Lexikoa

REMISIONADO

Desde los tiempos medievales existió una milicia especial en Navarra, denominada de los remisionados, que podían ser de a pie y de a caballo. Se trataba de hidalgos probados procedentes de casas solares, tanto de la Montaña, como de la Ribera. En un proceso de 1568 se nos dice que los primeros estaban obligados a disponer antiguamente de dos ballesteros o criados a su servicio, extremo que se ve confirmado en los documentos de la época. Los segundos, como su nombre lo indica, debían contar con caballo y armas a punto, "para servir dentro de dicho reino a la Corona Real". En compensación, disfrutaban de la exención de cuarteles (o cuarteres) y alcabalas, así como de la temida carga de alojamiento de tropa, muy impopular en todo tiempo. Dentro del s. XVI, en cumplimiento de su obligación, asistieron los navarros a la campaña de Ultrapuertos en 1527 con Hernando de Sandoval, bajo el virreinato del Conde de Alcaudete (1527-34), formando una capitanía a las órdenes del capitán Artieda. Acuden asimismo a las jornadas de 1542 y 1558, sin paga ni ayuda alguna. En estas condiciones y ante el aumento de los precios, pedían en la expresada fecha algún salario o acostamiento, del que disfrutaban muchos caballeros de linaje, desde el Condestable y el Mariscal de Navarra para abajo. Los remisionados hacían su alarde anual ante los oidores de la Cámara de Comptos, que daban su aprobación, según los hallasen o no debidamente equipados. En el proceso de 1568 citado, se explica esto en estos términos: "...para ver si traían buenas armas y caballo; y les hacen correr a caballo, para ver si están diestros en las armas, y si tienen los aparejos necesarios con que servían a S. M., en lo que se ofreciere mandarles dentro del Reino". De creerles, ni con 60 ducados podrían cubrir los gastos de su oficio, cuando las exenciones de que gozaban no les supondría más de 4 por término medio. Según el fiscal del rey, que refutaba varios de estos extremos como inexactos, la inscripción en el cuerpo era voluntaria, lo que ya constituía un honor de por sí, digno de ser ponderado. En cuanto a las ventajas económicas, no eran tan escasas como aseguraban los remisionados, por tratarse de casas muy hacendadas en general. Por otra parte, muchos caballeros de casas solares o palacios, que "traen adheridos y cabos de linaje, sirven con más de 200 ó 300 hombres sin salarios ni acostamientos". Estos señores se transformaban en capitanes de su hueste, cuando estallaba la guerra, agrupándose la gente en torno a su bandera. Era frecuente -no lo disimulaba el fiscal- apelar a tretas como la de presentarse a los alardes con armas y caballos prestados para el momento, tratando de engañar a los que debían darles el visto bueno. En la relación del proceso que analizamos, contamos hasta 33 remisionados, pero este número sufría oscilaciones. Desde luego, podemos considerarlo como una fuerza débil, aunque antaño hubiese tenido quizás una vida más próspera. En 1631, se ordena la exclusión de la nómina de acostamientos, de los que no presentasen certificados de posesión de armas y caballo, incluyendo a los remisionados de a pie y de a caballo; esto quiere decir que había muchos abusos. Muy interesante nos parece, el memorial elevado al rey por el Reino en 1632, haciéndose historial de tan "antiquísima milicia", lo que indica que hay que retroceder muchos siglos, no haciendo el Fuero General otra cosa que recoger lo que ya se practicaba secularmente. En tiempo del Emperador, hacía de capitán de esta tropa, Francés de Ayanz, bisabuelo de Jerónimo de Ayanz, que mandaba la compañía en este momento, haciéndose constar que la formaban 50 hombres. Al ser sustituidas las antiguas lanzas por los arcabuces, pedían que no se les equiparase "al tratamiento, órdenes y puestos, con que fuere la arcabucería de a caballo". Por lo visto, esto les convenía más, pidiendo concretamente, que se les concediese "pie de lanzas con obligación de servir con arcabuces". El reino aprovecha la ocasión, para hacer una apología de semejante cuerpo militar, más o menos merecida. Dice que "es una compañía que no hay otra que le iguale". Sobreviven estos remisionados todo el s. XVIII, según se desprende de un documento de 1794, en el que la Cámara de Comptos recordaba a las Cortes la obligación de servir en la guerra los tales caballeros, percibiendo su acostamiento. [Rincones..., t. I, p. 105]. Aparte de los remisionados de la actual Navarra (la Alta), hay que contar con los de la Baja [con relación de la hueste de guerra, en mi Catálogo de Comptos, XLIX, núm. 173, año 1513; se trata de un cuad. de 4 fols. A la Baja Navarra se le llama también, Provincia y Tierra de Bascos (Comptos, caj. 168, núm. 39, X). También alcanzaba esto a los remisionados, algo inferiores en categoría. Se recuerda con tal motivo, el auto del citado tribunal de Comptos o Contos, de diciembre de 1624, que por lo que tocaba a los remisionados se expresa así: "Y la misma obligación tienen los remisionados por armas y caballo, con la calidad de hijosdalgo de la Montaña. Se les da un mes de plazo para presentar testimonio de su situación, perdiendo sus privilegios en caso contrario". Encontramos algunos casos de pérdida de exención de cuarteres, como los de Martín de Azpilcueta y Juan de Barasoain, ambos de este lugar, por no haber acudido "al servicio y toma de Maya" en 1522, en cuya fecha fue a liberar el lugar el virrey conde de Miranda. En cambio, se les reconoció su derecho para los años 22 y 23. Pensamos que su ausencia de lo de Maya, se debió a su filiación política agramontesa. Ref. Idoate, Florencio: Esfuerzo bélico de Navarra en el s. XVI, Pamplona, Diputación Foral, 1981, 26-28.