicales e intelectuales. Ya no estábamos en los tiempos del liberalismo anticarlista de los bilbaínos, del liberalismo "sin color ni grito", perfectamente compatible con los sentimientos y las prácticas religiosas de la inmensa mayoría de los bilbaínos de 1874.