Biografiak

VIRGEN BLANCA

Imagen. Se trata de una escultura del s. XIV ubicada en el parteluz de la portada de la iglesia de San Miguel de Vitoria, con reminiscencias del XIII en lo tocante a la disposición del hijo, frontalidad, cabeza de la imagen, etc. Remozada a lo largo de los siglos.

Devoción y Patronato. La devoción de los vitorianos a la Virgen Blanca se remonta a la época en la que Alava aún pertenecía a la Corona navarra. Del estudio efectuado por el be-nemérito erudito Venancio del Val extractamos lo siguiente: "Fundamentalmente se cree que el origen de la devoción a la Blanca en Vitoria provenga del mismo tiempo de la fundación de ésta por el rey Sancho el Sabio, que es a quien se atribuye la introducción de aquélla. Así lo sostiene Manuel Díaz de Arcaya en sus Leyendas alavesas; y confirma Jesús Izarra, en La Patrona de Vitoria y su primera Cofradía. Y principalmente lo argumenta Angel de Apraiz, en su Origen de la advocación e imágenes de la Virgen Blanca. A la época de Sancho el Sabio atribuye la imagen de Santa María la Blanca en la Catedral de Pamplona. Impone el mismo nombre a su hija, y consta que su esposa, doña Sancha, regaló una imagen de la Blanca a la ermita de Ujue, relacionada con otro monasterio navarro, el de Marcilla, donde también se veneraba a Nuestra Señora la Blanca. Sugiere el mismo Apraiz la posibilidad de que esa devoción fuera luego afirmada por el canciller Pedro López de Ayala, de quien está probada que la tuvo a la Virgen Blanca. Cuando en su Rimado de palacio se refiere a la "imagen blanca" de Toledo o de Quejana, nada extraño tiene que recordara a la que, según la hipótesis del citado Apraiz, pudo deberse a él que fuera colocada en el exterior de la iglesia de San Miguel. Por otro lado quiere ver alguna relación de la Virgen Blanca en la devo-ción que también manifiesta, mencionándola en sus Cantigas, Alfonso el Sabio, que permaneció buena temporada en Vitoria. Los cambios de lugar de la primitiva imagen, de donde en principio estuvo a donde luego se le trasladó y hoy permanece en el exterior de la mencionada iglesia de San Miguel, los considera Angel de Apraiz como reveladores de la devoción creciente de los vitorianos a la Virgen Blanca, al situarla en cada época en el sitio más adecuado para recibir el homenaje de la Ciudad. Efectivamente, coincidía el traslado con el desmonte de los terrenos del Campillo al Arrabal para construir la Plaza del Machete y el paseo de los Arquillos, por donde se uniría la Villa de Suso con la parte baja de la población, para ir formando la Ciudad moderna. El citado autor relaciona nuestra Blanca con otras imágenes del mismo nombre que se encuentran en el camino de peregrinos del que Vitoria forma parte; principalmente en ese tan importante que, a mediados del s. XVI, unía los puertos de Laredo y Castro Urdiales con el Ebro y con Vitoria. En la segunda de estas poblaciones fue descubierta todavía hace pocos años, en 1955, una bella imagen del s. XIII. En la otra hemos visto también la imagen que, junto a uno de sus antiguos arcos, dio nombre a la misma calle donde se encuentra. Colá y Goiti sostiene que la devoción a la Virgen Blanca comenzó en el s. XVI, reconociendo que ha sido en los últimos siglos cuando los vitorianos le han consagrado piadosa y singular devoción. "Tan profundamente estuvo y está arraigado ese culto y devoción en el sentimiento público -dice Ladislao de Velasco en sus Memorias del Vitoria de antaño- que hasta llegó a sintetizar la condición de vecino de Vitoria en uno de esos dichos populares que se atribuye a los bilbainos, cuando preguntaban, imitando el tonillo especial y peculiar de Vitoria: "¿Has visto la Virgen Blanca? ¿Has comido cochochos?". La Virgen Blanca y los almíbares o dulces eran la más genuina expresión, la nota más característica del Vitoria de aquellos días". Díaz de Arcaya opina que la construcción de la imagen de la Virgen Blanca del exterior de la iglesia de San Miguel pueda pertenecer al s. XV. La noticia más remota proviene, al entender de Jesús Izarra, del año 1517, con la fundación de la capilla de Misa diaria, en la Parroquia de San Miguel por Andrés Pérez de Elorriaga y María Martínez de Adurza, su esposa, cuya capellanía se menciona en el Libro de Capellanías, hallado por Emilio Enciso, y a cuya fundación ya aludían Saturnino Apraiz y Arcaya, y de la que también se había ocupado Angel de Apraiz. José-Joaquín de Landázuri, en su Historia Civil y Eclesiástica de la Ciudad de Vitoria, escribía en 1780: "Es singular en la parte exterior de esta Iglesia (la de San Miguel) la tierna devoción que obsequiosos rinden todos los individuos de esta Ciudad a un primoroso Simulacro de la Reyna de los Angeles, baxo el título de la Virgen Blanca". Esta devoción hizo que, aparte de la consideración que se le concedía en toda la población, fuera tenida por particular Patrona por algunas vecindades vitorianas: la del Arrabal, que siguió en la de Postas; la primera de la Correría y la de Castilla y sus inmediatas. Si arraigada estuvo al constituirse su primera Cofradía, a principios del s. XVII, debió pasar a un período de alguna decadencia, hasta que llegaron otros en los que fue intensificada dicha devoción. Uno de esos períodos se inicia hacia finales del primer cuarto del s. XIX llega hasta mediados, con una mayor intervención oficial por parte del Ayuntamiento en los cultos que a la Virgen Blanca le son tributados; se reproduce a fines, con las primeras iniciativas para solicitar la declaración de su Patronato canónico. Ya en el plano que Olaguibel redactó por orden del Real y Supremo Consejo de Castilla, a principios del XIX, se nombra la actual Plaza del Machete como "Plazuela de la Blanca", cuya imagen había estado frente a dicho lugar. Como también se ha solido llamar "Callejón de la Blanca" al que existe en la plaza que hoy ostenta oficialmente esta denominación, a la entrada de la de España. Siguió en crecimiento la devoción en los años siguientes, hasta el momento actual. El año 1921 se consigue, por fin, la declaración del Patronato canónico. Pero esto venía a ser una consecución oficial, aunque deseada por todos los vitorianos. Porque, a pesar de ello, las funciones en honor de la Virgen Blanca y los actos populares con los que se le honra no se desarrollaban con tanta concurrencia como la que hemos logrado ver unos años después; a partir del año 1934, y más manifiestamente algunos años siguientes, que es cuando aquel íntimo y no muy concurrido Rosario de la Aurora, cuyos cánticos acompañaba un pobre bombardino (...) adquiere una asistencia cada año mayor de vitorianos, hasta convertirse en verdadera masa y como piedra de toque del vitorianismo y del "blanquismo" de los vitorianos. Y es entonces cuando la devoción a la Virgen Blanca adquiere una mayor reciedumbre".

Ainhoa AROZAMENA AYALA