Lexikoa

UNIFICACION

Inicio de una nueva época: 1876. Con el fin de la II Guerra Carlista, se vio profundamente alterada la estructura socioeconómica del país. La abolición de los fueros, la industrialización y la masiva afluencia de inmigrantes provenientes en su mayoría de Castilla fueron los principales agentes del cambio. La alteración de la estructura socio-económica afectó también la estructura lingüística, incluido el proceso unificador. Aunque parezca paradójico se produjo un claro retroceso en dicho proceso, pues Arana-Goiri, fiel a sus principios federalistas en materia de organización político-administrativa del país, concebía que cada una de las seis regiones vascas --seis, puesto que ambas Navarras habrían de formar una sola-- debería poseer también su propio dialecto literario. Debido a la influencia de la que Arana-Goiri gozó entre sus seguidores, esta idea adquirió gran fuerza especialmente en Bizkaia, provincia donde en primer lugar y con mayor firmeza arraigó el partido político fundado por Arana-Goiri. El dialecto vizcaino, ya de por sí bastante alejado del resto de las variedades vascas, siguió en esta época un marcado proceso diferenciador, lo que se ha denominado en nuestros días con el nombre de `hipervizcaino'. Se produjeron, con todo, algunos avances en la unificación ortográfica que contaban esta vez con el beneplácito de Arana-Goiri. Fue a partir del segundo decenio del s. XX cuando las aguas volvieron a su cauce y fueron precisamente algunos correligionarios de Arana-Goiri (Eleizalde, Belaustegigoitia...) los más entusiastas partidarios de la unificación. Entre los que no militaban en las filas del Partido Nacionalista Vasco se contaban también decididos propulsores del proyecto, muy en particular el sacerdote R. M. Azkue. De hecho fue el presentado por Azkue y conocido como Gipuzkera osotua (= guipuzcoano completado) el que aglutinó mayor número de seguidores. Azkue, a pesar de su origen vizcaino, era partidario de adoptar el guipuzcoano como base para la unificación. Sustentaba su tesis en razones de índole lingüístico (el guipuzcoano como dialecto central era el punto de encuentro idóneo para todos los vascos), demolingüístico (el número de hablantes del guipuzcoano era junto con los del occidental el más elevado), sociolingüístico (era en Gipuzkoa donde mayor grado de concienciación lingüística existía y, por tanto, era también esa provincia la que estaba a la cabeza en materia de producción cultural vasca) y literario (contaba junto con el labortano con una notable tradición literaria). Azkue, sin embargo, consideraba imprescindible ampliar la base del guipuzcoano con la incorporación de elementos tomados del resto de las variedades vascas. Perseguía con ello un doble fin. Mientras que por un lado quedaba enriquecido el guipuzcoano por el otro se evitaba que los hablantes de las restantes variedades se vieran a sí mismos marginados y estigmatizados. Azkue fue, además, uno de los fundadores en 1918 de la Academia de la Lengua Vasca, uno de cuyos objetivos principales y el más urgente de todos era precisamente el de lograr la unificación de la lengua literaria. Con dicho fin, al poco tiempo de su creación se encargó a dos de sus miembros, el navarro Campión y el labortano Broussain, la elaboración de un documento-base y, una vez presentado el proyecto, se celebraron cuatro congresos en otras tantas localidades vascas para su discusión y posterior aprobación. El proyecto de Campión y Broussain, basado en una mezcla del labortano y del guipuzcoano, no contó, sin embargo, con el apoyo de los asistentes a dichas jornadas. Se presentaron además varios proyectos alternativos. Aparte de las ya clásicas (suletino, síntesis de bajo-navarro y labortano, guipuzcoano completado, guipuzcoano a secas, vizcaino, un dialecto literario por cada región...), se presentaron algunas otras nuevas: la de aquellos que pretendían la unificación basándose en las formas originales del euskara (que al ignorarse cómo hablaban, pongamos por caso, los supuestos pobladores vascos de las cuevas de Santimamiñe u Otsozelaia no cabía más remedio que ¡inventarlas!), la de aquellos que pretendían basarse en el euskara `americano' (donde supuestamente los emigrantes vascos procedentes de diversas regiones habían creado un perfecto y armonioso koinè sin la mediación de academias ni lingüistas), o la de aquellos otros que siguiendo el modelo clásico griego creían que cada dialecto debería adecuarse para un género literario determinado (p. ej. el vizcaino para la oratoria, el suletino para la lírica, el labortano para la comedia, etc.).