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Tolosa

Al interior de las murallas, abiertas por sus cinco puertas, de las que hoy se conserva el portal de Castilla con modificaciones del siglo XVIII, las casas se organizaban como en toda villa medieval, en solares estrechos y alargados con muy poca fachada hacia la calle. Así se mantienen muchas de las construcciones modernas, de los siglos XIX y XX sobre solares de origen medieval. Será en el siglo XVI cuando se comiencen a construir edificaciones más sobresalientes para familias destacadas que se convierten en auténticos palacios en el interior de la villa.

Entre ellos podemos destacar el de Idiáquez en la Plaza vieja, el de Iturriza en la Calle Correo y el de Atodo en la Calle Mayor. El de Iturriza nos muestra una primera planta en piedra gris de sillería, reservándose ésta para los esquinales y recercos de los vanos en las plantas superiores, construidas con ladrillo dispuesto a tizón. Su fachada se organiza simétricamente con tres pisos separados por impostas pétreas y tres vanos en cada uno de ellos. En la planta baja el portal adintelado se sitúa en el centro, tres balcones en la primera planta y dos escudos flanqueando el central. En el segundo piso, tres balcones de igual tamaño continúan los ejes principales de la fachada.

El palacio de Atodo es de grandes dimensiones pero fruto de sucesivas ampliaciones. No mantiene simetría en su fachada de piedra de sillería. Destaca por su amplitud, su escudo nobiliar sobre los vanos amplios de la primera planta y por una bella galería de vanos de menor tamaño en la planta superior, formado por arcos deprimidos, sobre los cuales se levanta el doble alero de madera tallada.

El palacio de los Idiáquez se situó en el siglo XVI entre la plaza de Santa María y el río, próximo a la puerta y puente de Navarra, en un amplio solar de planta irregular. Su construcción a lo largo del segundo tercio del siglo XVI se llevó a cabo siguiendo las trazas del arquitecto de Carlos V, Luis de Vega. Modificaciones posteriores realizadas entre 1605 y 1619 nos legan el palacio tal cual lo vemos hoy, asentado sobre parte de la muralla, con fachada pétrea y torre manteniendo la misma estructura que aquella, hacia la plaza, y muros escalonados de ladrillo hacia el río. Su fachada cuenta con tres alturas construidas en piedra de sillería. Destaca la puerta centrada y el primer piso con balcones y rejería, sobre estos vanos rematados con frontones curvos se disponen óculos en los vanos laterales y el escudo familiar en el central. El segundo piso se levanta sobre una línea de imposta y consta de vanos menores. Se remata la fachada con cornisa pétrea y sobre ella se dispone el alero de madera.

El palacio de Aramburu, construido en el siglo XVII en la plaza de Santa María es una construcción cuadrangular exenta y con cubierta a cuatro aguas. Es un palacio aglomerado del siglo XVII, sin patio interior. El interior ha sido totalmente modificado, su fachada principal en piedra de sillería consta de tres alturas separadas por líneas de imposta. En la primera se sitúa el vano de acceso adintelado, decorado con orejetas, y dos ventanas a sus lados. En el principal tres balcones con rejería, destacando el central sobre el que van las armas de la familia. En el último, tres balcones de menor tamaño y también con rejería, hasta rematar la fachada con cornisa pétrea.

Importante construcción dentro de las murallas de Tolosa es el Ayuntamiento. Construido a finales del siglo XVII a la vez que se configuraba el espacio público sobre el que abría la fachada y que constituye la Plaza Zarra. Se levanta siguiendo el diseño que en 1662 hiciera Martín de Abaria. Consta de tres alturas y tres vanos en cada una de ellas. La planta baja se abre a la plaza con pórtico de tres arcos en piedra de sillería y sobre ella se levanta las dos siguientes en ladrillo con recerco de piedra. En la primera los tres vanos se unen en un mismo balcón con rejería, mientras en la segunda se mantienen balcones independientes para cada uno de los vanos. En la actualidad vemos un nuevo piso sobre estos dos, fruto de las obras de restauración emprendidas a mediados del siglo XX.

Pronto este edificio deviene insuficiente y es necesario plantear la construcción de uno nuevo en un espacio abierto. El lugar elegido será la zona norte de la ciudad, siempre intramuros y entre las calles Herrería y Arostegieta. Se configura un espacio alargado entre estas dos calles ocupando los solares entre ellas, derribando las casas que ya existían. Además de para ubicar los nuevos edificios concejiles, esta plaza debía alojar festejos taurinos y juego de pelota. Para el nuevo Ayuntamiento se siguieron las trazas dadas por Juan de Leyzi y aprobadas en 1693. A partir de 1716 se comienza la ejecución de estas obras por parte del cantero Miguel de Muñoa.

A mediados del siglo XIX, siendo Tolosa capital de la provincia, y ante la necesidad de ubicar el Juzgado y las Cárceles se encarga a José Eleuterio de Escoriaza, que ya había diseñado la casa consistorial de la Plaza Berri, y a Vicente de Unanue, la redacción del proyecto que presentaron en 1850. A la construcción de estas dependencias entre 1851 y 1853, siguió la constitución de la plaza hasta conseguir el aspecto con que la vemos hoy.

Fruto también de la capitalidad de Tolosa se hace necesario la construcción del Palacio de la Diputación, finalizado hacia 1856 fuera de la muralla de la ciudad, hacia los campos de San Francisco. Es un edificio de cuatro alturas y gran horizontalidad, tan sólo matizada por las pilastras de orden gigante que unifican la primera y la segunda planta. Se conforma con piedra de sillería en la planta baja mientras en las tres restantes se usan materiales más económicos, luego enlucidos. Destaca la labor de rejería en todos los vanos, llamando la atención el corrido de la tercera planta.

Coetáneamente se realizan operaciones inmobiliarias tendentes a la conformación de la Plaza de la Alhóndiga entre la calle Mayor y la calle Correo, donde se ubicaban además de aquella, la Carnicería y la Pescadería. Esta plaza pasará a llamarse Plaza de la Verdura, nombre con el que se la conoce en la actualidad. A mediados del siglo XIX se demuelen los edificios antiguos, trasladados esos servicios a la vieja Armería Real. Años después, en 1899, el arquitecto municipal Juan Alejandro Múgica realiza el proyecto para la construcción de hierro y cristal que cubriría el mercado diario en esta plaza y que se situaba de forma paralela a los pórticos de las viviendas ya construidas a los lados. Es de destacar la ligereza y funcionalidad de la construcción y los elementos decorativos en los elementos de hierro fundido.

Unos años antes el mismo arquitecto municipal, en 1895, realiza el proyecto para la construcción del Tinglado o Zerkausi nuevo para la celebración de los mercados semanales en el lugar del antiguo, en la Calle Solana, junto al río y sobre la muralla de la villa. Las obras comienzan en 1898 y se desarrollan hasta 1900, arbitrando una doble utilidad, mercado semanal abierto y paseo cubierto hacia el sur, en la orilla del Oria. Se trata de un bello y esbelto pabellón alargado, seriado gracias a las columnas de fundición y con dos alturas aprovechables y dos crujías en la parte superior.

Dentro de la arquitectura religiosa de Tolosa destacan tres edificios sobresalientes, la parroquia de Santa María en el centro de la villa y dos conventos situados extramuros, los ya mencionados de San Francisco y de Santa Clara.

La parroquia de Santa María, sobresale en el centro de la villa por su monumentalidad. En su origen está la iglesia medieval y se configura como la vemos hoy en su aspecto exterior en el siglo XVI, en su segunda mitad. La iglesia originaria, de dimensiones más reducidas que la actual se incendia en 1503. Será a partir de 1548 cuando se reconstruya la actual según las trazas de Pedro de Lizarazu y a cargo del cantero Pedro de Echaburu primero y de su hermano Juan Martín de Aguirre, después, llegando a hacer la capilla mayor y el crucero. Nuevas trazas se dan a partir de 1581 por Juan de Santesteban y después de 1591, Beltrán de Muguerza, Hernando de Loidi y Mendiola, para continuar con la construcción de la iglesia hasta finales del siglo XVII. De este modo se realiza la iglesia de Tolosa como un gran edificio de tres naves a la misma altura, una iglesia de planta de salón y cubierta con variadas bóvedas de terceletes, combados y estrelladas sobre pilastras circulares y un coro alto a los pies de las tres naves.

La fachada de la iglesia, construida en piedra de sillería gris, consta de un gran muro articulado por cuatro pilastras y en el que se abrirán tres óculos para iluminar las tres naves de la iglesia. Entre las centrales se coloca la espadaña de tres vanos y de dos pisos, construida en piedra de toba para aligerar pesos, decorada con volutas laterales y jarrones en la parte superior. En los extremos de este gran lienzo de muro, sobre las pilastras laterales se construyen sendas torres de menor tamaño y de movida planta. Se unen con la espadaña central con una balaustrada pétrea que recorre la fachada. El proyecto fue obra de Martín de la Carrera y se ejecutó entre 1761 y 1764.

La fábrica de la iglesia se completará con la portada de Santa María, obra realizada a partir de 1764 siguiendo las trazas de Tomás de Jaúregui. Esta consiste en un pórtico adelantado al muro de la fachada, con planta cuadrangular y tres arcos de medio punto como accesos central y laterales sobre pilastras, con cornisas movidas y jarrones. Sobre este primer piso, una hornacina muy decorada alberga la imagen pétrea de San Juan, obra barroca de Santiago Marsili y el escudo de la villa.

Entre el ajuar de la iglesia destacan el conjunto de retablos neoclásicos, tanto el mayor como los laterales que se hicieron como consecuencia del incendio que sufrió la parroquia en 1781. Para el ábside de esta iglesia se realizó un retablo diseñado por Pedro de La Torre, escultor y arquitecto de Madrid, al frente del cual estuvo Bernabé Cordero, también madrileño. El objetivo era servir de complemento al sagrario que había hecho Anchieta en el siglo XVI, pero que fue sustituido por uno barroco en 1659. Fue ayudado posteriormente por Juan Bazcardo y Francisco de Ureta y quedó acabado en 1647. El conjunto pereció en el incendio de 1871.

A comienzos del siglo XIX Silvestre Pérez actualizó el interior de la iglesia para dotarle de cierto clasicismo, y diseñó los retablos neoclásicos que adornan sus paredes. A partir de 1805 se construyen los retablos neoclásicos que vemos, en los que predominan los de cuerpo único, sean laterales o el mayor, y la fuerza y protagonismo de las columnas de fuste liso. Gran parte de las esculturas son obra del valenciano José Piquer y Duart, de mediados del siglo XIX, aunque apegadas a la tradición de la imaginería española, prescindiendo del patetismo. Son suyas las imágenes de San Ignacio de Loyola, San Antonio de Padua, San Juan Bautista y San José con el Niño. El retablo mayor lo preside un lienzo de la Asunción de la Virgen, obra de Antonio de Zabala y colocado en 1829.

Destacan en esta iglesia varios relieves romanistas repartidos por la iglesia y que pertenecieron al retablo que Ambrosio de Bengoechea realizó para el retablo que Petronila de Idiáquez costeó para su capilla en el vecino convento de San Francisco. Se trata de las escenas de la Piedad y el Santo Entierro, dispuestas sobre las puertas laterales al altar mayor, que dan acceso a la sacristía y a otra dependencia en el lado del evangelio y la epístola respectivamente. En el primer retablo lateral del lado del evangelio se encuentran el Crucificado, la Virgen y San Juan del mismo conjunto. Pese a que la policromía de paños lisos no ayuda a su valoración, se aprecia la contundencia de las anatomías y la plasticidad y pesadez de los ropajes, herencia de los últimos dibujos de Miguel Ángel en Roma.

Otro conjunto importante de esculturas barrocas las encontramos en la sacristía entre las que destaca la talla barroca de San Juan Bautista. Debajo del coro se localiza un pequeño retablo barroco churrigueresco ejecutado en 1722 posiblemente por Juan Bautista Sagüés en el que se guardan las tallas de Semana Santa. En él se guardan la imagen del Cristo muerto y una Virgen de los Dolores o de la Soledad, de la segunda mitad del siglo XIX, y un Cristo con la cruz y otro atado a la columna, obras de J. Campeny en 1915. A su lado, en un sencillo retablo clasicista está la talla de Cristo crucificado, obra realizada por José Pérez Sojo, escultor madrileño, y donada a la iglesia en 1916.

En el coro alto de la iglesia destaca un órgano Stoltz-Frères de París, ejemplar de 1885 y una bella sillería de coro barroca con pintura sobre tabla en los respaldares. Tanto la caja del órgano, como la sillería de coro, fueron obra del escultor Juan de Leyzi, realizada a fines del siglo XVII. En el baptisterio original, en el lado de la epístola se encuentra hoy también una portada románica procedente de la ermita de San Esteban y trasladada a este emplazamiento en 1918. Mención especial merece la pila bautismal, bello ejemplar pétreo de en torno a 1500, hoy situada en el altar. En su copa, de exterior afacetado, encontramos representaciones animales, como el león, el águila y otras aves y elementos vegetales como jarrones con azucenas. En el apartado pictórico, destacan las pinturas que a gran altura decoran los muros laterales de las naves. En los intercolumnios de los muros están seis grandes lienzos con episodios bíblicos pintados por el pintor Eugenio de Azcue antes de 1860. Los temas de estas obras son Moisés salvado de las aguas, Juicio de Salomón, Saúl y David, Resurrección de Lázaro, Cristo con la mujer adúltera y la Resurrección. Otros seis lienzos fueron pintados hacia 1940 por el pintor de Bergara Simón Arrieta. Sus temas son la Inmaculada Concepción, Pedro pescador, Santa Cecilia, Virgen de Izaskun, Aparición de Jesús y Agnus Dei.

La arquitectura religiosa continúa en Tolosa en los Conventos de San Francisco y Santa Clara. El primero surge a fines del siglo XVI como donación de Pedro de Mendizorrotz. Se siguen los planos de Miguel de Aramburu a partir de 1597 y trabaja en la obra el cantero Pedro de Mendiola, entre otros. Destaca su fachada lienzo con triple arquería de ingreso entre pilastras y segunda planta con ventanas y dos escudos entre ellas. Al interior destaca su retablo mayor, obra de Ambrosio de Bengoechea.

El contrato para su ejecución se hace en 1604 conforme a la traza del mismo escultor. Es un retablo fachada que cuenta con banco y dos cuerpos de tres calles y dos entrecalles. El ático, es añadido posterior. Prima en su estructura la arquitectura. Las calles del banco se separan por pilastras, mientras que las cajas de los dos cuerpos se separan por columnas de fuste acanalado y capitel toscano y jónico respectivamente. Sobre ellas, frontones triangulares y partidos se alternan armónicamente. En las calles laterales se narran numerosos episodios de la vida de San Francisco, mientras en las entrecalles se disponen imágenes de santos. En la calle central, sobre el relicario romanista y el expositor barroco, se sitúa el titular, San Francisco, la Virgen con el Niño y el Calvario en el ático.

El convento de Santa Clara es también fruto de una donación particular. Ya en 1612 existían clarisas en el Palacio de Atodo, intramuros, gracias a la cesión del mismo que habían hecho Miguel Pérez de Mendiola y su esposa Magdalena de Unanue. Ellos mismos serán los que promuevan la construcción del convento actual, situado extramuros de la villa, al otro lado del puente de Navarra, en 1666. La iglesia, de planta de cruz latina y bóvedas de lunetos en las naves y cúpula en el crucero, fue construida en el primer tercio del siglo XVIII y fue decorada con retablos del Barroco rococó.

El retablo mayor es un bello ejemplar de retablo cascarón diseñado por Ignacio de Ibero y realizado por los arquitectos Francisco Ignacio de Azpiazu y Tomás de Jauregui entre 1744 y 1746. Las tallas son obra de Tomás de Gorgollo, escultor. Consta de basamento con dos puertas laterales, un solo cuerpo de tres naves con columnas acanaladas sobre amplios mensulones y capitel compuesto y un ático en forma de media cúpula. Un elegante sagrario con expositor y rematado en cúpula ocupa la parte baja de la calle central. Sobre él, la gran hornacina que cobija la imagen de Santa Clara con la custodia y sobre ella, la talla de la Virgen Inmaculada. En las calles laterales se sitúan santos de la orden franciscana como San Francisco y San Antonio de Padua. Otras dos santas franciscanas se colocan en el ático a los lados de la Virgen. Ángeles, querubes y Padres de la iglesia completan el ciclo iconográfico, mientras la decoración vegetal y las rocallas inundan la arquitectura del conjunto.

Todo el mobiliario litúrgico de la iglesia mantiene una unidad estilística, así los cuatro retablos laterales son barrocos y fueron construidos con posterioridad por Lete y Ormaechea. Además la comunidad de clarisas de Tolosa cuentan con otras joyas escultóricas. Un correcto y bello Ecce Homo de medio cuerpo de hacia 1630, que se coloca en un retablo lateral del lado del evangelio. Es un buen ejemplo de la escultura barroca naturalista sobre episodios de la Pasión, ligada a la tradición castellana y que conserva la policromía original. Conservan también, en este caso en clausura, una Virgen gótica, del siglo XIII.

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AGS 2011