Politikariak eta Kargu publikoak

Pradera Larumbe, Víctor

Político navarro nacido en Pamplona el 19 de abril de 1873, originario del barrio de Endara de Etxalar. Hizo los estudios de ingeniería y de derecho en Madrid estableciéndose en San Sebastián. Carlista, fue presentado por su partido en las elecciones generales de 1899, frente al adicto García Cortina, y en las de 1901 por el distrito de Tolosa, frente al liberal Miguel Ruiz de Arcaute, al que gana por escaso margen.

Tres años después era diputado provincial por el mismo distrito. Ya por esos años y probablemente como consecuencia del alza del nacionalismo catalán, su concepción de la unidad de España evolucionó hasta abocar en un jingoísmo opuesto a toda autonomía regional. El mismo recordaba que en pleno Parlamento, en 1901, siendo diputado por Tolosa, intervino por vez primera en el Congreso defendiendo "la solución regionalista como composición del Estado". En 1918 confesaba ser "profunda, inquebrantablemente regionalista, pero resueltamente antinacionalista". Pi y Suñer le recordó en las Cortes que su "hiperpatriotismo" le hacía ver fantasmas de "separatismo" y "nacionalismo" donde solamente había justas y prudentes demandas de autonomía y descentralización.

Fue también enemigo de la "Liga autonómica" de Guipúzcoa y de toda reivindicación foral vasca. A raíz de las elecciones de diputados a Cortes de 1910 en el distrito de Azpeitia, Tirso de Olazábal, delegado de la Santa Comunión Tradicionalista en Vascongadas y Navarra -quien también abandonó a su Rey para seguir a Mella en 1919-, expulsó a Pradera del Partido por indisciplina y rebeldía. Reingresó luego y continuó sus actividades antinacionalistas. En 1917, con ocasión de la visita de Cambó al País Vasco, quiso polemizar con el político catalán por medio de una carta abierta en la que le retaba a un debate público. Al no conseguirlo, pronunció en el teatro Bellas Artes de San Sebastián (27 de mayo) el conocido discurso Regionalismo y Nacionalismo que publicaría junto con un estudio de su interpretación de los Fueros. Este es el tema, asimismo, de la conferencia dictada en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación bajo el título de El misterio de los Fueros Vascos, el 11 de mayo de 1918.

La táctica típica de Pradera, más afín a la tesis sustentada por liberales y cuarentaiunistas navarros que a la del carlismo, estriba en demorar indefinidamente la demanda de reintegración de la personalidad foral de Euskal Herria. En la reunión pro-autonomista que celebró la Diputación de Guipúzcoa con los ex-diputados, el 23 de julio de 1917, se opuso al movimiento autonomista alegando que "la situación actual de España no es la oportuna para plantear el pleito de la reintegración foral... " El 26 de julio, cuando le entrevistó Garcilaso en el Diario de Navarra declaró que los nacionalistas catalanes eran los culpables del movimiento autonomista, de la "aventura peligrosa" que ahora vive el País Vasco. La tesis praderana, que mantuvo durante más de 30 años consecutivos, consistió en distinguir entre "nuestro estado de derecho y de hecho". El Estado de hecho eran los pactos con el Estado; pedir una mayor autonomía para el País Vasco era modificar la ley de 1841 de Navarra o los conciertos económicos de Vascongadas, lo cual era peligroso y antipatriótico.

Por eso, "toda autonomía, por extensa que sea, la rechazamos en absoluto". Las demandas expuestas en Vitoria por las Diputaciones eran contrarias a las aspiraciones del País Vasco. Lo que había que recabar era "nuestro estado de derecho", los fueros, la integración foral. Esto era "una obra española, es la obra de la destrucción de la Constitución centralista que rige en España", y en ello estaban interesadas todas las regiones españolas. Pero -alegaba- no es hora de plantear al Gobierno esta ineludible reivindicación. Cuando hay terminado la guerra, será ocasión de decir al Rey: "Señor, Vos érais el Rey de España, como también a la vez Rey de cada uno de los pueblos federados españoles; no basta que ciñáis la corona de España; es preciso que ciñáis cada una de las coronas de los pueblos federados; si la Constitución se opone a ello, esa Constitución no es española, y nosotros, como buenos españoles, la repudiamos". "Esta es la gran revolución española que salvará a España".

A falta de otra personalidad relevante que atrajese los votos, los jaimistas navarros lo presentaron como candidato a Cortes el 24 de febrero de 1918, siendo elegido por el artículo 29. En las Cortes no defenderá la autonomía vasca sino todo lo contrario. En los mítines preelectorales ya había manifestado la esencia de su peculiar españolismo. El sábado, 16 de febrero, dijo en Irurzun, entre otras cosas:

"Otro de los problemas que se presenta con caracteres tremendos es el de la Patria española. Ante este vital problema, debemos afirmar que las glorias de Navarra han sido siempre las glorias españolas (Aplausos). No podemos, no debemos consentir disgregaciones de la Patria española. Muchos de los que estas cosas hablan lo hacen de forma encubierta, buscando separatismos que son criminales, porque criminal es ir contra la unidad de la Madre Patria". (...) "Debemos afirmar que dentro de la Patria están contenidas todas la regiones españolas. Nosotros, netamente españoles, enamorados de las tradiciones históricas, de las tradiciones regionales, defendemos con fe y con decisión las personalidades históricas, aquellas personalidades tal como fueron creadas por la historia. Esta es la fórmula de nuestras aspiraciones: la integración de nuestros fueros, que son el libro santo de nuestra historia. No hagáis caso de los que engañosamente os hablan de autonomía, que es una fórmula kantiana. Todo nuestro entusiasmo y actividades deben ser para nuestra patria chica, engarzada en España".

Ya en las Cortes, en una de sus primeras intervenciones, cuyo texto llena toda la primera plana y parte de la segunda de El Pensamiento Navarro (9 abril), fustigó al nacionalismo, sobre todo a Ramón de la Sota, indigno, según él, de ocupar un escaño en las Cortes españolas, por haber renegado de su Patria. En varias sesiones, haciendo profesión de su ser vasco y repitiendo la frase "nosotros los vascos", llegó a decir: "entre los señores de la minoría regionalista vasca podrá haber alguien que ame tanto como yo a Vasconia; más que yo, no"; y aseguró que él la quería por su verdadera personalidad histórica, mientras sus enemigos habían forjado "un ente de razón al cual llaman Euzkadi, ese monstruoso Euzkadi, que no ha sido jamás nuestra patria Euskérika". La misión constante del diputado pamplonés fue destruir el clima favorable a las autonomías regionales.

En la sesión del 18 de abril, el doctor Pi y Suñer diagnosticó perfectamente la dolencia de Pradera en un reproche:

"No asuste a Su Señoría, Sr. Pradera, este fantasma del separatismo, que creo era en balde querer agitar con una labor que, por su intención, pudiera yo calificar en este momento de antipatriótica; porque nosotros creemos siempre que es una labor antipatriótica aquélla que, en lugar de unir las diversas manifestaciones de la civilización española, tiende al establecimiento de recelos y de abismos de desafecto que nos pueden alejar a unos de los otros".

Durante la Asamblea Municipal convocada por la Diputación de Navarra, el 30 de diciembre de 1918, enfocó las cosas de modo que los representantes de los ayuntamientos se encontraran sin posibilidades de expresar sus deseos y abocados a aceptar la fórmula dilatoria que impedía a Navarra sumarse al movimiento autonomista de las Vascongadas. Pradera estaba radicalmente alejado del Partido. Lo reconoce Melchor Ferrer cuando, al narrar la intervención de nuestro diputado en la asamblea municipalista del 30 de diciembre, señala que (r)estaba en rebeldía contra un principio fundamental del carlismo... Estaba desviado totalmente. Digamos que fue su amor a España lo que le empujó fuera de la ortodoxia carlista", y afirma que Pradera no amaba más a España que Carlos VII.

En 1919, tras haberse entregado a la causa de la disidencia mellista, perdió el escaño navarro frente al jaimista I. Baleztena. Su actividad es grande, orientada toda ella hacia su pasión política españolista. El 6 de enero de 1921 inaugura el local del Centro Católico Español de Pamplona pronunciando el polémico discurso Por Navarra, para España. Por los años 1920 la Comisión de Monumentos de Navarra levantaba un monumento a los últimos defensores de la independencia del Reino sobre la colina de Amayur (Maya del Baztán). Pradera impugnó el proyecto y, en el preámbulo de su Fernando el Católico y los falsarios de la historia (Madrid, Rivadeneira, 1922), contó entre sus adversarios personales a Arturo Campión -a quien califica de "seudo historiador vasco", "falsario de la historia" y otras descalificaciones-, a "Aranzadi y Baleztena, diputados a Cortes, el Conde de Rodezno, senador del Reino; Etayo, archivero de la Diputación; Altadill, que se dice general del Ejército español y arqueólogo, y la Comisión de Monumentos de Navarra".

A él elude el prefacio de A. Campión al libro ¡Amayur! de M. de Orrega. En 1927 fue designado para formar parte de la Asamblea Nacional primorriverista tomando parte en la sección de "Proyecto de leyes constitucionales". Roto el compromiso con el carlismo regionalista, abandonó sus ambigüedades en materia de reintegración foral y se convirtió en paladín del españolismo a secas. En sesión de la Asamblea Nacional de 16 de enero de 1928, el general Primo de Rivera recordó que "España estuvo constituida por reinos, con leyes propias, con todas las características de la nacionalidad", pidiendo el olvido de esa realidad histórica en aras de la unidad de España. Pradera, más español y centralista que el propio Dictador, se levantó para pedirle que rectificara. Las regiones españolas jamás habían sido naciones.

Todas ellas tuvieron uno y solo espíritu nacional, que era el espíritu español, y no eran más que fragmentos de la Nación Española". Seguidamente acusó al general de fautor de nacionalismo" con estas palabras: "Al decir que en España no ha habido regiones, sino que han existido nacionalidades, Su Señoría viene a aceptar la consecuencia de esa afirmación, o sea, la de que todas las regiones tienen derecho a constituirse en Estado... Inconscientemente, Su Señoría está haciendo separatistas doctrinales, porque a la existencia de una nación hay que aplicar en principio al régimen de nacionalidades. A naciones, estados". Defensor de la Dictadura, no le escatima, pues, críticas como puede verse en su Al servicio de la patria. Las ocasiones perdidas por la Dictadura (Madrid, 1930, 476 pp.). Al implantarse la República, los demonios familiares de Pradera volvieron a impulsarle incesantemente a la acción. En junio de 1931 intentó vanamente ser incluido en la Candidatura Católico-Fuerista que, para su despecho, incluyó al nacionalista José Antonio de Aguirre.

La reunificación del partido carlista y el encauzamiento de su actividad autonomista favorecieron su actividad para separar a Navarra del proceso autonómico conjunto. En enero de 1932 se leía en el "Diario de Navarra": Con claridad meridiana y visión perfecta del "hecho diferencial" nuestro, señala el Sr. Pradera el rumbo que debe seguirse: Navarra, su reintegración plena en el régimen foral. Y ésa es su verdad histórica, su entraña viva; su rasgo inconfundible no es ni ha sido ni puede ser lo que se llama, con marchamo catalán, Estatuto". El mismo año, con motivo del Día de la Patria Vasca escribía "Kiskitza": "La coincidencia de D. Juan de Olazábal y de D. Víctor Pradera en la hostilidad al Estatuto, al de Estella y al de las Gestoras, al mismo tiempo que su prensa denuncia al Gobierno de la República nuestro separatismo, bastan para comprender en qué situación se hallaría hoy Euzkadi de no haber levantado Sabino de Arana la enseña nacionalista". Del mismo escritor es la siguiente frase: "No vale invocar con Olazábal y Pradera la reintegración foral contra la autonomía. Porque se trata de apelar con engaño a la independencia histórica de la raza, para mantener eternamente la servidumbre del día". En una carta dirigida a los diputados por Navarra, Aizpún y Gortari, Víctor Pradera les decía (16 de junio de 1932):

"En definitiva, Vds. van a votar el Estatuto, un Estatuto que según sus palabras no es nuestra tradición, ni nuestra historia... Pero además los intentos no pueden ser aplaudidos, aun siendo los fines laudables, si los medios o instrumentos con que se llevan a efecto son ilegítimos; admira ver hoy a los que defendían esta elementalísima doctrina de moral contra una supuesta relajación jesuítica, impugnada, porque, se trata de supuestos beneficios para la región. Contra la tradición, contra la historia no se puede ir. ¿Por qué van Vds. contra una y otra? ¿Creen Vds. que la moral pública tiene asientos diferentes a la privada?".

En 1933 fue designado vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales por Navarra siendo declarada nula la elección. A partir de estas fechas su implicación con la derecha antiparlamentaria es cada vez más estrecha, como lo atestiguan sus colaboraciones con Acción Española, en cuya revista saluda la aparición de Falange Española con Bandera que se alza, y la fundación, junto con Calvo Sotelo, del Bloque Nacional. En su trabajo doctrinal El Estado Nuevo (1935) pone de manifiesto su repulsa al liberalismo y su concepción tradicionalista del estado, como monarquía organicista. El alzamiento de 1936 le sorprendió en San Sebastián, siendo encarcelado y fusilado, junto con su hijo Javier, el 6 de septiembre de 1936. Su nombre pasó a rotular las calles Uribitarte y Easo, de Bilbao y de San Sebastián. [Recuperó ésta su anterior denominación en 1979 y pasa a ser aquélla Plaza de Pío Baroja en 1983). En 1945 el Instituto de Estudios Políticos editó sus Obras Completas, en dos volúmenes, prologado por Franco que, el 18 de julio de 1949, le otorgaba, a título póstumo, el condado de Pradera.