Udalak

Bilbao

Las prometedoras expectativas generadas dentro del ámbito cultural durante la IIª República se vieron frustradas de golpe con la victoria de las tropas de Franco. En Euskadi la desaparición de figuras como Unamuno, los fusilamientos (Esteban de Urkiaga, "Lauxeta" o José Ariztimuño, "Aitzol"), los asesinatos (Ramiro de Maeztu o José Manuel Aizpurúa) y el exilio (Arteta, Tellaeche, Barandiaran...) privarán a la cultura vasca de algunos de los personajes más sobresalientes.

La hegemonía del bloque oligárquico victorioso en la contienda dio lugar a un monopolio de los medios de comunicación, y de las formas de expresión. La ideología de los vencedores dominará la política, la economía, la sociedad, la vida cotidiana y cultural de todo el país. La burguesía de Neguri aportará un importante apoyo económico, político y social al nuevo régimen. Sin embargo, esta élite permanecerá al margen del pulso que marca la ciudad y se dotará, como lo había hecho desde finales del siglo XIX, de sus propios centros de reunión y esparcimiento, alrededor del Club Marítimo, los recitales líricos, o la Sociedad Bilbaína. Algunas figuras destacan en medio de este panorama, como José Félix de Lequerica, José María de Areilza, Sánchez Mazas o Joaquín Zuazagoitia.

El nacionalcatolicismo, una concepción reaccionaria y arcaizante que identificaba la nación y la cultura con el catolicismo, llenará todos los espacios de la vida cotidiana. El control de la vida social y cultural correrá a cargo de una de las organizaciones más emblemáticas del régimen: la Organización Sindical Española y su Obra Sindical Educación y Descanso. La formación de grupos de empresa, de carácter deportivo y folklórico, tratará de controlar el tiempo libre de los trabajadores. Sus actividades se concentrarán en fechas de especial significación simbólica para el régimen, como El día de la Victoria, la Liberación, la Hispanidad, o el Día del Trabajo. El Estado procederá de esta forma a la captación y organización de algunos de los espacios de ocio comunitarios.

En el caso del área del Gran Bilbao, las autoridades llegaron a levantar uno de los ejemplos más emblemáticos de "barrio sindical", en el que colaborarán activamente Educación y Descanso junto con la Obra Sindical del Hogar. Esta última fue la principal promotora de la construcción del barrio de San Ignacio, que fue dotado de algunas de las infraestructuras esenciales en el orden social: el Hogar del Productor e incluso la propia iglesia fueron levantadas en torno a este entramado. Pero sin duda, el buque insignia del barrio fue la Ciudad Deportiva, única en la provincia, que desde comienzos de los años 60 sirvió para la celebración de una multitud de actos, tanto deportivos y folklóricos como sindicales.

Mediante esta Obra Sindical, el régimen franquista extenderá su presencia hasta ciertos ámbitos donde ésta resultaba particularmente necesaria para su control. El caso de los grupos de danzas vascas, tradicionalmente cercanas a los círculos nacionalistas, resultó especialmente significativo. Esta labor fue destacable en los pueblos de la provincia, donde la presencia del Estado era menos palpable y las formas de control social resultaban más difusas. Durante muchos años el grupo de danzas vascas Beti Alai, creado en 1953 a iniciativa de Educación y Descanso, constituyó uno de los pocos reductos de exteriorización de la cultura autóctona. La posterior evolución de este tipo de grupos desde mediados de la década de los 60, y su identificación con el nacionalismo vasco les fue convirtiendo en un referente en el proceso de difusión y reproducción de esta ideología.

Pero en todo caso, como ha afirmado Juan Pablo Fusi, "el clima cultural de régimen de Franco, quedó definido mucho más por la subcultura de consumo de masas que por la propia cultura oficial". Esa subcultura de masas, carente de preocupaciones políticas e intelectuales, pero de gran popularidad y difusión pública, favorecerá, gracias al entretenimiento y la evasión, la integración social y la desmovilización del país, objetivos políticos del nuevo régimen. El cine -mucho más que el teatro-, la literatura de quiosco, los toros, el boxeo, el deporte autóctono, el ciclismo y sobre todo, el Athletic, constituirán en el Bilbao del franquismo los entretenimientos preferidos de los vizcaínos. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza junto con Loroño, Ezquerra o Langarica serán algunos de los ídolos más populares del momento.

El caso de la radio, verdadero fenómeno de masas desde la década de los años veinte, alcanzará una popularidad y difusión inusitadas durante este periodo. El éxito de Radio Bilbao convertirá a sus locutores en las voces más familiares para todos los bilbainos. Pero los nuevos ecos de la sociedad también llegarán a las ondas. Radio Popular de Bilbao se desvelará como uno de los espacios de difusión con mayor sensibilidad social y más abiertos a la recuperación de la cultura euskaldún durante los años 60 y 70. Ni siquiera la llegada de la televisión conseguirá ensombrecer el éxito de la radio.

El arte será una de las actividades más afectadas durante los primeros años. El vacío dejado por la desaparición de la Asociación de Artistas Vascos no podrá ser paliada por la nueva Asociación de Artistas Vizcaínos. Los Guezala, Ucelay, Aranoa o Urrutia no encuentran relevo durante la década de los años cuarenta. Apenas se pueden destacar algunos últimos ecos de los postinpresionistas. Un escaso nivel formativo e informativo y un nulo interés social caracterizarán a esta época, marcada únicamente por la mera supervivencia. La fusión de los museos bilbaínos de Bellas Artes y de Arte Moderno en 1945 tan sólo supone un hecho aislado en medio de un periodo sombrío. Sin embargo, a finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta la situación comienza a cambiar. La vuelta de Oteiza en 1948 y su instalación temporal en Bilbao, la de Chillida en Hernani (Gipuzkoa) en 1951, el regreso del exilio de Néstor Basterretxea en 1952 o la irrupción del inconformista Ibarrola constituyen algunos de los hitos fundamentales de esta evolución. Estos cuatro artistas, unidos de una forma u otra en torno al Santuario de Arantzazu, darán lugar al Equipo Aránzazu, a partir de 1952.

La década de los 60 se inicia en Bilbao bajo el signo de una nueva ciudad que va a asistir a unos cambios sociales, demográficos y urbanísticos que van a afectar directamente a las formas artísticas. Todo ello da lugar a un estrechamiento de los contactos entre diferentes sensibilidades políticas. Una de las iniciativas más novedosas será la formación de grupos, como el denominado Estampa Popular, nacido entorno a 1962 en la zona del Gran Bilbao y del que forman parte, además de un cada vez más comprometido Agustín Ibarrola, otros nombres como María Dapena, Dionisio Blanco o Ismael Fidalgo. El mundo industrial, los trabajadores y la lucha por sus derechos se convierten en uno de los motivos centrales de este grupo. El suburbio y la fábrica son imágenes presentes en una gran parte de las obras. Se trata de un estilo directo, sin concesiones y con una técnica rápida que recurre en numerosas ocasiones al grabado xilográfico. Durante estos primeros años 60 se expone en lugares diversos, fuera de los ámbitos tradicionales, donde se propicia el acceso al gran público y el intercambio, la comunicación y el diálogo, sobre todo a través de las denominadas semanas culturales que se extienden por pueblos y barrios del Gran Bilbao y Bizkaia.

La aparición del libro de Oteiza Quousque Tandem en 1963, publicado bajo el sugerente subtítulo de "Ensayo de Interpretación Estética del Alma Vasca", sirve para poner una base conceptual en todo este proceso de renovación. La obra sacude el pobre panorama cultural ofrecido desde las instituciones. Los artistas involucrados dentro de este movimiento se suman a cuantas campañas reivindicativas se suceden en el Bilbao de mediados de la década de los años 60. En este contexto se constituye uno de los grupos de referencia dentro del panorama artístico: Escuela Vasca. Surge en 1965 y presenta diversos grupos repartidos por diferentes territorios: "Gaur" en Gipuzkoa, "Orain" en Álava, "Danok" en Navarra y "Emen" en Bizkaia. Se trata en cualquier caso de iniciativas y experiencias muy heterogéneas, sobre todo en el caso de los vizcaínos, como se pone de manifiesto por la personalidad y obra de algunos de sus componentes: Andreu, D. Blanco, J. Barceló, Cañada, María Dapena, A. Guezala, G. Ergüin, G. Barrena, Ibarrola, Iñurria, Larrea, Merino de la Cruz, Moreno, J. M. Muñóz, Olaortua, Ramil, Ramón Carrera, Rodet Vila, Lorenzo Solís, Ramos Uranga, Ucelay, Urquijo y Urrutia.

Bilbao será, a pesar de todo, el único lugar del País Vasco con una cierta dinámica expositiva que contaba con el apoyo comercial de las salas de arte. Los ejemplos de "Grises" y "Mikel" constituyen en todo caso excepciones dentro de un panorama remiso a los cambios y renovaciones. Sin embargo, a finales de la década de los años 60 y principios de los 70, se comienza a producir un cierto despegue. Los movimientos iniciados por Javier Urquijo, con la fundación en 1969 de Nueva Abstracción, son desarrollados por otra serie de artistas que derivan del arte concreto.

Otros autores interesantes en el Bilbao de los años 70 vendrán de la mano de las aportaciones de Fernando Mirantesi y José Ramón Sainz Morquillas, que generan a su vez nuevas agrupaciones vanguardistas, como Zue, nacida en 1969. Hay una renovación de los presupuestos conceptuales, que reflejan el cambio social que se está produciendo y una activa presencia en diferentes muestras y Bienales, desde México (1970) a Venecia (1976), una actividad que culminará, ya entrada la transición en torno a las Erakusketa, organizadas por la Fundación Orbegozo, con sede en Bilbao.

El cine, de la mano del productor guipuzcoano Elías Querejeta sufrirá también un importante impulso, del que participa un grupo de directores vascos, como Antxón Ezeiza, Víctor Erice o el bilbaino Pedro Olea. Por lo que respecta a la música clásica, la creación en la Asociación Bilbaina de Amigos de la Opera (ABAO) en 1953 contribuirá a la difusión de la lírica en la capital vizcaína. Instrumentistas como Joaquín Achúcarro y Félix Ayo, y compositores tan apegados a la villa como Carmelo Bernaola constituirán algunos de los nombres más destacados.

Los efectos de la guerra civil y la dictadura fueron nefastos para la literatura vasca, tanto en castellano como en euskera, aunque en este último caso, su situación será aún mucho más delicada por los efectos de la persecución de la que será objeto. Las dos primeras décadas se verán profundamente marcadas por la situación sociopolítica. Mientras la sociedad bilbaína de los años cincuenta comienza a superar los últimos vestigios de la posguerra, el panorama cultural que se vislumbra, acosado por la censura y la mediocridad de la producción, es desalentador. Sin embargo, a mediados de los años cincuenta habían ido surgiendo determinadas iniciativas culturales que pretendían, de una forma más o menos declarada, impulsar una renovación frente a la encorsetada cultura oficial del Régimen. En el País Vasco, y más concretamente en Bizkaia, se detectan algunos de los primeros movimientos en este sentido que giran en torno a tres ámbitos: La tertulia del Café Mauri de Bilbao -a la que posteriormente se unirá el denominado grupo de Baracaldo- la Asociación Artística Vizcaína y el grupo del Instituto de Cultura Hispánica. Se tratará de una confluencia de diversos grupos y sensibilidades culturales y políticas, donde participan algunos militantes del Partido Comunista de España (PCE), pero donde también se van integrando otra serie de personalidades que proceden del mundo católico, desencantados del régimen, liberales, escritores, críticos de arte, escultores, pintores, etc.

Por lo que se refiere a la literatura en castellano, durante los años 40 y 50 cabe destacar al falangista Sánchez Mazas y gran parte de la producción de Juan Antonio Zunzunegui. Por su parte, Luis de Castresana, Ramiro Pinilla, Ángel Ortiz Alfau, José Miguel de Azaola o Elías Amézaga, entre otros, constituyen algunos de los nombres más emblemáticos del panorama cultural del Bilbao de los años 60 y 70. Sin embargo, la renovación más importante vendrá de la mano de la poesía de Blas de Otero y Gabriel Aresti (este último en euskera). La obra de ambos influirá decisivamente no sólo en la literatura, sino en la cultura en el más amplio sentido del término. El primero evolucionará desde una postura antirretórica hasta la poesía social, desnuda y expresiva que trata de dirigirse, según sus propias palabras, "a la inmensa mayoría". La presencia de Aresti en el proceso de recuperación del euskera -como veremos más adelante- o en la irrupción de algunos de los grupos musicales más emblemáticos de la nueva canción vasca será patente.

La literatura euskaldún comenzará a experimentar, en medio de tremendas dificultades, una importante evolución. Se trata, en definitiva de un proceso que corre paralelo al de la propia recuperación del idioma. A finales de los años 50 y la década de los 60 José Luis Álvarez Emparanza, "Txillardegi" y Ramón Saizarbitoria marcan el inicio de la renovación de la literatura euskaldún, que será seguida por otros autores como Mikel Zárate, Xavier Gereño, Xavier Amuriza o Xavier Kintana. Pero sin duda alguna será la figura anteriormente citada de Gabriel Aresti, la que supondrá un revulsivo no sólo para la poesía en euskera, rompiendo los moldes procedentes de Lauaxeta o Lizardi, sino para el conjunto de la cultura del país. Obras como Harri ta Herri, Euskal Harria o Harria eta Herri Hau removerán los cimientos de la cultura vasca, suscitando también el rechazo o el recelo de los elementos más tradicionales y cerrados.

La inexistencia de una universidad pública supondrá un lastre para la sociedad vasca y muy especialmente para Bilbao. Hasta la creación en 1968 de la incipiente Universidad de Bilbao, germen de la futura Universidad del País Vasco (UPV), Deusto monopolizará los estudios superiores. En sus facultades se formará, como lo habían hecho desde su creación, una gran parte de la élite política y económica española.

Dentro de este proceso hay que destacar la emergencia del movimiento de euskaldunización. Los primeros pasos dados por Elvira Zipitria a principios de los años sesenta son seguidos por otros nombres como Mikel Lasa, Iñaki Beobide y sobre todo, Rikardo Arregi, autores de diversos ensayos sobre alfabetización. Este último presentará en 1966 la propuesta de una campaña general de euskaldunización. Tras la primera experiencia en la zona del Goiherri (Gipuzkoa), será a partir de la década de los setenta cuando se produzca el despegue de este proceso que se irá extendiendo a las ciudades. La zona del Gran Bilbao asiste al nacimiento de un gran número de "Gau Eskolak" - o escuelas nocturnas- por todos los pueblos y barrios del entorno. Se organizan en locales, sacristías, lonjas y hogares particulares de forma semiclandestina, con escasos recursos y con la participación de profesores voluntarios, en muchos casos procedentes de la zona de Gernika, Arratia, Durango y Lea-Artibai. Los estudios de Koldo Mitxelena y la unificación del idioma que dará lugar a la creación del Euskera Batua (euskera unificado) marcarán un punto de inflexión dentro de este proceso, del mismo modo que la difusión del método "Euskalduntzen", creado por Ricardo Badiola, Sabin Egileor, José Ramón Etxebarría, Xabier Kintana, Juan José Zearreta, Imanol Berriatua. Su publicación en 1972 resultará crucial. La aparición de los primeros "euskaltegis" a mediados de la década dará un impulso definitivo a este movimiento.

Toda esta actividad debe inscribirse dentro de un proceso de recuperación de la identidad autóctona, donde confluyen elementos políticos, sociales y culturales. La aparición de dos obras en 1963 como la ya citada Quosque Tandem de Jorge Oteiza y Vasconia de Federico Krutwig constituyen, a pesar de sus enormes diferencias, un verdadero acontecimiento y sintetizan dos formas de reflexión sobre esta identidad. La influencia de la obra de Krutwig marcará de forma decisiva -al igual que la producción de Txillardegi- a los jóvenes nacionalistas que se agrupan en torno a Euskadi ta Askatasuna (ETA).

Las primeras actividades en renacer son, como se ha afirmado, las más anodinas, aquellas que menores oportunidades ofrecen a la contestación y el contraste de opiniones. La irrupción del movimiento Ez Dok Amairu en 1965 constituye uno de los acontecimientos más importantes dentro de la expresión cultural y artística, que abarca desde la música al folklore, la poesía o la plástica. Un inconformista deseo de renovación define a este fenómeno que aparece marcado por unas evidentes connotaciones etnicistas. La nueva canción vasca constituirá su máximo exponente, con la presencia de figuras como Mikel Laboa o Benito Lertxundi. Bilbao, una ciudad en expansión, será uno de los centros de este movimiento. La aparición de un grupo como Oskorri de la mano de Natxo de Felipe en la primavera de 1971 en el paraninfo de la Universidad de Deusto supone un revulsivo que marcará la evolución de la música folk durante los próximos años. La colaboración con Gabriel Aresti facilitará el acceso al mundo euskaldún a un sector social muy notable.

Los grupos de monte, los de danzas y tiempo libre, una gran parte de ellos impulsados por los nuevos aires que soplan en la iglesia vasca, se convierten en ámbitos de sociabilidad de marcado carácter nacionalista. El caso de "Oargi" en Bilbao será uno de los más populares.

El costumbrista panorama teatral del franquismo sufre también una profunda renovación que llega a la capital vizcaina. A partir de los años sesenta surgen diversos grupos de teatro en el ámbito de Bilbao, como el Teatro Studio vinculado al Instituto Vascongado de Cultura Hispánica, el grupo Bohio, el de Teatro Achuri, la Cuadra, Mancha, Cómicos de la Legua en 1969, Cobaya en 1973 o Akelarre, premiado por el Ministerio de Información y Turismo en 1971.

Todos estos cambios constituyen algunos de los síntomas de la intensa transformación que se está produciendo en el Bilbao del desarrollismo y de la influencia que va a tener sobre su mundo cultural. Las propias carencias sociales originadas por el crecimiento incontrolado y especulativo de las ciudades dan lugar a la aparición de un incipiente movimiento ciudadano a comienzos de los años sesenta, que se irá extendiendo a lo largo de Bilbao y su comarca durante los próximos años. Las asociaciones de vecinos, como la de Rekaldeberri, constituyen un ejemplo de este movimiento que demanda nuevas dotaciones sociales y culturales y que reflejan el calado de las expectativas que se han ido creando durante los últimos años. Una sociedad más abierta y participativa, más urbana y dinámica que anuncia los cambios que se van a producir durante el proceso de la transición.

JPP 2002