Kontzeptua

Pacto de Santoña

Las iniciativas de negociación continuaron, esta vez con protagonismo italiano. El 11 de mayo, el cónsul Cavalletti se entrevistó en San Juan de Luz con el padre Alberto Onaindía, un personaje clave en todo este proceso. El estado fascista italiano mostraba su disposición de "interponer su garantía para la rendición de Bilbao". Sin embargo, las cosas no avanzaron tras esta entrevista: el canónigo Onaindía cenó en Bilbao con Aguirre, quien le hizo saber que no cabía diálogo sobre el término rendición. De todas maneras y según Onaindía, Aguirre le comunicó que "el Ejército Vasco sólo defendería el territorio de Euzkadi hasta la frontera de Santander, sin seguir adelante en la resistencia", lo cual implica que la decisión sobre el hipotético futuro está ya tomada.

Tras estos dos primeros intentos (que por la coincidencia de fechas hacen suponer una estrecha colaboración en el asunto entre el Vaticano y el régimen de Mussolini) se entra en un compás de espera, a pesar de las numerosas entrevistas que mantuvieron Onaindía y Cavalletti. Lo rotura del Cinturón de Hierro rompió también ese compás de espera con la súbita intervención de Juan Ajuriaguerra, personaje que, en adelante, llevará sobre sí todo el peso de las conversaciones con los italianos. Aguirre quedó en un segundo plano; su actitud y sus iniciativas -como la propuesta de traslado del Ejército Vasco por Francia para atacar al enemigo en Navarra- hacen pensar, además, que estaba escasamente informado del curso real de los acontecimientos.

El 16 de junio, días antes de la caída de Bilbao, Ajuriaguerra envía un telegrama radiado a José Michelena, jefe de los servicios de información del PNV en el exterior, ordenándole que, vía Onaindía, haga llegar a Cavalletti el mensaje de "si tropas Franco entrasen en Bilbao espera que los italianos que han llegado a comprender nuestro problema querrán ser salvaguardia vidas población civil y que nosotros estaremos hasta el último momento para evitar desórdenes". La respuesta italiana es muy concreta: proponen una entrevista directa entre representantes del PNV y del Ejército italiano. Aquí comienza en realidad el llamado Pacto de Santoña. Las dificultades de comunicación, propias de una ciudad asediada pero que resiste ferozmente, impiden que el contacto se materialice antes de la caída de Bilbao. Presumiblemente, fue esta cuestión la que permitió que fueran las tropas franquistas las que entraran en la capital, en lugar de las italianas, con las consabidas consecuencias, como el ametrallamiento aéreo sufrido por la población civil en su retirada hacia Santander. En cualquier caso, como recordará Ajuriaguerra en telegrama a Onaindía, el PNV cumplió las condiciones establecidas en esta especie de acuerdo tácito: los presos políticos fueron liberados, la ciudad quedó intacta y las instalaciones industriales fueron defendidas por batallones nacionalistas con las armas en la mano, contraviniendo las expresas órdenes del Gobierno de la República.

Por fin, el día 25 de junio, se celebró la entrevista entre Ajuriaguerra y los mandos militares italianos en el Puerto Viejo de Algorta. En las conversaciones, que tuvieron lugar en el centro de operaciones del Ejército italiano -el palacio de Horacio Echevarrieta-, se abordó directamente el tema de la rendición del Ejército vasco a cambio de garantías sobre la vida de la población civil, gudaris y dirigentes políticos y militares, todo ello según Onaindía, quien no pudo estar presente en las negociaciones, al parecer, por problemas técnicos. El dirigente nacionalista, por razones desconocidas, decidió amarrar más firmemente la llamada entonces "solución italiana" enviando a Roma al canónigo Onaindía para tratar el asunto directamente con el Gobierno de Mussolini. El clérigo, acompañado de Pantaleón Ramírez de Olano, director de Euzkadi, viajó con plenos poderes -uno del presidente Aguirre y otro del EBB- y se entrevistó en repetidas ocasiones con el ministro de Asuntos Exteriores, conde Ciano.

Pueden distinguirse dos tipos de cuestiones importantes en el resultado del viaje de Onaindía y Ramírez, las dos en relación al Pacto. La primera se refiere al visto bueno por parte del general Franco, obtenido tras un largo telegrama enviado por el Duce al Caudillo. En él se insiste en la conveniencia del acuerdo con el PNV en base al previsible desplome del frente Norte tras la rendición de los batallones vascos y al, textualmente, "aspecto moral mundo católico al desaparecer contienda pueblo católico vasco". El mismo argumento reiterado por el Vaticano. Dos argumentos importantes, en cualquier caso, que lograron el acuerdo de Franco a pesar de su escepticismo, motivado, al parecer, en sus dudas sobre si las fuerzas vascas obedecerían a Aguirre y en la resistencia que esperaba de los combatientes asturianos. La segunda cuestión se refiere al carácter mismo de la rendición. Los dirigentes italianos piensan en todo momento en lograr una capitulación "diplomática", es decir, la ruptura de la alianza entre el PNV y la República española con todas sus consecuencias. Algo demasiado arriesgado en el verano de 1937, por el aún incierto desarrollo de la guerra: un acuerdo de esa naturaleza conllevaría gravísimas consecuencias para el Estatuto vasco y para el propio PNV en caso de victoria republicana. Así pues, desde ese partido no se contempla la posibilidad de una rendición pública, es decir, el mantenimiento del apoyo formal a la República resulta innegociable. La comunicación de Onaindía a De Peppo, jefe del Gabinete Diplomático, no deja lugar a dudas: "De efectuarse la rendición ha de ser precisamente en forma de operación militar, es decir, como resultado de una victoria italiana sobre el campo de batalla, y sin que aparezca en momento alguno la existencia de negociaciones de carácter diplomático". Los italianos acabaron cediendo, pero este elemento fue la clave de los cortocircuitos que se produjeron en el frente de Santander y que condujeron al desastre final, tema barcos aparte.

La rendición habría de realizarse de forma simulada, a espaldas de la República, dando la imagen de una derrota militar. Algo técnicamente complicado: mientras los italianos pretenden consumar la capitulación en pocos días, el PNV necesita tiempo para hallar el momento idóneo. En caso contrario, como señala Onaindía, la comedia puede convertirse en tragedia porque es precisa una escenificación adecuada, el más absoluto secreto y suerte en que no haya imprevistos de última hora.