Lurraldeak

Bizkaia

En las sociedades históricas, el desarrollo demográfico ha sido una de las expresiones más claras del bienestar y de la riqueza de un país. El número de efectivos humanos así como su estructura interna en un momento histórico dado es, uno de los signos más claros de la capacidad de una sociedad para producir los bienes necesarios para su desarrollo social. En las sociedades europeas preindustriales, en las que el desarrollo tecnológico era escaso y apenas experimentaba cambios sustanciales, el principal rasgo ha sido la dificultad de la expansión demográfica. El ritmo de crecimiento demográfico era muy lento. Pocas veces se superaba un incremento medio del 0,5 por cien habitantes al año. Eran muchas las constricciones que impedían crecer a la población a un ritmo intenso durante un largo periodo de tiempo. Por un lado, las sucesivas crisis de mortalidad, en forma de hambrunas, conflictos bélicos y epidemias, se encargaban de diezmar la población de forma cíclica. Por otra parte, las posibilidades de expansión de estas colectividades vienen determinadas por los recursos disponibles: la tierra, el espacio y otros elementos naturales. Las poblaciones reaccionan y ajustan el número de efectivos humanos a las coyunturas recesivas o expansivas a través de una serie de estrategias demográficas. Nos referimos a la posibilidad de crear mayor o menor número de unidades familiares, de alargar o acortar el periodo de reproducción mediante la edad a la que las mujeres contraían matrimonio, o a la posibilidad de desplazarse geográficamente.

Evidentemente una vez iniciada la primera revolución tecnológica este equilibrio demográfico se altera profundamente. En la civilización occidental, a lo largo de los siglos XIX y XX, se rompen las históricas constricciones al crecimiento de la población y se supera ese antiguo techo poblacional marcado por la producción de alimentos. El proceso de industrialización desencadena, desde una perspectiva poblacional, una sucesión de cambios que constituyen lo que los demógrafos denominan como "transición demográfica". Consiste en la sucesión de etapas por la que atraviesa cualquier comunidad para pasar de estadio pretransicional -un ritmo de crecimiento demográfico muy bajo basado en altas tasas de mortalidad y natalidad- a un estadio postransicional, en el que se sitúan los países occidentales en la actualidad, definido por un crecimiento moderado de la población, esta vez basado en bajas tasas de natalidad y mortalidad. La transición demográfica incluye una primera fase de explosión demográfica, debido a un descenso intenso y sostenido de la mortalidad, y una segunda fase que se caracteriza por un control de la natalidad como reacción al incremento de la supervivencia de los hijos. Evidentemente los cambios económicos y culturales asociados a la nueva sociedad industrial explican en última instancia esta sucesión de transformaciones demográficas. Veamos la cronología y los rasgos de este proceso en Bizkaia.

A la hora de reconstruir la historia demográfica del Señorío de Vizcaya nos enfrentamos a dos problemas básicos. El primero es la escasez de fuentes disponibles. Teniendo en cuenta que las principales fuentes para determinar el volumen de población así como los rasgos estructurales (composición por edades, sexo, distribución territorial, etc...) son el conjunto de censos o recuentos generales, se puede decir que hasta mediados del siglo XIX no comienza la época propiamente estadística. La línea divisoria se debe de situar en 1856, con la creación de la Comisión de la Estadística General del Reino por el gobierno de Narvaez.

Debido a esta circunstancia histórica, antes de la época estadística los historiadores de la población se enfrentan a un segundo problema, y es la interpretación demográfica de una serie de fuentes que en su origen tienen funciones de carácter fiscal o militar. En las regiones que poseen autonomía fiscal, como el caso de las provincias Vascongadas, las autoridades locales y territoriales tomaron la iniciativa en la realización de sus propias estadísticas demográficas. Es por eso que cuentan con una serie de recuentos propios, como por ejemplo las fogueraciones, en las que se contabilizan el número de vecinos que debían de pagar la contribución. Ahora bien, esta misma condición de provincias exentas explica que las autoridades no participaran en la elaboración de aquellos censos o recuentos que se llevaron a cabo en la Corona de Castilla a lo largo de los siglos XVI y XVII. Asimismo, las provincias vascas fueron las únicas que no realizaron el Vecindario de Campoflorido (1712-1717). Tampoco participaron en lo que algunos demógrafos han calificado como "la mayor operación estadística realizada en el Antiguo Régimen". Nos referimos al Catastro de la Ensenada (1749-1753). Es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando los fondos documentales de Bizkaia cuentan con aquellos censos oficiales promovidos y ejecutados por los gobiernos ilustrados de la Corona de Castilla. Bajo el espíritu ilustrado se llevaron a cabo los intentos estadísticos más ambiciosos de esta etapa. Se le denomina como fase "protoestadística" ya que por primera vez se realizan recuentos con carácter universal, dirigidos por una Administración central y que pretenden registrar el estado poblacional de todos los territorios: el volumen y la distribución de la población. Ahora bien, en los resultados que aportan todavía no se toma como unidad de análisis al habitante. La información se presenta de forma agregada en forma de pequeños estadillos en donde se recoge el total de habitantes, la estructura de la población por edad y sexo, de cada municipio.

Censos y recuentos de población de Bizkaia (siglos XVIII-XX)
(*) Los resultados se encuentran de forma agregada por unidad municipal.
(**) En el INE los resultados se encuentran de forma agregada por unidad municipal. Se pueden encontrar las listas uninominales originales en los Archivos Municipales de cada localidad.
Censos/recuentosUnidad de análisisArchivo
Época preestadística
Fogueración 1704vecino (unidad fiscal)Arch. General del Señorío de Bizkaia
Fogueración 1745vecino (unidad fiscal)Arch. General del Señorío de Bizkaia
Fogueración 1797vecino (unidad fiscal)Arch. General del Señorío de Bizkaia
Época protoestadística
Censo de Aranda 1768Habitantes (*)Arch. Histórico Nacional
Censo de Floridablanca 1787Habitantes (*)Arch. Histórico Nacional
Censo de Godoy 1797Habitantes (*)Arch. de la Diputación de Vizcaya
Censo de Thouvenot 1810Habitantes (*)Arch. General del Señorío de Bizkaia
Censo de 1814Habitantes (*)Arch. de la Diputación de Vizcaya
Padrón de Policía 1825Lista uninominal de habs.Arch. General del Señorío de Bizkaia
Época estadística
Censo de 1857Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1860Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1877Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1887Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1897Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1900Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1910Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1920Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1930Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1940Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1950Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1960Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1970Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1975Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1980Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Censo de 1991Habitantes (**)Instituto Nacional de Estadística (INE)
Población actualizada 1998Habitantes (**)Eustat

Decíamos que junto al problema de la escasez de fuentes hay que enfrentarse a la dificultad de interpretación de muchos de los recuentos de población que no tuvieron un carácter estrictamente demográfico. Así, por ejemplo, en el caso de las fogueraciones vizcaínas (1704-1706, 1745-1747, 1790) se toma como unidad la foguera que sería el equivalente al vecino, una unidad de carácter fiscal. Esta circunstancia obliga a tomar con mucha prudencia los resultados sobre los efectivos de población ya que hay una tendencia a la ocultación de población. Es sabido el recelo de los ciudadanos, de las instituciones locales y provinciales frente al control de las Administraciones centrales. Las autoridades municipales procuraban disminuir el número de habitantes para evitar que se incrementara el peso de las cargas de los servicios personales y por impuestos fiscales. También es cierto que el subregistro y la calidad es muy desigual de un censo a otro.

En la segunda mitad del siglo XVIII contamos con el Censo de Aranda (1768) -el primer censo que no lleva emparejado la imposición fiscal- el censo de Floridablanca (1786-1787), y el censo de Godoy Larruga (1797). Entre todos ellos cabe destacar el censo de Floridablanca, el primer censo realizado con algunas características modernas en la medida en que había un interés expreso de las autoridades de desterrar la idea de que todo recuento de población conlleva nuevas quintas o imposiciones fiscales. Aún así no estamos todavía ante un censo plenamente moderno, ya que no fue obra de un determinado organismo adhoc, ni tampoco es el resultado de un recuento de inscripciones nominales. De hecho, no se tomaron los nombres de los habitantes, sin duda para evitar sospechas y prevenir ocultaciones.

En la primera mitad del siglo XIX se llevaron a cabo el Censo de Thouvenot (1810), así como el de 1814, y el censo de Policía, de 1825. Cabe destacar este último por ser la primera lista uninominal en la que aparece una relación muy interesante de variables sobre cada habitante (origen, profesión, lugar que ocupa dentro de la unidad familiar...). El Censo de la población del año 1857 marca el inicio de la época estadística. Las tres características que definen a un censo como moderno son que la confección se confíe a un organismo estatal adhoc, -en este caso al INE o Instituto Nacional de Estadística- es un recuento por habitantes, el interés es, por lo tanto, exclusivamente demográfico, es un censo que se ordena en base a una inscripción nominal, consecuencia de la creación de la cédula de familia u hoja de empadronamiento familiar. El listado de recuentos de población de naturaleza civil desde entonces es el siguiente: 1857, 1877, 1887, 1897, 1900, 1910, 1920, 1930, 1940, 1960, 1970, 1975, 1986, 1991.

La otra información utilizada para el estudio demográfico tiene un carácter indirecto. Nos referimos a los principales hechos vitales (nacimientos, matrimonios y defunciones) a través de los cuales se mide la tendencia y los ciclos demográficos. No cabe duda que ha sido de gran utilidad a la hora de identificar los avances y retrocesos en la dinámica población en relación a la coyuntura económica y, en definitiva, a la hora de completar los grandes vacíos documentales de las fuentes oficiales. Las fuentes sacramentales depositadas en las parroquias han sido la base de esta información hasta que a partir de 1877, la propia Administración se encargó de llevar esta contabilidad, el Registro Civil, depositada en los archivos municipales o en los juzgados.

  • Etapa foral (siglos XVI-XVIII)

Finalizada la crisis bajo medieval y concluída la intensa política urbanizadora con la fundación de villas (vide Baja Edad Media), se desarrolló una larga fase de estabilidad social. La etapa propiamente foral que marca la cronología de la modernidad vasca (siglos XVI-XVIII) se caracterizó por un crecimiento demográfico contenido. A tenor de los totales poblacionales estimados por la historiografía, el ritmo de incremento de la población en este período fue de un 0,18 por cien. Esto significa que la población tardó tres siglos en duplicar sus efectivos. Si a principios del siglo XVI contaba con cerca de 70.000 habitantes, esta población no supera los 140.000 habitantes hasta el primer cuarto del siglo XIX. Estamos, por lo tanto, ante una sociedad que adopta una intensa contención demográfica como mecanismo de supervivencia.

Evolución del número de habitantes en Bizkaia (siglos XVI-XX)
AñoNúmero de habitantes
Principios siglo XVI69.860
159172.500
170483.590
1787116.042
1797111.063
1810111.920
1825144.785
1857160.579
1860168.705
1877189.954
1887235.639
1900311.361
1910349.923
1920409.550
1930485.205
1940511.135
1950569.188
1960751.014
19701.043.310
19751.151.674
19811.189.278
19911.153.622
19981.141.407

¿Sobre qué bases se asienta la obtención de recursos y cuáles son, en definitiva, los límites al crecimiento demográfico en Bizkaia? Como en cualquier sociedad estrechamente dependiente de la producción de alimentos, la riqueza agraria era un factor de primer magnitud que explica los cambios en el número de efectivos humanos. Los vizcaínos tuvieron siempre muy claro que vivían en una tierra deficitaria. Tanto es así, que en el mismo Fuero Nuevo se reconoce que el Señorío es una zona de acarreo, es decir, estructuralmente dependiente de la importación de alimentos del exterior. Por otra parte, adoptaron un sistema hereditario basado en la troncalidad y la libertad elección que impuso serias restricciones a la formación de nuevas familias y, en definitiva, a la expansión demográfica. La filosofía de la troncalidad obligaba a legar indiviso el patrimonio familiar. Ello suponía un auténtico freno social al crecimiento de la población rural ya que quien no heredaba la tierra dificilmente podía crear un nuevo hogar.

La habilidad de los vizcaínos consistió en lograr optimizar una serie de recursos naturales y humanos que les permitió hacer frente a la importación de subsistencias en un contexto de internacionalización de la economía (siglos XVI-XVIII). Así, por ejemplo, se desarrolló una potente industria del hierro, con clara vocación exportadora. Se aprovecharon los ricos yacimientos de mineral de hierro, la energía hidráulica de sus ríos caudalosos que movían los fuelles y martinetes de las ferrerías, así como los frondosos bosques en donde se producían el carbón vegetal necesario para la fundición y transformación del mineral. Asimismo, se optimizó la situación estratégica entre el interior de la Península y Europa, llegando a controlar los circuitos comerciales de intermediación y a desarrollar una intensa actividad como transportistas. Se instaura una organización social económica con intensas cotas de mercantilización y estrechamente dependiente de la demanda exterior. En definitiva, las actividades derivadas de los sectores secundario y terciario fueron claves en el equilibrio económico y demográfico de los vizcaínos. Constituyeron una fuente de ingresos sustancial para un colectivo importante de familias vizcaínas. A partir de aquí la interpretación de la evolución de la población vizcaína va a estar históricamente relacionada con las fases de expansión o regresión de los mercados internacionales. Evidentemente los cambios en la coyuntura de aquellos sectores inducidos desde el exterior provocaba auténticos proceso de crisis y reconversión sobre la dinámica demográfica. Repasemos estas etapas.

a) Entre 1450 y 1550/1570, el Señorío de Vizcaya participó, como el resto de la Europa occidental, de una larga etapa de crecimiento. Una vez puestas las bases de una nueva estructura urbana con la fundación de las villas, se vivió una fase de auge demográfico. Si bien es cierto que no contamos con estimaciones fiables sobre el total de habitantes para Bizkaia, los historiadores han utilizado algunos indicadores de tipo cualitativo, de carácter indirecto, para medir este proceso. Nos referimos a la multiplicación y desmembración de las parroquias así como las manifestaciones de los observadores contemporáneos (L. M. Bilbao, 1979, 124). "Entre 1448 y 1557 el número de parroquias que se fundan o desmembran en Vizcaya es de 38, lo que significaba el 38% por cien (...). Los labradores censuarios de Vizcaya, que en 1436 se inscribían en 818 fogueras, en 1493 alcanzaron la cifra de 1037". En cualquier caso el tirón demográfico se produjo fundamentalmente en las villas y zonas costeras. Es lo que se ha denominado la expansión del "modelo urbano", una expansión demográfica estrechamente vinculada al incremento de la población asalariada cuyos ingresos dependían de la coyuntura del comercio exterior y a la masiva exportación del hierro vasco hacia Europa.

b) A partir de 1550/1570 se rompe la tendencia expansiva de la población y se produce una fase de contracción general que dura hasta 1630. La guerra europea y la pérdida del eje atlántico marcan una coyuntura recesiva para el comercio y la exportación de hierro vasco. A falta de recuentos de población para esta época, la tendencia de las series vitales de bautismos ha servido para reconstruir la evolución coyuntural (Ortega, 1996). Se dio una intensa caída en el número de nacimientos ya desde 1550 entre la población más dinámica concentrada en las villas, y a partir de 1575 entre la población agraria. Se produce una crisis del modelo urbano que sustentaba la fase expansiva del período anterior. Los colectivos de población que vivían de actividades mercantiles e industriales se vieron obligados a realizar una dura reconversión. Por otra parte es una fase en la que la población se vio envuelta en una serie de crisis de mortalidad que agravaban la crítica situación social. A finales del s. XVI (1598-1602), la población vizcaína no pudo escapar a los estragos que produjo la epidemia de peste que afectó a la cornisa atlántica europea. Asimismo, entre 1631 y 1634 se experimentó la acción combinada de crisis de subsistencia y hambres. También es cierto, que a lo largo del primer tercio del s. XVII se inicia una reconversión de la estructura productiva en la que se asientan bases más sólidas para la siguiente fase expansiva de la modernidad. Nos referimos por un lado, a la introducción masiva del maíz en los campos vizcaínos, de rápida adaptación y altos rendimientos, lo que permitirá incrementar la capacidad de autosubsistencia del medio rural. Por otro lado, los naturales del Señorío se hacen definitivamente con el control del sector comercial, en manos extranjeras hasta entonces.

c) A partir de 1635, una vez superada la dura crisis económica y demográfica de 1631-1634, se inicia una recuperación sobre nuevas bases sociales y económicas. El proceso de ruralización (explotación de nuevas tierras e incremento de la productividad de las zonas ya roturadas) permite un aumento de la producción de alimentos. La producción agrícola se triplica en 150 años (1620-1766). El campo demanda cada vez más mano de obra y, por lo tanto, fija a su población. El excedente de los caseríos que antes emigraba hacia las villas, ve una salida en los nuevos campos y tierras que se roturan. En la segunda mitad del siglo XVII, la población rural crece a expensas de una pérdida de la importancia de la población urbana.

En el conjunto del dieciocho, el crecimiento de la población siguió un ritmo lento, difícil de estimar y sujeto a polémica entre los estudiosos de la población vasca. Algunos autores hablan de un crecimiento inferior al resto del Estado, ya que si la tasa de crecimiento anual para toda la centuria fue de 0,45% en España, en Bizkaia no alcanzó más que el 0,33%. Otros dan por buena la estimación de un crecimiento global de un 0,47% entre 1704 y 1799. Se suele hablar de dos dieciochos. A lo largo de la primera mitad básicamente se continúa el impulso generado en la centuria anterior. La segunda mitad, estuvo marcada por momentos de dificultades que progresivamente se acumulan, complejizan y acentúan. La expansión de este modelo agrario basado en un cultivo intensivo de la tierra asociado a la cultura del maíz tocó techo en el último tercio del siglo XVIII. El ritmo de crecimiento de la población rural disminuyó hasta producirse cierto estancamiento. Esta segunda mitad de siglo XVIII estuvo caracterizada por el estancamiento e incluso retroceso del medio rural. En cualquier caso, el desajuste entre tierra y población en el medio rural coincidió con un incremento en la demanda de trabajo industrial al calor de la coyuntura expansiva económica expansiva del siglo XVIII. La demanda internacional situó a la industria autóctona de transformación siderometalúrgica en su momento más álgido. Bizkaia sostuvo un crecimiento a un ritmo superior al resto de las provincias vascas, y sostenido hasta la crisis finisecular entre 1790-1814, debido a una economía mucho más diversificada y menos dependiente de la coyuntura agrícola. Un signo evidente fue el fuerte tirón demográfico de Bilbao, que no mostró signos de agotamiento. A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, el crecimiento demográfico de la población vizcaína no se detuvo gracias a que fue posible una orientación del excedente rural hacia los sectores urbanos. De nuevo la industria del hierro y el sector de los servicios sostuvieron esta dinámica expansiva.

d) La crisis de finales del siglo XVIII (Guerra de la Convención-Guerra de la Independencia), junto a la crisis social propia de los últimos coletazos del Antiguo Régimen, marca el final de este ciclo así como de la larga etapa de la modernidad.

  • La transición demográfica (siglos XIX y XX).

A comienzos del siglo XIX, se inicia en Vizcaya el ciclo demográfico moderno. Al igual que en el conjunto de la Europa Noroccidental, esta fase reúne una serie de características que le distinguen de cualquier otro ciclo demográfico. En primer lugar, se distingue por la intensidad y velocidad del crecimiento demográfico. Se supera el fatídico 0,5 por cien habitantes al año y lo habitual es que se alcancen niveles superiores al 1 por cien. En segundo lugar, el gran salto adelante estuvo caracterizado por un crecimiento demográfico prácticamente sostenido e intenso a lo largo de dos centurias. Apenas hay fases de retroceso o estancamiento de población a parte de las crisis coyunturales asociadas a los tres conflictos bélicos. En tercer lugar, ha durado casi dos siglos hasta la actualidad. Entre 1800 y 1991 se dio un incremento medio anual del 1,26 por cien, lo que se tradujo en un número de efectivos humanos 8 veces mayor, una vez consumada la revolución demográfica en esta región.

Número de habitantes según el censo de 1857
AyuntamientosHabitantesAyuntamientosHabitantesAyuntamientosHabitantes
Abadiano1.897Ermua639Morga579
Abanto y Ciérvana1.172Frúniz377Múgica1.245
Amorebieta2.064Galdácano1.254Mundaca2.102
Amoroto654Galdame1.285Munguía4.313
Aracaldo107Gámiz-Fica876Murélaga1.414
Aranzazu254Garay365Musques1.297
Arbácegui-Guerricaiz1.156Gatica932Ochandiano1.744
Arcentales1.054Gauteguiz de Arteaga978Ondárroa1.935
Arrancudiaga588Gordejuela1.760Orduña2.691
Arrieta1.118Górliz773Orozco3.109
Arrigorriaga781Guecho2.079Pedernales309
Baquio347Güeñes1.610Plencia1.229
Baracaldo2.695Guernica y Lumo2.754Portugalete1.435
Barrica487Guizaburuaga274Rigoitia1.221
Basauri811Ibarranguelu1.066San Salvador del Valle722
Berango556Ispáster855Santa María de Lezama835
Bermeo5.759Izurza298Santurce-Antiguo---
Berriatúa1.125Lanestosa603Santurce-Ortuella1.509
Berriz1.403Larrabezú1.170Sesta384
Bilbao17.923Lauquiniz483Sopelana650
Busturia1.558Lejona600Sopuerta1.514
Carranza3.995Lemona787Trucíos829
Castillo y Elejabeitia712Lemóniz503Ubidea428
Ceánuri2.508Lequeitio2.834Urdúliz634
Ceberio1.861Mallavia1.028Valmaseda2.309
Dima2.157Mañaria686Valle de Achondo---
Durango2.827Marquina-Jemein1.767Vedia585
Ea1.453Maruri624Villaro878
Echévarri330Mendata1.116Yurre1.170
Echevarría1.116Mendela290Zaldíbar591
Elanchove967Meñaca631Zalla1.475
Elorrio2.735Miravalles411Zarátamo361
Ereño560
Total160.759

e) Desde un punto de vista demográfico la ruptura del equilibrio preindustrial se produjo en los dos primeros tercios del s. XIX. A partir de 1811, se dio un aumento demográfico al calor del desmantelamiento del Antiguo Régimen y de la desaparición de aquellos límites que tradicionalmente ponían freno a una expansión demográfica constante. Efectivamente las transformaciones sociales como la desamortización y cultivos de nuevas tierras parece que socavan las bases sociales y económicas tradicionales de una sociedad agraria cuyo crecimiento dependía en gran medida del acceso a la tierra. A partir de 1841 aquellos principios liberales que cristalizaron en un nuevo marco institucional, dejan sentir sus efectos sobre la vida económica y demográfica. Se alcanzan por primera vez tasas de crecimiento demográfico superiores al 0,5 por cien, incluso al 1 por cien, umbral considerado como propio de un estadio transicional.

f) Esta expansión sostenida se convierte en una auténtica explosión demográfica una vez finalizada la segunda guerra carlista en 1877. El nuevo ciclo de inversiones de la mano del boom minero de los años setenta, la implantación siderúrgica en los años ochenta y la consiguiente diversificación de la actividad industrial (química, eléctricas, metalurgia y naviera) de los años noventa, explican esta explosión demográfica. Hay dos rasgos de esta dinámica que mediatizan el proceso de modernización demográfica en Bizkaia: la rapidez y la intensidad con que se produjo. A lo largo del último tercio del siglo XIX, período en el que emerge la nueva sociedad industrial vizcaína, se registró el incremento más intenso hasta la fecha, con una tasa de crecimiento real superior al 2 por cien anual. El crecimiento económico industrial generó una masiva demanda de mano de obra debido a las unidades de explotación de tipo extensivo como la minería, y a las dimensiones de las primeras plantas industriales.

g) Tras la guerra civil y los duros años de la postguerra, la dinámica expansiva generada en la década de los años cincuenta y sesenta reprodujeron una auténtica segunda explosión demográfica, con una velocidad de incremento anual de la población de nuevo muy intensa -tasas de crecimiento anual de 2,81 por cada cien habitantes entre 1950 y 1960 y de ¡nada menos que 4,40 por cien habitantes al año! entre 1960 y 1970-, y concentrada en el tiempo. Vizcaya duplica el número de habitantes en apenas veinticinco años, entre 1950 y 1975, pasando de medio millón de habitantes a un millón.

h) La crisis económica de 1975 tiene un efecto implacable sobre la población vizcaína. Es la primera vez en los últimos doscientos años que Bizkaia pierde población, con una tasa de crecimiento negativa de -0,30 por cien entre 1981 y 1991. No cabe duda que los sectores sobre los que se ha asentado el tejido industrial vizcaíno han sido duramente castigados por una nueva situación económica definida por la internacionalización de los mercados. El cierre de Altos Hornos de Vizcaya, como símbolo del antiguo esplendor de la producción siderúrgica, es el máximo exponente de la pérdida de la competitividad de la industria vizcaína. Prácticamente todos los sectores económicos que forman el tejido industrial vizcaíno se han visto sometidos a una dura reconversión económica que ha generado una de las tasas de desempleo más elevadas de España, con alrededor de un 20 por cien de la población activa en paro. La población se encuentra en una situación de impasse social, en la que la emigración se convierte en la válvula de escape para cada vez más colectivos sociales.

La interpretación del crecimiento demográfico nos lleva necesariamente a determinar los componentes del mismo, el movimiento natural (la diferencia entre la natalidad y la mortalidad), así como los movimientos migratorios. Abordaremos algunos factores que explican las respuestas demográficas en las distintas fases históricas, de forma que obtengamos una mejor comprensión de los mecanismos que se ensayan.

  • La etapa preindustrial (siglos XVI-XVIII)

La población vizcaína, junto a la del resto País Vasco costero, participó de las tres principales estrategias de ajuste de la población o, como lo denominan otros, de las tres opciones posibles que se practicaron en Europa Occidental a largo de la edad Moderna: junto a la restricción de la nupcialidad como forma de controlar la natalidad, se dio una utilización intensa de los movimientos migratorios como instrumento de redistribución de la población. A ello hay que añadir una amortiguación de la mortalidad extraordinaria hasta su práctica desaparición. Vayamos por partes.

En las sociedades preindustriales en las que no existen controles de fecundidad dentro del matrimonio, las estrategias nupciales constituyen un sistema de control del crecimiento demográfico de primera magnitud. La edad al matrimonio de las mujeres delimitaba la fase de reproducción y, por lo tanto, el número de nacidos dentro del matrimonio. Así mismo, las posibilidades de contraer matrimonio entre la población femenina (medidas a través de un indicador como el celibato definitivo) es el otro componente de la nupcialidad que explica la capacidad de reproducción de un colectivo. En este sentido, el País Vasco Húmedo se alinea con aquellos paises de la Europa Occidental que consiguieron un control de su natalidad mediante la puesta en práctica de una nupcialidad femenina tardía y selectiva. Es lo que se denomina un "régimen demográfico de baja presión". La tasa bruta de natalidad alcanzó en Bizkaia una media del 33,1%. Son niveles de natalidad relativamente bajos para un sistema demográfico de Antiguo Régimen, y nos hablan de un comportamiento preventivo frente al de otras regiones del interior y del sur de España. De forma combinada con la contención de su natalidad, se ponía en marcha un segundo mecanismo, una emigración intensa que conseguía mantener los efectivos humanos justos y necesarios para un área geográfica agrícolamente deficitaria. El saldo migratorio negativo (-0,27 por mil a lo largo del siglo XVIII) pone en evidencia que la emigración ha sido otra de las estrategias fundamentales utilizadas por la población vizcaína que ha contribuido a un ritmo demográfico contenido hasta el segundo tercio del siglo XIX.

La propia organización de acceso a los recursos explica algunas de estas estrategias de control de la dinámica poblacional. La sociedad rural estaba estructurada en torno a pequeños labradores con escasas posibilidades de acceder a una unidad de explotación familiar si no era heredando la tierra familiar. Este sistema imponía serios límites a la hora de crear nuevas unidades familiares y, por lo tanto, a la posibilidad de crear nuevas unidades de reproducción. Además, las dificultades se reforzaban en el Señorío de Bizkaia debido al sistema de sucesión adoptado, basado en la combinación de los principios de la libertad de testar y la troncalidad. Este sistema hereditario tenía como finalidad clara impedir que la excesiva parcelación de una tierra pobre y escasa condujera a una situación insostenible para la mayoría de los campesinos. No es difícil adivinar las consecuencias demográficas. En primer lugar el retraso de la edad al matrimonio era inevitable. Nunca se casaban antes de los 25 años. Hasta que alguno de los hijos no hubiera demostrado sus capacidades, su inteligencia para la conservación y aumento de los bienes, así como su fidelidad hacia los padres, éstos no deciden quién les sucederá al mando del caserío. El matrimonio del heredero se realizaba precisamente una vez establecida la sucesión dentro del caserío. En segundo lugar, esta organización de distribución de los recursos dentro del hogar propiciaba que alrededor del 10% de la población, aquella que no acceda al patrimonio familiar, nunca llegará a contraer matrimonio. Por último, se generaba una expulsión de aquellos que no heredaban los bienes troncales. Es fácil comprender entonces que la emigración fuera un mecanismo de ajuste de primera magnitud entre la población vizcaína.

Esta forma de explotación de la tierra tan fragmentada y vinculada generó un importante colectivo de población no dedicada directamente con la agricultura. En el modelo socioeconómico vizcaíno, hombres y mujeres tenían posibilidades de acceso a ingresos económicos derivados de la industria del hierro y de los servicios. La producción del lingote del hierro y su manufactura generaban toda una serie de actividades extra-agrarias (extraccción y acarreo de mineral, tala de bosques, carboneo, transporte de lingote, metalurgia etc...) que absorbían la mano de obra excedentaria. La nupcialidad de aquellos que no heredaban la tierra estaba sujeta a la coyuntura de la industria manufacturera y del comercio internacional que cuando era expansiva impulsaba un intenso proceso de especialización de la población, que se concentraba en las villas. Se producían entonces intensas migraciones entre el medio rural y los principales centros de transformación urbanos. Aunque en el mundo urbano no era necesario el acceso a una parcela de tierra, no obstante, la capacidad de reproducción de esta sociedad urbana está francamente limitada y constreñida debido a la dificultad de formar nuevas familias.

La nupcialidad en las áreas urbanas fue más restringida que la de la población rural. Los hombres y las mujeres residentes en las villas vizcaínas tendieron a casarse a edades elevadas, especialmente en Bilbao, que oscilaban entre los 25 y 27 años. Pero, lo más significativo, es que las posibilidades de acceder al matrimonio y de formar un nueva unidad de reproducción tampoco fueron en absoluto universales. Los niveles de soltería definitiva son francamente elevados para los residentes en estos núcleos urbanos ya que oscilaban entre un 12 y 15 por cien. La sociedad urbana preindustrial estaba organizada alrededor de pequeños talleres artesanales. Los factores que retrasaban la formación de núcleos familiares estaban relacionados con el sistema de reproducción del artesanado. Allí donde los gremios regulaban el aprendizaje del oficio y el acceso al taller era necesario pasar por una fase de capacitación primero, y de ahorro después de cara a la formación de una unidad familiar con garantías de éxito económico. Era una etapa preparatoria que se denomina la fase de "celibato forzoso". Este modo de colocación de jóvenes afectaba a una parte importante de la población de distintos grupos sociales. Las mujeres, excluidas formalmente del sistema de aprendizaje gremial, trabajaban como criadas desde los 10/15 años hasta los 25 años, para ahorrar el peculio necesario que les permitiera la independencia económica. El resultado en ambos casos es un matrimonio bastante tardío.

La intensidad de la mortalidad es el otro mecanismo demográfico que explica este sistema. El País Vasco Holohúmedo constituye, a mediados del siglo XVIII, una zona de baja mortalidad infantil propia de un sistema demográfico de baja presión. El medio rural vasco reúne unas características medio-ambientales que amortiguan el desarrollo de enfermedades infecciosas transmitidas por agua y alimentos, muy exhuberantes en climas cálidos. Un clima templado, un hábitat disperso como forma predominante de asentamiento humano y el carácter unifamiliar de las residencias, es favorable a una menor propensión del contagio de epidemias. Los bajos niveles de mortalidad en estas zonas rurales se explican además por una organización socio-económica que permite unos niveles de vida y de consumo comparativamente mejores que los de otras áreas. Por un lado un acceso relativamente generalizado a la tierra; si bien no como propietarios sino como arrendatarios, la mayoría de las familias de labradores obtenían algún recurso alimentario de su posesión con el que podían cubrir aquellas necesidades mínimas biológicas de alimentación. Asimismo, la intensa diversificación de las economías domésticas facilitaba cierta capacidad adquisitiva de la población de forma que disponía de un amplio abanico de recursos complementarios.

  • La transición demográfica

El siglo XIX es un siglo en el que se produce una ruptura en el equilibrio demográfico de tipo antiguo. Es un siglo a caballo entre la antiguo régimen demográfico y las primeras manifestaciones de modernización. Se pueden distinguir dos fases. Una primera fase, entre 1800 hasta la segunda guerra carlista (1873-1877), en la que la velocidad demográfica se acelera superando el ritmo propio de una sociedad preindustrial. Esta expansión se debe a un incremento de las tasas brutas de natalidad que aumentan desde el 33% al 35% y, sobre todo, a un lento pero progresivo descenso de la mortalidad de niveles cercanos al 28 por mil (1787) hasta tasas de 23/24 por mil, en 1877. No cabe duda que bajo la apariencia de una sociedad aún rural, estas alteraciones demográficas son un síntoma de que la población ensaya fórmulas de ajuste a las nuevas bases sociales y económicas sobre las que se asienta. Vamos a detenernos en los dos fenómenos que explican esta dinámica demográfica.

La transición de la mortalidad propiamente dicha, es decir, la disminución progresiva de la mortalidad ordinaria, estaba ya en marcha en 1800. En esta primera fase de la transición de la mortalidad, que dura hasta 1877, se produce una importante reducción de la mortalidad infantil y juvenil. El colectivo de niños muertos entre los 0 y 9 años, descendió de 350 niños por cada mil nacidos hasta niveles de 250 niños muertos por cada cien nacidos. En un contexto comparativo, se desmarcó en sus primeras fases de los ritmos seguidos por las regiones de la España Interior. La tendencia estaría más acorde con la de las otras provincias vascas (Gipuzkoa y Navarra) y con las regiones periféricas como Cataluña o la misma Cantabria. Algunos de los factores que explican esta cronología están relacionados, por un lado con aquellas transformaciones que se llevaron a cabo en la primera mitad del siglo XIX en las estructuras económicas agrarias y que apoyan la tesis de una mejora de la alimentación entre la población. Las provincias vascas participaron de ese doble proceso agrícola de extensión de tierras cultivables a raíz de la desamortización y de la intensificación del cultivo con la incorporación del cultivo de la patata. Por otro lado, se produjeron cambios transcendentales en las formas de intervención social. La historia del siglo XIX en Bizkaia está definida por la reestructuración de su organización política, con importantes cambios competenciales respecto a las distintas instancias de poder. La concentración de poderes en la Diputación provincial permitió implementar políticas sanitarias coordinadas y efectivas. Se produjo además, gracias a las reformas del Estado, una mejora progresiva en el suministro de alimentos que consiguió erradicar prácticamente cualquier crisis de subsistencias; de hecho, las crisis de mortalidad del siglo XIX estuvieron motivadas por factores exógenos, más concretamente por las epidemias de cólera de 1834, 1855, 1886 y 1890.

El Señorío de Vizcaya constituye un territorio pionero en el Estado en política de infraestructuras viarias y transportes. Estas mismas transformaciones permitieron a la población superar aquellos límites que la sociedad preindustrial imponía a la nupcialidad. En el contexto liberal que se instaura a partir de 1841, se introducen modificaciones sobre las estructuras económicas que provocan una reacción procreativa entre la población. La desamortización de bienes comunales puso en cultivo nuevas tierras y aceleró e incrementó la creación de nuevas unidades familiares. Además, la mejora de las infraestructuras genera una sociedad cada vez más vertebrada y con mayores posibilidades de movilidad geográfica y sociales. Es una fase en la que se acelera el proceso de asalarización de la población. El conjunto de inversiones que se producen sobre los sectores estratégicos (minería, siderurgia, textil) mejoran notablemente las espectativas económicas y sociales para aquellos que son expulsados del caserío troncal, los no herederos. Sus posibilidades de matrimonio aumentan y el número de nacidos también. Esta dinámica expansiva se convierte en auténtica explosión demográfica en el último tercio del siglo XIX, en el que se alcanzan unas tasas de crecimiento demográfico inusitadas como síntoma del desarrollo económico bajo condiciones contemporáneas. La explosión demográfica de este período se produjo debido, en primer lugar, a una fortísima inmigración. Por primera vez en cuatro siglos se produce un saldo migratorio positivo, como síntoma del despegue industrial. Este factor constituye el principal componente del crecimiento a lo largo del último tercio del siglo XIX (1877-1900).

Componentes del crecimiento demográfico en Bizkaia (porcentaje anual)
Saldo naturalSaldo migratorioTasa anualde crecimiento
1860-18771,13-0,430,7
1877-18870,991,22,18
1887-19001,031,142,17
1900-19101,28-0,111,17
1910-19201,410,191,59
1920-19301,290,421,71

Ahora bien, el proceso de industrialización fue desde una perspectiva demográfica ciertamente contradictoria. La mortalidad y la natalidad siguieron en el último tercio del siglo XIX una tendencia no acorde con una sociedad en proceso de modernización de sus estructuras sociales y culturales. En esta fase se rompe la tendencia de progreso demográfico iniciada en el segundo tercio de siglo XIX, especialmente la que apuntaba hacia una mejora de la esperanza de vida de la población. Los rasgos del proceso de industrialización sumamente concentrados en el tiempo y en el espacio provocó comportamientos demográficamente regresivos. No cabe duda que el impacto de los movimientos migratorios sobre la población de llegada fue el factor que rompió el equilibrio tradicional en el binomio natalidad-mortalidad. Una llegada masiva de hombres y mujeres en poco espacio de tiempo y ubicados en un territorio pequeño, conllevó alteraciones profundas en el equilibrio anterior. La natalidad alcanza niveles desconocidos con anterioridad, cercanos al 40 por mil entre 1890 y 1895. Digamos que aquellas pautas de contención demográfica a través del control de la formación de nuevas unidades familiares se diluyen. Se adopta en las zonas urbano-industriales, un modelo matrimonial basado en bajas edades al matrimonio femenino (entre 21 y 23 años) y nupcialidad universal.

El incremento brutal de la nupcialidad entre una población totalmente asalarizada, constituye el otro factor que explica el intenso crecimiento demográfico. Evidentemente la formación de matrimonios a edades muy jóvenes entre aquellas mujeres que inmigraban hacia la Ría, así como el abultado número de hijos que tenían responde a nuevas estrategias de supervivencia. Cuando los ingresos familiares pasan a depender de la venta de la fuerza de trabajo, el valor económico de todos los miembros que componen la familia, y el de los hijos en particular, genera una economía familiar de suma de salarios. Era de vital importancia formar una familia para sobrevivir, por lo que el matrimonio es prácticamente universal entre las mujeres, mucho más temprano y bastante más prolífico que en tiempos pasados. Además, el incremento de la tasa bruta de la mortalidad es espectacular, de un 23 por mil entre 1860-65 a un 30,18 por mil en el quinquenio de máxima intensidad. Es este uno de los fenómenos más relevantes y particulares de la transición demográfica vizcaína. En la fase de máximo desarrollo económico, las tasas vitales lejos de comenzar a disminuir, alcanzan sus niveles máximos.

Evidentemente no se puede comprender este nuevo equilibrio demográfico sin valorar el papel de la inmigración en el nuevo equilibrio social. El desplazamiento masivo de hombres y mujeres hacia las nuevas áreas industriales de la Ría, provocó el hacinamiento de la población en ciudades que apenas se extendían territorialmente y carecían de políticas higiénico-sanitarias adecuadas. La urbanización en sus primeras etapas generó un empeoramiento en las condiciones de vida de la población. Una infraestructura sanitaria poco adecuada, la insalubridad en la vivienda y el hacinamiento en las barriadas populares incrementaron los factores de riesgo de esta población. Asimismo, un empeoramiento en la resistencia fisiológica derivada de una mala alimentación de la población explica un aumento brutal de muertes debidas a infecciones respiratorias.

El quinquenio 1896/1900 marca el punto de inflexión en este proceso, la transición propiamente dicha da sus primeras señales de vida. Aparecen los primeros signos de que las tasas vitales comienzan a bajar de forma sistemática y prolongada. El descenso fue lento al principio, algo más acelerado a partir de 1906, pero en cualquier caso sostenido e irrevocable. Tal y como postula la teoría de la transición demográfica el inicio de la revolución en las tasas comienza por la mortalidad, que es la primera en experimentar un intenso descenso de un 47% desde 1895 hasta 1915. La mortalidad no dejó de descender hasta que en 1970 alcanza niveles postransicionales del 6,3 por mil. La disminución fue superior al 10% por quinquenio exceptuando los años de crisis (epidemia de gripe de 1918, la guerra civil de 1936-1939), y el quinquenio 1956-60 que, casualidad, vuelve a coincidir con el inicio de la segunda inmigración. Teniendo en cuenta que hasta la segunda mitad del siglo XX no se desarrolla la medicina curativa, la reducción de los niveles de mortalidad entre 1890 y 1930 se explica por un conjunto de acciones públicas y privadas orientadas al control social de riesgo de contagio de las enfermedades infecciosas. Por un lado las acciones de tipo público como la construcción de alcantarillado y conducción de aguas potables que se llevaron a cabo de forma decidida en las ciudades vizcaínas tuvieron resultados espectaculares en la reducción de la mortalidad. Por otro lado, la influencia del pensamiento de los médicos higienistas así como sus acciones de tipo socioeducacional tuvieron importantes repercusiones en el aprendizaje de la prevención, y sobre todo en las formas de alimentación infantil.

Una vez iniciada la revolución cientifico-médica, a mediados del siglo XX, la reducción de la mortalidad se acelera de la mano de la aplicación de sulfamidas y antibióticos y de los progresos en la intervención sanitaria hospitalaria. El control de la natalidad fue siempre con cierto retraso respecto a la mortalidad no tanto en los tiempos sino en las intensidades. Si la mortalidad bajó fundamentalmente en la primera década de siglo, el descenso de la natalidad no tomará una intensidad comparable hasta el segundo cuarto del siglo XX; después de una lenta bajada entre 1896 y 1920, su caída definitiva se dará entre 1925 y 1935, con un descenso de una tasa de 30,12% a 22,28%. En cualquier caso, lo más significativo de la reducción de la natalidad a lo largo del siglo XX es que la población ya no regula el número de nacidos a través de su nupcialidad sino a través del control consciente de la fecundidad matrimonial. El número de hijos pasa a depender de un conjunto de decisiones que se toman en el ámbito familiar, ajenas a las posibilidades de formar o no una unidad familiar. Es lo que se denomina "la revolución silenciosa", y que constituye un buen indicador de profundos cambios sociales y culturales. El control consciente de la fecundidad es un síntoma claro de un proceso de urbanización entendido en su dimensión cultural, es decir, como proceso que genera cambios en el comportamiento de la gente que vive en las ciudades, en sus modos propios de pensamiento y en sus tipos de actividad.

Atendiendo al significado social de esta variable, se puede afirmar que los nuevos valores urbanos no se implantaron en Bizkaia hasta bien entrado el siglo XX. La evolución de la natalidad experimenta en Bizkaia tres fases muy distintas. En una primera fase (1890-1935) se produce un descenso significativo de la natalidad como respuesta al incremento de la supervivencia de niños. La población controla su fecundidad en primer lugar como respuesta a las transformaciones operadas en la mortalidad. La mejora de las condiciones de vida y, por lo tanto, de la esperanza de vida aseguran la tasa de reemplazo. Era necesario tener menos hijos para que sobrevivieran los deseados. Por otra parte, la mejora de los niveles de salariales a partir de 1920, y la aparición de los sistemas de protección social reducen el valor económico de los hijos, propio de las sociedades preindustriales y de las primeras fases de la industrialización. Tras la crisis de la guerra civil y de la postguerra, en los años sesenta, este proceso de reducción de nacidos experimenta un cambio en su tendencia. Los saldos migratorios ponen de relieve que la segunda oleada masiva de inmigrantes tendrá de nuevo un impacto fuerte en los componentes del crecimiento demográfico. El efecto más llamativo es que se dio un incremento fuerte de las tasas brutas de natalidad de un 18 por mil a un 25 por mil. Es lo que se ha denominado el "baby boom" de los años sesenta. Además de un rejuvenecimiento de la estructura de la población, que tiene sus efectos sobre la natalidad, se produce una reacción procreativa ante las buenas expectativas económicas. Tras los duros años de postguerra, los años sesenta son años de bonanza económica, es la sociedad del pleno empleo y del consumo de masas. La respuesta demográfica es evidente. A partir de 1975, se produce la última fase de la transición de la fecundidad. Con cierto retraso respecto a lo ocurrido en otras regiones europeas, la natalidad alcanza niveles postransicionales. Los factores que explican la caída de la fecundidad son sustancialmente distintos a los de la primera mitad del siglo XX por lo que algunos demógrafos prefieren hablar de una "segunda transición demográfica". Esta vez la caída de la fecundidad responde a un nuevo código de valores ligados a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y a la secularización de la población o pérdida de poder de la Iglesia en la normativa moral predominante.

Población por comarcas según lugar de procedencia y sexo
TotalSedentarios
TotalVaronesMujeresTotalVaronesMujeres
Bizkaia1.140.026555.101584.925543-909273.428270.481
Arrati Nerbioi/ Arratia-Nervión21.12810.60510.52311.5235.9395.584
Bilbo Handia/ Gran Bilbao887.977429.702458.275413.736207.033206.703
Durangaldea/ Duranguesado90.23245.06345.16941.83121.50120.330
Enkartazioak/ Encartaciones29.79114.84714.94416.4978.5527.945
Gernika-Bermeo44.40221.84222.56026.51913.15013.369
Markina-Ondarroa26.68313.32413.35917.7889.0958.693
Plentzia-Mungia39.81319.71820.09516.0158.1587.857
Migrantes internosInmigrantes
TotalVaronesMujeresTotalVaronesMujeres
Bizkaia329.800156.653173.237266.317125.110141.207
Arrati Nerbioi/ Arratia-Nervión7.3693.5513.8182.2361.1151.121
Bilbo Handia/ Gran Bilbao245.416116.148129.268228.825106.521122.304
Durangaldea/ Duranguesado29.32513.91315.41219.0769.6499.427
Enkartazioak/ Encartaciones8.2463.9874.2595.0482.3082.740
Gernika-Bermeo12.6976.1016.5965.1862.5912.595
Markina-Ondarroa6.2902.8913.3992.6051.3381.267
Plentzia-Mungia20.4579.97210.4853.3411.5881.753

MVA