Udalak

Zugarramurdi

El 12 de enero de 1609 la Inquisición de Logroño recibe la denuncia de diversas concentraciones de brujos y brujas acaecidas en Zugarramurdi. El 13 del siguiente mes los inquisidores Becerra Holguin y Valle Alvarado remiten el proceso de seis encartados al Consejo General de la Inquisición sito en Madrid. Los principales instigadores del asunto fueron, al parecer, el vicario de Bera, Hualde, y el señor de Alzate, Tristán de Urtubia, que residía en su castillo laburdino de Urrugne y que fue el que provocó la llegada a Laburdi del temible De Lancre. El inquisidor Alvarado pasó varios meses en Zugarramurdi y el resultado de su encuesta fue que cerca de 300 personas estaban complicadas en las prácticas brujeriles, de las que llevó 40 a Logroño en el año 1610 para ser juzgadas por la Inquisición. Entre los encartados figuraban: Graciana de Barrenechea, reina del akelarre; Miguel de Goiburu, marido de la anterior y rey de lo brujos; Martín Bizcar, alcalde del akelarre; Joanes de Etxalar, ejecutor de las penas que dictaba el demonio; María de Zozaya; María Chipía y otras personas. Los acusados encontraron un magnífico defensor en el Inquisidor Alonso de Salazar y Frías. El auto de fe en Logroño duró dos días. El 7 y el 8 de noviembre de 1610 los brujos oyeron sus sentencias. 18 de ellos fueron reconciliados después de confesar sus culpas y pedir perdón con lágrimas en los ojos. Siete personas no se retractaron y murieron en la hoguera. Otras cinco personas, entre ellas María de Zozaya, murieron en la cárcel y fueron quemadas en efigie. El inquisidor Salazar efectuó a continuación una encuesta entre 1.384 niños y 420 personas mayores, poniendo por sus conclusiones en evidencia a los demás inquisidores que promulgaron una tan cruenta sentencia. En su viaje por las montañas navarras efectuado en 1611-1612 demostró por medio de verificación personal la falsedad de la aseveración de dos niñas que afirmaban haber estado en un akelarre en el famoso campo de Berroskoberro. (Véase Brujería). Un libro con el relato del Auto de Fé fue impreso en Burgos en 1611 por Juan Baptista Varesio:

Relación summaria del auto de la fe que los señores doctor Alonso Bezerra Holguin, del abito de Alcantara, licenciado loan de Valle Aluarado, licenciado Alonso de Sala car Frias, inquisidores apostolicos en el reyno de Nauarra y su destricto, celebraron en la ciudad de Logroño, en siete y ocho dias del mes de nouiembre, de mil seysientos y diez años / recoxida y ordenada por el maestro Luis de Fonseca... a ocho de enero de mil y seyscientos y once años.

En 2005 la Universidad Pública de Navarra lo digitalizó. Existe una relación del Auto de fe de 1610, impresa en Logroño en 1611 por Juan de Mongaston. Fue reeditada a principios del siglo XIX, con notas, por Leandro Fernández de Moratín, con un párrafo mutilado a causa de la censura de la época. Transcribimos a continuación el Auto completo, restituyendo la totalidad del párrafo suprimido (Ref. Biblioteca Gonzalo de Berceo, Catálogo en línea, y Julio Caro Baroja, Estudios vascos y Brujería vasca):

AUTO DE FE CELEBRADO EN LA CIUDAD DE LOGROÑO en los días 7 y 8 de noviembre de 1610

Relación de las personas que salieron al Auto de la Fee que los señores Doctor Alonso Bezerra Holguín, del ábito de Alcántara, licenciado Juan de Valle de Alvarado, licenciado Alonso de Salazar Frias, inquisidores apostólicos del Reyno de Navarra, y su distrito, celebraron en la ciudad de Logroño, en 7 y en 8 dias del mes de noviembre de 1610 años, Y de las cosas y delitos por que fueron castigados.

Aprobación

Por comision del señor doctor Vergara de Pones, chantre y catedrático de la colegial de la ciudad de Logroño, vicario por el señor obispo de Calahorra: yo fray Gaspar de Palencia, guardián del convento de San Francisco de la dicha ciudad de Logroño, y consultor del santo Oficio, ví y examiné una relacion de los procesos y sentencias que se relataron en el Auto que celebraron los señores inquisidores en la dicha ciudad en 7 y 8 dias del mes de noviembre de 1610 años y hallo ser toda muy conforme á lo que se relató en dicho Auto y ninguna cosa de la dicha sumaria relacion es contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres cristianas antes muy verdadera, y necesario que venga á noticia de todos los fieles para desengaño de los engaños de Satanás. Fecha en San Francisco de Logroño en 6 de enero de 1611. Fray Gaspar de Palencia.

Licencia

Nos el doctor Vergara de Pones, chantre y canónigo de la colegial de Nuestra Señora de la Redonda de esta ciudad de Logroño, y vicario en todo este arciprestazgo de la dicha ciudad por don Pedro Manso, obispo de Calahorra y la Calzada, del consejo del rey nuestro señor etc. Por las presentes y su tenor damos licencia á Juan de Mongaston, impresor, vecino de esta dicha ciudad, para que pueda imprimir esta sumaria relacion del Auto de Fe que se ha celebrado en esta dicha ciudad en 7 y 8 dias del mes de noviembre del año de 1610, sin incurrir en pena ni censura alguna; atento á no haber en ella cosa contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres.

Dada en Logroño, á 7 de enero de 1611 años. El doctor Vergara de Porres. Por su mandato, Cristóbal de Enciso, notario.

Juan de Mongaston, impresor, al lector

Esta relacion ha llegado á mis manos, y por ser tan sustancial, y que en breves razones comprende con gran verdad y puntualidad, los puntos y cosas mas esenciales que se refirieron, en las sentencias de los reconciliados y condenados por la demoniaca secta de los brujos, he querido imprimirla para que todos en general, y en particular, puedan tener noticia de las grandes maldades que se cometen en ella. Y les sirva de advertencia para el cuidado con que todo cristiano ha de velar sobre su casa y familia.

Impresa con licencia en la muy noble y muy leal ciudad de Logroño. En este año de 1611 años.

AUTO

Este Auto de la Fe es de las cosas mas notables que se han visto en muchos años, porque á él concurrió gran multitud de gente de todas partes de España y de otros reinos; y sábado 6 dias del mes de noviembre se comenzó el Auto con una muy lucida y devotísima procesion, en que iban, lo primero, siguiendo un rico pendon de la cofradía del santo Oficio, hasta mil familiares, comisarios y notarios de él, muy lucidos y bien puestos, todos con sus pendientes de oro y cruces en los pechos. Después iba gran multitud de religiosos de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco, la Merced, la Santísima Trinidad y la Compañía de Jesus, de los cuales hay conventos en la dicha ciudad; y para ver el dicho Auto, de todos los monasterios de la comarca había acudido tanta multitud de religiosos, que vino á ser tan célebre y devota esta procesion como jamás se ha visto. Al cabo de ella iba la Santa Cruz verde, insignia de la Inquisicion, que la llevaba en hombros el guardián de San Francisco, que es calificador del santo Oficio, y delante iba la música de cantores y ministriles, y cerraban la procesion dos dignidades de la Iglesia colegial y el alguacil del santo Oficio con su vara, y otros comisarios y personas graves, ministros del santo Oficio, que todos en muy buen órden llevaron á plantar la Santa Cruz en lo mas alto de un gran cadalso de ochenta y cuatro piés en largo y otros tantos en ancho, que estaba prevenido para el Auto, y con vistosos faroles y familiares de guarda estuvo toda la noche, hasta que el dia siguiente, luego que amaneció, salieron de la Inquisición. Lo primero, cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: Veinte y un hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinto y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas á la garganta, con lo cual se significa que habian de ser azotados. Luego se seguian otras veinte y una personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunos sogas á la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos de relajados, y otros cinco ataudes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas, y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisicion, con tan buen órden y lucidos trajes los de los penitentes, que era cosa muy de ver. Tras ellos iba, entre cuatro secretarios de la Inquisicion en muy lucidos caballos, una acémila, que en un cofre guarnecido de terciopelo llevaba las sentencias; y en lo último iban á caballo los señores inquisidores doctor Alonso Becerra Holguin, licenciado Juan de Valle Alvarado, y licenciado Alonso Salazar y Frias, llevando en medio al mas antiguo, acompañados del estado eclesiástico al lado derecho, y de la justicia y regimiento al lado izquierdo, y un poco delante iba en medio de la procesion el doctor Isidoro de San Vicente con el estandarte de la Fe, puestos en muy buen orden, que representaba todo grande autoridad y gravedad.

Texto completo del Auto

Transcripciones de diversos documentos relacionados con el Auto de Logroño

Documento 1

Documento 1

Maria de Yriarte, de hedad de 40 años, n.° 6, fol. 36-37, dize que para hazer las ponzoñas, lo mas ordinario se juntauan en diferentes casas los bruxos mayores, que tiene esta preeminencia, unas bezes en unas y otras en otras, segun la comodidad que tenian para poder hazer] con mayor secreto. Y que esta y Graziana, su madre, y Estevanya, su hermana, y Joanes de Goyburu, su marido, y Miguel de Goyburu, su padre, suegro de la dicha su hermana, y Joanes de Sansin, su sobrino, que todos contestan con esta, unas bezes de din y otras de noche, se juntauan en una de las casas de los dichos. Y que en casa de Graçiana, su madre, se juntauan pocas bezes, porque como su padre y una hermana y cuñado, y otros hijos suyos que bibian en ella, no eran bruxos, no aula comodidad para se poder hazer los dichos unguentos. Y quando algunas pocas bezes alli se hazian, aguardauan que todos los que no eran bruxos estubiesen fuera de casa. Y lo mas hordinario, se hazian en casa de Esteuania, hermana desta, porque como ella y su marido eran bruxos, no auia estorbo ninguno. Y aquel dia, antes de se juntar, se auian ydo a los campos y montes a buscar los sapos y las demas sabandijas ponzoñosas de que se hazian los dichos unguentos. Y tambien se prevenian y lleuauan de los aquelarres sesos de niños y huesos, y las demas cosas que eran neçesarias. Y como tenian hecha la dicha preuencion y señalada la ora y casa, se juntauan con puntualidad el demonio y sus criados y los bruxos. Y estando todos juntos y hauiendo cerrado las puertas por dentro en la cozina, el demonio ordenaua lo que se auia de hazer. Y lo primero desollauan los sapos y sabandijas y lo hazian pedaços; y echauan en una olla y lo rebolbian, estando a la lumbre dicha. Declara la forma como lo hazian y que tardaban como dos o tres oras en hazerlo. Y que pocas vezes aciertan a yr personas de fuera a la dicha casa, porque procuran hazer los dichos unguentos en tiempos escusados y guando la gente esta ocupada en sus labores o de noche guando cada uno esta en su casa. Y quando açiertan a llamar a la dicha casa algunas personas que no son bruxas, la corresponden y despiden desde las bentanas. (Del manuscrito Inquisición de Navarra. Cuaderno de actos comprobados de bruxos, fechable en 1613). Ref. Florencio Idoate, Un documento de la inquisición sobre brujería en Navarra.

Documento 2

Documento 2

Graziana de Barrenechea, madre de la preçedente y Reyna del aquelarre, de hedad de 80 años, n.° 7, fol. 76, dize que muchas bezes el demonio y bruxos hazen los unguentos y ponzoñas fuera del aquelarre, en casas particulares, preueniendo las sabandijas y los demas materiales de que se hazian, que todo lo nombra y declara, y las ollas y basijas para ello. Y hauiendo señalado la ora, que por la mayor parte era dia, a la que les parecia mas acomodada de la mañana o a medio dia, guando la gente andaua en el campo, y otras bezes los hazian de noche. Y hordinariamente se hazian en casa de Estebanya de Yriarte, hija desta, porque como ella y su marido eran bruxos, no thenian de quien se recatar. Y en casa desta se hazian pocas bezes, porque su marido y una hija y yerno no eran bruxos, y ansi no se podian hazer con comodidad, sino con mucho recato y peligro de que echasen de ver lo que se hazia. Y que para hazer los dichos unguentos en casas particulares, esta solamente se citaua con los bruxos de su camarada, que son seis personas que nombro, que todos contestan, y el demonio y sus criados con ellos, y en otras casas se juntauan otra camarada de çinco o seis bruxos antiguos, que nombro. Y estando juntos, el demonio dize entre si ciertas palabras y echa la bendicion [con la mano izquierda, a las cosas y materiales de que se an de hazer las ponzoñas. Y luego dize a los bruxos que trauajen y ansi lo hacen, y les ayudan los criados del demonio. Y que las cosas de que se hacen son sapos, culebras, lagartos, lagartijas, limacos, unas turmas de tierra que llaman pedos de lobo, y sesos de niños, y xugo y agua que sacan de los huesos de cuerpos de bruxos difuntos, que para este hefecto guardan, despues que en el aquelarre an comido la carne. Y todo lo conficcionan con el agua que an sacado de los sapos bestidos, guando los açotan, la qual tienen guardada en una olla. Y todas estas cosas las ponen al fuego en las basijas que son menester, y las incorporan y mezclan y rebuelben hasta que les dan su punto. (Del manuscrito Inquisición de Navarra. Cuaderno de actos comprobados de bruxos, fechable en 1613). Ref. Florencio Idoate, Un documento de la inquisición sobre brujería en Navarra.

Documento 3

Documento 3

La dicha Maria de Ximildegui, de 20 años, natural de Francia, cerca de la raya, criada y rresidente en Çugarramurdi, y la que, como esta dicho, dio principio al descubrimiento del aquelarre y compd. de bruxos de aquel lugar, moca de buen entendimiento y de bida exemplar, dize que estando en casa de sus padres en el lugar de Çuyburu, abria como dos años, tenia amistad con una moça, su vecina, y algunas noches se yba a dormir con ella. Y una de las noches le dixo la dicha moça que le hiciese compañía y fuese con ella a cierta parte. Y esta lo hizo asi y se fueron juntas por sus pies, bestidas y como se hallaron, sin auerse acostado y sin que las sintiese persona alguna de su casa, entre las diez y las once de la noche, a un arenal que estaua como dos o tres tiros de vallesta de la dicha casa, en el qual hallaron mucha gente y el demonio en una silla, y todas se holgauan, dançando y bailando cada una como queria. Y esta se espanto de ver tanta gente, y el ruido y confusion que trayan con los sones de los instrumentos, y casi se queda elebada y no sabia lo que era. Y como algunas mugeres de las que alli estauan la vieron tan afligida y que lloraua, la consolauan y dezian que aquello hera de muy gran gusto y que no tubiese pena, como lo echaria de ver otras bezes. Y por entonces no bio otra cosa mas que, como dicho tiene, muchas gentes de diferentes hauitos, y no sospecho lo que era ni que los que alli estauan fuesen bruxos, ni que el que presidia fuese demonio, ni que aquello fuese cosa mala. Y a cauo de un rato, se fueron todos, y esta y la compañera se bolbieron por el camino que se auian ydo y se desnudaron y acostaron juntas en una cama, y entraron por la puerta sin hazer ruido. Y esto mismo le suçedio otras [muchas noches que se fue en compañia de la dicha moça al dicho puesto, y todabia la consolauan y animaban unas mujeres que bibian cerca de la casa de sus padres. Y aunque preguntaua a las dichas mugeres y moça que entretenimiento era aquel, le respondian que no era mas de aquello que behia. Y una noche, bolbiendo del dicho arenal, en compañia de la dicha moça y dos mugeres a pie y en combersacion, apretadamente les pregunto que le dixesen que hera aquello, porque si era cosa mala las auia de acusar, y ellas le dezian que no era sino la cosa mejor que auia visto y que adelante ve holgaria mucho. Y la dicha moça, aunque dibersas bezes la ymportunaua, nunca le quiso decir otra cosa mas de que hazian aquella junta para holgarse, y como esta las fue apretando a que la dixesen lo que hera y las amenazaua, le binieron a dezir que la ahogarian si descubria cosa alguna de lo que ails pasaua. Y pasaron otras cosas que no son buenas para este proposito, mas de que siempre fue a pie y sin untarse al aquelarre durante el tiempo que fue bruxa, que fue como un año, y no quiso renegar de Nuestra Señora. Y de pena e maginacion cayo o enferma y lo estubo hasta que fue absuelta]. (Del manuscrito Inquisición de Navarra. Cuaderno de actos comprobados de bruxos, fechable en 1613). Ref. Florencio Idoate, Un documento de la inquisición sobre brujería en Navarra.

Documento 4

Documento 4

Miguel de Goiburu, de hedad de 60 años, u.' 8, fol. 50 dize que el quiere dezir en todo la verdad y que hasta aora no la a dicho porque el demonio se lo a ympedido. Y que lo que pasa es que, por la Pascua de Nabidad, estando mas de 50 personas juntas en la yglesla de Çugarramurdi, este y otros bruxos confesaron que lo eran. Y despues, fray Phelipe, vicario de la dicha yglesia, los aconsejo que si querian açeptar su negocio, se viniesen a presentar en este Santo Offiçio y que confesasen en el la verdad, y que asi les suçederla bien. Y hauiendose ydo a confesar con el, les dixo que no los podia absoluer si no se benian a este Santo Offiçio. Por lo qual, este y Graziana de Yriarte, y Esteuania y Maria, sus hijas, y Johan de Goyburu, hijo deste y Joanes, hijo de Sansin, su sobrino, trataron de se venir a presentar a este Santo Offiçio y lo comunicaron y prometieron asi al dicho vicario. Y despues de asi conçertado, fueron una noche al aquelarre, donde lo consultaron y comunicaron con el demonio, el qual les dixo y aconsejo que no biniesen, y que si benian, no confesasen la verdad, porque si la confesauan, luego los hauian de quemar, y que no le desamparasen y dexasen a el ni a su fee. Y lo mismo les aconsejauan y dezian todos los demas bruxos, por lo qual, todas las dichas seis personas, biendo que ya no podian dexar de benir, segun lo tenian determinado y prometido, se resoluieron en que biniesen a dezir y declarar como el vicario y todo el lugar, por fuerça los auian obligado a decir que eran bruxos, pero que ellos no eran bruxos, [y que por librarse de las amenazas del vicario y del lugar lo auian confesado contra verdad. Y auiendose partido y beniendose a presentar en este Santo Offiçio, despues de auer pasado de la villa de Lesaca un buen trecho, bebieron y merendaron en una fuente, y pasando adelante, donde esta una encrucijada de camino que atrauiesa, un hombre que trahian para que les señalase el camino se quedo atras. Y en el entretanto, el demonio se les apareçio con un semblante muy triste y en su talle muy feo, como siempre se les mostraua, y les dixo con una boz muy ronca: ¿Donde bais perdidos? Y alli les bolbio a aconsejar y amonestar que mirasen lo que hazian y que no confesasen, sino que negasen la verdad, porque si confesauan luego, los hallan de quemar. Y se aparto un poquito con este y con Graziana de Yriarte y les dixo que no le desamparasen ni dexasen su fee, y le rrespondieron que antes consentirian que los hiziesen pedaços que desampararle y dexar su fee, y que estubiese çierto, que hasta la muerte no le desampararian. Y encomendando a todos que negasen y estubiesen firmes en el, y se despidio dellos, y auiendo andado un poco de trecho, desaparecio. Y por lo que les mando y aconsejo, siempre a pretendido negar la verdad, segun que todos seis thenian conçertado y el demonio se lo auia aconsejado y mandado]. (Del manuscrito Inquisición de Navarra. Cuaderno de actos comprobados de bruxos, fechable en 1613). Ref. Florencio Idoate, Un documento de la inquisición sobre brujería en Navarra.

Hacia el 25 de abril de 1793 después de la destrucción del fuerte de Hendaya y pocos días antes del asalto a la guarnición de Sare por parte de tropas españolas, tropas francesas llegan a Zugarramurdi, de donde expulsan a 150 voluntarios españoles, y en donde se apoderan de treinta fusiles y 3.000 cartuchos abandonando a continuación Zugarramurdi. El 7 de septiembre del mismo año, los puestos de Zugarramurdi y Urdax son atacados a un tiempo por 4.000 soldados franceses, los cuales deben retirarse tras fuerte lucha. Respecto a estos hechos véase en la página 152 el faximilado extraido de la magna obra titulada L'art de vérifier les dates... (Iniciada por el monje benedictino francés Charles Clemencet, 1703-1778, según el plan de Mauro Dantine, obra continuada por Francisque Clément, y posteriormente otros autores). Este fragmento pertenece al extenso relato de la contienda en Euskal Herria contenido en la edición de 1826.

Sobre la situación de Zugarramurdi en el transcurso de estos acontecimientos véanse los dos despachos del general Wellington: el primero de ellos, fechado a 2 de septiembre de 1813 (en la pág. 155), lo dirige al secretario de estado británico de guerra Earl Bathurst desde su cuartel general de Lesaka; el segundo, fechado el 2 de octubre del mismo año (en la pág. 156), va dirigido al mariscal W. C. Beresford desde su nuevo cuartel en Bera de Bidasoa.

De diversos lugares de Europa, llegaron a Zugarramurdi, para unirse al bando carlista,personajes de la nobleza, como el príncipe Lichnowsky en 1837, el barón Von Rahden también en este año, el general Von Goeben en 1836, el barón Du Casse, el conde Von Stolberg en 1834, entre otros muchos. Augusto von Goeben, nacido el 10 de diciembre de 1816 en Stade de Elba (Hannover) escribió la obra Cuatro años en España. Los carlistas, su levantamiento, su lucha y su ocaso. Esbozos y recuerdos de la guerra civil, publicada en 1841. De ella entresacamos el fragmento de su paso por Zugarramurdi (traducción del alemán realizada por Luis Ruiz Hernández), el 26 de mayo de 1836:

Conducido por contrabandistas, enfundado en el sencillo traje de campesino vascongado, atravesé apresuradamente los rocosos valles de los Pirineos occidentales por senderos de montaña apenas practicables para cabras. La senda que tan pronto se desarrollaba sobre un insondable precipicio, tan pronto se hundía en lo profundo de una garganta que sirve de pintoresco lecho a las espumosas aguas que, murmurando, bajaban de las montañas; continuaba buscando siempre los puntos en que las escarpaduras de las masas de roca o el bosque, evitado por todo ser humano hacían imposible las vistas de cualquier exploración Por encima de nosotros brillaban los fusiles de una patrulla. cuyos destellos nos privaban de las ventajas conseguidas con nuestros avances y virajes tan cuidadosamente realizados; tal cual vez nos sobrecogía el ruido producido por un jabalí escapado de un matorral próximo; campesinos aislados, interrogados en lengua para mí desconocida por los guías que constituían mi vanguardia y retaguardia, habían dado noticias tranquilizadoras, y rara vez se detenía la pequeña tropa por algunos minutos. Entonces, ya no lejos de la frontera, resonó una y otra vez a nuestras espaldas la temida voz de ¡alto! y como esto nos hiciera acelerar nuestra ya rápida marcha, pronto fuimos tiroteados por los aduaneros franceses cuyos disparos no nos alcanzaron. No obstante los guías se quedaron inmóviles de repente. Temiendo nuevos e inevitables peligros dirigí escrutadoras miradas en todas direcciones, cuando la expresión del guía ¡Vaya, ya estamos en casa!, me hizo desvanecer de alegría; estaba ya salvada la última de las barreras que nos habían impedido en el camino el logro de tan ansiada felicidad. Cerca, ante nosotros, se encontraba Zugarramurdi, la primera aldea carlista. Las autoridades y los oficiales de las dos compañías que allí se encontraban recibieron cortésmente al recién llegado y procuraron con solicitud prestarme cuantos servicios hacía necesarios mi completo desconocimiento del idioma, para lo que servía de intérprete uno de los oficiales que conocía el francés. Allí vi a aquellos valientes, cuyas hazañas guerreras tantas veces había leído con admiración y luchar a cuyo lado constituía para mí el máximo honor y la meta de todas mis aspiraciones. Su aspecto hubo de producirme una impresión profunda. El rostro color bronce oscuro se les iluminaba con el sentimiento del elevado ánimo y de la orgullosa conciencia de las hazañas realizadas, al propio tiempo que las cicatrices, cuyos enérgicos rasgos se destacaban así aún más, constituían el más bello testimonio de los peligros y penalidades a que por el Rey y la Patria, se habían expuesto. Mi admiración subió de punto cuando supe las circunstancias en que estos héroes consiguieron tantos triunfos, batiendo y aniquilando tantas veces imponentes ejércitos enemigos. Los restos de una guerrera azul claro bastaban apenas para cubrir sus robustos miembros, al propio tiempo que muchos recorrían velozmente los pedregosos caminos, completamente descalzos o a lo más protegiendo sus pies con ligeras sandalias de cáñamo. Cubría su cabeza una gorra vascongada (la Voyna) de color escarlata o blanco, y llevaban el cuello al descubierto o rodeado con un pañuelo de seda; el armamento se componía, del mortífero fusil con cartuchera negra ceñida al cuerpo, de la que pendía la bayoneta, frecuentemente sin vaina. Todo estaba calculado a base de la mayor ligereza y movilidad. En lugar de mochila llevaban a la espalda una bolsa de lienzo que tan solo contenía una camisa, un par de alpargatas y los víveres.

El príncipe Félix María Lichnowsky nació el cinco de abril de 1814 en la Alta Silesia. Escribió la obra Erinnerungen aus den jahren 1837, 1838 und 1839 (Recuerdos de los arios 1837, 1838 y 1839), publicada en 1841. De la traducción castellana realizada por José María Azcona y Díaz de Rada, extraemos el siguiente fragmento:

El 5 de marzo (de 1837) salí, después de comer, vestido con mi traje ordinario y acompañado de mi patrón y de su mujer, a pasearme por las orillas del Adour, en el punto de reunión de la gente distinguida de Bayona, que se llama les andes marines, y luego nos desviamos a la izquierda, tomando el camino que conduce a las ruinas del histórico castillo de Marrac. Llegamos ante una casa aislada en cuyo patio esperaba Hautziart con dos fuertes caballos montañeses. Para el caso de ser molestado me dio un papel, llamado passavant, que me designaba en calidad de relojero de Bayona, autorizado para ir a arreglar relojes al pueblo fronterizo de Espelette. Me despedí de mi patrón y de su mujer, monté a caballo, seguimos por la carretera durante media hora y la abandonamos para cruzar a través de los campos; vimos de lejos las garitas de los aduaneros y a la bocanoche, llegamos, al pie de las montañas. Comenzamos a subir sin echar pie a tierra; varios fuegos de guardias brillaban en el horizonte y distinguíamos perfectamente el del faro de Biarritz, que ha dado su nombre al diario ministerial de la ciudad de Bayona. Al cabo de cinco horas de marcha y de rodeos bajamos al angosto valle de Sara y nos detuvimos ante una casa que pertenecía a mi conductor Echamos pie a tierra y entramos en la cocina para calentarnos junto al fuego. Vino un ujier de Bayona, que a su profesión agregaba la de ayudar a los contrabandistas vascos a pasar caballos por la frontera. Cenamos juntos en buena armonía y luego tomé posesión de una excelente cama en la habitación en que Carlos V había cenado cuando, acompañado del Barón de los Valles y de algunos realistas de Bayona, había franqueado la frontera. Hautziart había guiado entonces a Carlos V ignorando que se trataba del Rey. La hija de Hautziart sirvió la comida y manifestó su confianza en que el Rey había de venir; a lo que Carlos V contestó sonriente que ya se lo diría al Rey, que todo podía ocurrir Durante esta larga guerra, las idas y venidas de los carlistas fueron tan frecuentes que los contrabandistas se dieron a la profesión de alojarlos de un modo confortable en habitaciones bien amuebladas. El día 6, a las cuatro de la mañana, la hija de mi patrón vino a despertarme con una taza de chocolate; era un preludio de la cocina española. Luego vino Hautziart, trayendo debajo del brazo mi nuevo traje; vestíme un pantalón largo de terciopelo de lana, sujeto por encima de la cadera con una faja roja, y una chaqueta corta, de paño obscuro. Me puse unas medias azules y unos zapatos y en la cabeza la célebre gorra vasca llamada boina. La boina formaba parte en España del traje de corte en el siglo XVI y yo la conocía por los cuadros de Velázquez; nada se ha modificado desde entonces y al poner sobre mi cabeza este distintivo de los soldados carlistas me pareció que efectuaba una iniciación solemne. Vestido de esta suerte y con un bastón nudoso en la mano, seguí a Hautziart a través del pueblo, porque eran más sospechosas las sendas extraviadas que el camino real. Al pasar junto a los aduaneros mi guía hablaba en euskera, como si me contase algo interesante; yo no comprendía una palabra, pero de vez en cuando decía bai jauna, para hacerles creer que era su criado. A la salida del pueblo tomamos a campo traviesa, hasta llegar a una chabola que pertenecía a mi conductor; salió de ella un chico y cambió algunas palabras con él; nos ocultamos detrás de unos matorrales y un instante después vimos pasar a dos aduaneros. Luego seguimos nuestro camino y llegamos al borde de un riachuelo sobre el cual había un tronco de árbol tendido como un puente; Hautziart se sentó sobre él y me dijo tranquilamente: "Señor estamos en España". El pueblo más próximo es Zugarramurdi, a un cuarto de legua de la frontera. Estaba, como toda esta zona de los Pirineos desde el valle de Baztán hasta el mar Océano, sometido a los carlistas y ocupado por una doble línea de fuerzas para protegerlo de la frontera de Francia por un lado y por el otro de los puestos avanzados de los cristinos. Zugarramurdi es un pobre lugar navarro de los que se ven en los Pirineos asentados en la falda de las montañas. Algunas hileras de casas de mampostería, cubiertas de tejados casi planos, forman dos o tres calles mal pavimentadas. Lo único regular es la plaza que se forma frente a la iglesia, como en todos los pueblos españoles. Esta plaza sirve para celebrar los mercados y los habitantes se reúnen en ella para escuchar los bandos y para sus juegos. Hay una pared alta con rayas y números en la que los domingos se juega a la pelota. Ante la pared hay un espacio enlosado, y el resto, apisonado. Dos edificios se destacan sobre los demás: la casa parroquial y la venta. Zugarramurdi está situado en una hondonada estrecha rodeada de altas montañas, cuyas cimas están casi siempre ocultas entre nubes. A poca distancia del pueblo hay una vasta gruta con estalactitas, única cosa notable en aquellos contornos. Mi guía me condujo a casa del comandante carlista. Vimos a la puerta un centinela, mozo fuerte y grueso, con los cabellos largos, cubierto con una boina azul, adornada de una larga borla, con sandalias y una canana en la cintura; llevaba pendiente de un cordón de seda rodeado al cuello un saquito que contenia reliquias, y el escapulario que todo español lleva siempre consigo porque tiene puesta en él su fe y su confianza. Todo lo que este soldado llevaba era sucio, excepto su fusil; de fabricación inglesa, que brillaba de limpio, y sobre él se apoyaba negligentemente fumando un cigarro. Este aspecto poco militar me sugirió una impresión poco favorable de los valientes defensores del Altar y del Trono; pero bien pronto la experiencia me enseñó a conocerlos mejor. El coronel don Rafael Ibarrola, comandante general de las fronteras, era un hombre de cincuenta años, alto de talla, musculoso, y tenía el tipo característico del navarro. Vestía la zamarra corta y negra, de piel de cordero, con la lana hacia fuera: Zumalacárregui había introducido esta prenda en el ejército carlista y después fué constantemente llevada en invierno por los oficiales en el vivac. lbarrola me recibió con bastante frialdad hasta que le hube mostrado la contraseña del comisario real. Entonces me colmó de deferencias y me preguntó si hablaba vasco o español. Al enterarse de que yo era extranjero, quiso saber si francés, inglés o portugués; respondí negativamente. Exclamó entonces: "¡Pero ya no hay más!" Mi declaración de que era alemán o prusiano le pareció de todo punto incomprensible, y no pasó más adelante.

Viendo las dificultades con que tropezábamos en nuestra conversación, recordó que se encontraba en el lugar un sabio, antiguo profesor de matemáticas de Madrid. que había sido preceptor del Infante don Sebastián y que era en la actualidad comisario receptor del Salitre, y le rogó que viniera. Vino luego en compañía de don José Arias, y me vi frente a un monje carmelita que, además de la plaza de comisario del Salitre, llenaba las funciones de párroco del lugar Parecía bastante instruido para ser español. Ibarrola me dejó en compañía de estos dos señores, que me hablaron en francés mientras él comunicaba mi llegada al comisario en jefe en Irún, sin cuyo permiso ningún extranjero podía internarse más en el país.

Don José me invitó a comer, lo que acepté sin ceremonia poco familiarizado como estaba con las fórmulas de galani tería española, que exigen que se rehuse, lo que puso a este pobre hombre en el mayor de los aprietos. Por la noche nos acompañaron varios extranjeros que venían de Aragón; hablaron mucho de Cabrera, cuya celebridad comenzaba entonces. Me pareció que los elogios que de él hicieron no eran muy agradables a los navarros que los escuchaban. Habiendo llegado la respuesta de Irún a la mañana siguiente, me despedí de Ibarrola, a quien no había de volver ayer pues poco tiempo después fué apresado por los chapelgorris (boinas rojas) cristinos y muerto despiadadamente. Me prestó un caballo y dejé Zugarramurdi acompañado de cuatro soldados. Desfilamos por un estrecho sendero bordeado de rocas cortadas a pico por un lado y por el otro de un precipicio en cuyo fondo saltaban las aguas espumosas del Bidasoa. En estas espantosas soledades sólo se encuentran algunas casitas y algunos pastores que guían sus rebaños de hermosos corderos con las pezuñas negras y las colas pendientes; caballos medio salvajes de poca alzada que vagan sin dueño por estas montañas y huyen asustados a la presencia de un viajero. Después de cuatro horas de una marcha fatigosa llegamos a Vera, donde nos detuvimos para comer Este pueblo se parece a Zugarramurdi, mas el modo con que fué defendida su iglesia en 1838 (marzo) le ha hecho adquirir cierta celebridad.

El general Guillermo von Randen nació en Prusia Oriental en 1796. Tras participar en diversas acciones con el ejército carlista es nombrado Comandante General de Ingenieros y planea las fortificaciones del tramo de costa vasca, situada entre Donostia y Algorta, realizando personalmente los dibujos correspondientes. Es autor de la obra Wanderurgen emes alten soldaten (Andanzas de un soldado veterano) publicada en 1847. Entresacamos un fragmento, de la traducción castellana efectuada por José María Azcona y Díaz de Rada:

(14 de abril de 1827). Me dirigí a la plaza de armas de la ciudad. En aquel momento tenía lugar una revista militar, de modo que tuve que pasar junto a los oficiales y contemplar al mariscal Harispe que era el Comandante General de aquella Región. Poco después cruzaba el recinto amurallado de Bayona. A distancia de unos mil pasos de la muralla, frente al castillo de Marrac, famoso por haber sido el alojamiento de Napoleón y por las infamias e insidias de que hizo víctimas a los Borbones de España, había un pequeño café. En el piso superior, una habitación, con un balcón corrido, fue el refugio donde me encerró Mr Détroyat, advirtiéndome que, a media noche, vendría a buscarme el contrabandista vasco que conocí en el hotel. Le prometí seguir sus instrucciones al pie de la letra. En este encierro provisional pasé algunas horas de aburrimiento, aunque la expectación hacía más soportable el hastío. Cuando se hizo oscuro, ya que no podía encender ninguna luz, me entretuve en mirar por las rendijas del suelo y en escuchar lo que hablaban en el piso bajo, ocupado por dos gendarmes. Me hizo sonreír su conversación. Murmuraban del servicio que les obligaban a hacer ya que sentían cierta simpatía por los bravos carlistas a quienes se veían obligados a perseguir Los dos gendarmes, media hora antes de que llegase mi pálido y encanutado Jaime, salieron del zaguán y se dirigieron hacia los desfiladeros del Pirineo en los que, tal vez, volvamos a encontrarlos. Rápidamente me disfracé de aldeano con pantalones de lienzo, blusa azul y boina blanca y salí a la calle. Me incorporé a una caravana de paisanos en la que formaban algunos caballos y burros. Sobre uno de ellos vi con alegría mi maleta de cuero gris y me puse a cantar, siguiendo las instrucciones recibidas. Echamos a andar a buen paso, precedidos de los gendarmes que parecían formar nuestra vanguardia. A pesar de la algazara de mis compañeros, que estaban o fingían estar borrachos, y a pesar de que Jaime me animaba a tomar parte en aquel coro ruidoso, no podía alejar de mi mente algunas preocupaciones. Por mi imaginación pasaba la imagen de mi vida. Después de tres arios al servicio de Guillermo I como Capitán holandés y de haber cumplido mis deberes a satisfacción del Rey, me encontraba ahora en la misma situación precaria que entonces, aquella tormentosa víspera de mi entrada en la ciudadela de Amberes, de la que hice mención en el segundo tomo de mis Andanzas. Entonces había yo renunciado a mi carrera de veinte arios al servicio de Prusia donde no había pasado de Teniente. Creí que podía ascender rápidamente en mi nuevo empleo. Quise volar, pero mis alas no pudieron sostenerme. En la última parte del referido segundo tomo podrá el lector hallar la explicación de estas palabras, si se toma la molestia de leerlo. Pedí a Jaime que me dejara descansar y montar en un burro para pasar el Rubia"n o, mejor dicho, el puerto de Maya. Fue inútil. Jaime alegaba que esta actitud despertaría las sospechas de mis compañeros de viaje ya que no todos estaban en el secreto. Me animaba con la esperanza de descansar en una venta de la altura. Al cabo de un rato de ascensión fatigosísima, uno de los más penosos de mi vida, en el que creí despeñarme y resbalar mil veces en las pizarras pulidas y en la tierra arcillosa del sendero, llegamos a la ansiada venta. Aldeanos y contrabandistas nos acomodamos, apiñados alrededor de una mesa de madera. Las dificultades que ahora se presentaron tenían mejor solución. Consistían en pan, chorizo y queso y, como ornamento principal de la mesa, unas fuentes enormes llenas de tocino asado que nadaba en su propia grasa. El obligado condimento de ajo llenaba toda la habitación con su aroma penetrante. A no ser por este olor, insoportable para mí, hubiera pasado un rato delicioso. Reinaba entre nosotros la más alegre confianza. íbamos vaciando la cazuela con la ayuda de trozos de pan negro y utilizando la punta de la navaja que todo vasco lleva en el cinto. El dueño de la venta me prestó una. Hicimos honor al banquete con el mayor optimismo, sin acordarnos de los gendarmes ni de los precipicios. Un incidente inesperado vino a turbar mi tranquilidad. Una de esas maritornes amables que prestan sus servicios en las ventas y posadas de España, solícita por servirme y curiosa de mi apariencia extraña, vio una sortija de oro, con sello, que llevaba yo puesta al dedo. Lanzó una exclamación de alegría, el grito de la urraca que vislumbra una joya, y me agarró la mano. Se fijaron en ello algunos comensales, pero Jaime, hombre tranquilo y de espíritu dominador, me quitó la sortija de un tirón haciendo crujir mis dedos y la guardó en su bolsillo, como si no hubiera hecho nada. En aquel momento oímos ruido de sables, vimos pasar ante las ventanas unas sombras y, antes de que pudiéramos tomar precauciones, tres militares barbudos entraron en la habitación. Dos de ellos eran los gendarmes simpatizantes con los carlistas, de modo que respiré tranquilo. El tercero, que era el más viejo, miraba con ojos escrutadores mi extraña figura, que debió creer sospechosa, pero pensó, sin duda, que una lucha de tres contra veinte, en despoblado, sería desigual, y optó por callarse. Un cuarto de hora después salieron los tres gendarmes y, cuando se alejó el ruido de los pasos de sus caballos, salimos también nosotros, tomando la dirección contraria, con menos alboroto que antes. Las conversaciones se iban apa. gando y, a pesar de la oscuridad del camino, que iba ya cuesta abajo, noté que la caravana disminuía. Algunas acémilas cargadas y hasta el burro portador de mi maleta desaparecieron detrás de unos matorrales. La senda se iba estrechando hasta perderse en los helechos. Sólo quedamos tres personas del grupo: Jaime y yo y un vasco pequeño pero fuerte, ya entrado en años, que había sido soldado de Napoleón y me servía de intérprete en su francés chapurreado. Llegamos al pie de una empalizada que, en las sombras de la noche, me pareció la divisoria de otro mundo. Jaime, de cuyo brazo iba yo colgado, más que apoyado, se soltó de repente, me quitó el cinturón donde llevaba el dinero y, antes de que pudiera darme cuenta y apercibirme a la defensa, desapareció llevándose toda mi fortuna. Ya no poseía otra cosa en este mundo que la compañía del viejo vasco con sus recuerdos del Emperador y mi persona, con mis propios recuerdos y mi experiencia. Me sentí deprimido y resignado y abracé al viejo como si hubiera sido mi hermano. El no podía apreciar la crisis moral que se desarrollaba dentro de mí, pero me consolaba bondadosamente. Por allí cerca había una choza de pastores y a ella me condujo. Entramos en la chabola en la que había algunos tizones encendidos. Puse a secar mis zapatos junto al rescoldo de aquel hogar tomado por asalto, del que habíamos arrojado a su dueño. Luego pude comprobar por los gruñidos de los deshauciados que, a pesar de estar en las alturas de la montaña, había descendido de rango al ocupar una cochiquera. El rojo resplandor de la lumbre me dejó ver a los gorrines que corrían asustados y el calorcillo bienhechor adormiló mis ojos y me entregué en brazos de Morfeo. Cuando me desperté, la luz de la mañana y el rocío entraban en la habitación que no tenía tejado. Se había consumido el fuego. Mi corazón buscó el abrigo y la compañía del vasco, pero también había desaparecido; esta vez sin llevarse nada mío, porque nada me quedaba ya, más que la vida, y en un estado tal de depresión que hasta los lobos la hubieran respetado como cosa inútil. Tenía helada la sangre y castañeaban mis dientes. Di un salto y salí al campo. El sol dejaba ver su claridad purpúrea por detrás de los montes. Me volví hacia el lugar por donde salía. Allí vivían mis hermanos, mis parientes y amigos que no podían verme ni adivinar la situación angustiosa en que me encontraba, abandonado de todos. La gracia de Dios me miró con sus ojos que todo lo ven: a El acudió mi corazón en aquella angustia, me arrodillé y elevé al cielo una oración. En aquel instante noté un golpe en mi espalda; era mi viejo vasco que me traía un desayuno caliente. No había huido, como sospeché, sino que había ido a un caserío cercano para buscar pan y leche caliente. La sangre volvió a circular por mis venas y me reanimé. El vasco me miró, sonriendo con un aire de bondad y de distinción que podía dar envidia a medio mundo, suponiendo que medio mundo da y medio mundo recibe y agradece la ofrenda. Cogidos del brazo, echamos a andar, monte arriba y monte abajo, camino de la frontera de España. En lo alto se divisaba el primer poblado español que llenaba mi imaginación de ilusiones y mi pecho de anhelos de gloria. Pero los momentos no eran propicios para dedicarse a la poesía. sino para vigilar y para guardarse de caer en manos de los gendarmes. Mi compañero de viaje me hizo advertir la presencia de dos de estos gendarmes en una estrecha senda junto al barranco; los arbustos nos ocultaban a su vista. Fuimos vanzando hacia aquel barranco, en avance de guerrilla, pasando de mata a mata, arrastrando el pecho por la tierra. A cien pasos volvimos a ver otros dos gendarmes que vigilaban aquella zona prohibida. De nada hubieran servido nuestras explicaciones, dada mi facha de extranjero y mi disfraz. La resolución del vasco me salvó. Me cogió en brazos y se arrojó al agua llevándome consigo. En cuatro saltos llegamos a la orilla española y nos ocultamos en una especie de gruta donde nos consideramos seguros. El silbido de algunas balas pasó junto a nuestras cabezas y el eco de los insultos con que nos obsequiaban las alubias azules, nombre con que se designaba a los gendarmes. Todavía me acompañó mi fiel guía durante un cuarto de hora, pero, como quería huir tanto de los franceses como de los españoles, me indicó el camino que llevaba al primer pueblo navarro y desapareció en una barrancada. Vi alejarse a aquel hombre honrado y fiel con tristeza. Repito aquí con delectación honrado y fiel, mi único amigo en aquel viaje en el que el anciano vasco expuso su vida, no por interés, sino llevado de un impulso innato y de un noble sentimiento. Le vi alejarse y de buena gana le hubiera hecho volver o corrido tras él para ofrecerle algún recuerdo si hubiera tenido algo que ofrecer que no fueran mis andrajos que estaban chorreando agua. Después de aquel bario imprevisto, noté que el frío invadía mi cuerpo. La niebla desgarraba sus girones por el valle. Apreté el paso para entrar en calor y corrí a campo traviesa hacia aquel pueblecito que, según supe después, se llamaba Zugarramurdi. Cuando entré en las primeras casas, los soldados de guardia no me pidieron el pasaporte; se contentaron con burlarse de mí. En otras circunstancias me hubiera molestado este recibimiento por parte de mis futuros compañeros, por quienes había renunciado a todo y caminado cientos de leguas. En aquellos momentos sólo pensaba en ropa seca y en un lecho donde descansar Debió de leer en mi rostro estos pensamientos un transeunte de esclavina y sombrero de ala ancha que me abordó con ademán amable. Mis explicaciones sirvieron para hacerle adivinar mi deseo y me llevó ante el Comisario de Vigilancia, título que ostentaba, el primer funcionario carlista de aquella frontera. Era un hombre de edad madura, con aspecto de policía, peluca y nariz rojas, labios apretados, mejillas abultadas y poderosas mandíbulas. Me preguntó por mi pasaporte y, sin esperar a mi respuesta, que hubiera sido negativa, me hizo otra pregunta que logré entender con ayuda del párroco de Zugarramurdi. Quería saber mi nombre. -El barón de Randen -respondí sin vacilar, no sospechando que este nombre pudiera causar una impresión favorable. Y, sin embargo, fue una palabra mágica. El Comisario adoptó un aire de importancia y, al mismo tiempo, de humildad ceremoniosa y cortés. Se quitó el gorro de terciopelo y dijo al cura unas palabras que no entendí. El cura me tomó por el brazo amablemente y me condujo a la casa parroquial que me ofreció como alojamiento. La casa no era muy confortable pero yo estaba encantado de verme a cubierto; mi alegría subió de punto cuando, después de atravesar la cocina (que en España suele ser el centro de reunión de la familia) llegué a una habitación interior en la que me sirvieron un excelente chocolate, me dieron ropa seca y pude contemplar una cama con dosel, es decir; con cortinas, en la que podía descansar Saboreaba de antemano mi descanso con deleite. Creo que dormí profundamente porque, cuando desperté, era ya medio día. Mi estómago denotaba también la hora. Leo en el Diario de mi viaje a España: "Hoy, quince de abril es para mí un día de sorpresas. Por la mañana, abandonado de todos, fugitivo como un ladrón, me azuzan los perros, disparan contra mí, como si fuera un malhechor, hambriento, tiritando de frío, burlado y escarnecido; pocas horas después, alimentado y cuidado espléndidamente, como un Creso." Esto último es un poco exagerado, francamente. Cuando desperté y descorrí las cortinas, pude ver al largo y descolorido Jaime sentado en mi maleta, con el codo sobre las rodillas y la mejilla en la mano. Sobre la maleta estaban mi cinturón con el dinero y la sortija. Jaime abrió la maleta y quiso que comprobase que no faltaba nada. Después me pidió la mitad del precio convenido por sus servicios, que era el de 300 francos. Le había entregado 150 en Bayona y ahora le di el resto. Me devolvió un recibo firmado y me contó que el señor de los bigotes (von Rappard) había sido detenido por los gendarmes la noche anterior y conducido a Bayona.

Lugar del valle de Baztan, 6° partido de la merindad de Pamplona, reino de Navarra. Granja del monasterio de S. Salvador de Urdax antiguamente, adquirió posteriormente la jurisdicción civil, ejercida por un alcalde nombrado por el monasterio; la jurisdicción criminal dependía de otro alcalde nombrado por el virrey a proposición del pueblo.

Año 1872. Juan Mañé y Flaquer, en el tomo primero de su obra El Oasis. Viaje al País de los Fueros, publicada en Barcelona dos años después de terminada la contienda, al hablar de Vera de Bidasoa, da un curioso dato relativo a Zugarramurdi: "La madrugada del día 2 de Mayo de 1872, D. Cárlos de Borbon y de Este, nieto del que en 1834 penetró en España por Urdax, entró en Vera, viniendo de Oleta (frontera francesa), por el caserío de Morcotzenborda. Después de su derrota en Oroquieta, retiróse á Francia, y volvió á entrar en España, el 16 de Julio de 1873, por la parte de Sare, pueblo francés, yendo á comer á Zugarramurdi. Esta segunda campaña terminó, como es sabido, refugiándose en Francia por Roncesvalles y Valcarlos".

Año 1876. Román Oyarzun, en su documentada obra Historia del Carlismo, reseña la famosa batalla de Peña Plata (Artxuria), cumbre situada al Suroeste del casco urbano, a unos dos kilómetros y medio de distancia en línea recta. La línea defensiva de Peña Plata estuvo a cargo del brigadier navarro Mariano Larumbe Arraras (Lekunberri 1815 - Javier 1882): "Martínez Campos se preparaba en Elizondo para atacar las alturas de Peña-Plata y Echalar y abrirse paso hacia Vera y Arichulegi. Pérula confió la defensa del dificilísimo paso de Peña-Plata al bravo brigadier Larumbe que fué el único que desde la entrada de (Arsenio) Martínez Campos en el Baztán intentó acosarle y consiguió perturbar la tranquilidad de sus fuerzas, mediante atrevidos golpes de mano, como el de Larrayoz y otros. De haber contado Larumbe con los batallones y pertrechos de Pérula, el Baztán, en lugar de haber proporcionado al caudillo alfonsino un marquesado, le habría ofrecido una tumba, para sí y para las fuerzas que llevaba. Martínez Campos avanzó contra las alturas de Peña-Plata, desde Urdax y Zugarramurdi el 18 de febrero y ocupó, tras tenaz resistencia, las Tres Mugas y el alto del Centinela. El 19, habiéndose hecho cargo Larumbe de las fuerzas de aquella línea que mandaba hasta entonces Foronda, la resistencia llegó a límites increíbles y nunca hubiera sido rota la línea de haber enviado Pérula, desde Santesteban y Narvarte, donde se hallaba con varios batallones y pertrechos, las municiones y refuerzos que, con verdadera angustia, le pedía su bravo brigadier, pero Pérula, se encogía de hombros y alegaba que no tenía los cartuchos que se le pedían, que los tenía de otras marcas, etc. Larumbe, a pesar del abandono en que le dejó su jefe, no cejó en la defensa y se batió como fiera acosada entre Peña-Plata y las palomeras de Echalar, prefiriendo morir a ceder un palmo de terreno. Puesto al frente de todas las fuerzas que allí luchaban les comunicó nuevo brío y entusiasmo (los buenos jefes siempre encuentran buenos soldados) y realizó una tan maravillosa y épica defensa de aquellas alturas que nunca hubieran sido conquistadas por Martínez Campos, a no haberles faltado municiones. Allí se hallaban el 2° y 7° de Navarra, mandados, respectivamente, por D. Fausto Elío y por Angosto, el 3° de Castilla mandado por Atienza y la batería de Llorens. La vanguardia de Blanco (futuro Marqués de Peña- Plata) a cuyo frente iba el batallón de cazadores de Cataluña, fué rechazada en tres ataques a la bayoneta, pero dicho heroico batallón dio una cuarta carga, contra la opinión de Martínez Campos y logró coronar la altura y conquistar el disputado paso de Peña-Plata. Los tenientes coroneles Elfo y Angosto, murieron como héroes al frente de sus batallones y el bravo Larumbe cayó gravemente herido y falleció al poee tiempo. En Peña-Plata rayó a inconmensurable altura el heroísmo de los batallones navarros. Con la pérdida de Peña-Plata todo estaba terminado. Martínez Campos entró en Vera el 20 de Febrero y muy cerca de Vera se dieron la mano sus fuerzas con las que invadieron Gipúzcoa. Pérula observó una conducta muy sospechosa, por no calificarla con adjetivos más severos y acaso más justos, permaneciendo totalmente inactivo y presenciando impávido el sacrificio de Larumbe de Elfo y de Angosto en Peña-Plata, cuando no sólo podía auxiliarlos eficazmente, sino que también hubiera podido aniquilar a Martínez Campos." De esta batalla, Maté y Flaquer, en la obra antes citada, dice lo siguiente: "Media legua tierra adentro de Urdax, al pie del famoso Peña Plata, primer baluarte del ejército carlista durante la última guerra civil, se halla agrupado el pueblecito de Zugarramurdi. El trecho que separa este pueblo de la cumbre del monte donde ondeaba la bandera carlista, parece una roca plateada, cortada a pico, de todo punto intransitable, no obstante, hay en él senderos por los cuales se transita, bien con alguna dificultad, y por ellos fueron bajados a Zugarramurdi los heridos de Peña Plata el día de la toma de este fuerte por las tropas del general Martínez de Campos."

Elecciones de diputados a Cortes del 1-II-1891
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 4-11-1891. Filiaciones en "La Epoca", 2-II-18911.
Ramón Mª BadaránFusionista42
Marqués de VadilloConservador41
Juan Manuel Ortí y LaraIntegrista11
Romualdo Sanz y EscartínCarlista4
Conde de la RosaRepublicano-
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 5-III-1893
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 8-III-1893. Filiaciones en "El Imparcial", 6-III-1893.
Marqués de VadilloConservador37
Ramón Mª BadaránFusionista33
Arturo Campión y JaimebeinIntegrista14
Canuto Mina GuelbenzuIntegrista13
Wenceslao Martínez AquerretaFusionista11
Romualdo Sanz y EscartínCarlista-
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 12-IV-1896
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 15-IV-1896. Filiaciones en "La Epoca", 13-IV-1896.
Marqués de VadilloConservador42
Joaquín Mª GastónFusionista40
José Sánchez MarcoIntegrista10
Romualdo Sanz y EscartínCarlista-

Elecciones de diputados a Cortes del 27-III-1898
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 30-III-1898. Filiaciones en "El Imparcial", 28-III-1896.
Marqués de VadilloConservador40
Joaquín Mª GastónLiberal40
Eduardo Díez de UlzurrunLiberal Indep15
Romualdo Sanz y EscartínCarlista1
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones 1900-1923.

Elecciones de diputados a Cortes del 19-V-1901
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 22-V-1901. Filiaciones en "El Imparcial", 22-V-1901.
Marqués de VadilloConservador43
Ramón Nocedal y RomeaIntegrista37
Eduardo Díez de UlzurrunLiberal34
Romualdo Sanz y EscartínCarlista21
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 26-IV-1903
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 29-IV-1903. Filiaciones en "El Imparcial", 9-IV-1903.
Marqués de VadilloConservador55
Ramón Nocedal y RomeaIntegrista49
Romualdo Sanz y EscartínCarlista18
Enrique Gil RoblesCarlista-
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 10-IX-1905
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 13-IX-1905. Filiaciones en "Diario de Navarra", 8-IX-1905.
Ramón Nocedal y RomeaIntegrista60
Marqués de VadilloConservador37
Juan Vázquez de MellaCarlista4
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-
Basilio Lacort y LarraldeRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 21-IV-1907
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 24-IV-1907. Filiaciones en "Diario de Navarra", 16 y 27-IV-1907.
Juan Vázquez de Mella FanjulCarlista38
José Sánchez MarcoIntegrista38
Marqués de VadilloConservador3
Agustín Sardá y LlaveríaRepublicano-

Elecciones de diputados a Cortes del 8-III-1914
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 11-III-1914. Filiaciones en "Diario de Navarra", 26-II-1914, "El Pensamiento Navarro", 1-III-1914.
(1) Se aliaron electoralmente.
(2) Se retiró 3 días antes de la elección.
Marqués de VadilloConservador62
Juan Vázquez de Mella FanjulCarlista (1)43
José Sánchez MarcoIntegrista (1)27
Valentín GayarreCanalejista (2)-

Elecciones de diputados a Cortes del 9-IV-1916
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 12-IV-1916. Filiaciones en "Diario de Navarra", 13-IV-1916.
(1) Perdió el segundo voto jaimista, que favoreció a (2).
(3) Patrocinado por P.N. y diversas personalidades, desde conservadores hasta radical-socialistas.
Celedonio Leyún y VillanuevaMaurista (2)38
José Sánchez MarcoIntegrista (1)36
Joaquín Ignacio Mencós, C. del VadoConservador (3)35
José Mª GastónLiberal (2)34
Juan Vázquez de Mella FanjulJaimista (1)13

Elecciones de diputados a Cortes del 1-VI-1919
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra", 4-VI-1919. Filiaciones en "La Voz de Guipúzcoa", 2-VI-1919.
Celedonio Leyún y VillanuevaMaurista41
Manuel Aranzadi e IrujoPartido Nacionalista Vasco38
Juan Victor Pradera y LarumbeMellista38
Joaquín Baleztena y AscarateJaimista19

La "Geografía General del País Vasco-Navarro" nos ofrece la siguiente reseña: "Lugar en el confín septentrional de Navarra, lindante con Urdax, Baztán y Francia en la vertiente francesa, con ramal de carretera que parte del kilómetro 80 de la radial á Dancharinea, de donde dista siete kilómetros. Ocupa una ladera orientada á Poniente y á sus pies corre la regata Urandia, tributaria del Ugarana, el cual lo es á su vez de la Nivelle, que desagua en el Cantábrico por Saint Jean de Luz. La orografía local señala como monte principal á Peña-plata; el pico Atchuria envía sus estribaciones á este término municipal en rugosas y contorsionadas sierrecillas, de cuyas extrañas configuraciones, el matiz verde de los copudos y apiñados seculares robles, hayas, nogales y castaños, impide darse cuenta exacta. Superficie: 554' 29' 40 hectáreas, cubiertas de arbolado en dos terceras partes. Población: 551 habitantes en 192 edificios; eran 584 en 1888, y 582 en 1900. Su distribución es la siguiente: Granjas, tres: Berechea, 2 casas con 8 personas; Goiberea, 2 con 10, y Vizcarrondoa, 2 con 7; diseminados, 124 con 217. Zugarramurdi, residencia municipal, 62 con 309. Aunque con ayuntamiento propio, está enclavado, como Maya y Urdax, en territorio del valle de Baztán; es, por tanto, pueblo exento. Tiene casa consistorial, cárcel, alumbrado eléctrico, dos escuelas completas; dos posadas, dos molinos, parroquia magnífica de la Asunción, servida por dos sacerdotes, dotada de órgano y armonium; fuente de buena agua denominada Mucurusta, frontón, hospital y escuela de fundación privada, nutrido puesto de carabineros, una ermita de la Virgen, á la que se acude en romería en día variable. Celebra sus fiestas locales el 15 de Agosto, con mucha concurrencia de vasco-franceses, nuestros compatriotas de antaño. Hay una fundación piadosa instituída por la monja sor Joaquina Benita de la Cruz, con un capital de 60,000 duros, para sostener en Zugarramurdi un hospital y una escuela y dotar á doncellas pobres; funciona esta institución bajo el patronato del alcalde y el párroco. El arbolado y los pastos son de superior calidad y ejercen propicio influjo en el ganado caballar y lanar, tan abundante en la comarca como el vacuno y de cerda. La particularidad principal de Zugarramurdi está constituída por sus grutas. La fantasía y la leyenda han rodeado de quiméricos ensueños á estas cuevas con sus aquelarres, Ingumak, lamiak y sorguiñak, orgías y bacanales desenfrenadas absurdas invenciones que no hubieran tomado cuerpo imaginaciones menos crédulas y propensas á lo maravilloso, como lo son en alto grado las gentes del país. (El señor Campión ha lucido con este motivo su riqueza de imaginación escribiendo Grachina y Una noche en Zugarramurdi maravillosas creaciones de la más espléndida fantasía). Estas grutas son visitadísimas, especialmente por extranjeros para los cuales ofrece el viaje más comodidad que para nosotros, marchando por Cambo. Se habla vascuence, patois, francés y castellano. La población se halla dispuesta en una doble línea de casas no muy alineadas é interrumpida por una plaza irregular. La climatología de Zugarramurdi es idéntica á la de Urdax; el hecho de hallarse ambos pueblos en la otra vertiente del Pirineo da á éstos condiciones distintas que al valle de Baztán: orientación, altitud, proximidad al mar, todo ello es distinto y más grato todavía que en el término baztanes; influyen también esos factores en la vegetación y producciones y en la ganadería, con resultados que fácilmente adivinarán nuestros lectores."

Elecciones municipales del 12-IV-1931.

Concejales: Conservadores monárquicos: 7, según art° 29. [Ref. "Diario de Navarra", 14-IV-1931]. A finales de 1932 el ayuntamiento estaba compuesto por 4 republicanos independientes, 1 católico y 1 de Derecha Republicana. Alcalde: Andrés Pery Duc.

Elecciones de diputados a Cortes del 28-VI-1931
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra" del 1-VII-1931.
José Antonio Aguirre LecubeCatólico-Fuerista87
Joaquín Beunza RedínCatólico-Fuerista86
Rafael Aizpéin SantaféCatólico-Fuerista86
Miguel Gortari ErreaCatólico-Fuerista85
Tomás Domínguez ArévaloCatólico-Fuerista83
Mariano Ansó ZunzarrenRepublicano-socialista5
Emilio Azarola GresillónRepublicano-socialista1
Mariano Sáez MorillaRepublicano-socialista1
Aquiles Cuadra de MiguelRepublicano-socialista-
Tiburcio Osácar EchalecuRepublicano-socialista-

Elecciones municipales de 1933

Puesto que en 1931 el ayuntamiento había sido proclamado por el artículo 29, el 23 de abril de 1933 se celebraron elecciones que dieron este resultado: 7 católicos.

Elecciones de diputados a Cortes del 19-XI-1933
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra" del 22-XI-1933.
AizpúnDerechas78
ArellanoDerechas77
Domínguez ArévaloDerechas77
E. BilbaoDerechas77
GarcíaDerechas77
J. A. AguirreP.N.V.66
EchaideP.N.V.66
EsparzaP.N.V.66
IzcoP.N.V.66
IrujoP.N.V.65
OliverPar. Rep Rad.5
RomeroPar. Rep Rad.5
CristobalenaPar. Rep Rad.4
Mtez. de UbagoPar. Rep Rad.4
YanguasPar. Rep Rad.4
GoñiPSOE1

En la primavera de 1931, a los días de instaurarse la República se adhirió al Estatuto. El 19-VI-1932 este Ayuntamiento votó a favor del Estatuto Vasco-Navarro, por medio de su representante Andrés Pery Duc.

Elecciones de diputados a Cortes del 16-II-1936 (1ª y única vuelta)
CANDIDATOSPARTIDOSVOTOS
Ref. "Boletín Oficial de Navarra" del 17-II-1936. Filiaciones en el "Diario de Navarra".
AizpúnDerechas116
Domínguez ArévaloDerechas115
GarcíaDerechas115
Mtez. de MorentinDerechas91
ArellanoDerechas91
IrujoP.N.V.62
GortariDerechas24
SalinasFrente Popular3
BengarayFrente Popular3
BasterraFrente Popular3
CuadraFrente Popular1
MonzónFrente Popular1
Elecciones Generales del 15-VI-1977
UAN43FDI2
FN34FUT1
APN18AM1
AFN14PSP1
UCD14AET1
PSOE4PCE0
UNAI2Nulos9
Votos124Abst.87(41,23 %)68 (32,22 %)
No36 (17,06 %)Blanco17Abst. y No 58,29 %

Elecciones generales del 1-III-1979.
(Censo Electoral: 211)
Ref. "Diario de Navarra" del 3-III-1979.
UPN39EKA7
UCD31PCE1
NV24IR1
HB13PSOE1
UNAI7Abstenciones38,4 %

Elecciones municipales del 3-IV-1979.

Para cubrir las 7 concejalías de este ayuntamiento se presentó como candidatura única la Unión Independiente Zugarramurdi. Resultando elegidos con 109 votos, sobre un censo de 211, los siguientes concejales: Julián Jesús Ansalas Olandegui; Severo Fagoaga Gortari; Jesús María Aguerre Indaburu; María Angeles Gamboa Azpiroz; Francisco Echeverria Arbea; Bartolomé Echenique Fagoaga y Francisco María Arburúa Iparraguirre. Alcalde: Julián Jesús Ansalas Olandegui.

Elecciones generales del 28-X-1982
PSOE37UCD11
UPN35EE8
PNV27O. Part2
CDS13Blancos1
HB12Nulos7
TOTALES154

Elecciones municipales del 8-V-1983.

Concejales: Akelarre: Julián Jesús Ansalas Olandegui; Severo Fagoaga Gortari; Francisco Echeverria Arbea; María Angeles Gamboa Azpiroz; Dámaso Echeverria Beola; Juan Irazoqui Echenique; Jesús Aguerre Indaburu. Resultó elegido alcalde el primero.

Elecciones generales del 22-VI-1986
CP/UPN31PRD9
PSOE25EE2
HB18PMCN2
PNV16Otros5
CDS10

Elecciones al Parlamento de Navarra del 10-VI-1987
PSOE24PNV11
UPN23CDS10
EA16UDF4
HB14BIN1

Elecciones municipales del 26-V-1991

Resultaron elegidos los siguientes concejales: Akelarre: Jesús María Aguene Indaburu; Severo Fagoaga Gortari; Estefanía Bergara Mendiburu; Miguel María Mendiburu Indaburu; Martín Rodríguez Zubiri; Lázaro Dainciart Iribarren e Idoia Tellechea Goñi.

Elecciones generales del 29-X-1989
UPN33EA11
PSOE24PNV/NV5
HB22R. Mateos4
CDS14Otros4

Elecciones al Parlamento de Navarra del 26-V-1991
UPN39Batzarre3
PSOE24PAG2
HB23CDS2
PNV12EE1
EA9

Elecciones municipales del 26-V-1991

Resultaron elegidos los siguientes concejales: Akelarre: Jesús maría Aguerre Indaburu; Severo Fagoaga Gortari; Miguel María Mendiburu Indaburu; Lázaro Dainciart Iribarren; Estefanía Bergara Mendiburu; Martín Rodríguez Zubiri e Idoia Tellechea Goñi. Fue elegido alcalde Jesús María Aguerre Indaburu.

Elecciones generales del 6-VI-1993
UPN/PP55PNV9
PSOE27EA3
HB26Verdes3
IU11CDS2

Elecciones al Parlamento de Navarra del 28-V-1995
UPN35IU5
CDN26Batzarre2
HB24PIE2
PSN/PSOE14EA1
NA5P. Carlista-

Elecciones municipales del 28-V-1995. Resultaron elegidos los siguientes vocales: Akelarre: Jesús Aguerre Indaburu; Severo Fagoaga Gortari; Estefanía Bergara Mendiburu; Miguel María Mendiburu Indaburu; Martín María Rodríguez Zubiri; Lázaro Dainciart Iribarren y Francisco Javier Arburua Apezteguia. Fue elegido alcalde Jesús Aguerre Indaburu.

Elecciones generales del 3-III-1996
UPN37EA10
PSOE35CDN9
HB27IU5
PNV11UC1

Elecciones al Parlamento de Navarra del 13-VI-1999
UPN92CDN45
EA/PNV60IU8
EH46PSOE6

Elecciones municipales del 13-VI-1999. Resultaron elegidos los siguientes vocales: Euskal Herritarrok (EH). Akelarre: Jesús María Aguerre Indaburu; Severo Fagoaga Gortari; Lázaro Dainciart Iribarren; Estefanía Bergara Mendiburu y Francisco Javier Arburua Apezteguia.

Elecciones generales del 12-III-2000
Ref. "Gara", 14-Marzo-2000
UPN/PP76EA4
PSN10IU1
PNV9CDN-
Censo213Abstención101

Elecciones al Parlamento de Navarra del 25-V-2003
Ref. "Diario de Navarra", 26-V-2003
UPN49Batzarre3
EA/PNV39P. Humanista1
CDN18P. Carlista0
Aralar11Nulos7
PSN10Blancos4
IU8

Elecciones municipales del 25-V-2003 (votos y concejales)
PARTIDOSVOTOS CS
Zugarramurdiko Elkartea-
Agrupación Akelarre-
Nulos6
Blancos1
Abstenciones-

Concejales: Zugarramurdiko Elkartea: Faustino Jesús Echave Ladera (68). Agrupación Akelarre: Lázaro Dainciart Iribarren (82); Francisco Javier Arburua Apezteguia (101); Jesús María Aguerre Indaburu (99); Gonzalo Garmendia Bedialauneta (63). (Ref. "Diario de Navarra". 26-V-2003)

Elecciones generales del 14-III-2004
(1) El deslegalizado partido Batasuna contabilizó parte -fluctuante- de este voto nulo materializada en papeletas que se emitieron reivindicando la autodeterminación.
(2) Nafarroa Bai (Na-Bai), coalición electoral formada por Aralar, E.A., P.N.V. y Batzarre.
Ref. "Gara", 16-III-2004; "El Mundo" Especial Elecciones
Votos contabilizados137 (69,19%)
Abstenciones61 (30,81%)
Votos en blanco3 (2,19%)
Votos nulos (1)10 (7,3%)
Na-Bai (2)55 (43%)
UPN/PP36 (28,35%)
PSOE23 (18,11%)
IUN/NEB6 (4,72%)
CDN2 (1,57%)
DN1 (0,79%)
FE1 (0,79%)

Referendum sobre la Constitución europea del 20-II-2005
Ref. "Berria", 21-II-2005.
Censo19630 (37,5 %)
Abstención115 (58,67 %)No47 (58,75 %)
Nulos1Blancos3

En 1992, los propietarios de 58 caseríos que mantienen un litigio histórico sobre su pertenencia a Baztan y Zugarramurdi -que data de la fijación de límites y establecimiento de facerías entre los dos municipios- manifestaron al Gobierno de Navarra su intención de segregarse de Baztan y pasar a formar parte del municipio de Zugarramurdi. En 1999 la Junta General de Baztan se opuso a tal segregación.

AAA