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TUDELA (HISTORIA)

1900-1936. Durante el primer tercio de este siglo la ciudad vio modificar sus modos de vida y relación en mayor medida que el resto de los núcleos de población navarros, a excepción de la capital. En ello influyó sin duda el que siguiera siendo la segunda población navarra. A pesar de que Navarra, por lo general, mantuvo durante este período un débil crecimiento demográfico. Tudela, por el contrario, había incrementado el número de sus habitantes en mayor medida que los porcentajes provinciales. Su carácter de centro urbano, comercial y moderadamente industrial, potenciaron su atractivo frente a otras poblaciones. Si bien uno de los factores importantes en el desarrollo económico de este primer tercio de siglo fue la ampliación de los sectores industrial y de servicios, el elemento dinamizador de éstos lo constituyó el potente impulso agrícola que posibilitó la ampliación del mercado de los productos agrarios, el cambio de uso del suelo agrícola y el crecimiento de la producción agrícola hasta extremos entonces desconocidos, sobre todo a partir de la segunda década de siglo. Algunas estadísticas y datos censales corroboran esas afirmaciones. Así, de los 9.449 habitantes con los que contaba Tudela en 1900, se pasó a 11.248 h. en 1930, y a 13.134h. en 1940. La densidad demográfica de la Ribera tudelana (o Ribera oriental), también fue la que más creció provincialmente durante este período, pasando de 28 h./km² en 1900, hasta los 39 h./km² en 1930. En relación a la sangría emigratoria que supuso en Navarra la pérdida de 59.628 efectivos entre 1900 y 1930, Tudela tuvo un saldo positivo para dicho período, +346 personas, (resultando el período de 1900-1910 el de mayores pérdidas, 810 personas; el de 1921-1930, también fue negativo, -346, mientras que la década de 1911-1920, fue de saldo positivo, +673, muestra del desarrollo económico indicado). En esta misma zona la superficie cultivada había pasado de 44.404 Ha en 1891 hasta llegar a las 100.005 Ha en 1935. Tendencias, en definitiva, de un impulso económico agrícola que mantuvo su expansión desde 1910, aproximadamente, para ralentizarse a comienzos de los años veinte, en los que surgieron problemas nuevos, como el derivado de la sobreproducción de uno de los productos claves en estos años, la remolacha. Precisamente en tomo a esta importante producción agraria se articularon desarrollos relevantes de otros sectores económicos, como el comercial de exportación a otras zonas limítrofes, concretamente cereales y productos de huerta como frutas y hortalizas, y, sobre todo, el de transformación industrial de productos agrarios, por medio de la puesta en marcha de harineras, conserveras y fábricas azucareras. Fue en 1916, cuando La Agrícola Industrial Navarra instaló una fábrica en Tudela, que llegó a envasar 1.503.587 Kg de azúcar en la campaña de 1918; o en 1922, obteniendo una producción de 211.000 sacos de azúcar, trabajando durante la temporada de 500 a 600 obreros, lo que da una idea de su magnitud e importancia. A excepción de esta fábrica, la industria tudelana de la época compartía las características de la industria navarra: dependencia del sector agrario y su carácter familiar y semiartesanal. Hacia 1932 había funcionando en Tudela dos conserveras vegetales, dos fábricas harineras, trujales de aceite, y otras pequeñas empresas diseminadas por la merindad, dedicadas a la fabricación de galletas, alpargatas, gaseosas, lejía, hielo, u otros como panaderos, toneleros o cesteros; pequeñas producciones a las que añadir en la propia ciudad, dos fábricas de electricidad, tres de fabricación de yeso, y cuatro de tejas y ladrillos. Una mínima ordenación social de la población, que tuviera en cuenta el proceso productivo, mostraba en 1934 algunas distinciones como la escasa relevancia laboral de la población femenina (en torno al 7% de la población activa), siendo su dedicación laboral más frecuente la de costurera o como sirvientas, mientras que el 88% declaraba en el Censo electoral su actividad habitual como sus labores. Entre la población masculina, por el contrario, declaraba trabajar el 96,5%, de los que el 53% lo hacía en el sector agrario un 32% se distribuía entre los dedicados a actividades industriales (6,9%)) servicios (13,6%), y pequeño comercio (11,5%); correspondiendo a profesiones liberales y otras cualificadas un 11%. Si el período republicano se caracterizó durante los dos primeros años del nuevo régimen, por reducir las altas tasas de analfabetismo existentes, dotando de centros escolares y de maestros, todavía la cuarta parte de la población censada en 1934 no sabía leer ni escribir, siendo las mujeres en general y los jornaleros entre los varones los grupos que mayores porcentajes suponían al respecto. Ante estas cifras y porcentajes que indican algo del desarrollo económico y ante esta somera descripción sociológica, hay que introducir la variable de las relaciones sociales que venían establecidas por el diferente grado de propiedad de los medios de producción y de la distribución de la renta para entender en profundidad el comportamiento de los grupos y clases sociales. Era en definitiva la propiedad de la tierra la que daba a sus detentadores capacidad de control social y poder político en Tudela. Poder que, hasta la llegada del régimen democrático republicano, estuvo jerarquizado y constituido oligárquicamente, debido al propio sistema político y a que la propiedad estaba muy desigualmente repartida, concentrándose entre trece grandes propietarios más de 1/5 parte de la superficie catastrada del municipio en 1930, mientras que pequeños y medianos propietarios suponían el 26% aproximadamente de la población activa agraria, y más del 70% eran jornaleros sin tierra. El funcionamiento del sistema político de la Restauración posibilitó que esta sociedad agraria se estructurara de forma que los intereses económicos de las élites quedaran bien garantizados. De hecho este sistema, anclado en el bipartidismo, se había caracterizado por la existencia de partidos políticos con escasa base social y militante, excepto el carlismo en nuestro caso; control social caciquil y generalizada compra de votos durante las campañas electorales; oligarquización del control político por parte de las élites; limitada, aunque creciente, utilización de la prensa durante las campañas políticas para lograr el favor de los electores, lo que daba suficiente capacidad política de maniobra a los partidos del turno. En el distrito de Tudela los diputados que resultaron elegidos durante las distintas convocatorias generales a Cortes fueron M. E. Guelbenzu (liberal, en 1901 y 1905); E. Díez de Ulzurrun (constitucional independiente, en 1903); E. Castillo Piñeiro (carlista, en 1907); L. Sáenz (carlista, en 1910, aunque fue anulada por irregularidades); José M.ª Méndez Vigo (datista, en 1914, 1916, 1918, 1919, 1920 -estas dos útimas por el art. 29-, y en 1923). A tenor de estos resultados, la importancia del carlismo en el distrito y en Tudela queda oscurecida, aunque no debe olvidarse su fuerza social manifestada en el logro de buenos porcentajes de votos en las convocatorias a las que se presentaron. Llama también la atención la ausencia de candidatos republicanos en el distrito, cuando esta corriente política existió organizada desde la caída de Isabel II y la proclamación de la I República. Las luchas políticas y sociales amainaron cuando el poder militar dio el golpe de Estado en septiembre de 1923. Republicanos, liberales, anarquistas, quedaron bajo el control dictatorial. Confrontaciones sociales se habían producido al calor de la concentración obrera que supuso el establecimiento de la azucarera. De esas fechas data la primera organización sindicalista en la ciudad, vinculada a la CNT sindicato que en 1920 impulsó una importante huelga que paralizó la fábrica durante semanas. Por su parte, la UGT no se organizó seguramente en Tudela hasta 1926, aprovechando la tolerancia con la que esta central contó por parte de Primo de Rivera. Pero la verdadera eclosión de las organizaciones obreras y democráticas no se produjo hasta la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. Junto al arrumbamiento del sistema político de la Restauración, cobró protagonismo la tradición liberal democrática de signo republicano que contaba con décadas de vida. Lo mismo hicieron las organizaciones obreras, UGT y CNT, atentas a la solución del problema agrario, de la consecución de la reforma agraria, de la vuelta al común de las corralizas privatizadas a lo largo del s. XIX, y en defensa de una nueva reglamentación de las relaciones laborales, contratos, salarios, bases de trabajo. La eclosión organizativa político social durante estos primeros años republicanos fue extraordinaria, muestra de lo cual es la existencia de agrupaciones locales prácticamente de todas las formaciones políticas y sociales, de izquierda y de derecha, que se dieron en el ámbito estatal. A ello acompañó una riqueza de medios de prensa. importante para una ciudad que no llegaba a los 12.000 habitantes: «Hoy», «El Eco del Distrito», «El Ribereño Navarro», «JOS», «Navarra», son los títulos de los medios de prensa que se publicaron en el ámbito local. También encontraron eco todos los problemas que caracterizaron al período en el ámbito de Euskal Herria. Con muy diversos matices respecto a otras zonas, se dieron en Tudela algunas de las peculiaridades políticas del período: persistencia del carlismo, aparición del nacionalismo vasco, la discusión y defensa del Estatuto Vasco desde un punto de vista democrático hasta 1932. También la evolución política similar a la provincial, desde posiciones mayoritarias en favor de las reformas propuestas por republicano-socialistas en el primer bienio, hasta la derechización creciente del electorado a partir de esa fecha, aunque mitigado en nuestra ciudad, y la recuperación de la ilusión reformadora tras las elecciones de 1936 y el triunfo de la coalición electoral del Frente Popular. Los resultados electorales así lo muestran. Victoria electoral contundente de los republicanos-socialistas en las municipales de abril de 1931, obteniendo doce concejalías por seis la coalición antirrevolucionaria. Repetición de resultados en las generales de junio de ese mismo año, aventajando la Coalición Republicano-Socialista al Bloque Católico-Fuerista, en 1.158 votos, mientras que las derechas eran claramente triunfantes en el cómputo general provincial. En 1933, el Bloque de Derechas consiguió invertir estos resultados, obteniendo 2.539 votos, frente a 1.088 los socialistas, 533 los radicales-socialistas, 337 los comunistas y 227 los republicanos radicales. Mientras que en 1936, agrupadas de nuevo las izquierdas, consiguieron imponerse electoralmente al Bloque Contrarrevolucionario por 2.655 votos frente a 2.575.